![]() ![]() Crónicas de Costa Rica ✏️ Blogs de Costa Rica
30 días y 3 destinos.
Autor: Montaraz Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.8 (19 Votos) Índice del Diario: Crónicas de Costa Rica
01: VUELO CONFIRMADO - EMPANADA MENTAL INESPERADA
02: LLEGADA A COSTA RICA - ALAJUELA
03: TAMARINDO - PLAYA GRANDE
04: PLAYA GRANDE - PERSONAJES Y OLAS
05: PLAYA GRANDE - MANTAS RAYA, FLIRTEOS Y FAMILIA "NICA"
06: PARQUE NACIONAL RINCON DE LA VIEJA
07: HISTORIAS DEL RINCON DE LA VIEJA Y VUELTA A PLAYA GRANDE
08: HACIA BAHIA DRAKE - BUSCANDO EL MISTERIOSO CORCOVADO
09: PARQUE NACIONAL CORCOVADO
10: BAHIA DRAKE - ISLA DEL CAÑO
11: HACIA BOCAS DEL TORO........VA A SER QUE NO
12: HISTORIAS DE BAHIA DRAKE - PLAYAS, ARRUMACOS Y PERSONAJES
13: ADIOS A BAHIA DRAKE....Y A ALGUIEN MAS
14: PLAYA GRANDE - CAPITULO FINAL
Total comentarios: 34 Visualizar todos los comentarios
Etapas 7 a 9, total 14
La tarde en el Rinconcito Lodge discurría con la calma tica. Una auténtica delicia. Eran las cuatro de la tarde y no había nadie en el bar. Todo el mundo estaba aún caminando por el Parque. Una Imperial bien fría con Gilbert mientras David ponía música de Amaral para que no me “extrañara” de España. No había pasado un día y ya me sentía de maravilla en el Rinconcito.
*** Imagen borrada de Tinypic ***. Puesta sobre el Rincón de la Vieja desde el Rinconcito. Por la noche llegó una pareja de Reus (Tarragona). Juan y Laura respiraban buen rollo desde el primer momento. Venían del Río Celeste para pasar unos días en el Rincón de la Vieja. Tras la cena se unieron a David y a mí para tomar unos “Guaros”. David estaba pletórico soltando expresiones ticas (al menos, eso decía él) tipo “Machete, quédate en tu vaina” (donde tengas la olla no metas la polla), “Como los pelos del culo” (si te dije “blanco”, ahora digo “negro”), “Todas las mujeres se llaman Anabel. Mitad anaconda, mitad cascabel”. Era una auténtica enciclopedia de expresiones populares costarricenses y lo hacía con gracia. También nos explico la leyenda que ha dado nombre al Volcán del Rincón de la Vieja. Brevemente, dice así: "La princesa Curabandá se enamoró de Mixcone, jefe de una tribu enemiga vecina. Cuando su padre, Curabandé, se dio cuenta de la relación, capturó a Mixcone y lo lanzó dentro del cráter del volcán. Enloquecida, Curabandá se fue a vivir a un lado del volcán y dio a luz un hijo. Para permitir que el hijo estuviera con su padre, ella también lo lanzó dentro del volcán. Por el resto de su vida, Curubanda vivió cerca del volcán y llegó a ser una poderosa curandera. La gente se refería a su casa como el "Rincón de le Vieja". Desde entonces el volcán lleva ese nombre" Los guaros empezaron a hacer efecto y la velada tomó un giro inesperado. Juan parecía una persona muy interesante. Era un “fisioterapeuta de las emociones” cuyo trabajo consistía en extraer las emociones inconscientes que hacen que andemos jodidos por la vida. Para ello se había especializado en Psicogenealogía. Algo así como el conocimiento de las posibles emociones negativas que adquirimos, sin darnos cuenta, tras años de convivencia con nuestras familias y que dirigen nuestras decisiones años después impidiendo que tomemos las que de verdad queremos tomar. Hábilmente se puso como “conejillo de indias” para entrar en temas personales y David le siguió con sus experiencias. Laura y yo escuchábamos con atención. La velada fue de aquellas para recordar y sino fuera por el respeto a la privacidad de los tema personales de cada uno daría para escribir un capítulo entero de estas Crónicas. Gracias Juan. *** Imagen borrada de Tinypic ***. Rinconcito Lodge. Coleguita de habitación. A la mañana siguiente decidimos caminar los tres juntos. Esta vez íbamos a hacer todo el recorrido del