El desayuno no ofreció ninguna novedad. Poco variado. Menos mal que pudimos recurrir a los huevos y a las tortillas. No se que hubiéramos hecho sin ellos.
A las nueve y media salíamos por la puerta del hotel para iniciar la ruta del día. No teníamos prisa. Ni muchas cosas que ver. Por eso salimos caminando en dirección al Templo de la Literatura. Atravesamos el Old Quarter, con sus calles llenas de vida. Tiendas. Gente sentada en las aceras en los pequeños huecos que les dejaban las motos aparcadas en filas inacabables. De todas maneras parecía que había menos lío que dos semanas antes. Había menos tráfico, menos motos.
Pero lo más curioso era que las tiendas se agrupaban por productos. Pasamos por una calle donde sólo había mercerías. En otra botes de pintura. En otra trastos de hojalata. Los fabricaban en medio de la calle.
En cuanto al tiempo, era fantástico. Hacía una temperatura muy agradable para pasear. Sin demasiado calor y sobre todo sin la humedad asfixiante de HCMC.
Llegamos al Templo de la Literatura por un lateral. ¿A la derecha o a la izquierda?. Elegimos la derecha y como siempre la pifiamos. Tuvimos que dar la vuelta casi entera por fuera antes de encontrar la entrada. La entrada costaba 10.000 VND por persona, más 5.000 VND por un folleto explicativo en inglés.
Básicamente el templo consistía en cinco patios. En el primero no había nada. Era algo parecido a un jardín. En el segundo patio había dos estanques. En el tercero estaban las estelas de piedra grabadas con los nombre de los antiguos titulados. Se apoyaban sobre unas estatuas de piedra con forma de tortuga. En el cuatro había una pagoda. Y en el último un templo de dos plantas, con un altar en cada una de las plantas. Los más bonitos fueron los dos últimos, sobre todo el quinto. En los tres primeros apenas había nada que ver. Hay que tener mucho cuidado, ya que el acceso al último templo queda un poco escondido. Las puertas están en ambos laterales, y casi no se ven. Es muy fácil no verlas y pensar que el cuarto patio es el último y que allí se acaba la visita. De hecho en el último patio había bastante menos gente que el resto del recinto. Creo que bastante gente se lo pierde. Es una lástima, se pierden lo mejor. Para salir tuvimos que recorrer nuevamente todos los patios, pero esta vez en sentido contrario.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
No resultó demasiado interesante. Supongo que después de todo lo que habíamos visto los días anteriores, aquel templo ya no resultaba impresionante. A esas alturas hacía falta algo mucho más espectacular para dejarnos con la boca abierta. Quizás si lo hubiéramos visitado el primer día hubiera sido diferente. Pero a estas alturas, se convirtió en una visita de trámite.
Nada más salir nos dirigimos hacia el Museo de la Revolución. Como íbamos caminando, previamente tuvimos que atravesar la zona de embajadas. Se notaba que allí había nivel. Enormes caserones con policías uniformados en todas las puertas. Todo muy frío e impersonal. Nada que ver con el Hanoi que habíamos conocido anteriormente. Hasta el tráfico parecía más ordenado y menos caótico.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Un poco antes de llegar al museo encontramos una pastelería. Puede que esto parezca algo vanal y sin importancia. Pero no lo es. Resulta prácticamente imposible encontrar pasteles en Vietnam. En algún momento llegué a pensar que no sabían lo que era el chocolate. No podíamos dejar pasar aquella oportunidad. Mejor dicho, yo no podía dejar pasar esa oportunidad. Me moría por un buen pastel de chocolate. ¡¡¡Mi reino por un trozo de tarta!!! Compramos dos pasteles. De chocolate por supuesto. Sólo nos cobraron 24.000 VND. Me pareció muy barato teniendo en cuenta que se trataba de artículos muy poco habituales por aquellos lares. Estaban riquísimos. Casi me muero de gusto. Ya necesita una ración con urgencia, empezaba a tener mono de chocolate. Y ese pastel lo calmó, se puede decir que cumplió una función terapéutica.
