El amanecer de hoy nos deparaba una buena sorpresa, y es que el cielo estaba cubierto de nubes por primera vez desde que llegamos a EEUU. Lo cierto es que no nos venía mal un poco de lluvia para esta jornada de viaje en coche, y eso fue lo que precisamente pasó.
Salimos del hotel de Kayenta no sin antes picar un poco por la tienda india y hacer alguna compra de souvenirs, con un precio inusualmente bajo para los lugares de la zona. El objetivo de hoy era llegar por la tarde-noche a Las Vegas y hacer esta vez una entrada triunfal por sus calles iluminadas para vivir una noche memorable allí. La pega: las algo más de 7h en coche que nos quedaban por delante.
Sabiendo que el camino sería largo, emprendimos marcha pronto, porque nos interesaba llegar a destino lo antes posible y disfrutar de las atracciones de la ciudad. Aún así, habíamos programado realizar una o dos paradas en ciudades con algún resquicio de lo que queda de la famosa Route 66 (también conocida como “The Mother Road”), tan mítica que bien merecía una visita.
Mucho antes de llegar, las nubes que habían amenazado a primeras horas de la mañana, empezaban a descargar en condiciones y fuimos testigos del inusual fenómeno de lluvia en mitad del desierto de Arizona, como lo demuestra la foto (con Garmin por medio posando).

Ese día experimentamos por primera vez lo que era un ‘brunch’, es decir, una comida que no es ni breakfast ni lunch, y que por tanto, se queda a medio camino de ambos. Esto se debe a que comimos algo a las 12:00 a.m. que ni te dejaba con la sensación de haber tomado un desayuno, ni con la que te habías empachado.
Después, a lo largo del camino vimos paisajes de todo tipo y según llegábamos a Flagstaff (de donde parte el tramo mejor conservado de la ruta 66 que llega a Kingman), empezamos a quedarnos sorprendidos viendo cómo en el “estado de los cactus” de Arizona, había verdaderos bosques bien frondosos, como podéis comprobar aquí.

Ya que posteriormente volveríamos a Flagstaff con Miguel (que aún no había llegado), decidimos hacer nuestra parada en la segunda ciudad de la ruta 66: Williams. Allí tuvimos que repostar en una gasolinera con una banderita americana como esa que veis en la siguiente foto. Vimos unas cuantas, pero creo que esta bandera, perdida en un pueblo como Williams y al lado de una gasolinera, se llevó la palma del viaje. Bravo!

Aclaro de forma resumida que la ruta 66 fue la primera carretera que se construyó en EEUU para atravesar el país casi de costa a costa. Partiendo desde Chicago, esta carretera acababa en Santa Monica (al lado de Los Angeles) recorriendo tantas distancias que, cuando se construyeron las autopistas interestatales, mucha gente decidió abandonarla y pasarse a formas más rápidas y seguras de viajar. Aún con todo, para muchos nostálgicos esa ruta formó parte de sus vidas y consiguieron convencer a los políticos de turno para evitar su completa destrucción, mejorando algunos tramos como el que comento de Flagstaff-Williams-Seligman-Kingman.
Ahora ese tramo es frecuentado por grupos de motoristas o conductores con coches de época, que disfrutan en cierto modo de esa parte del ‘American Way of Life’.
Por otro lado, el pueblo de Williams ha colaborado en la conservación y popularización de la ruta, y de ahí que en su paso por la ciudad se hayan levantado comercios que asemejan a aquéllos de los años 60, que fueron en los que tuvo su mayor apogeo. También lógicamente hay muchísimas tiendas de recuerdos sobre la misma.


No pudimos evitar la tentación de entrar y tomarnos una coca-cola en uno de los bares ambientados, y que tiene hasta las butacas de la barra con forma de asiento de moto.