Parque Rincón de la Vieja al completo. Sector Pailas, tramo de enlace y sector Santa María. Unos 20 kilómetros. Para ello cogimos un taxi ($35) que nos dejara en el otro lado del Parque, a la entrada del sector Las Pailas. El sector Pailas es más divertido que el sector Santa María. En apenas tres kilómetros puedes ver signos de la gran actividad volcánica que se esconde en el subsuelo de esa zona. Pailas de agua, pailas de barro, un “volcancito” humeante. La temperatura es alta y el terreno seco, sequísimo. *** Imagen borrada de Tinypic ***. Sector Pailas. Garrobo. *** Imagen borrada de Tinypic ***. Sector Pailas. Pailas de barro El tramo de enlace entre los dos sectores (8 km.) es más verde y se hace algo largo y monótono. Juan y Laura comentaban que se veía más seco que la zona del río Celeste, exuberante y fresca. *** Imagen borrada de Tinypic ***. Sector Santamaría. Catarata bosque encantado. Personalmente, el Rincón de la Vieja me pareció un sitio interesante para visitar pero me lo imaginaba más verde. Una vez visitado, la impresión es que siendo una zona volcánica y en plena época seca, iba un poco despistado con mis expectativas. Llegamos al Rinconcito bastante molidos. Juan y Laura se quedaron crujidos en su habitación. David me estaba ayudando a planificar mi ruta a partir de mañana. Quería ir al Río Celeste pero el tema se complicaba. El traslado en taxi desde el Rinconcito salía carísimo y luego debía añadir más traslados durante dos días más hasta llegar a San José pasando por Caño Negro y el volcán Arenal. Llamó a tres compañías de alquiler de coches y los precios se disparaban para una persona. Me comentó que ni se me ocurriera pensar en taxis sino estaba dispuesto a pagar mucho y el tema de los autobuses, para dos días, no valía la pena. *** Imagen borrada de Tinypic *** Río Celeste....al que no fuí La noche anterior, Juan y Laura me habían comentado que tras su visita el Rincón de la Vieja querían ir hacia alguna playa tranquila para aprender surf, el transporte no era problema, tenían coche. Llamé a Kevin al Surf Camp de Playa Grande, había sitio para los tres. Llamé a Nature Air, quedaban plazas en el vuelo de Tamarindo a San José del día 15 para enlazar con mi vuelo a Bahía Drake. Juan y Laura se despertaron de la siesta empanadísimos. Comentamos la jugada. Al día siguiente nos íbamos a Playa Grande. Volvía al Surf Camp para disfrutar de dos días más de surf antes de volar hacia el sur. Esa noche David nos propuso otra sesión de “guarus”. Nos sugirió ir a buscar una botella de licor de caña a la “tienda” de la señora María. De esta manera, no saldrían a precio de Lodge estilo “canada guiri”. “¿Qué tienda?”, le preguntamos. En la zona no había nada más que el Rinconcito, dos o tres chabolas y vegetación. La “tienda” era digna de verse. Era una casa particular (más bien, “chabola particular”). Cuando llegamos nos dijeron que la señora María estaba en misa por lo que tuvimos que volver al Rinconcito y esperar a que volviera. La señora María tenía unos 70 años y se había montado un almacén pirata de cervezas, licor de caña y otros productos en su casa. La casa era la típica casa tica de pueblo. Un loft “rústico” donde el comedor, la cocina, la chimenea y la sala de TV se fundían en una única sala que daba al baño, las habitaciones y, por supuesto, el almacén pirata. Estuvimos un rato hablando con la señora María y dos abueletes que estaban ahí. Se ve que además de vender bebidas alcohólicas, la señora María organiza sesiones de karaoke en su casa donde se juntan todos los habitantes de la zona (no más de 15, según David). La siguiente sesión estaba programada para el sábado, una pena que no pudiéramos asistir. La despedida del Rincón de la Vieja fue especial. El parque es