Sí, está claro que viajar a EEUU se puede hacer pesado y más aún cuando además de cruzar el charco también cruzas la mayor parte de estados americanos. Os puedo asegurar que tanto para Pablo como para mí, el día 3 de septiembre será recordado como el día más largo de toda nuestra vida (para Miguel lo es el 8 de septiembre) y enseguida sabréis el por qué.
Esa cálida mañana llegamos a la Terminal 1 del Aeropuerto de Madrid-Barajas y nos dimos cuenta que el famoso día D había llegado. Tras envolver cuidadosamente las dos maletas (se recomienda, al menos para saber si realmente te las han abierto), hicimos cola en los mostradores de US AIRWAYS y recibimos cada uno por separado y antes siquiera de sacar la tarjeta de embarque y facturar, nuestro primer interrogatorio del día ya en la fila (de dónde somos, adónde vamos, para qué, en qué trabajamos, por qué, cuánto tiempo, etc…). Tras unos minutos de incertidumbre para sacar la tarjeta de embarque en una máquina automática que se caía a los 2 minutos sin dejar terminar tu proceso, nos mandaron a un mostrador donde por fin facturamos y obtuvimos la tarjeta, viendo cómo nuestras maletas partían ya rumbo al sistema de tratamiento de equipajes con las dos etiquetas de PHL (Philadelphia, nuestra primera parada) y LAS (Las Vegas, nuestro destino) acompañadas por nuestros ruegos y plegarias de buen viaje al destino propuesto y no a las Islas Caimán. Te dan otro formulario que también debes rellenar y que entregas en la aduana ya americana. Pasamos el primero de nuestra larga lista de controles de seguridad y una vez pasado, ya sólo pasamos otro control de acceso a las salas de embarque.
Y en un abrir y cerrar de ojos, a las 12:35h ya estábamos dentro del A330 que despegaba a la aventura y que sería nuestra ‘jaula’ durante las siguientes 8h 40min de vuelo. Hay que decir que no nos trataron nada mal: una comida ‘decentilla’, una merendola, varios refrescos, una almohada, una manta y una pantalla de TV para cada uno con una lista de pelis, series y música de actualidad. Además, un video explicativo del Aeropuerto de Philadelphia y de cómo hacer el trasbordo de avión sin volverse loco ni perder el avión de enlace… todo un lujo!
Misteriosamente y estando casi 9h volando, llegamos a las 15:15h, en pleno día y nos quedamos ya alucinados con los primeros rascacielos que se veían en el skyline de Philadelphia. Una vez en tierra, control de inmigración con nuestro segundo interrogatorio (el más difícil), donde comprueban que has rellenado la ESTA que te da permiso a entrar. Cabe recalcar que con la ESTA y el formulario que dan en los mostradores del Aeropuerto al facturar, no hace falta rellenar ningún otro formulario más, así que, que no os mareen en el avión con tonterías… y después, a por las maletas… y sí, nuestras benditas maletas habían superado la primera prueba!!
Después de pasar la aduana y otros controles varios de pasaporte, volvimos a despedirnos de nuestras maletas hasta Las Vegas, pasamos seguidamente otro control de seguridad y ya empezamos a darnos cuenta en la propia Terminal C de Philadelphia que estábamos en territorio americano: hamburgueserías, bares con infinitas pantallas de TV retransmitiendo partidos de baseball, restaurantes de comida rápida y alguna tienda de donuts. Y de nuevo, a volar, ahora otras 5h 30min a Las Vegas. Este segundo vuelo fue más duro, sobre todo porque después de ya 18h desde que salimos de Madrid (12:35h), todavía no había anochecido… Al rato, y al final ya llegando en las primeras horas de noche (las 20:30h allí), se empezó a ver una luz cegadora en mitad del desierto que sólo podía significar una cosa: estábamos aterrizando en Las Vegas!!
Fue tremendamente chocante la impresión de descubrir en la primera sala de la terminal nada más abandonar el avión el primer conjunto de máquinas tragaperras con sus luces y ruiditos ahí esperando a los impacientes viajeros que no pueden esperar a los casinos para jugarse unas pelas. El Aeropuerto Mc Carran (sí… macarra) está todo lleno de esas máquinas, y hasta en su sala de recogida de maletas se acumulan a montones, junto con infinitos carteles luminosos de anuncios de espectáculos en hoteles y casinos. Y de repente… las maletas!! Guau, prueba superada, ahora a por el siguiente reto: el coche de alquiler.

