![]() ![]() Lunes, 11 de octubre de 2010 / Barcelona ✏️ Diarios de Viajes de Mediterráneo
El día amaneció frío y lluvioso, la intención que había tenido de utilizar las piscinas nada más embarcar dejó de tener sentido. Desayunamos, cerramos las maletas y nos dispusimos a esperar al minibús que haciendo un recorrido no turístico por...![]() Diario: MSC Splendida: una vuelta por el Mediterráneo (Octubre 2010)⭐ Puntos: 4.4 (12 Votos) Etapas: 9 Localización:![]() El día amaneció frío y lluvioso, la intención que había tenido de utilizar las piscinas nada más embarcar dejó de tener sentido. Desayunamos, cerramos las maletas y nos dispusimos a esperar al minibús que haciendo un recorrido no turístico por nuestros domicilios, nos dejaría en el punto donde estaba atracado el MSC Splendida. Finalmente formamos un grupo de 16 personas. Marga y yo, mis suegros: Maribel y Manolo, mis padres: Isabel y Pedro, nuestros consuegros: Maria y Manolo, nuestros amigos: Roser, Frederic, Carol y Víctor, la ex jefa de mi suegro con una amiga: Mª Pilar y Mª Ángeles y finalmente una pareja amiga de Carol y Víctor: Concha e Ignacio. Embarcamos alrededor de las 11 de la mañana. Nos despedimos de las maletas entregándolas al personal del barco con la esperanza de que fueran llevadas hasta nuestros camarotes y nos pusimos a la cola de los que, como nosotros, estaban ansiosos por conocer el barco. Atravesamos el control de seguridad y fuimos repartidos en una multitud de mostradores donde nos identificamos y facilitamos nuestra tarjeta de crédito; a cambio recibimos la que nos iba a permitir entrar y salir del MSC Splendida, abrir la puerta del camarote y, sobre todo, pagar lo que no estaba incluido en el precio del crucero. A continuación nos fueron entregando información sobre las excursiones (con la indicación de que hiciéramos ya la reserva de las de Túnez y Malta), los packs de bebidas y las ofertas en el SPA. Las excursiones, pensábamos hacerlas todas por nuestra cuenta (no me había pasado horas leyendo como se podía ir por libre a los sitios para a la hora de la verdad ir como corderitos en los autocares organizados por MSC), el ahorro en los packs de bebidas resultaba ridículo (por ejemplo 2,30 € en el pack de 14 botellas de agua, es decir poco más del precio de una botella y sin tener claro si las íbamos a consumir todas) y en cuanto al SPA, después de ver los precios, consideramos que un barco no es el mejor sitio para disfrutar de una sauna o de un masaje. Finalmente accedimos al barco donde fuimos recibidos por dos filas de camareros y camareras que se fueron haciendo cargo de nosotros para llevarnos hasta la puerta del camarote. Una de las tarjetas no abría la puerta, por lo que ya teníamos una primera tarea: pasar por recepción para que nos la cambiaran. La otra funcionó correctamente y entramos en la que iba a ser nuestra habitación durante la próxima semana. Se trataba de una cabina interior en la cubierta 12 ó Caravaggio, ubicada en la zona de la proa. Al entrar, a la derecha se encontraba el baño, una cajita de poco más de un metro cuadrado con la ducha, la taza y el lavamanos con su espejo y sus armarios y estantes para depositar los útiles de aseo. Siguiendo a la derecha nos encontramos una mesa rectangular adosada a la pared y donde se ubicaba la nevera con sus bebidas (de cargo, por supuesto), sobre la mesa y en la esquina un par de estantes y en la parte superior la pantalla plana de la tele. El resto de la pared frontal de la mesa estaba ocupado por un espejo. Al final un butacón y una pequeña mesa ovalada. A la izquierda quedaba la cama de matrimonio formada por dos camas de 90 centímetros unidas, con sus mesitas a los lados y un gran espejo en el cabezal. La profusión de espejos sirve para darle una gran amplitud al pequeño camarote. Finalmente el armario con tres puertas, dos con colgadores y un estante superior y la tercera con cajones y estantes y con la caja fuerte en uno de ellos. Estábamos curioseando la documentación depositada sobre la mesa, desplegando el plano del barco y leyendo el diario de a bordo del primer día cuando oímos ruidos procedentes del pasillo. Discretamente, en