bonito pero no me había impactado excesivamente. El Rinconcito Lodge me había encantado y David le había puesto ese toque especial que hace que te cueste marchar de un sitio. “Gracias, David”, “Grasias a ustedes tres, lo pasamos bien, huevones”. Enfilamos los 24 kilómetros de camino de carro que nos separaban de Liberia mientras David se dirigía a recibir a los siguientes clientes. La llegada al Surf Camp fue entrañable. Kevin sonreía diciendo “Si quieres de verdad a alguien, deja que se vaya. Si vuelve a tí, eso es verdadero amor”. Vuelta a “casa”. Tom es de Praga y Paul de Cape Cod (Massachussets), los había conocido la semana anterior y todavía seguían en el camp. Me fuí con ellos a surfear mientras Juan y Laura hacían una clase con Kevin. Paul surfeaba de maravilla, daba gusto verlo cabalgar las olas con su longboard. El tío llevaba 15 años dándole al tema. Se había quedado en paro hacía 2 meses y decidió ponerse a viajar hasta abril para luego volver a su país y buscar trabajo. Surfeamos hasta la puesta de sol. Hubo muy buena sintonía con él. *** Imagen borrada de Tinypic ***. Playa Grande Fuimos a cenar al restaurante de Ramiro y Francisca, "Los Malinches". Sonrieron al verme. "Te enganchó Playa Grande, amigo", dijo Ramiro con un fuerte abrazo. Todo resultaba tan familiar, ahora. Juan y Laura también se encontraban a gusto. Nos entendíamos bien, como si nos conociéramos de toda la vida, una delicia de reunión acompañada de un fantástico ceviche de pescado y un vino blanco chileno fresquito, fresquito. Seis y media de la mañana y en pie. Desde que ando por aquí creo que no me he despertado ningún día más tarde de las siete, el despertador no hace falta de momento. Me apetecía dar un paseo por la playa y empanarme un poco. De camino a la playa pasé por delante de la casa de Javier y estaban todos despiertos. Cecilia sonreía mientras le estampaba dos besazos, “No tardó mucho en volver, Javiersito”. Estuvimos charlando animadamente un rato alrededor de otro platazo de piña blanca dulce, dulcísima. Me invitaron a cenar en su casa esa noche y no pusieron ninguna objeción a que viniera con Juan y Laura. El día transcurrió tranquilo. Una visita a Tamarindo para que Juan y Laura lo vieran y unas horas más peleando con las olas hasta la puesta de sol. Javier y Cecilia habían encendido un fuego para cocinar pollo a la parrilla. El pollo troceado lo habían tenido en una especie de “adobo” durante unas horas y de ahí directo a la parrilla. Como entrante habían preparado puré de frijoles y plátano frito. El pollo lo acompañaron con arroz y chimichurri. *** Imagen borrada de Tinypic ***. Playa Grande. Familia "Nica". Juan había comprado una botella de litro y medio de un cabernet chileno. Nos pusimos hasta el culo. Cenamos al lado de la piscina con el ruido de las olas de Playa Grande de fondo. La casa estaba a dos pasos de la playa. Por supuesto no era su casa sino la que cuidaban pero eso no tenía mucha importancia en este momento mágico. Su hospitalidad y la manera como la demostraban a través de sus palabras no tenía precio. Nicaragua pasaba a la lista de destinos, esta vez con invitación incluida, por si fuera poco. Fue una velada para añadir a la lista de “imborrables”. Gracias, familia “nica”. Etapas 7 a 9, total 14
Corcovado…..Cuando planeas un viaje desde casa sin conocer nada sobre el país que vas a visitar creo que tenemos dos opciones (quizás más…). La primera es mirar el mapa del país donde vas a meterte y dejarte llevar por lo que ves (Google Earth es imbatible para eso) y la segunda es informarte sobre los puntos más visitados y seguir la ruta. Las dos opciones funcionan si se ajustan a lo que buscas. A mí me va más la primera aunque signifique llevarte algún chasco de vez en