![]() ![]() LOS FIORDOS EN AUTOCARAVANA - JULIO 2012 ✏️ Blogs de Noruega
Viaje a los fiodos noruegos en autocaravana, con dos niños, y con escalas en Disneyland Paris y DinamarcaAutor: Mundofila Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.6 (7 Votos) Índice del Diario: LOS FIORDOS EN AUTOCARAVANA - JULIO 2012
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Etapas 4 a 6, total 10
ISLA DE MON
Tras el breve recorrido marítimo (en la bodega del barco a nuestro lado “aparcó” un tren de pasajeros) llegamos a Dinamarca, ¡por fin comenzamos a ver cosas nuevas!. Nuestro primer destino danés sería la isla de Mon, situada al sureste y comunicada por distintos puentes a las otras islas que componen esta zona del país. El paisaje es totalmente llano, sólo salpicado por pequeñísimas colinas, de forma que en el horizonte se mezcla el azul del agua del mar (muy tranquilo al ser mares interiores), el azul del cielo y el verde de los campos, lo que unido a la tranquilidad que se respira en este país y a que hasta el sol ha hecho acto de presencia, le confiere a la escena un aire idílico casi irreal. Pongo alguna foto de estos paisajes, pero ni yo ni mi cámara somos capaces de transmitir toda la belleza que trasmite este lugar. *** Imagen borrada de Tinypic *** Paisaje de la isla de Mon Recorremos con calma la zona occidental de la isla, totalmente plana, y visitamos un par de monumentos megalíticos: Klekkende Høj y Kong Asgers Høj, el primero no es mas que un montón de tierra en la trasera de una granja, el segundo se trata de un pequeño túmulo con cámara subterránea. Eso sí, ambos pueden presumir de tener paisajes sin par. *** Imagen borrada de Tinypic *** Kong Asgers Høj En las pocas horas que llevamos en Dinamarca nos vamos percatando de algo que será moneda común en todo Escandinavia: ¡qué tranquilidad! ¡qué paz! ¡qué sensación de seguridad!, no hay casi ruidos, la mayoría de la gente se mueve en bicicleta,... las casas no tienen ninguna valla ni medida de seguridad (incluso el túmulo que visitamos lo tienen allí abierto, sin una miserable puertecilla),... Aprovechando el solecito que ha salido buscamos una playita para inaugurar la temporada de baños en el Báltico, pero no encontramos ninguna, así que al final nos bañamos desde unas rocas en un agua que no esta mas fría que la de San Sebastián en verano. Repostamos en una gasolinera que acepta de todo: euros, coronas danesas, tarjetas,... eso sí, todo automático, como será norma en toda la zona. Si usas euros te sale mal el cambio, si pagas con tarjeta te cobran un 3% de comisión, así que mejor pagar con coronas danesas. El gasoil, un poco mas caro que en España, y con distintos precios según las gasolineras y yo diría que incluso el momento del día (juraría que a las mañanas los precios eran más bajos que a la tarde). Recorremos hacia el este la isla de Mon (de apenas 50 kms. de largo) buscando la otra atracción de este lugar: los acantilados que jalonan su costa oriental. En contraste con la zona que habíamos visto, totalmente plana, la zona este de la isla se eleva creando primero un frondoso bosque y rematando la isla unos acantilados blancos al estilo de los de Dover o la isla de Rugen (que casualmente están enfrente, al otro lado del mar). Como sabíamos que el parking era de pago, dejamos nuestra autocaravana en medio del bosque a un par de kilómetros, cogemos nuestras bicicletas (había olvidado decir que en la parte trasera llevamos las bicis que usamos para visitar las ciudades). En España no dejo la autocaravana aparcada así, perdida sola en medio de un bosque, ni loco, pero aquí la hipótesis de un robo parece improbable. El buen tiempo se ha terminado y empieza a llover, pero no nos echamos atrás en nuestra idea de recorrer el bosque y los acantilados. Nos hacemos rápidamente al modo de ser danés. Como se ve que aquí llueve un día sí y otro también, los daneses (y en general todos los nórdicos) hacen vida normal bajo la lluvia: caminan, van en bici, pasean,... y normalmente sin paraguas, les basta un ligero impermeable, ya que la temperatura es agradable (en torno a 18º). Así que nos adentramos pedaleando por los barrosos caminos del parque bajo la lluvia hasta que llegamos al Geocenter, una especie de centro de recepción de visitantes que, al ser la seis y pico de la tarde, está cerrado a cal y canto; por aquí sólo quedan una pareja de asturianos, y es que a pesar de que anochece tardísimo, para las seis todo el mundo se recoge a cenar. Dejamos las bicis y bajamos a los acantilados por unos 600 escalones de madera; caminamos un buen rato por la orilla y subimos por otro lado(por otros 600 escalones) de