cuanto cesaron, abrí la puerta del camarote para descubrir que nuestras maletas ya habían llegado. La información de que disponía indicaba que el equipaje tardaba bastante en llegar a las cabinas; probablemente fue por ser de los primeros en embarcar, pero la cuestión era que ya teníamos nuestras maletas y nos dispusimos a distribuir nuestras ropas y enseres en sus perchas y estantes. No habíamos finalizado la tarea cuando María nos llamó por teléfono para empezar a recorrer el MSC Splendida. Lo primero que hicimos fue dirigirnos a recepción, en la cubierta 5, donde nos cambiaron la tarjeta defectuosa. Después nos dedicamos a pisar los peldaños de las escaleras de Swarovsky y nos hicimos las primeras fotografías en ellas. Accedimos a la cubierta 6 para echarle un ojo al casino, a la Piazzetta, a las tiendas que la rodean y a los salones y bares estratégicamente distribuidos. Finalmente tuvimos una primera toma de contacto con la cubierta 7 ocupada básicamente por bares y cafeterías, una perfumería, la tienda de objetos relacionados con el barco y el salón de baile The Aft Lounge. La primera impresión había servido para admirar la espectacularidad de la recepción dominada por las lujosas escaleras y flanqueada a un lado por los ascensores acristalados, el encantador espacio ocupado por la Piazzetta, con su embaldosado que evocaba las plazas de los pequeños pueblos italianos, la serenidad que desprendían los salones de los bares y cafeterías. Nos habíamos ido encontrando y poco a poco nos reagrupamos. Se acercaba la hora de nuestra primera comida a bordo. De todo lo leído en los foros deduje que el buffet no era el mejor sitio para comer así que nos dirigimos al restaurante, pero no nos dejaron entrar. Nos informaron que los recién embarcados, ese día, disponíamos de un buffet de bienvenida. Pensé que se trataría de un aperitivo previo a la comida y nos dirigimos hasta la cubierta 14 para ver de que se trataba. Pronto descubrimos que se trataba, simple y llanamente, del buffet común a todos los pasajeros. Posteriormente averiguaría que el lunes, el restaurante, estaba abierto para los pasajeros que habían embarcado en las escalas anteriores. Probablemente si hubiéramos accedido a La Reggia separadamente y de forma decidida, hubiéramos entrado sin problemas, pero todos juntos, con cara de pardillos y más perdidos que un pedo en un jakuzzi resultábamos tan evidentes que nos facturaron de inmediato hacia la cubierta 14. Sentarnos los 16 juntos era tarea imposible, así que nos disgregamos en grupos de cuatro para disfrutar por primera (y última vez) de las exquisiteces del buffet. No es que la comida fuera mala ni escasa, lo que hacía detestable el buffet era la gente que deambulaba con sus platos repletos de comida, que nos empujaba para hacerse una porción de carne o de pescado, las bandejas toqueteadas, las voces y gritos. Por cierto, escondidos en un par de rincones se encontraban los dispensadores de agua y de hielo. Fue la única comida en la que dispusimos de agua gratis. A las 2 de la tarde el barco se puso en movimiento. Desde la zona del Aqua Park contemplamos como lentamente el barco se alejaba del puerto de Barcelona. Atrás dejamos el paisaje conocido, por haber sido mil veces visto, de la montaña de Montjuic, del monumento a Colón, la línea de árboles de la Rambla, la silueta de la Sagrada Familia, las nuevas construcciones entre la Barceloneta y la desembocadura del río Besós. Un leve balanceo nos confirmó que estábamos saliendo del puerto. Las previsiones meteorológicas no eran especialmente buenas: olas de 4 a 5 metros entre las Baleares y Cerdeña. De hecho el temporal había dejado olas de 6 a 8 metros la noche anterior en el Golfo de León, el personal del barco nos informó que la noche había resultado movida. En todos mis cruceros he pasado una velada recluido en el camarote victima del mareo, así que decidí que era mejor prevenir y me tomé una biodramina, a pesar de confiar en que la envergadura del barco haría que la travesía resultara lo suficientemente placida como para no marearme. Cuando la línea de la costa empezó a difuminarse nos separamos para