cuando. Durante mi empanada mental previa al viaje a Costa Rica, Corcovado se mantuvo como lugar a visitar de principio a fin, sin dudar en ningún momento. La selva, el plano de la Lonely donde las dificultades de acceso se hacían más que evidentes, la densidad de animales salvajes que leías por todos lados, la proximidad al mar, esas playas de las que nadie hablaba y parecían tan interesantes…..Despierta!, ya no estás en casa y te has de mover!. Me había despertado en Playa Grande y pensaba dormir en Bahía Drake. Para ello debía cruzar todo Costa Rica de norte a sur por la costa del Pacífico. El vuelo de Tamarindo a San José salía a las siete de la mañana y todavía estaba en Playa Grande. Juan y Laura me acompañaron al “aeropuerto” de Tamarindo (una taquilla para facturar, una caseta donde hacían cafés y una pista de grava donde la avioneta se suponía que debía aterrizar y despegar), con tiempo suficiente para tomar un café. Habían sido tres días entrañables juntos y nos volveríamos a ver. Tras unos abrazos intensos con los dos, nos miramos a los ojos…..próxima cita, Reus. Gracias Juan, gracias Laura!.
No hay vuelo directo Tamarindo-Bahía Drake, hay que pasar por San José. El vuelo de Tamarindo a San José con Nature Air (65 euros/ida) dura 45 minutos. En San José me quedaban dos horas de espera para el siguiente vuelo a Bahía Drake (75 euros/ida). Salí a la calle a fumar un piti. Me apetecía rebobinar un poco los días pasados en el Rinconcito y en Playa Grande con Juan y Laura pero no iba a poder ser. A mi lado un tipo se estaba cagando en todo lo que se meneaba con frases del tipo “Mi Dios es justo y te devolverá lo que me hisiste”, “Cada uno recoge lo que siembra y mi Dios acaba devolviendo a cada uno lo que le quitaron”. Me lo que quedé mirando con curiosidad y en seguida se presentó. Julio Valdés era de Alajuela, le habían despedido de la compañía de tour operadores para la que trabajaba y andaba un poco puteao el hombre. Me estuvo explicando toda la experiencia y aprovechó para añadir alguna parte de su vida. Al decirle que era de Barcelona hizo como el anuncio de Estrella Damm. “Futbol Club Barcelona!”…que no, que yo soy “periquito”, ¡qué pesaos con el Barça!. A la que salió el primer turista despistao se olvidó de mí y fue directamente a cogerle la maleta para meterla en su taxi. Suerte, Julio. Bahía Drake está en la Península de Osa, al suroeste de Costa Rica. Junto con Puerto Jiménez, es el punto más accesible desde donde se puede visitar el Parque Nacional de Corcovado, una de las zonas más recónditas del país. Corcovado me pareció muy interesante desde el primer momento. Es una de las pocas zonas donde se puede caminar por bosque primario (que nunca se ha cortado ni quemado) que quedan en América Central. Además es la zona del mundo con mayor densidad de especies animales. Las dificultades de acceso y su alejamiento de los circuitos turísticos habituales en Costa Rica hacen que no haya mucha aglomeración de turistas por esta zona. El vuelo a Drake iba casi vacío, éramos cuatro personas. Las vistas desde la avioneta me encantaron. Esa era la Costa Rica que yo imaginaba. Los secarrales que ves desde Tamarindo a San José se van transformando gradualmente en un manto verde, verdísimo. La avioneta pasa sobre el Parque Nacional Manuel Antonio y la vista de la vegetación y las playas es preciosa. A medida que te acercas a la Península de Osa, va apareciendo la selva tropical en todo su esplendor, flanqueada por las playas desiertas del Pacífico. Todo un espectáculo sin haber bajado de la avioneta. *** Imagen borrada de Tinypic ***. Vuelo a Drake. Punta Uvita. *** Imagen borrada de Tinypic *** Vuelo a Drake. Manuel Antonio...creo *** Imagen borrada de Tinypic *** Vuelo a Drake. Llegando a