nuevo al bosque en busca de las bicis. Entre la lluvia intermitente, el barro del camino, la niebla que ha acabado por invadir todo el bosque (dándole un aspecto de bosque tropical) y que había algunos desprendimientos en los acantilados que obligaban a trepar por montañas de arcilla,... estamos empadados y sucísimos, pero contentos por una excursión que, aunque algo cansada, ha sido divertida. La verdad, todo un descubrimiento la isla de Mon (para mí, no tanto para los daneses que parecen tener este lugar entre sus preferencias para el turismo nacional). Tras limpiarnos y secarnos, tomamos dirección Copenhague, a donde llegamos (como casi siempre) a medianoche; es la ventaja de la autocaravana, que como la cena y la cama la llevas puesta, puedes aprovechar el día hasta el final. Aparcamos cerca de la estación de Sydhavn, que queda a unos tres o cuatro kilómetros del centro, distancia que mañana cubriremos en nuestras flamantes bicicletas aprovechando la increíble red de carriles bici que ofrece esta ciudad. COPENHAGUE Nos ponemos en marcha hacia el centro, y ésta es la manera en que hay que visitar esta ciudad: en bici. Yo diría que hay mas carriles bici que carreteras, y el respeto hacia el ciclista roza lo absurdo, tiene preferencia respecto a todo; no es de extrañar que haya miles de personas moviéndose en bici: ejecutivos, amas de casa con sus hijos, parejas,... Comenzamos nuestra visita por la zona sur, en la zona del Tívoli y el Ayuntamiento, para desde ahí ir caminando hacia el Nationalmuseet, un museo gratuito donde visitamos la planta baja dedicada a la prehistoria danesa (increíble el esqueleto de ¡una sirena!) y la zona de los niños, donde con cuatro cosas hacen un museíto muy atractivo para ellos. Volvemos a por las bicis y pedaleamos hasta el jardín botánico (no es gran cosa si has visto otros), y continúamos hasta la zona de la fortaleza Kastellet, donde paseamos un rato en busca de la famosa sirenita (otra candidata a la lista de destinos sobrevalorados) que está rodeada de miles de personas. Tras la foto de rigor volvemos por la zona de los muelles hasta el muelle de Nyhavn (un megachiringuito a tope de gente) y no se muy bien por donde regresamos a la zona sur de la ciudad. Por el camino vemos edificios y castillos que parecen ser residencias reales y cosas parecidas, pero no entramos a ninguno de ellos. *** Imagen borrada de Tinypic *** La famosa sirenita El relato son pocas líneas, pero fueron casi diez horas en Copenhague, que damos por amortizada. Son casi las siete de la tarde, pero nos lanzamos a cruzar a Suecia por Helsingor (el barco cuesta unos 50€) y puesto a meter horas, llegamos (no sé ni a qué hora) hasta las afueras de Oslo. Mañana comienza el viaje de verdad a los fiordos (casi una semana después de salir de casa) Etapas 4 a 6, total 10
Bueno, pues ya estamos en Noruega (unos 3000 kms después)
Primera cosa a reseñar: las carreteras. Existen algunas autopistas en torno a Oslo, pero el resto de las carreteras aunque están bastante buen estado de conservación, o son muy estrechas o están plagadas de radares. Así que calcular una media de 60 km/h es algo bastante realista. Y segunda, los peajes. Nada mas cruzar a Noruega hay una peaje de 20 coronas (creo que es por pasar un puente, se puede pagar con tarjeta), y a partir de ahí existen peajes por cruzar las ciudades (Oslo, Bergen, Voss, etc...) y por circular por determinadas carreteras (no necesariamente autopistas). Estos peajes son obligatorios, pero no hay estaciones de pago: te retratan con cámaras, y para pagar hay que darse de alta bien por internet bien en determinados puntos que están debidamente señalados; de lo contrario, se supone que te mandan los cargos a casa (aquí los estoy esperando a ver si realmente llegan) Comenzamos el trayecto por la E6 de Oslo a Andalsnes, vía Lillehammer, pero entre que la autopista es un poco aburrida, que cada dos por tres hay cámaras de peajes, y que el paisaje no es muy bonito, nos salimos a la altura de Hurdal para buscar carreteras mas pequeñas y con mejores paisajes. Efectivamente las carreteras secundarias ofrecen mejores paisajes: esta zona centro me recuerda a los grandes bosques de coníferas de las sierras del oeste americano. Pronto llegamos cerca de un gran lago en el que no nos resistimos a darnos otro baño; el sol brilla en un cielo azul pero apenas calienta, si esto es el verano, el invierno debe ser tremendo. Continuamos por nuestra bonita carretera que de repente se convierte en pista de tierra ¿?. Algo veo en un letrero de que es una carretera privada y que deje dinero en una caja que hay según tarifa adjunta (estos no