Resulta algo complicado esto de empezar el relato de un viaje tan largo y apasionante como el que viví junto con dos amigos en la Costa Oeste de los EEUU sin caer en el error de hacerlo tedioso y aburrido, y más siendo el primer relato que he redactado nunca sobre un viaje, pero, poniendo toda mi buena intención sobre el teclado de mi portátil, voy a hacer una tentativa.
Con esta historia que os voy a narrar persigo dos cosas: poder transmitir a todo el mundo que quiera leerlo la emoción que sentimos durante todo el tiempo antes, durante y después del viaje, e invitar a todos a descubrirlo y que podáis contar con algunas ideas más para cuando preparéis el vuestro ahora o en el futuro.
Bien, antes de nada más, empezaré contando que la idea del viaje surgió por mediados de abril, concretamente en la celebración de mi cumpleaños, y, aunque en aquel momento todo podría parecer broma y falsas expectativas, en poco menos de 5 meses estábamos conduciendo por una carretera eternamente recta y rodeados por el puro desierto bajo el sol abrasante del estado de Arizona. Con esto quiero deciros que, en mucho menos de lo que pueda pensar mucha gente, un viaje de tal envergadura como este puede prepararse completamente en muy poco tiempo, aunque sea aconsejable hacerlo con al menos 3 ó 4 meses antes por el asunto de los precios en los vuelos y hoteles.
En nuestro tiempo de preparación, he de decir que hubo mucho entusiasmo y cierta impaciencia porque llegara el día D de salida, pero nos lo pasamos como niños organizando muchos de los detalles. De hecho, y para hacerlo aún más divertido, acordamos preparar con mayor detalle cada uno de los tres en particular una de las tres enormes ciudades que íbamos a visitar (Las Vegas, Los Angeles y San Francisco), de forma que cada uno fuera el guía de su propio territorio y dispusimos igualmente sorprender a los otros dos con una sorpresa típica americana, lo cual, como luego veréis, nos dio mucho juego.
Por mi parte he de decir que yo fui el encargado de doctorarme en San Francisco, de donde logré organizar una visita bastante completa y en la que les sorprendí con algo verdaderamente increíble y que luego os desvelaré. Aprovecho para agradecer también a mis dos inseparables compañeros su labor de preparación y las sorpresas que me brindaron, que fueron alucinantes y que nunca llegué a imaginar… Aparte, también preparé a conciencia nuestras visitas a la mayoría de parques nacionales a los que fuimos, y todo con enorme ilusión. En este punto, quiero nombrar mis fuentes de información y que se basaron en varias páginas web, de las que destacaría por supuesto ésta, donde muchos foreros cuelgan en un blog como éste sus viajes y de donde extraje toda la información útil que completa a las guías en papel de las cuales elegimos comprar tres: California (de Lonely Planet), Parques Nacionales del Oeste (Trotamundos) y Top Ten de San Francisco (Anaya), con las que nos manejamos perfectamente antes y durante el tiempo allí.
Bien, al leer tantos blogs entiendo que muchos foreros hablen también de las condiciones del viaje (comidas, precios, transportes, horarios y un largo etc), pero creo que, salvo cosas realmente importantes, trataré de obviar todo esto y ponerlo al final del relato en todo caso, para no hacer perder emoción y por considerar que todo eso sirve como referencia pero puede cambiar drásticamente de un día a otro.