Espero que no se note mucho la publicidad ‘subliminal’ de la siguiente foto…

Continuamos camino e hicimos también una breve parada en Kingman para comprar algo de comer, que con el brunch matutino ya tocaba reponer algo.
Y ya llegando casi a la capital del juego, pasamos sin parar varias zonas de obras de un viaducto que cruzaba por encima de la presa Hoover. Habían hecho un desvío de la autopista que pasaba justo por encima de la presa y con tantas ganas de llegar y sabiendo que haríamos la visita con Miguel (tal y como estaba prometido) seguimos tirando millas. Justo encima de la presa Hoover se vuelve a cambiar de estado y así volvimos a nuestro estado original de Nevada, con los cambios de leyes que ya sabéis.
El retorno a la Sin City fue espectacular. Tomamos ya como todo unos expertos la Strip hasta el que sería nuestro nuevo hogar por tres noches seguidas: el hotel Excalibur. Habíamos decidido que, al pasar 5 noches en Las Vegas (1 al llegar, 3 entre medias y otra a la vuelta del Grand Canyon), cogeríamos 3 hoteles distintos, situados en zonas diferentes para acometer mejor la tarea de ver todo lo posible. A diferencia del Luxor, el Excalibur tenía una ambientación más contenida por dentro, si bien por fuera era una pasada: un castillo de cuento de hadas iluminado con infinidad de luces que hacían atraer todas las miradas.
Dejamos todo y salimos para empezar nuestro particular Viva Las Vegas. La primera meta era ir a la calle Fremont con su famoso ‘Fremont Experience’. Allí fue el lugar donde pudo empezar todo en la ciudad y es la calle ahora abovedada que más se recuerda por las pelis con el cartel del vaquero saludando con la mano. Está en la otra punta de Las Vegas Blvd., así que conviene ir en coche, taxi o autobús (Deuce).

En esta calle había de todo: mimos, tatuajes, magos, personas disfrazadas, gogos encima de barras, etc, y un ambiente alucinante. Además, todo lo que está en los lados son casinos y hoteles de los más antiguos. En uno de ellos cenamos nuestra primera hamburguesa americana, que no fue muy destacable que digamos.
Y de repente, las luces de los laterales se apagaron y comenzó la Fremont Experience, con una proyección sobre el techo de la calle de luces y vídeos que semejaban un concierto y un castillo de fuegos artificiales. La música subió hasta el máximo y la gente vibró con el espectáculo. Muy bueno.
Aquí Pablo disfrutando…


Con este comienzo de la noche, volvimos a dejar el coche y ya visitar el resto a pie disfrutando del ambiente, y así sacamos algunas fotos más de algunos hoteles emblemáticos. Aquí está el nuestro: Excalibur.

El hall del Mandalay Bay por dentro:

En este hotel de Mandalay Bay (el primero de la zona sur de la Strip) subimos a la terraza de la azotea desde la que se ven excelentes vistas de la ciudad. Fue gratuito y muy recomendable.

Aquí la torre Eiffel del Paris Las Vegas. El techo de dentro del hotel simula el cielo.

El Caesar’s Palace iluminado por la noche. Este hotel nos gustó bastante como veréis más adelante por las fotos que sacamos de dentro en la posterior visita que hicimos.

La entrada principal del Flamingo.

El sobrio y poco destacado Imperial Palace, que sería nuestra última residencia allí.

El Tropicana, que sería testigo de nuestras apuestas a la ruleta y blackjack. Este hotel daba una excelente sensación de comodidad y había un olor a vainilla impregnando el ambiente que hacía que te sintieras a gusto dentro. Muy bien cuidado.

Como veis en esta última foto del día, la ciudad invitaba a salir y pasárselo a lo grande, y eso fue lo que intentamos pero, pese a las creencias de muchos (y con esto no quiero desilusionar a nadie sino poner las verdades sobre la mesa), ese día era martes noche y había muchas grandes discotecas cerradas, y todo con mucha menos afluencia de gente por todos los sitios comparado con nuestra llegada del viernes.

Aún con todo, encontramos locales y discotecas abiertos y disfrutamos todo lo que nuestros ya de por sí algo maltratados cuerpos, pudieron.