conocen a los españoles). La susodicha pista durará varias decenas de kilómetros y la verdad es que no tenemos ni idea de hacia donde vamos. Porque otra característica de las carreteras noruegas es que son muy parcas en señales, y muchas veces indican no el destino sino el número de carretera en el que estás. Tras un buen rato llegamos a Gjovik donde retomamos nuestro camino hacia Lillehammer (la carretera muy bonita pero hemos perdido un buen rato). A partir de esta olímpica ciudad la carretera comienza a estar salpicada de radares, y la marcha se hace bastante lenta. Me da que hoy ni vemos la zona de los fiordos. Pasito a pasito llegamos a Dombas, cerca ya de nuestro destino, y el tiempo comienza a estropearse, hay bastantes nieblas, llueve a ratos, y refresca. Paramos en una especie de columpios a que los niños se distraigan un poco: resulta ser el patio de juegos de una escuela. Todos “los columpios” están hechos de madera, integrados en la naturaleza, basados en el equilibrio, ... bastante diferentes a los que estamos acostumbrados a ver. Bastante tarde llegamos por fin cerca de Andalsnes, donde comienza la carretera de los trolls (Trollstigveien). No sé por qué yo tenía la idea de que esta carretera era de peaje, pero nosotros la atravesamos sin pagar nada. Se trata de una típica escarpada carretera de montaña, con sucesivas curvas de herradura, salpicada con alguna cascada y precipicios varios. Al inicio hay una señal de peligro con un troll, pero está sucia y llena de pegatinas que le quitan la gracia (una de las pocas muestras de incivismo que vimos). La carretera en sí no es demasiado larga, unos pocos kilómetros tan solo (la verdad es que he subido puertos peores), y al final de la misma hay un parking con tienda de recuerdos y un par de miradores de quitar el hipo (a los noruegos les gustan los miradores espectaculares, tanto en las vistas como en el diseño). *** Imagen borrada de Tinypic *** 575. Preparados para ascender la carretera de los trolls *** Imagen borrada de Tinypic *** 576.- Mirador sobre el vacío También hay un panel con las excursiones que se pueden realizar desde ese punto, todas muy atractivas, pero el tiempo está muy feo, hay mucha nieve, niebla,... a mi pareja le da miedo quedarnos a dormir allí arriba así que decidimos bajar hasta Valldal y tomar un ferry hasta Eidsdal. Estos ferrys que realizan el paso de los fiordos (yo creo que no vimos ni un solo puente sobre los fiordos) son bastante baratos (de media pagamos unas 125 coronas) y funcionan continuamente hasta muy tarde: llegas, te pones en la cola y te montas; una vez dentro, durante el trayecto, un cobrador pasa por las ventanillas. *** Imagen borrada de Tinypic *** 583.- Esperando a coger nuestro primer ferry Arrancamos desde Eidsdal y se me ocurre mirar el reloj: ¡son casi las doce de la noche!, y es que en esta zona, la situada mas al norte de nuestro viaje, si bien no se produce el efecto del “sol de medianoche”, sí se pueden apreciar “las noches blancas”, es decir, aunque el sol se pone, permanece tan solo unos grados por debajo del horizonte lo que permite ver con claridad (aunque no como el día) *** Imagen borrada de Tinypic *** 586.- Al borde de este lago nos quedamos a dormir. La foto esta tomada cerca de las doce de la noche. No puedo precisar a qué hora se hace realmente de noche si es que llega a hacerse (a las dos de la madrugada seguía mas o menos la misma luz), pero teniendo en cuenta que amanecerá prontísimo (no lo comprobé), la noche debe durar muy poco. Este efecto desconcierta un poco, ya que los días duran y duran, y a no ser que mires el reloj no te das cuenta de lo tarde que es. Un detalle sobre este curioso efecto nórdico: yo esperaba que la luz del sol tras meterse por el oeste quedara allí como fija, pero evidentemente eso no sucede así (siempre se aprende algo). Esa luminosidad va moviéndose rápidamente desde el oeste hacia el norte (y supongo que durante la corta noche hacia el este) para volver a aparecer en pocas horas por el este, de forma que durante el crepúsculo la máxima luz no la ves en el oeste (como sucede en España) sino casi en el norte. No se si me explico. Termina nuestro primer día noruego y el tiempo, aunque no acompaña, por lo menos no nos impide las vistas y las visitas. Hemos cumplido una de las promesas que les hicimos a los niños: estamos en el país "en el que nunca se hace de noche", cosa que si a los adultos llama la atención, a ellos más. Etapas 4 a 6, total 10
Salimos de nuestra idílica parada rumbo a Geirangerfjord para ver nuestro primer fiordo, del que nos separan escasos kilómetros por una carretera monte arriba monte abajo.
