No hay mejor manera de describir nuestro despertar aquel día que con estas fotos:


Y es que, lo que nos habíamos perdido por la noche ahora aparecía claro ante nuestros ojos con un sol radiante: Yosemite National Park en todo su esplendor.
Nuestros vecinos en el Camp Curry se estaban levantando con nosotros, aunque no estoy seguro si con la misma sensación de frío con la que despertamos. Encogidos en nuestras camas, la calefacción y las mantas debieron quedarse cortas frente a la bajada de temperaturas del amanecer, por lo que os recomiendo que si caéis por este campamento os aseguréis que el tema temperatura lo tengáis resuelto.
Aquí veis nuestra tienda vista desde fuera, con su compartimento externo anti-osos:

Después de una buena ducha de agua caliente para desentumecer los huesos y un excelente desayuno opíparo de buffet en el restaurante del campamento, nos dispusimos a empezar las rutas programadas para el día, que debía llevarnos a pasar la noche en San Francisco, a otras cuantas horas desde allí.
Antes de continuar he de comentaros que, si bien la tienda de lona en la que pasamos la noche no fue el sitio más agradable de todo el viaje, por su situación dentro del parque y como punto de partida para las rutas a pie, bicicleta, caballo o canoa es idóneo para comenzar el día, y añade ese punto de aventura que supone pasar la noche en mitad del bosque donde los osos se dejan ver en alguna ocasión.
Lo repito aunque peque de pesado pero está terminantemente prohibido llevarse comida o bebida aún estando enlatada tanto dentro como fuera del coche y la tienda, bajo el peligro de atracción de los osos y los daños que causen a personal o instalaciones, y aparte de la multa que pueda caer.
Esta es la imagen del campamento y su entorno al amanecer:

Y aquí veis el único oso (extrañamente calmado) con el que nos topamos en toda la visita al parque, que estaba en el restaurante-buffet que aprovechamos como siempre... me refería al de la izquierda, que el de la derecha no es autóctono... jejeje

Alrededor del campamento veréis altas paredes de granito que se levantan sobre un valle de árboles del que parten numerosas rutas que podéis hacer andando, en bici, a caballo o incluso haciendo rafting por el río Toulomne o Merced:

Nuestro viaje había entrado en su cuarto bloque final y era mi turno para poner todos mis conocimientos y preparación de esta etapa, que con tanta ilusión había planificado.
Así que ya sin perder más tiempo, nos pusimos a andar por el trail que iba desde el Curry Village hacia Vernal Falls y Emerald Pool, dos puntos altamente recomendables en vuestra visita al parque por la belleza de las cascadas que si tenéis suerte podréis contemplar.
He de decir en este punto que desde luego septiembre no fue la mejor época del año para pasear por este paraje natural al quedar después del calor del verano y justo antes de los meses de lluvias y nieve, por lo que nos quedamos varias veces con las ganas de ver más de un lago con agua o una cuantas caídas de cataratas por las paredes rocosas.
A lo largo del primer trail que hicimos pronto por la mañana, pasamos por varias pasarelas sobre el agua, subimos y bajamos por entre rocas y pinos y entre algunas cabañas de madera. Al principio no nos encontramos con demasiada gente, pero a medida que iba avanzando el día, los caminos sí fueron llenándose poco a poco.
Os dejos unas cuantas fotos resumen de nuestro primer trail hacia la bonita cascada de Vernal Falls, que no llegamos a subir hasta arriba, pero que por suerte sí tenía al menos un hilo de agua que dejaba una bonita estampa.
Cruzando por pasarelas de madera sobre todo tipo de plantas y vegetación:

Este río justo al principio de la primavera con el deshielo debe ser un espectáculo:

Se ven todas las rocas desprendidas de las paredes montañosas por la acción del agua:


Este es el último tramo del trail con la parte de escaleras donde se ve ya la cascada:

Subir hasta arriba es posible, pero había muchas más cosas que visitar para un solo día:

Esta es una de las vistas desde la parte baja de la cascada, paisaje característico:

Y el estanque donde caía la cascada, que ahora con el sol formaba unos colores chulos:

Por todos los caminos se veía cantidad de ardillas (algunas con tamaño descomunal):

De vuelta al campamento se veían pequeños riachuelos, algunos de color rojizo:

De aquí salió la que para nosotros terminó siendo la mejor foto del viaje, que ya os enseñé en nuestra presentación:

Ya de vuelta al campamento, tocaba hacer la segunda excursión, pero esta vez debía ser algo más rápida que la primera, porque la hora de la comida se nos iba echando encima.
El objetivo era llegar hasta el Mirror Lake (Lago Espejo), que después de haber visto tantas imágenes cuando preparé esta parte del viaje, luego resultó decepcionante al no tener ni un mísero charquito de agua. Por eso, lo que os digo de intentar ver este parque en primavera…
Para esta excursión desde el Curry Camp decidimos alquilar unas bicis, que no resultaron especialmente caras y aunque no eran último modelo, iban muy bien para los caminos que hicimos.
Mirad qué pedazo dos panorámicas que sacó Miguel con la cámara. En una de ellas se puede ver la montaña conocida como “El Capitán”, una de las más famosas del parque, que supone un reto de alto riesgo para los escaladores expertos:

Esta zona boscosa, combinada con la hierba de mediana altura y los macizos saliendo por detrás con un día tal soleado fue una imagen que se nos quedará grabada en nuestras retinas por un buen tiempo:

Aquí estamos con las bicis al estilo de cierta serie española de la que todos conocemos el silbidito:

Os dejo otras fotos del camino y del propio Mirror Lake, aunque desde luego perdiera todo el encanto de su nombre sin agua en la que verse reflejado…

La roca principal del Mirror Lake, que se supone es inalcanzable cuando hay agua:

Y otro de los ríos tan limpios y poco caudalosos que circulaban por el centro del parque:

Una vez que dejamos las bicis y comimos algo para reponer fuerzas, ahora tocaba coger el coche para subir al punto más alto del parque, desde el que se contempla todo el valle de Yosemite (una de sus áreas). Ese mirador es el Glacier Point, y aunque suben autobuses desde el centro del valle, debéis tener en cuenta los horarios de vuelta porque a eso de las 17:00 de la tarde, ya se debieron acabar y terminamos haciendo nuestra buena acción del día y bajamos de vuelta a otros dos turistas suizos que se habían quedado arriba algo desorientados por los horarios de vuelta de los autobuses.
De camino al mirador, vimos otros paisajes por los que habíamos pasado por la noche pero que no habíamos podido disfrutar: las zonas cercanas a Wawona, Mariposa Grove e incluso los Toulomne Meadows, aunque no pudimos parar porque el tiempo se nos echaba encima.
Al final, el parque merece una dedicación completa de varios días si sois de los que disfrutan con la Naturaleza, y es un lugar ideal para todas las edades, pero nosotros ya llevábamos varios parques nacionales a la espalda y el plan de la última parte del viaje debía ir dedicado a San Francisco.
En cualquier caso, éste fue sin duda el parque que más nos gustó con diferencia, no sólo por los contrastes en el paisaje y la grandiosidad de todo, sino por ese punto de aventura que te ofrecía y esas imágenes de los rangers y los osos que teníamos desde pequeños.
Os dejo dos fotos más del camino en coche hacia el Glacier Point:

Una de las caídas de agua más altas que vimos:

Esta es la vista ya desde el Glacier Point de buena parte del Valle de Yosemite:

Y esa roca de allí es la más conocida del parque: el Half Dome (se parece a una semicúpula de una iglesia), al que se puede subir por la “cara fácil” con permiso previo:

Y aquí la foto más graciosa del viaje, con la ardilla oteando el horizonte:

Desde aquí bajamos para el campamento a dejar a nuestros turistas perdidos, y ya nos dirigimos hacia la salida del parque, no sin antes parar para la foto del letrero:

Este fue nuestro último parque y ya la tarjeta de acceso había sido exprimida al máximo por este viaje. Por cierto, esa tarjeta es válida por el período de un año, y puede ser usada por dos personas distintas, así que si luego conocéis a alguien que fuera a darle uso en el próximo año, dársela y se ahorrará una buena pasta.
Era momento ya de enfilar nuestro camino a San Francisco, y es que aún nos quedaban unas horitas de carretera por delante y pocas fuerzas.
Hicimos una parada en un pueblecito que por lo visto andaba en fiestas. Estaba justo fuera de Yosemite pero en la zona de Sierra Nevada y todavía conservaba la forma de los antiguos edificios de saloon y herrería, con algunas fachadas pintadas con estampas de caza y escenas de la conquista del Oeste.

El camino a San Francisco fue el último gran viaje de nuestro Sonata, al que le quedaba un día de vida dentro de nuestro alquiler, y se iba a enfrentar a una de las ciudades más duras en el tema de la conducción, como ya bien sabéis, pero de nuevo ofreció todo su potencial y no nos dejó malparados en ningún momento.
Nuestra entrada a la ciudad después de tanto kilómetro ya fue por la noche y acompañada de una lluvia ligera, que casi nos acompañaría todo el día siguiente, además de las molestas nubes que apenas nos dejaron ver el sol en ningún momento en la ciudad.
Serían nuestros tres últimos días de la aventura americana y había que acopiar todas las fuerzas que nos quedaran, así que nos dirigimos hacia la Lombard Street donde estaría nuestro último hotel, y nos dejamos caer sobre nuestras camas para algo de descanso.