la Península de Osa. El “aeropuerto” de Bahía Drake consiste en una carretera cortada a cuchillo en medio de la selva. Al salir de la avioneta te recibe un calor pegajoso de cojones pero el espectáculo de bienvenida bien vale la pena. Me iba a alojar en “Cabinas Manolo”, un sitio que me había aconsejado Amparo, una chica que había pasado por ahí y conocí a través de Los Viajeros (gracias de nuevo, Amparo). No tenía ni p… idea de cómo llegar hasta El Manolo desde el aeropuerto pero eso se arregló rápidamente. Al bajar de la avioneta un tipo iba gritando “Cabinas Manolo!, Cabinas Manolo!”. Me dirigí hacia él y le pregunté “Cuanto?”, “Sinco dólares”…vamos pallá!. Del aeropuerto al Manolo había siete kilómetros de pista que iba cruzando la selva. El calor pegajoso y el solazo cayendo a plomo tocaban las bolas pero me recordaban que estaba cerca de Corcovado y eso me hacía olvidar todos los males. Las Cabinas Manolo ($10 en habitación compartida) no estaban nada mal. Mi habitación tenía 4 camas que no compartía con nadie, estaba solo. Sábanas limpias y sin olor a rancio, mosquiteras. Los baños también estaban de lujo, limpios y con duchas amplias (eso sí, sin agua caliente….para qué?). Bella, la mujer de Manolo, me fue enseñando todo, parecía muy agradable. En el restaurante trabajaban Ingrid, la hija de Manolo y Bella, y Albert, el yerno. Todo un negocio familiar. Me habían dicho que eran encantadores y ciertamente lo eran. Por cierto, Manolo no es español sino tico. Quería planificar la visita a Corcovado para el día siguiente y le pregunté a Bella como hacerlo. “Un guía vendrá a hablar contigo a las cinco”, bien. Tenía tres horas para conocer un poco la zona, bien. Cabinas Manolo está en la localidad de Agujitas. Se trata de una carretera de tierra de 500 metros que va a parar a la Bahía Drake. A ambos lados de la carretera se dispersan los diferentes alojamientos de la zona, un par de sodas (restaurantes locales) y tres pulperías (pequeños colmados). La famosa calma tica invadía el ambiente y el calor también, iba sudado hasta las bolas. *** Imagen borrada de Tinypic ***. Agujitas. Ecologismo contundente. El capitán Sir Francis Drake dio nombre a la bahía que abre Agujitas al mar. Llegó a esta zona con su barco, el Golden Hind, en 1579. Se cree que por aquí enterró una gran cantidad de oro y joyas pero nunca se ha llegado a encontrar. La bahía Drake me enganchó desde el primer momento. No es la típica playa paradisíaca de aguas cristalinas, arena blanca y palmeras pero me encandiló por la autenticidad del lugar. La tranquilidad de la zona, la ausencia de hoteles y la frondosa vegetación que la rodea hacen de Bahía Drake un sitio especial para colgarse a gusto. Pasaba a la lista de lugares “especiales”. *** Imagen borrada de Tinypic *** Bahía Drake Entré en una pulpería, los precios no eran baratos. Me comentaron que en esta zona, al estar tan aislada, todos los productos llegan vía marítima y eso encarece los precios, razonable. Volví a la playa, se estaba bien, piti. Unos chavales intentaban sacar una barca del agua pero el oleaje no les estaba ayudando mucho. Me estiré en la arena y me quedé frito. Me desperté una hora después con un hambre de caballo. Un platazo de arroz con cerdo y ensalada (2 euros) en la primera soda que encontré arregló el tema. Javier era guía de Corcovado desde hacía años. Conocía muy bien el Parque y le comenté lo que quería hacer. Corcovado no es un Parque fácil de visitar. El centro neurálgico del Parque, la estación Sirena, está a 15 kilómetros de camino de los límites del Parque. Desde Drake había que caminar 15 kilómetros hasta la estación de San Pedrillo, entrada del Parque, y 15 kilómetros más hasta la estación Sirena. Javier me recomendó no hacerlo ya que es una caminata extenuante (teniendo en cuenta que debía volver, a no ser que durmiera en Sirena. 