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La mañana empezó con nuestro ultimo Scottish Breakfast: espectacular, de los mejores; servido por el matrimonio encantador de B&B, de verdad que la gente es súper amable.
Cogimos la carretera que discurre por el valle de Glencoe(“B”), escenario de una matanza de ingleses a escoceses. El Glencoe termina en un páramo que es el más grande de Escocia, una zona deshabitada. Los paisajes, para no variar, de alucine.
Nos costó un poco encontrar el Kilchurn Castle (“C”); hay una zona para aparcar el coche a la izda. De la carretera, justo antes de cruzar el puente que lleva al pueblo de Lochawe. Este castillo es gratuíto y es precioso. No está tan ruinoso como otros, puedes subir a las torres, y tiene un embarcadero, puesto que está al borde del Loch Awe. En mi opinión, merece mucho la pena.
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El siguiente castillo que veríamos es Dunstaffnage (incluído en la Pass, por eso fuimos); realmente te cobran por entrar dentro del castillo, que no tiene nada, y por ver una pequeña exposición en la planta de arriba del centro de visitantes. Por fuera se puede ver gratis, y no te pierdas las ruinas de la abadía, que son preciosas, entre los árboles, en un entorno idílico.
Nos acercamos a ver, aunque fuera de lejos, el Castle Stalker, que sale en la peli “Los Caballeros de la Mesa Cuadrada” de los Monty Python. Es un castillo privado y no se puede visitar, pero es precioso, en un mini-islote en un lago. Hay un pequeño mirador para hacerle fotos al que se accede desde el parking del “Castle Stalker View Café”, que está muy cerca, en la carretera (“E”).
Desde allí fuimos a la turística Oban (“F”). Estuvimos haciendo una visita a la ciudad que, como hacía un tiempo excelente, estaba llena de gente, paseanmos por el puerto y tomamos un sándwich de gambas riquísimo en un puestecito verde que hay al final del puerto, junto a la salida de los ferrys. Se llama Shellfish Bar; y hay unas mesas de madera para sentarse al aire libre.
También visitamos la curiosa MacCaig’s Tower, y tomamos una cerveza en un pub que hay junto a una iglesia que hoy es centro de información turística.
En el puerto hay muchos tours que te llevan a ver colonias de focas o a la isla de Mull (nosotros no cogimos ninguno).
Para cenar elegimos el bullicioso Cuan Mor (no recuerdo cuánto fue, pero no mucho, seguramente que los dos por menos de 30€ al cambio), que estaba lleno, y tomamos… adivinad… ¡haggis! Muy rico, con quedo cheddar… ñam ñam! Una anécdota: al salir, mi chico se dejó la cámara de fotos colgada de la silla, y vino un cliente del bar detrás de nosotros corriendo para devolvérnosla… ¡qué detalle! Y ¡qué faena habría sido perder todas las fotos!
Nuestro alojamiento en Oban quizá fue el peorcillo de todo el viaje; fue el que más me costó encontrar, es una ciudad muy turística, así que reservad con tiempo. Fue el Invercloy Guesthouse (50 libras la hab. Doble con baño compartido en el pasillo, aunque la habitación tenía un pequeño lavabo; sin desayuno). No es que estuviera mal, es que comparado con otros… pero vamos, limpio y con la cama muy cómoda.