Este día estaba marcado en el calendario como uno de los más emocionantes y con muchas vistas de esas que te gusta recordar y poder contar. Era nuestro tercer día de parques y con él acabábamos esta primera ronda hasta la aventura del Grand Canyon.
Según despertamos y como sucedió en días anteriores, pudimos observar el paraje a nuestro alrededor, en el que esta vez destacaba el vasto desierto que nos rodeaba por todas partes, con la vista del Lago Powell a lo lejos y un fondo de montículos rocosos que ya eran innegablemente del tipo de los del Oeste. El Inn en sí tenía unas vistas muy chulas y desde el buffet del desayuno pudimos disfrutarlas. Os podéis hacer una idea de las vistas por el otro lado del inn.

Como decía del día anterior, a partir de aquí todo el personal de moteles, gasolineras, tiendas y comercios eran indios navajos, y ya empezamos a ver por todas partes muchos artículos de recuerdo de las tribus indias, especialmente por la carretera tiendas donde vendían cerámica o joyería india, de las que podían sacar una buena parte de sus ingresos.
Acabado el desayuno teníamos tiempo de dar una vuelta antes del tour al Upper Antelope Canyon que ya habíamos concertado para la ‘hora buena’ de las 11:30h, así que fuimos a un lugar muy cerca de allí (menos de 5 millas) llamado Horseshoe Bend que me había apuntado de muchos de los foros que visité, y vaya acierto.
Por esta zona pasa el río Colorado y en uno de sus tramos hace un enorme meandro que visto desde arriba tiene forma de herradura de caballo. Tenéis que tomar la carretera que va en dirección a Flagstaff, pero es fácil que os paséis de la salida por la carretera, ya que no está del todo bien señalizado hasta que estás encima. Allí dejáis el coche en un parking al aire libre y subís y bajáis una loma de arena, rodeado por todas partes por el típico desierto de Arizona y sus infinitos matorrales secos. Aquí véis la pequeña subida donde comienza el camino de 15 min hasta el cañón.

Ya desde arriba empezáis a ver lo que parece un hueco enorme en la tierra que parece haber horadado el agua. Y a medida que os vais acercando aumenta la sensación de que algo muy profundo se ha abierto en la tierra. Y efectivamente ahí se abre el Colorado. Hay que tener mucho cuidado porque no hay protecciones para las caídas en ningún sitio y es un auténtico peligro. De hecho, no es muy recomendable para personas con vértigo porque con el afán de sacar fotos chulas (como veréis ahora) yo mismo sentí algo de mareo que nunca me había pasado. La vista es alucinante y es de visita casi obligada. Eso sí, no vayáis a primera hora o lo pillaréis sin luz. Fue una pena que nuestra limitada cámara no pudiera captar todo el paisaje a la distancia que estábamos…



Ya repuestos de la impresión regresamos a nuestro bólido y fuimos directamente a las oficinas de la agencia con la que teníamos el tour al Antelope Canyon. Al llegar nos agrupamos un montón de gente porque, según decían en todos los foros, se suponía que la hora buena es la del Sol del mediodía (12:00 a.m.) porque así se aprovechaba al máximo la luz que entra por las cavidades, pero lo cierto es que ese día al menos el Sol se puso en huelga y dio mejor luz en otra hora, como ahora veréis.
El tour partía desde Page ya que visitábamos el Upper Antelope Canyon, que según decían era mejor que el Lower, pero con el problema de ser inaccesible en coche propio. De ahí que nos subiéramos en una pick-up como la de la foto y nos transportaran cual ganado por carretera y luego un eterno camino de arena que más bien parecía el Sahara.
Al menos, encontramos dos españoles al lado y de los botes que dimos nos pudimos echar unas risas. La gente se aferraba a una barra y un semi-cinturón que te ponías para no salirte del coche y desde mi posición y a la velocidad que pillamos pude ver el grácil vuelo de algún ticket de la entrada que se escapaba de las manos de algún visitante incauto…

El desierto de arena que atravesamos os lo pongo aquí y ya me comprenderéis cuando os diga que nos dimos literalmente un baño de arena, la cual nos llevamos hasta en el carnet de identidad.

Bien, el Antelope Canyon es una cavidad natural del terreno abierta por el agua y que en muchas épocas se inunda y no permite las visitas, en la que el color de la roca es tan pintoresco que, con la luz solar y el reflejo de la arena, consigue un espectáculo de formas y luces muy chulo, de ahí que te recomienden aprovechar la hora con máxima luz. Esta es la entrada al túnel.

El caso es que si bien conseguimos ver muchas rocas con los colores y luz característicos, parecía que había mucha oscuridad en general y demasiada gente por todos lados. Hay un navajo por grupo que va explicando las formaciones más conocidas (hay hasta una con la forma de la cara de Abraham Lincoln, para quien tenga imaginación) y además el tío te pide la cámara y te saca fotos realmente chulas. Os pongo las mejores que conseguimos para que tengáis una muestra.