60 kilómetros, como que no). Me propuso intentar juntar a varias personas y coger una barca desde Drake hasta Sirena, unos 32 kilómetros, costeando Corcovado (una hora) y, una vez en Playa Sirena, hacer una ruta de unos diez kilómetros por la selva hasta la estación Sirena para intentar ver algún bicho. Por $75 (desayuno, comida, transporte en barca, guía y entrada al Parque de Corcovado). Las cinco de la tarde y el calor es asfixiante. Ducha fría e Imperial helada. En las hamacas había dos viajeros solitarios. Gerald, 48 años, era de Niza, y se había pateado medio mundo por su cuenta. Tenía una verborrea importante pero explicaba cosas interesantes de sus viajes. Melanie, 27 años, era de Berna y llevaba cuatro meses viajando por Guatemala, Nicaragua, Costa Rica y Panamá, parecía una chica interesante a primera vista. Cenamos y a las nueve de la noche ya estábamos durmiendo. Al día siguiente nos esperaba el misterioso Corcovado y había que despertarse a las cinco de la mañana. Etapas 7 a 9, total 14
Cinco y media de la mañana. Bahía Drake, café, piti y salida del sol. Impagable. La playa estaba desierta y los primeros rayos de sol dejaban entrever todo el colorido de la selva que la rodea. El sonido de los pájaros ponía una perfecta banda sonora al espectáculo. Sí, Bahía Drake me había enganchado.
*** Imagen borrada de Tinypic *** Amanecer en Bahía Drake. Javier llegó a la playa con el resto del grupo hacia las seis. Una pareja de alemanes, una alemana solitaria, un grupo de Ibiza, Melanie y el menda. Meterse en la barca con el oleaje que había no iba a ser tarea fácil. Había que esperar a que la ola rompiera contra la proa de la barca para saltar rápidamente sino el trompazo contra la barca podía ser monumental. Iniciamos la salida de Bahía Drake. La barca atacaba las últimas olas antes de entrar en mar abierto. El sol ascendía lentamente anunciando otro día de calor sofocante y la explosión de colores del mar y la vegetación de Drake iba en aumento mientras la barca maniobraba a babor para encarar los primeros tramos de costa hacia Corcovado. *** Imagen borrada de Tinypic *** Salida de Bahía Drake. Poco a poco aparecían pequeñas playas desiertas prácticamente engullidas por la selva. Llevábamos media hora de viaje cuando Javier señaló hacia la costa. “Ahí está la estación de San Pedrillo”, sólo se veía selva y más selva. *** Imagen borrada de Tinypic *** Hacia Corcovado. Estábamos en la entrada de Corcovado tras haber recorrido 16 kilómetros. La barca continuaba avanzando mientras el majestuoso Corcovado aparecía frente a nosotros. Kilómetros y kilómetros de selva inacabable que sólo el mar podía frenar. Quedaban otros 16 kilómetros y media hora más hasta la estación Sirena, el corazón del Parque. *** Imagen borrada de Tinypic *** Corcovado desde el mar. La playa de la estación Sirena tampoco es lo que consideramos una playa paradisíaca. Agua turbia, olas de campeonato (donde habré dejado mi tabla de surf...) y guijarros en vez de arena blanca y fina. Pero tenía el encanto del cuelgue de aquellas zonas recónditas a salvo de la masificación turística. Una delicia. *** Imagen borrada de Tinypic *** Corcovado. Playa Estación Sirena. La estación Sirena está a un kilómetro hacia el interior del Parque pero iniciamos la caminata por la playa de Corcovado. La arena estaba plagada de cangrejos ermitaños, no sabías donde pisar para no chafarlos. Chanclas fuera, botas y repelente de mosquitos y demás bichejos. Empezamos a ver gavilanes cangrejeros, pavones, colibríes y más pajarillos de los que no me acuerdo el nombre. Javier era un buen guía. Iba delante y se paraba al escuchar algún canto