19 de mayo de 2008, lunes.
Lo primero que tengo que decir es que nuestra intención a la hora de visitar la Gran Muralla era hacer la ruta de Jinsanlig a Simatai, que es una caminata de 10 kilómetros, pero como a nuestro hijo le han ofrecido hacer esa excursión con la universidad el próximo sábado, le hemos dicho que se vaya con sus compañeros y nosotros nos hemos apuntado en el hotel a esta excursión, que es a Badaling. Además es mucho menos dura que la otra, porque a estas alturas me duelen demasiado los pies para andar 10 kilómetros por zonas complicadas como cuentan que es la de Simatai.
Añadiré que como el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra pues nosotros no íbamos a ser menos y también tropezamos con repetición. Ya os conté la experiencia de la excursión con chinos en Shanghai para ir a Hangzhou: ves poco y rápidamente porque te llevan a mil sitios para compar, como todas las excursiones en China. Pues bien, esta no iba a ser menos. Os la cuento:
Nos levantamos a las 5:30 y a las 7:00 estamos listos en la puerta del hotel. Nos recoge un minibús con una guía china que habla en inglés. En total somos 10 personas ya que, además de nosotros, vienen 2 chicas jóvenes canadienses, una pareja de norteamericanos, una pareja formada por un gallego madurito y una joven china y un matrimonio formado por una gallega y un polaco que viven en Varsovia y han venido desde allí de vacaciones. En resumen, que de 10, somos 4 españoles y un polaco medio español.
Llegamos a Badaling a las 8:15 horas (hora y cuarto de viaje porque hemos salido puntuales) y resulta que ¡sorpresa! la Muralla está cerrada. La verdad es que no se me había ocurrido que La Gran Muralla podía cerrarse ¿a que no?. Pues lo dicho, está cerrada.
Añadiré que como el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra pues nosotros no íbamos a ser menos y también tropezamos con repetición. Ya os conté la experiencia de la excursión con chinos en Shanghai para ir a Hangzhou: ves poco y rápidamente porque te llevan a mil sitios para compar, como todas las excursiones en China. Pues bien, esta no iba a ser menos. Os la cuento:
Nos levantamos a las 5:30 y a las 7:00 estamos listos en la puerta del hotel. Nos recoge un minibús con una guía china que habla en inglés. En total somos 10 personas ya que, además de nosotros, vienen 2 chicas jóvenes canadienses, una pareja de norteamericanos, una pareja formada por un gallego madurito y una joven china y un matrimonio formado por una gallega y un polaco que viven en Varsovia y han venido desde allí de vacaciones. En resumen, que de 10, somos 4 españoles y un polaco medio español.
Llegamos a Badaling a las 8:15 horas (hora y cuarto de viaje porque hemos salido puntuales) y resulta que ¡sorpresa! la Muralla está cerrada. La verdad es que no se me había ocurrido que La Gran Muralla podía cerrarse ¿a que no?. Pues lo dicho, está cerrada.

Abren a las 8:30, es la guía quien saca las entradas (así que no se cuánto puede costar) y nos dice: tenéis dos caminos; el de la izquierda es el difícil, el de la derecha es el fácil, elegid el que queráis y nos vemos aquí a las 9:50 para ir a las Tumbas Ming. Del resto de explicaciones no nos enteramos porque son en inglés.
Creo que la Gran Muralla se merece las fotos en grande así que ahí van. Este tramo es el difícil:


Y este es el fácil, o sea, el que cogemos nosotros, entre otras cosas porque calculamos que la otra no nos dará tiempo con la hora y media que nos han dado. Tenemos que llegar hasta la casita que se ve arriba del todo:


Lo cierto es que hemos escogido un día perfecto; es temprano, no hace calor, está despejado y además es lunes y no hay casi nadie, con lo que conseguimos unas buenas fotos incluso paseando solos, porque he visto en internet fotos de otros turistas en este mismo sitio que casi se daban codazos para pasar y nosotros estamos prácticamente solos. Supongo que en julio y agosto será más complicado conseguir estar solo en un tramo grande.



La Gran Muralla es la segunda cosa que más nos gusta de todo lo que hemos visto hasta ahora, junto con el Templo del Cielo. Es un rompepiernas porque los escalones están hechos de ladrillos apilados y no tienen una altura uniforme. Hay escalones de 1, 2, 3 y hasta de 4 ladrillos pero no tienen una distribución continua, con lo que acabas con las piernas bastante cansadas.