El Museo es un mamotreto de cemento y cristal. Horrible No lo visitamos por dentro. Este tipo de atracciones no nos suelen decir nada.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Justo al lado estaba la Pagoda del Pilar Único. Muy pequeñita, pero que muy pequeñita. La gracia radica en que está construida sobre un pilar de cemento. Si, es cuca; pero tampoco es para tanto. Si no fuera porque todas las guías dicen que hay que ir a verla, casi pasaría inadvertida. En el interior se puede observar un pequeño altar con numerosas ofrendas. Se podía subir a verlo sin pagar. Al menos el día que fuimos nosotros. Pero no se podía acceder al interior, por una razón muy básica, no había sitio. Sólo cabía el altar que ocupaba todo el interior.
No muy lejos se encontraba el Mausoleo de Ho Chi Minh. No pudimos visitarlo por dentro. No sé si estábamos fuera de horario o si simplemente estaba cerrado porque estaban restaurando la momia. La cuestión es que nos perdimos al líder supremo. ¡Qué disgusto tan grande! La verdad sea dicha, no teníamos ninguna intención de entrar. No le veo la gracia a eso de hacer una hora de cola para ver una momia a la carrera durante no más de cinco segundos. No dudo de que para esta gente tenga un simbolismo muy importante. Pero para nosotros no era más que una momia moderna. ¡Ya ves tú que interesante!
*** Imagen borrada de Tinypic ***
El primer contacto lo tuvimos con la parte trasera del edificio. Esa zona se encuentra rodeada de jardines. Casi resultaban más interesantes los jardines que el mausoleo. Los rodeamos para poder ver la parte delantera. No esperábamos que fuera muy diferente, y acertamos de lleno.
Por fuera era el típico panteón a más gloria del líder supremo. Clavadito al de Mao en la plaza de Tiananmen en Pekín. La diferencia estaba en la plaza. La de Tiananmen era impresionante. Ésta era una simple explanada de asfalto un tanto desangelada, sin mucha gracia. Había soldados por todo el perímetro y no dejaban que nadie se acercase al mausoleo.
Al final de la plaza se encuentra el Palacio Presidencial. Tampoco se podía entrar. Nos tuvimos que conformar con verlo a través de la verja de la puerta. Una bonita fachada. Es lo único que podemos decir.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Seguimos caminando hacia el Lago del Oeste. No estaba muy lejos por lo que llegamos enseguida. Se notaba que nos habíamos salido del circuito turístico habitual. Se veían muy pocos extranjeros.
Justo antes de llegar al lago, estaba la Pagoda Quan Thanh. El precio de la entrada era de 2.000 VND. A mi mujer no le apetecía entrar. Pero yo no podía pasar por delante sin más. Si no llego a entrar me hubiera dado algo. Pagué la entrada y para adentro. Me encontré en medio de un pequeño jardín. Muy agradable. Paz. Es lo primero que me viene a la cabeza cuando recuerdo ese lugar. Al fondo se encontraba el templo. Constaba de dos salas, con un altar en cada una. El segundo me sorprendió. La estatua central era un enorme buda de metal de cuatro metros de altura. Chiquitín, como para no verlo.
La pagoda era muy similar a todas las pagodas que ya habíamos visto. La peculiaridad, lo que le daba un toque diferente era la estatua del buda. Lo mejor era la tranquilidad que inspiraba. En unos pocos metros se pasaba del bullicio de las calle a la paz de la pagoda.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
No me entretuve mucho, ya que mi mujer me esperaba en el exterior. Pasemos por la calle que separaba los dos lagos. Que queréis que os diga. Bonitos, lo que se dice bonitos, no eran. El Lago del Oeste, que quedaba a la izquierda, era tan grande que casi no se veía la otra orilla. El otro, el Lago Truc Bach, era más recogido, pero las orillas estaban totalmente construidas, lo que le quitaba cualquier gracia al lugar. No teníamos nada mejor que hacer, por eso no me arrepiento de haber ido. Pero si se va justo de tiempo, se puede prescindir de esta zona. No aporta nada nuevo.