De forma breve, os resumo los 16 días completos que pasamos en territorio ‘yanqui’, y que agruparía en 4 bloques diferenciados de 4 días cada uno, y que finalmente siguieron este orden:
• Bloque 1: Parques nacionales (Zion National Park, Bryce Canyon National Park, Horseshoe Bend, Antelope Canyon, Monument Valley)
• Bloque 2: Las Vegas y alrededores (Grand Canyon National Park)
• Bloque 3: Los Angeles y alrededores (Death Valley, Sequoia National Park)
• Bloque 4: San Francisco y alrededores (Yosemite National Park)
Como ya he indicado, fuimos tres los amigos que participamos en él, pero por razones que no vienen al caso, uno de los tres no pudo hacer el bloque 1, por lo que empezamos siendo dos y luego él ya se incorporó desde el comienzo del bloque 2 hasta el final. El viaje cumplió con todas nuestras expectativas y nos dejó cerca de poder decir que hemos visitado lo más importante de toda la costa oeste norteamericana, pero bien es cierto que por lo que oímos, no descartamos ni por un momento repetir en el futuro esta aventura y adentrarnos en los parques de Yellowstone y Arches entre otros, o visitar ciudades como Phoenix o San Diego, pero el tiempo allí ya estaba demasiado apretado y hubiera sido una locura tratar de abarcar aún más.
He de decir que procuramos llevar no sólo el diario de viaje planificado, sino la mayor parte de las reservas de coche, hoteles, moteles, inns o lodges, dejando, eso sí, un par de noches sin reservas por no pillarnos los dedos en distancias y tiempos, y creo que acertamos. También quedó pendiente la forma de visitar el Grand Canyon, que se quedó abierto con las opciones de hacerlo en coche, caballo, canoa, avioneta o helicóptero y con salida o no desde Las Vegas, y que luego os contaré.
Además, hicimos acopio de material imprescindible para un viaje como este: varios tipos de calzado (senderismo, pateo de ciudad, salida nocturna, etc), ropa de verano para el clima desértico interior y ropa de abrigo para la costa californiana y Yosemite (en especial, San Francisco, donde las temperaturas son extremas e impredecibles a lo largo del mismo día), adaptadores de enchufes para las patillas de allí (transformadores no hace falta porque pesan demasiado y todo se carga igual, aunque algo más lento), mochilas, ropa de todo tipo y un buen cargamento de bytes en varias tarjetas de memoria para las tres cámaras de fotos que volvieron echando humo. Todo ello en maletas de peso total de menos de 20 kg, que tuvimos la gran suerte de no perder en ninguno de los vuelos.
Me queda también recordar otras dos labores previas también imprescindibles que de no hacerlas, te impiden el paso a territorio estadounidense como son: disponer del pasaporte en regla y rellenar la hoja llamada ‘ESTA’ en la página oficial para solicitar el permiso de admisión (ahora parece que cuesta unos 8€ donde antes era gratis y te permite la entrada al país durante el período de un año). Además, es altamente aconsejable contratar un seguro de viaje si no se dispone de él (aunque nosotros no llegamos a utilizar), el carnet de conducir internacional que puedes hacerte en cualquier comisaría de aquí y que amablemente te expiden en un rato (que gracias a todo tampoco lo llegamos a usar) y el famoso candado especial para viajes a EEUU con el que das permiso a que los afables operarios de equipajes en los aeropuertos americanos puedan abrirte la maleta sin rajarla o dañarla, y además mantengas la seguridad de que no te pueda abrir la maleta un desconocido. Ah, y ya puestos, un buen diccionario de inglés por si acaso no suele venir mal al menos para las cosas básicas.
Por lo demás, conviene llevar una buena dosis de paciencia, mucha ilusión y tranquilidad, todo ello aderezado con un excelente sentido del humor (lo digo por los posibles problemas en los aeropuertos, que en nuestro caso, fueron ínfimos, y lógicamente, sarna con gusto, no pica).
Creo que con toda esta introducción ha llegado el momento de pasar a la chicha y narrar el día a día de este viaje inolvidable que quedará grabado en nuestras retinas por mucho tiempo. Os iré ilustrando con algunas fotos seleccionadas de nuestra colección de más de 2000 que llegamos a tirar y trataré de completarlo con anécdotas graciosas para que no caigáis en el aburrimiento. Que lo disfrutéis.
Ah, eso sí, aquí van las tres caras de los viajeros aventureros protagonistas de la historia, y que, por orden de izquierda a derecha son Miguel, Pablo y un servidor, Santi.