Lo peor no es subir, que menos mal que han puesto barandilla. No sé cómo llegarían los chinos si tenían que subir corriendo porque atacaba el enemigo, con esos escalones debían llegar hechos polvo y no me extraña que no ganasen ni una batalla. Me encanta esta foto:

Las tres que siguen os pueden dar una idea de lo empinado del asunto:



Lo único que lamento es no haber ido de libre con un coche, porque en ese caso habríamos subido al lado izquierdo (el supuestamente difícil), con todo el día por delante, aunque no hubiésemos visto las tumbas. Ahora que lo pienso, no sería mala idea llevar un bocata y comértelo cuando llegas arriba. En fin, aún así la muralla es la muralla y, se mire como se mire, ha merecido la pena.
A las 10:00 arrancamos camino de las Tumbas Ming, o eso creíamos nosotros, pero nos llevan a vendernos jade. Las chicas de Canadá compran, pero el resto no porque es muy caro. Después vamos a una de las tumbas. Creo que nos llevan a la más fea y peor cuidada de todas. No nos gusta nada. Le digo a la guía que si no nos va a enseñar el Paseo de los Espíritus. Bueno, verbalmente no se lo digo, porque no se inglés ni chiho, pero le enseño una foto de mi guia y ella me contesta que está cerrado por obras y que no podemos ir. No tengo más remedio que aguantarme pero no me creo nada. Así que me quedo sin ver El Paseo de los Espíritus.




Cuando acabamos, nos llevan a vendernos jarrones chinos. De nuevo solo compran las de Canadá. Nosotros en ese sitio compramos un edredón de seda por miedo a no encontrar en otro sitio y quedarme sin él. Vaya, que tengo empeño en el dichoso edredón y si no lo compro reviento. No está cosido totalmente sino que una de las partes se ata con lazos, de manera que puedo comprobar que lo de dentro es de verdad seda y no miraguano.
Como estamos en un centro comercial, comemos aquí mismo, en un restaurante que tiene toda la pinta de vivir de los autobuses que traen los guías. La verdad es que comemos bastante bien. Una mesa redonda para los 10, con un gran plato giratorio en el centro, que es tan grande como la mesa y está abarrotado de platos distintos. Giras el plato, te sirves y comes. Mucha variedad y un tanto occidentalizado creo que hasta en el sabor de los platos. Además es el primer sitio donde, sin pedirlo, nos han puesto tenedores. Lo dicho, para turistas.
Ahora la guía dice que nos va a llevar a ver el Estadio Olímpico. Eso no entraba en la excursión así que nos quedamos un tanto anonadados por la deferencia. Jajaja. Nos pasea con el autobús por delante del estadio y punto. Esto es lo que vemos:
Como estamos en un centro comercial, comemos aquí mismo, en un restaurante que tiene toda la pinta de vivir de los autobuses que traen los guías. La verdad es que comemos bastante bien. Una mesa redonda para los 10, con un gran plato giratorio en el centro, que es tan grande como la mesa y está abarrotado de platos distintos. Giras el plato, te sirves y comes. Mucha variedad y un tanto occidentalizado creo que hasta en el sabor de los platos. Además es el primer sitio donde, sin pedirlo, nos han puesto tenedores. Lo dicho, para turistas.
Ahora la guía dice que nos va a llevar a ver el Estadio Olímpico. Eso no entraba en la excursión así que nos quedamos un tanto anonadados por la deferencia. Jajaja. Nos pasea con el autobús por delante del estadio y punto. Esto es lo que vemos:

Pero, ¡qué casualidad! Resulta que muy cerca hay una tienda de té donde, como no, nos llevan para que compremos. No es como la de Hangzhou; allí solamente vendían té verde y aquí, supongo que porque estamos en Beijing que es más concurrido, te intentan vender de tropecientas clases de té, amén de tazas, medidores de temperatura para el agua, y no se cuantas cosas más. ¿A que no sabéis quien compra té? Exacto: las de Canadá. Bueno, nos decimos que es la última parada del día así que queda poco. De todas maneras, observamos que vamos con adelanto sobre el horario previsto porque en el hotel nos dijeron que volveríamos a las 15:30 y todavía son las 14:30 y ya estamos en Beijing con el programa cumplido, así que algo no marcha como debiera.
¡Qué casualidad, mecachis!. Justo al salir de la tienda de té, en la puerta de al lado hay un salón de masajes y claro, la señora guía dice que no hay nada mejor que volver cansado de la Muralla y que te den un masaje de pies. Todos nos negamos en redondo a que nos den el masaje allí. Decidimos plantarnos porque estamos un poco hartos. Claro la guía se mosquea, llama por teléfono al conductor y dice que no lo encuentra. Nosotros seguimos erre que erre, que no entramos. Nos sentamos en la puerta decididos a pasar allí la hora que suponemos tardará el conductor en volver, porque es una hora lo que en teoría tendría que tardar nuestro masaje.
La guía se acerca a las de Canadá. No es tonta, sabe que son las únicas que han picado en todos los sitios donde hemos estado y las convence para que entren sólo a ver. Cuando las vemos entrar nos decimos que ya no salen sin el masaje, porque una vez dentro seguro que las convence. Así que el resto de excursionistas, ante la perspectiva casi segura de estar una hora en la puerta, nos estamos planteando volver al hotel por nuestros propios medios porque sabemos en qué zona estamos y no es complicado.
Afortunadamente y para nuestra sorpresa, a los cinco minutos vuelven a salir. ¡Que descanso!… y qué casualidad que en ese mismo momento aparezca el conductor del bus. Pues sin pérdida de tiempo nos subimos al bus y nos llevan al hotel.
Una vez en el hotel, como son las 15:30, preguntamos en recepción si a esa hora estará abierto el mercado de Panjiayuan que el gallego de la excursión nos ha dicho que fue ayer y es más tranquilo que los otros. Nos dicen que solo abren por la mañana así que decidimos ir al parque Jingshan que es justo la prolongación de la Ciudad Prohibida y está junto al hotel.
Al salir nos encontramos con Ana, la compañera de la excursión a la Muralla que vive en Varsovia. Ella y su marido van al mismo sitio, así que vamos los cuatro. El parque es muy bonito y tiene una buena vista de la Ciudad Prohibida y del Parque Beihai, al que iremos otro día:
¡Qué casualidad, mecachis!. Justo al salir de la tienda de té, en la puerta de al lado hay un salón de masajes y claro, la señora guía dice que no hay nada mejor que volver cansado de la Muralla y que te den un masaje de pies. Todos nos negamos en redondo a que nos den el masaje allí. Decidimos plantarnos porque estamos un poco hartos. Claro la guía se mosquea, llama por teléfono al conductor y dice que no lo encuentra. Nosotros seguimos erre que erre, que no entramos. Nos sentamos en la puerta decididos a pasar allí la hora que suponemos tardará el conductor en volver, porque es una hora lo que en teoría tendría que tardar nuestro masaje.
La guía se acerca a las de Canadá. No es tonta, sabe que son las únicas que han picado en todos los sitios donde hemos estado y las convence para que entren sólo a ver. Cuando las vemos entrar nos decimos que ya no salen sin el masaje, porque una vez dentro seguro que las convence. Así que el resto de excursionistas, ante la perspectiva casi segura de estar una hora en la puerta, nos estamos planteando volver al hotel por nuestros propios medios porque sabemos en qué zona estamos y no es complicado.
Afortunadamente y para nuestra sorpresa, a los cinco minutos vuelven a salir. ¡Que descanso!… y qué casualidad que en ese mismo momento aparezca el conductor del bus. Pues sin pérdida de tiempo nos subimos al bus y nos llevan al hotel.
Una vez en el hotel, como son las 15:30, preguntamos en recepción si a esa hora estará abierto el mercado de Panjiayuan que el gallego de la excursión nos ha dicho que fue ayer y es más tranquilo que los otros. Nos dicen que solo abren por la mañana así que decidimos ir al parque Jingshan que es justo la prolongación de la Ciudad Prohibida y está junto al hotel.
Al salir nos encontramos con Ana, la compañera de la excursión a la Muralla que vive en Varsovia. Ella y su marido van al mismo sitio, así que vamos los cuatro. El parque es muy bonito y tiene una buena vista de la Ciudad Prohibida y del Parque Beihai, al que iremos otro día:


Aún así, no deja de ser uno más de los muchos que ya llevamos vistos. Tiene la particularidad de que allí se suicidó un emperador y unas vistas preciosas desde lo más alto, pero ya está. Como en todos los parques, vemos a gente haciendo ejercicio y una bonita colección de bonsáis:


Los ancianos de la foto están jugando con una pelota hecha de anillos que llevan en la punta unas plumas de colores. Mucha gente juega con esto en los parques y se trata de pasarse la pelota con los pies, como si jugases al futbol, pero sin dejar que caiga al suelo. Hacen corros de varias personas, no solo dos como en esta foto.
A las 17:30 nos llama nuestro hijo y nos pregunta si queremos cenar raviolis, que no son raviolis como los italianos, sino chinos. Quedamos en vernos en la parada de metro de Dawanglu a las 19:00 horas, para lo que tenemos que ir andando hasta Tiananmen y allí coger el metro.
Ahora viene la jaimitada del día: Resulta que como en la puerta del parque hay muchos carritos de bicicleta ofreciendo sus servicios, decidimos coger uno que nos lleve a Tiananmen. En todos los sitios nos han repetido que negociemos el precio antes de subir y que no paguemos hasta que no lleguemos al destino, así que obedientes, negociamos. Nos pide 20 yuanes y como estamos muy cerca y el trayecto es corto, le ofrecemos 15. Acepta y nos montamos.
El viaje es para ser contado. Nos lleva en dirección prohibida, con los coches de cara, giramos en sentido prohibido con un autobús de frente, en fin, ya creíamos que allí acababa nuestro viaje a China. Fijaos donde está la línea continua de la calle y por dónde vamos nosotros. Cuando vimos acercarse el autobús os aseguro que cerramos los ojos y nos pusimos a rezar, porque encima, lo que hizo fue girar a la izquierda, con un par de narices.
A las 17:30 nos llama nuestro hijo y nos pregunta si queremos cenar raviolis, que no son raviolis como los italianos, sino chinos. Quedamos en vernos en la parada de metro de Dawanglu a las 19:00 horas, para lo que tenemos que ir andando hasta Tiananmen y allí coger el metro.
Ahora viene la jaimitada del día: Resulta que como en la puerta del parque hay muchos carritos de bicicleta ofreciendo sus servicios, decidimos coger uno que nos lleve a Tiananmen. En todos los sitios nos han repetido que negociemos el precio antes de subir y que no paguemos hasta que no lleguemos al destino, así que obedientes, negociamos. Nos pide 20 yuanes y como estamos muy cerca y el trayecto es corto, le ofrecemos 15. Acepta y nos montamos.
El viaje es para ser contado. Nos lleva en dirección prohibida, con los coches de cara, giramos en sentido prohibido con un autobús de frente, en fin, ya creíamos que allí acababa nuestro viaje a China. Fijaos donde está la línea continua de la calle y por dónde vamos nosotros. Cuando vimos acercarse el autobús os aseguro que cerramos los ojos y nos pusimos a rezar, porque encima, lo que hizo fue girar a la izquierda, con un par de narices.


Nos lleva a través de un huton que es lo que hacen con todos los turistas:

Ya veis que los chinos no solo descansan en cuclillas, también aprovechan para comer así



Ya veis que los chinos no solo descansan en cuclillas, también aprovechan para comer así

Le hemos dicho que queríamos ir a Tiananmen y cuando nos dice que ya hemos llegado la verdad es que, al no haber ido por las calles principales, estamos un poco desorientados y no sabemos exactamente a qué distancia estamos de la plaza. Nos preguntamos si no estaremos más lejos que cuando hemos subido. En fin, nos bajamos y sacamos los 15 yuanes acordados.
Pues bien, el señorito se saca del bolsillo un billete de un dólar y nos dice que él no había dicho 15 yuanes, sino 15 como esos. ¿Qué os parece? Después de discutir un rato optamos por dejarle los 15 yuanes encima del carromato y nos damos media vuelta. Fin de la excursión. ¡Hay que ver como son estos chinos!
Bueno, al final no estamos demasiado lejos de Tiannamen así que buscamos la boca de metro y vamos hasta Dawanglu. Tampoco acabamos cenando raviolis sino otro surtido de platos que, como siempre, pide nuestro querido hijo por nosotros.
Terminada la cena, y aprovechando que ya vamos orientándonos mejor en Beijing, decidimos volver solos y sin taxi, así que cogemos el bus y luego el metro con la intención de ir a Tiananmen a ver la plaza iluminada por la noche. Sin embargo, al salir del metro la policía no nos deja entrar a la plaza porque hay una manifestación que al día siguiente veremos en la tele. Pues nada, andandito y dando un buen rodeo porque la poli no deja pasar, nos vamos al hotel.
Pues bien, el señorito se saca del bolsillo un billete de un dólar y nos dice que él no había dicho 15 yuanes, sino 15 como esos. ¿Qué os parece? Después de discutir un rato optamos por dejarle los 15 yuanes encima del carromato y nos damos media vuelta. Fin de la excursión. ¡Hay que ver como son estos chinos!
Bueno, al final no estamos demasiado lejos de Tiannamen así que buscamos la boca de metro y vamos hasta Dawanglu. Tampoco acabamos cenando raviolis sino otro surtido de platos que, como siempre, pide nuestro querido hijo por nosotros.
Terminada la cena, y aprovechando que ya vamos orientándonos mejor en Beijing, decidimos volver solos y sin taxi, así que cogemos el bus y luego el metro con la intención de ir a Tiananmen a ver la plaza iluminada por la noche. Sin embargo, al salir del metro la policía no nos deja entrar a la plaza porque hay una manifestación que al día siguiente veremos en la tele. Pues nada, andandito y dando un buen rodeo porque la poli no deja pasar, nos vamos al hotel.