Era hora de comer. Se nos planteó un grave problema. Sólo vimos abiertas dos hamburgueserías poco atractivas. Una no tenía ni sillas. Los restaurantes que había en la orilla del lago estaban cerrados. Y volver al centro nos llevaría un buen rato. Difícil decisión. Por suerte mi mujer notó que en el otro lado del lago había un restaurante donde parecía que había movimiento. Nos dirigimos allí, no teníamos nada que perder. Preeeeemio. Estaba abierto. Y no sólo eso, estaba lleno. De vietnamitas, nada de guiris. Éramos los únicos. Por suerte quedaba una mesa vacía en la terraza justo en la orilla del lago. El restaurante se llamaba Banh Tom Ho Tay. Comimos una pizza de frutos del mar, un plato de calamares rebozados, una especie de pan frito con gambas ¿será esto el auténtico pan de gambas?, y una botella de agua grande. Pagamos 315.000 VND. La verdad es que todo estaba riquísimo. Además fue la primera vez que no nos pudimos acabar la comida. Y aunque el lago no era especialmente bonito, comer junto al agua siempre tiene algo de especial. Y si la comida es buena, ya no te cuento. Sin duda alguna repetiría en ese lugar.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Descansados y con la barriga llena iniciamos el camino de regreso al hotel. Cruzamos la calle que separa los dos lagos y nos acercamos a la orilla del Lago del Oeste. En una pequeña isla junto a la orilla vimos una pagoda. Se accedía por un caminito. Ya que estábamos allí podíamos pasar a verla. La entrada estaba en obras. La pagoda ni fu ni fa. Lo mejor la situación en el lago.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Dentro estaban celebrando una ceremonia. Habías unas 50 personas sentadas en el suelo, la mayoría vestidas con una túnica marrón, mirando hacia el altar. Delante de todos, dirigiendo la ceremonia había un monje con un traje dorado. Aquella fue la primera vez que pudimos presenciar una celebración de este tipo. La observamos unos minutos desde un lugar apartado para no molestar y nos retiramos. No queríamos molestar.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Volvimos paseando hacia el centro. Primero recorrimos la orilla del lago. Después nos acercamos hasta la Catedral de Cua Bac. No había muchas iglesias en Vietnam. Y las que había no eran muy interesantes Algo lógico por otro lado.
A unos pocos metros estaba la puerta de la Ciudadela. Es lo único que queda. No era más que eso una puerta grandota. Un poco más adelante y ya justo antes de entrar en el Old Quarter nos encontramos con una torre de cemento redonda. Ponía que era una torre del agua. La guía no hacía ninguna mención de ella.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Ya dentro del casco antiguo nos paramos en el Mercado Dong Xuan. Dimos una vuelta por las tres plantas, pero allí sólo había trastos. Era como el Mercado de la Seda de Pekín, pero más pequeño y más cutre. Tiendecitas pequeñas, casi todas llenas de souvenirs y ropa de imitación. Varias vendedoras en cada tienda, gente circulando por unos pasillos de menos de un metro de ancho, otros sentados en mini taburetes en medio de los pasillos dificultando el paso de la multitud; otros transportando bolsas llenas de un lado para otro. Y género, mucho género. Las tiendas estaban llenas a rebosar y seguían entrando más género. Lo más sorprendente es que apenas había turistas, casi todo eran vietnamitas. Eso si, movimiento si que había mucho.