No hace buen día, chispea a ratos, pero suficiente para apreciar las vistas que van surgiendo según descendemos vertiginósamente hacia Geiranger. Este es el fiordo por excelencia, el mas nombrado, el mas fotografiado,... y eso se nota. Hay miles de personas y no hay sitio para tanta gente, las estrechas carreteras no admiten mas coches, caravanas, autocaravanas, bicicletas, motos,... por no hablar del fiordo en sí, que en el momento en que llegamos albergaba al menos dos transatlánticos, no menos de cinco barcos bastante grandes de pasajeros y otras embarcaciones menores. El pueblo de Geiranger, que son cuatro casas, no soporta los miles de pasajeros que literalmente “vomita” cada crucero,... Hasta ahora habíamos visto un país casi desierto... y es que todo el mundo estaba aquí (días mas tarde descubriríamos que no era del todo cierto, sólo la mitad estaban aquí, la otra mitad están en otro par de sitios). Evidentemente todo eso supone negocio, mucho dinero en movimiento, pero en mi opinión, desvirtúa el paisaje que, imposible negarlo, es muy bonito. *** Imagen borrada de Tinypic *** El Geirangerjord, absolutamente masificado Aparcamos como podemos (de mala manera, en medio de una cuesta) y decidimos hacer alguna excursión de las que teníamos pensadas aquí. La elegida va a ser la excursión a la cascada Storsetefossen (o como demonios se escriba), una excursión de un par de horas que arranca un par de kilómetros pasado Geiranger (en la granja Vesteras) y que te lleva sin demasiada dificultad a una cascada que puedes atravesar por detrás. El tema de las cascadas es omnipresente, yo no he visto ningún lugar con tantas cascadas como este país, están por todas partes: pequeñas, grandes, altas, bajas, anchas, estrechas,... mires donde mires ves agua caer por todas partes. Una nueva parada cerca de la roca flydalsjuvet, la famosa roca de las fotos donde se ve a alguien sentado con el fiordo al fondo (que actualmente se encuentra totalmente vallada) para despedirnos de este lugar que nos ha dejado un poco fríos. Nos ponemos dirección Stryn subiendo un nuevo puerto y atravesando varios túneles nos adentramos en una carretera de montaña con vistas espectaculares de paisajes nevados; descartamos la carretera del mirador Dalsnibba porque a esa altura la niebla es muy densa y no creo que se puedan apreciar las vistas. Pequeña parada en Stryn, lo mas parecido a un pueblo que hay por los alrededores, pero es que el habitat por aquí es bastante diferente al que estamos acostumbrados a ver: apenas hay tiendas, no hay casi aceras, de bares y similares ni te cuento, ...y la mayoría de la gente vive en pequeñas casitas aisladas unas de otras, todas muy iguales,... parecen ser gente de mucha vida interior, tranquilos,... Continuamos camino hacia la zona de Jostedalbreen, un inmenso glaciar situado en lo alto de una llanura de la cual se descuelgan varias lenguas que, todo hay que decirlo, están en franco retroceso desde hace unos 300 años. Nos acercamos al Briksdalbreen pero las fotos que circulan por ahí son de hace años, y de lo que era no queda mucho, así que seguimos por un túnel y pasamos junto a otra lengua, Boyabreen, que se ve desde la carretera (también muy disminuida). Decidimos parar y acercarnos aunque sea al lago que se forma abajo para que los niños toquen trocitos de hielo que están acumulados (a pesar de varios carteles alarmistas que prohiben el paso). Llueve con ganas y acabamos calados. Un consejo: si quereis ver, caminar, tocar,... un glaciar, un día de verano os acercais a los Pirineos y con unos crampones os vais (antes de que se derrita) al glaciar del Vignemale. Podreis caminar y disfrutar de un glaciar sin necesidad de guías, de pagar nada, y yo creo que quedareis saciados de hielo. (eso sí, hay unas cuatro horas de subida desde el parking mas próximo, y otras tantas de bajada). Vale, no es el perito moreno, pero está al lado de casa. *** Imagen borrada de Tinypic *** Glaciar Boyabreen Seguimos, ya bastante tarde, hasta Kaupanger, donde vemos una iglesia de madera con cementerio al aire libre, tipo americano (que impresiona a nuestros hijos) *** Imagen borrada de Tinypic *** Iglesia de Kaupanger Nuevo ferry casi nocturno y llegamos a Laerdal donde pernoctamos a la orilla del Sognefjord. Etapas 4 a 6, total 10
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