familiar. Plantaba sus prismáticos y ahí donde tú sólo veías verde, aparecía un pájaro. Estaban por todos lados. De repente se paró en seco frente a unas huellas de tapir que había en la playa. “No debe hacer más de media hora que ha pasado por aquí”, dijo en voz baja. Dimos dos pasos y de repente salió el tapir de la selva y se empezó a pasear por la playa con la calma. Nunca había visto un bicho de éstos y me los imaginaba más pequeños. Era un macho grandote y se paseó frente a nosotros sin inmutarse, a su bola. Cruzamos el río Sirena y nos adentramos en la selva. *** Imagen borrada de Tinypic *** "algo" viene por ahí.... *** Imagen borrada de Tinypic *** Tapir. Meterse en la selva de Corcovado es toda una experiencia. Estás en la playa y tan sólo oyes el ruido de las olas del mar, das unos pasos, te metes en la selva y sólo oyes eso, la selva. Es un ruido ensordecedor pero soportable y difícil de explicar. Como sin un millón de grillos se hubieran puesto de acuerdo para cantar a la vez. Sales a la playa, olas, entras en la selva, grillos. El calor es soportable pero la humedad es brutal, vas sudado desde el primer minuto. Por suerte, no había mosquitos ni bichejos que te tocaran las bolas. *** Imagen borrada de Tinypic *** Entrada en la selva de Corcovado. El sendero que estábamos siguiendo me recordó que la decisión de pasear Corcovado con guía había sido acertada. Sólo vi una indicación durante los cinco kilómetros que llevábamos (y estaba a punto de caerse de lo podrida que estaba por la humedad) y del sendero principal partían numerosos senderillos en todas direcciones. Perderse por ahí no parecía muy difícil y una vez te sales del sendero y te metes en la selva…..chungo. Hicimos unos cinco kilómetros por bosque secundario (bosque que se ha cortado o quemado en el pasado). Era muy frondoso y bastante desorganizado. Aparecieron ardillas de cola roja, agutíes, mariposas Morpho (gigantes), basiliscos (te transportaban al Parque Jurásico), garrobos (una especie de iguana). Le pregunté a Javier por el Jaguar y me comentó que quedan unos 50 diseminados por el parque. La probabilidad de verlos era casi nula. Había más probabilidad de ver ocelotes si hiciéramos una caminata nocturna. De repente pasamos al bosque primario (bosque que nunca se ha cortado o quemado), una auténtica maravilla. Me lo imaginaba como algo exuberante y completamente frondoso, algo explosivo, y era todo lo contrario. Muy organizado, árboles gigantescos y altísimos y un estrato secundario de árboles más bajos, palmeras y arbustos tropicales. Una delicia para pasear imposible de meter en una cámara de fotos. Durante nuestro paso por el bosque primario los monos empezaron a aparecer. Monos aulladores apalancados en las ramas de los árboles más altos, monos araña saltando de rama en rama, monos cariblancos mirándote con careto de curiosidad y alguna meadilla que soltó alguno desde diez metros de altura. Todo un espectáculo para la vista y un suplicio para las cervicales. *** Imagen borrada de Tinypic *** Mono Aullador o Congo. *** Imagen borrada de Tinypic *** Mono Araña. Al final del trayecto, cuando ya parecía que estaba todo el pescado vendido y ya íbamos bastante cansados, Javier frenó en seco y plantó sus binoculares apuntando hacia lo alto. Un perezoso cachondo estaba estirado en una rama a 15 metros de altura con la cara sonriente y la típica pose de “!A la buena vida!”. Mirándolo detenidamente podías apreciar que era el vivo ejemplo de la felicidad. Sólo le faltaba decir, “Pura Vida, Mae!”