terminar con la tarea de vaciar las maletas. De nuevo salimos a deambular por el barco. Nos encontráramos con quien nos encontráramos descubríamos que estaba buscando a alguien. De 6 a 7 estaba previsto el cóctel de bienvenida, a las 7:15 la presentación del capitán y sus oficiales, a las 7:30 el espectáculo para los pasajeros que cenaban en el segundo turno (nosotros, por ejemplo), después la foto con el Capitán y a las 9 la cena de gala. A las 6 el barco empezó a moverse. La piscina cubierta formaba unas espectaculares olas para disfrute de bañistas y mirones. Poco a poco fui siendo consciente de que tanto movimiento no era bueno, por lo menos no para mí. Mi experiencia me ha hecho descubrir que la mejor posición para los propensos al mareo, cuando el barco hace algo más que avanzar en línea recta, es la horizontal y con los ojos cerrados. La biodramina no estaba haciendo el efecto esperado así que me dirigí al camarote y me tumbé en la cama. Mi día de mareo había llegado. Justamente el primer día y con la cena de gala en perspectiva. El barco no dejaba de balancearse y la hora de la presentación se iba acercando. Marga se vistió y me preparó la ropa. Pero no pude ponérmela. En cuanto me incorporé las nauseas se adueñaron de mi estomago y tuve que regresar a la posición horizontal. En estas ocasiones Marga me deja arropadito en la cama y acude a los acontecimientos sociales como una viuda cualquiera para emparejarse, si procede, con algún viudo del grupo que haya dejado a su pareja arropadita en la cama. Ya solo, hice tres intentos de levantarme para vestirme, pero todos fueron fallidos y tuve que regresar de inmediato a la cama. A las 8:30 recibí la visita de Marga acompañada por Roser para ver si tenía suficientes ánimos como para bajar a cenar. La respuesta fue negativa y me dejaron con la indicación de que estarían en la Piazzetta hasta la hora de la cena. No me resignaba a pasar la cena de gala enclaustrado en el camarote. En un momento determinado tuve la sensación de que el barco se movía menos y decidí aprovechar el instante. Me levanté y me vestí lo más rápido que pude. Conseguí llegar hasta la Piazzetta sin contratiempos para ser recibido casi con aplausos. Faltaban Ignacio y Concha que no habían tenido tanta suerte y estaban sufriendo los rigores del mareo. Alguien de los demás había depositado la suculenta comida del día en la taza del water pero se encontraba dispuesto para la cena. Después de una breve sesión fotográfica para inmortalizar nuestros vestidos de gala, nos dirigimos al restaurante y ocupamos las mesas asignadas. La lectura de la carta facilitada por Ashley, nuestro camarero hindú, me provocó una arcada y decidí pasar de la cena pero permaneciendo en el comedor junto al grupo. Al indicarle a Ashley que no me veía capaz de cenar me ofreció un poco de fruta. Esa fue mi cena; en el tiempo en que los demás disfrutaron de sus tres platos más el postre yo dispuse de dos trocitos de kiwi, dos pequeñas tajadas de melón y dos porciones de piña. Bocadito a bocadito fui dando cuenta de mi plato para finalizar al tiempo en que los demás terminaban con el postre. Nos reunimos a la salida del restaurante para decidir cual sería nuestro siguiente paso. La sensación de mareo se volvió a apoderar de mí y anuncié que, muy a mi pesar, me veía en la obligación de abandonarles. Marga decidió quedarse con ellos para disfrutar de un poco de sexo. Me refiero a “sex on the beach”, el combinado del día que se ofrecía en The Aft Lounge desde las 23:00 hasta las 00:30 horas al precio especial de 5,70 €. Me desvestí y me tendí en la cama para quedar dormido de inmediato. El martes no hacia falta madrugar y estaba convencido de que cuando me despertara el movimiento del barco, una vez atravesada la zona del temporal, sería imperceptible y el mareo habría pasado a la historia. Por el momento, claro, ya que era consciente de que las probabilidades de que durante la última noche el golfo de León nos deparará un nuevo baile, eran bastante elevadas. Índice del Diario: MSC Splendida: una vuelta por el Mediterráneo (Octubre 2010)
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