No teníamos pensado comprar nada. Además el sitio tampoco invitaba mucho. Pero al final acabamos comprando unos salvamanteles a los que les habíamos echado el ojo por las tiendas de la calle. Inicialmente nos pidieron 180.000 VND por un paquete de 6. En la calle los habíamos visto a 5 $. Iniciamos el regateo. Les dijimos que por lo que nos pedían queríamos dos paquetes. Empezaron a bajar el precio. Nosotros nos mantuvimos firmes. No estábamos dispuestos a pagar más de los 5 $ que teníamos como referencia. No tardaron mucho en llegar a ese precio. Dos paquetes por 200.000 VND. Así me gusta, un precio justo para ambas partes. La negociación la realizamos con una chica muy joven. Pero al lado había un hombre que no nos quitaba el ojo de encima. Era el jefe. Para hacernos la oferta final, la chica esperó su aprobación. En cuanto la recibió se acabó la discusión.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Con el objetivo cumplido abandonamos el mercado y pusimos rumbo al hotel. Antes, tuvimos tiempo de pasar junto a la Puerta Quan Chuong. Ya es que venía indicada en la guía y en el mapa turístico que llevábamos. Si no, ni me hubiera fijado en ella. Entre las casas y los cables de electricidad pasaba totalmente desapercibida. Siguiendo la línea de las visitas que habíamos realizado ese día me dejó totalmente indiferente. Tampoco esperaba nada.
Después de todo el día caminando, estábamos reventados. Nos fuimos al hotel a descansar un rato. A las seis salimos nuevamente. Dimos una vuelta por el casco antiguo y por los alrededores del lago Hoan Kiem. Recorrimos la zona de arriba a abajo. Más que nada para disfrutar del ambiente, de la ciudad, de su casco antiguo que para nosotros era lo mejor de Hanoi. El bullicio de las calles y el caos circulatorio son maravillosos. Lo mejor es mezclarse con la gente, con la multitud y dejarse llevar siguiendo el instinto.
Aprovechamos para contratar un taxi que nos llevase al aeropuerto el último día. En el hotel nos habían pedido 18 $. Paseando vimos numerosas agencias que ofrecían el servicio. Pero casi ninguna indicaba el precio. No teníamos ganas de entrar y empezar a regatear. ¡Vaya pereza!. Por eso cuando vimos una agencia que lo anunciaba por 11 $ no nos lo pensamos ni un segundo. Entramos y peguntamos al dependiente. No nos puso ningún problema y nos pidió 11 $. Todo un detalle por su parte no intentar subir el precio. Pagamos en dongs, 230.000 VND. Un poco más tarde vimos otra agencia que lo anunciaba por 9 $. Pero es lo de siempre. Si no hubiéramos contratado el de 11 $ seguro que no hubiéramos visto ningún otro. Y después, no hubiéramos sido capaces de volver a encontrar la primera agencia en aquel laberinto de calles.
Aquel día fue un poco de tránsito. Todas las visitas que habíamos realizado ese día fueron un poco de compromiso. Fuimos a ver lo típico, lo que había que ver según las guías. Pero no hubo nada que nos entusiasmara. Simplemente cumplimos con nuestra obligación de turistas.
Después del atracón del mediodía, no teníamos hambre. Pasamos de la cena. Nos sentamos en una terraza junto al lago Hoan Kiem y pedimos dos zumos de limón. Pagamos 70.000 VND. Nos quedamos un buen rato allí sentados disfrutando del ambiente. Y cuando la cosa empezó a decaer nos fuimos al hotel.
El centro de Hanoi, el Old Quarter, es un caos. Pero en cuanto se sale del centro el caos disminuye. Aumenta el número de coches y disminuye el de motos. Además las calles son más anchas y las aceras no están totalmente ocupadas por motos y gente sentada. Todo eso hace que la circulación resulte más ordenada. Hanoi se convierte en una ciudad casi normal, y pierde gran parte de su encanto.
De Hanoi me quedo sin ninguna duda, con su ambiente, ese revoltijo de motos, y bicicletas circulando por cualquier lado. Las aceras repletas de gente, sentada, cocinando, comiendo, o trabajando. Hay que verlo. Por muchas fotos que veáis, y por mucho que os cuenten, cuando lo disfrutéis o lo sufráis en persona, os sorprenderá.
A las nueve y media salíamos por la puerta del hotel para iniciar la ruta del día. No teníamos prisa. Ni muchas cosas que ver. Por eso salimos caminando en dirección al Templo de la Literatura. Atravesamos el Old Quarter, con sus calles llenas de vida. Tiendas. Gente sentada en las aceras en los pequeños huecos que les dejaban las motos aparcadas en filas inacabables. De todas maneras parecía que había menos lío que dos semanas antes. Había menos tráfico, menos motos.