. *** Imagen borrada de Tinypic *** Perezoso. Caminar por la selva es muy diferente a caminar por la montaña. Te cansas el doble. La humedad alta y los senderos, llenos de raíces, ríos que cruzar y pendientes enfangadas hacen que vayas más lento. *** Imagen borrada de Tinypic *** Corcovado. Raices. Llegamos a la estación Sirena cuatro horas después de haber entrado en la selva, sudados de arriba a abajo. La edificación era bastante rudimentaria, básica, pero suficiente. Podías quedarte a pasar noche sin ningún tipo de lujos. Estaba completamente rodeada por la selva excepto por el oeste, donde se abría al mar a través de la Playa Sirena. Tras la comida, paseo de una hora más y vuelta a la barca para emprender el viaje hacia Bahía Drake. Esperaba ver más animales pero lo cierto es que, a pesar de ello, Corcovado había merecido la pena. *** Imagen borrada de Tinypic *** Estación Sirena. *** Imagen borrada de Tinypic *** Estación Sirena *** Imagen borrada de Tinypic *** Corcovado. En formación. Llegamos a Drake sobre las dos de la tarde. La ducha con agua fría en cabinas Manolo me sentó de maravilla (aunque a los cinco minutos vuelvas a estar sudando, no hay na que hacer). Una Imperial helada mientras hablaba con Albert sobre las mujeres ticas. Me comentaba que la mujer costarricense, por lo general, huye de los turistas. Prefiere a los locales. Le pregunté el porqué y no lo sabía, pero así era. Curioso si se compara con otros países donde, por lo general, las mujeres locales son auténticas “cazagringos”. Albert cambió rápidamente de tema y pasó a ofrecerme una parcela de tierra en la zona de Dominical, una playa de la costa del Pacífico. No tenía escritura notarial pero sí que tenía “escritura personal”….Como?. Me la ofrecía por $40.000 y al ver que no estaba muy interesado la bajo a $30.000 de inmediato. “Si encuentro a alguien interesado, ya te enviare un mail, Albert”. Pasear por Agujitas en dirección a Bahía Drake es una gozada para quien le guste lo local, aunque sea “cutre”. Una panadería pequeñita, una soda, una pulpería, una agencia de tours por Corcovado e Isla del Caño, una iglesia y poca cosa más. Todas las edificaciones son de madera con techo de aluminio acanalado bastante oxidado. La “calle” es el camino de tierra que lleva a la bahía. Por la puerta de la iglesia se escuchaban cantos del tipo “Alaba al Señor, El es tu Dios, no te abandona”, sonaban bien. Algunos locales que había visto el día anterior ya empezaban a saludar cuando pasaba a su lado, me encontraba a gusto. Tras dejar atrás Agujitas empiezas a bajar una pendiente y aparece Bahía Drake. El calor era insoportable y me fui directo al agua, no estaba muy caliente. La playa estaba vacía. Algunos locales realizaban sus tareas diarias (cortar un árbol a machetazos, ordenar las estanterías de la pulpería, cortar arbustos, transportar unos paquetes), a pocos metros de donde estaba. Se respiraba una calma deliciosa. Me empané mirando el bosque tropical que rodeaba la bahía, las olas como llegaban mansamente a la orilla, las pequeñas playas que aparecían en la distancia. Me desperté con el ruido de una barca que estaba peleándose con las olas intentando llegar a la orilla y me fui a buscar el único punto de conexión a internet que había en la zona. *** Imagen borrada de Tinypic *** Calma en Bahía Drake. Melanie, Javier y yo estábamos cenando cuando aparecieron Carmito y Karina por cabinas Manolo. El era de Haití y tenia un nombre gracioso. Karina era canadiense y ecologista activista. Hacían una pareja curiosa pero se les veía con muy buena sintonía. Se unieron a nosotros para cenar y tras una corta sobremesa nos fuimos todos a dormir sobre las nueve de la noche. El cansancio de Corcovado era importante pero sarna con gusto no pica. Un gran día. Etapas 7 a 9, total 14
📊 Estadísticas de Diario ⭐ 4.8 (19 Votos)
![]() Total comentarios: 34 Visualizar todos los comentarios
CREAR COMENTARIO EN EL DIARIO
Diarios relacionados ![]() ![]() ![]() ![]() ![]()
![]() |