Entre el lago Myvatn y el Vatnajökull se encuentra Askja, una inmensa caldera que contiene varias en su interior fruto de distintas erupciones, la última en 1.961.
Habíamos visto que en la zona había estado nevando en los últimos días, pero en la oficina de turismo al preguntar el día anterior, nos dijeron que nunca se sabe, el tiempo allí suele ser más bien malo, pero por ejemplo aquel día había hecho muy bueno, por lo que decidimos arriesgarnos y no perdernos esta excursión.
Al igual que para visitar Laki, la mayor parte del tiempo se pasa en el camino, más largo aun esta vez porque a causa del Jokulsa, que estaba demasiado crecido en algunas zonas, no se podía cruzar y tuvimos que dar un rodeo, tardando como una hora más, con solo una parada en un pequeño pueblo donde tomar algo de café.
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El paisaje que nos acompañaba era casi desértico, por tratarse de la zona en la que menos llueve de la isla, sólo había restos de erupciones, grandes rocas y piedra pómez durante kilómetros y kilómetros, pero aun así espectacular.
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Una vez en las montañas que rodean la caldera paramos en un refugio donde tomar algo de café y además visitar el impresionante cañón de Drekagil, donde ya empezaba a llover un poco, por lo que estaba claro que el tiempo arriba no iba a ser demasiado bueno.
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Subimos unos kilómetros más hasta el aparcamiento y ya desde allí hay que seguir la ruta andado. El lago y el Víti, visitas principales, se encuentran a unos dos kilómetros y medio, el paisaje es espectacular, o lo que pudimos ver de él, pues la niebla, la lluvia e incluso algo de nieve no nos dejaban ver mucho.
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La ruta llega hasta el lago Öskjuvatn, de unos 12 Km2 y de hasta 200m de profundidad, pero no pudimos ver más que una mínima parte. En este es peligroso bañarse debido a las corrientes, de hecho a principios del siglo XX dos alemanes que estudiaban la zona desaparecieron y jamás se les pudo encontrar.
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Junto al lago está el cráter del Víti, mucho más pequeño y en cuyo interior si es posible bañarse, lo típico es hacerlo completamente desnudo, aunque el día no se prestaba mucho a quitarse toda la ropa, pero uno no tiene la suerte de poner bañarse en el cráter de un volcán cada día.
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La excursión en si no tiene mucho más, pues tras un rato por la zona volvimos de nuevo a Myvatn, pero el lugar realmente merece la pena, sobre todo con buen tiempo.
De nuevo allí volvimos a acercarnos a la zona de Krafla, pero otra vez nos encontramos con que era imposible visitarla, así que volvimos al lago con la esperanza de poder verla a la mañana siguiente antes de seguir con el viaje.