Los pasillos son de entrada y salida, y son algo estrechos para cuando se juntan grupos que van y vienen. Para las fotos suelen hacer separaciones de grupos y está organizado.

Esta es la salida por el otro lado, pero que no llega a ningún sitio. La visita ida y vuelta desde Page puede llevar las 2h y algo, más o menos.

El resumen fue que la visita al Antelope Canyon no fue todo lo impactante que esperábamos, pero aún quedaba mucho día por delante para remediarlo, y vaya si lo hicimos…
A todo esto, decir que tanto esta visita como la siguiente son parques regentados por indios navajos, con sus propias leyes e impuestos, y que, por supuesto, el pase anual de los parques queda fuera de toda validez para ellos.
De nuevo en el coche, nuestro siguiente destino y último del día era la ciudad de Kayenta, donde teníamos la reserva de nuestro Holiday Inn y desde donde partiríamos a visitar el grandioso Monument Valley, a unas 30 millas desde esa ciudad.
Ya el camino hasta Kayenta no tenía pérdida de detalle… carreteras increíblemente rectas con ningún coche por medio y rodeadas de pleno desierto ‘arizónico’ y con montañas de fondo, que parecía que se iban a derrumbar de un momento a otro, y si no, ved esta foto.

Según llegamos a Kayenta, hicimos rápidamente el check-in y fuimos navajeados con los impuestos de la reserva del hotel, que encima, no incluía desayuno… Rápidamente emprendimos rumbo a Monument Valley y entonces sí que empezamos a alucinar.
Estas fotos están tomadas de camino entre Kayenta y Monument Valley.


Y aquí volvimos a hacer una última incursión al estado de Utah, donde justo empieza el parque.

En la entrada, una navaja ‘maja’ nos pidió el pago del impuesto de entrada navajo a los parques y, según leímos en los foros, sólo bastaba con decir que ya habías estado en un parque navajo por la mañana (Antelope) y listo. Ésta nos felicitó por la bonita visita de por la mañana con una palmadita en la espalda y luego volvió a poner la mano para cobrar esta entrada igualmente, así que, nueva ‘navajada’.
Monument Valley es un parque increíble, el más típico de los Western que os podáis imaginar y donde lógicamente se han rodado muchas de sus películas y donde tienen mitificado a John Wayne. Lo más imponente del parque son sus tres rocas gigantes en mitad del desierto que salen también en los antiguos anuncios de Marlboro.

Dicen que es aún más bonito por el amanecer, puesto que el Sol sale justo por detrás de las rocas, pero os aseguro que el atardecer no tiene para nada desperdicio, como ahora veréis. Desde el mirador de la foto se ve lo grande que es y justo al lado de donde estábamos hay un hotel llamado The View (con precios navajos) que tiene todas sus habitaciones con una terraza orientada a esta vista y supone una experiencia única el poder salir a cualquier hora del día a ver cómo cambia todo el panorama con la luz del Sol.
Hay bastantes formas de ver el parque y casi todas ellas pasan por tours con los indios (caballo, tour en jeep, en pick up, tour nocturno, pasar la noche en un tee-pee típico, etc), pero al menos te dejan la posibilidad de bajar con tu coche y correr la aventura de seguir los caminos de tierra totalmente bacheados y con bancos de arena algo peligrosos para por lo menos hacer la visita a tu gusto.
Aquí fue donde los sombreros vaqueros alcanzaron su máximo apogeo y empezaron a salir fotos interesantes.

Y entonces tomamos la decisión de evitar más navajazos y someter al Sonata a una dura prueba que nos diera una idea de sus máximas prestaciones… bajamos con él al camino

Si bien está casi intransitable (hay quien dice que los propios navajos se dedican a estropearlo para que les compres el tour), pudimos despacito ver mucha parte del parque.



La siguiente es una imagen de la proeza de Pablo en el manejo del Sonata, porque, superando baches y bancos de arena, conseguimos el objetivo!

Se iba poniendo el Sol y decidimos dar la vuelta y volver al mirador inicial para sacar fotos con nuevos colores y tonalidades, y aquí podéis ver los resultados.


No podía faltar la foto artística…

Fijaros momentos después de desaparecer el Sol cómo cambia el cielo…



Unas vistas que os diría no os las perdieseis bajo ningún concepto en vuestro viaje al Far West. El día ya había dado mucho de sí y había resultado mucho mejor que nuestras mejores expectativas, así que hoy, por primera vez sin una paliza encima, volvimos plenamente satisfechos y descansados a nuestro hotel navajo.