Pero lo más curioso era que las tiendas se agrupaban por productos. Pasamos por una calle donde sólo había mercerías. En otra botes de pintura. En otra trastos de hojalata. Los fabricaban en medio de la calle.
En cuanto al tiempo, era fantástico. Hacía una temperatura muy agradable para pasear. Sin demasiado calor y sobre todo sin la humedad asfixiante de HCMC.
Llegamos al Templo de la Literatura por un lateral. ¿A la derecha o a la izquierda?. Elegimos la derecha y como siempre la pifiamos. Tuvimos que dar la vuelta casi entera por fuera antes de encontrar la entrada. La entrada costaba 10.000 VND por persona, más 5.000 VND por un folleto explicativo en inglés.
Básicamente el templo consistía en cinco patios. En el primero no había nada. Era algo parecido a un jardín. En el segundo patio había dos estanques. En el tercero estaban las estelas de piedra grabadas con los nombre de los antiguos titulados. Se apoyaban sobre unas estatuas de piedra con forma de tortuga. En el cuatro había una pagoda. Y en el último un templo de dos plantas, con un altar en cada una de las plantas. Los más bonitos fueron los dos últimos, sobre todo el quinto. En los tres primeros apenas había nada que ver. Hay que tener mucho cuidado, ya que el acceso al último templo queda un poco escondido. Las puertas están en ambos laterales, y casi no se ven. Es muy fácil no verlas y pensar que el cuarto patio es el último y que allí se acaba la visita. De hecho en el último patio había bastante menos gente que el resto del recinto. Creo que bastante gente se lo pierde. Es una lástima, se pierden lo mejor. Para salir tuvimos que recorrer nuevamente todos los patios, pero esta vez en sentido contrario.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
No resultó demasiado interesante. Supongo que después de todo lo que habíamos visto los días anteriores, aquel templo ya no resultaba impresionante. A esas alturas hacía falta algo mucho más espectacular para dejarnos con la boca abierta. Quizás si lo hubiéramos visitado el primer día hubiera sido diferente. Pero a estas alturas, se convirtió en una visita de trámite.
Nada más salir nos dirigimos hacia el Museo de la Revolución. Como íbamos caminando, previamente tuvimos que atravesar la zona de embajadas. Se notaba que allí había nivel. Enormes caserones con policías uniformados en todas las puertas. Todo muy frío e impersonal. Nada que ver con el Hanoi que habíamos conocido anteriormente. Hasta el tráfico parecía más ordenado y menos caótico.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Un poco antes de llegar al museo encontramos una pastelería. Puede que esto parezca algo vanal y sin importancia. Pero no lo es. Resulta prácticamente imposible encontrar pasteles en Vietnam. En algún momento llegué a pensar que no sabían lo que era el chocolate. No podíamos dejar pasar aquella oportunidad. Mejor dicho, yo no podía dejar pasar esa oportunidad. Me moría por un buen pastel de chocolate. ¡¡¡Mi reino por un trozo de tarta!!! Compramos dos pasteles. De chocolate por supuesto. Sólo nos cobraron 24.000 VND. Me pareció muy barato teniendo en cuenta que se trataba de artículos muy poco habituales por aquellos lares. Estaban riquísimos. Casi me muero de gusto. Ya necesita una ración con urgencia, empezaba a tener mono de chocolate. Y ese pastel lo calmó, se puede decir que cumplió una función terapéutica.
El Museo es un mamotreto de cemento y cristal. Horrible No lo visitamos por dentro. Este tipo de atracciones no nos suelen decir nada.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Justo al lado estaba la Pagoda del Pilar Único. Muy pequeñita, pero que muy pequeñita. La gracia radica en que está construida sobre un pilar de cemento. Si, es cuca; pero tampoco es para tanto. Si no fuera porque todas las guías dicen que hay que ir a verla, casi pasaría inadvertida. En el interior se puede observar un pequeño altar con numerosas ofrendas. Se podía subir a verlo sin pagar. Al menos el día que fuimos nosotros. Pero no se podía acceder al interior, por una razón muy básica, no había sitio. Sólo cabía el altar que ocupaba todo el interior.