Tras coger un shuttle hasta la oficina DOLLAR de rent a car (la mejor página para reservarlo para nosotros fue www.ealquilerdecoches.com), nos dijeron que podíamos elegir cualquier coche de una larga fila de coches de media gama y el Hyundai Sonata de la foto fue nuestro elegido. La decisión estuvo más que acertada porque en ningún momento sufrimos ningún apuro con él, aunque los primeros pasos fueron, por así decirlo, bastante emocionantes. Como ya sabíamos, cada coche tiene la matrícula de un estado norteamericano, y la verdad es que están chulas porque además del estado, te dice el ‘sobrenombre’ del mismo y un dibujo de algo característico en él. Con todo eso no es de extrañar que cogiéramos la afición de fotografiar matrículas y tengamos una pequeña colección de muchas, algunas repetidas pero todas con bonito fondo. La nuestra os la pongo debajo y era lógicamente del estado de Nevada (The Silver State… me imagino por todas las pelas que se gasta la gente en los casinos…) y refleja las montañas nevadas del norte del Estado y que, como pasa con otras tantas matrículas, resultan engañosas frente a lo que te vas a encontrar. Aprovecho para presentaros nuestro flamante ‘buga’, quien, junto con nuestro inseparable GPS GARMIN con los mapas norteamericanos ya traídos desde España, terminarían siendo nuestros otros dos compañeros de viaje.


Una vez en el coche pusimos rumbo como pudimos a nuestro primer hotel en Las Vegas (Luxor) no sin pasar algún mal trago con el tema de coche automático en ciudad desconocida de noche con alta circulación y dudosa señalización y con más de 20h sin dormir encima.
Aún con todo, el espectáculo que se abría ante nuestros ojos podría calificarse como deslumbrante (por toda la luz artificial que había, está claro) y ciertamente glamuoroso hasta rayar la horterada en muchos casos. Metidos en plena Strip (la calle de los hoteles) ya se levantaban a ambos lados hotelazos como el Mandalay Bay, Tropicana, MGM y Luxor, al que pudimos por fin acceder.
Una vez dentro, el caos. Gente de un sitio a otro, con infinitas luces y soniditos y un ejército de máquinas tragaperras… el primer casino se nos presentaba de frente. Era el primer hotel y ya captamos la facilidad con la que se podía entrar a cada casino y lo difícil que resulta salir al no estar marcadas fácilmente las salidas de los sitios. Andando hasta el mostrador para hacer el check-in pasamos al lado de un sinfín de mesas de ruletas, blackjack, bacarrá y dados, con gente gritando de alegría o totalmente absortos en el juego, con camareras y bailarinas mostrando todo lo mostrable y haciendo del lugar un paraíso del juego. Atravesando Abu Simbel, parte del templo de Karnak y multitud de salas enmoquetadas, conseguimos llegar a la bliblioteca de Alejandría donde ya por fin, encontramos el mostrador para hacer el check-in.
Lo curioso del hotel era su forma piramidal, estando las habitaciones en la propia pirámide y siendo, por tanto con techo oblicuo y bastante bien ambientadas. Aún con el viaje encima, nuestra emoción de empezar a descubrir la ciudad no se podía contener y luchando contra nuestro propio agotamiento, pudimos dejar todo y darnos una primera vuelta rápida por el propio hotel y la Strip para hacernos una idea de lo que nos esperaba. Llegamos a descubrir por fuera además de los hoteles mencionados, el Excalibur (donde luego nos alojaríamos más adelante) y también el impresionante New York New York (increíblemente ambientado en la Gran Manzana con todos sus rascacielos, la Estatua de la Libertad, Broadway, sus callecitas y su propia montaña rusa exterior, etc) y por fin exhaustos, decidimos dar por terminado ese inolvidable y eterno día 3 de septiembre sin apenas saber si ya habíamos pasado al 4 o no.