No muy lejos se encontraba el Mausoleo de Ho Chi Minh. No pudimos visitarlo por dentro. No sé si estábamos fuera de horario o si simplemente estaba cerrado porque estaban restaurando la momia. La cuestión es que nos perdimos al líder supremo. ¡Qué disgusto tan grande! La verdad sea dicha, no teníamos ninguna intención de entrar. No le veo la gracia a eso de hacer una hora de cola para ver una momia a la carrera durante no más de cinco segundos. No dudo de que para esta gente tenga un simbolismo muy importante. Pero para nosotros no era más que una momia moderna. ¡Ya ves tú que interesante!
*** Imagen borrada de Tinypic ***
El primer contacto lo tuvimos con la parte trasera del edificio. Esa zona se encuentra rodeada de jardines. Casi resultaban más interesantes los jardines que el mausoleo. Los rodeamos para poder ver la parte delantera. No esperábamos que fuera muy diferente, y acertamos de lleno.
Por fuera era el típico panteón a más gloria del líder supremo. Clavadito al de Mao en la plaza de Tiananmen en Pekín. La diferencia estaba en la plaza. La de Tiananmen era impresionante. Ésta era una simple explanada de asfalto un tanto desangelada, sin mucha gracia. Había soldados por todo el perímetro y no dejaban que nadie se acercase al mausoleo.
Al final de la plaza se encuentra el Palacio Presidencial. Tampoco se podía entrar. Nos tuvimos que conformar con verlo a través de la verja de la puerta. Una bonita fachada. Es lo único que podemos decir.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Seguimos caminando hacia el Lago del Oeste. No estaba muy lejos por lo que llegamos enseguida. Se notaba que nos habíamos salido del circuito turístico habitual. Se veían muy pocos extranjeros.
Justo antes de llegar al lago, estaba la Pagoda Quan Thanh. El precio de la entrada era de 2.000 VND. A mi mujer no le apetecía entrar. Pero yo no podía pasar por delante sin más. Si no llego a entrar me hubiera dado algo. Pagué la entrada y para adentro. Me encontré en medio de un pequeño jardín. Muy agradable. Paz. Es lo primero que me viene a la cabeza cuando recuerdo ese lugar. Al fondo se encontraba el templo. Constaba de dos salas, con un altar en cada una. El segundo me sorprendió. La estatua central era un enorme buda de metal de cuatro metros de altura. Chiquitín, como para no verlo.
La pagoda era muy similar a todas las pagodas que ya habíamos visto. La peculiaridad, lo que le daba un toque diferente era la estatua del buda. Lo mejor era la tranquilidad que inspiraba. En unos pocos metros se pasaba del bullicio de las calle a la paz de la pagoda.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
No me entretuve mucho, ya que mi mujer me esperaba en el exterior. Pasemos por la calle que separaba los dos lagos. Que queréis que os diga. Bonitos, lo que se dice bonitos, no eran. El Lago del Oeste, que quedaba a la izquierda, era tan grande que casi no se veía la otra orilla. El otro, el Lago Truc Bach, era más recogido, pero las orillas estaban totalmente construidas, lo que le quitaba cualquier gracia al lugar. No teníamos nada mejor que hacer, por eso no me arrepiento de haber ido. Pero si se va justo de tiempo, se puede prescindir de esta zona. No aporta nada nuevo.
Era hora de comer. Se nos planteó un grave problema. Sólo vimos abiertas dos hamburgueserías poco atractivas. Una no tenía ni sillas. Los restaurantes que había en la orilla del lago estaban cerrados. Y volver al centro nos llevaría un buen rato. Difícil decisión. Por suerte mi mujer notó que en el otro lado del lago había un restaurante donde parecía que había movimiento. Nos dirigimos allí, no teníamos nada que perder. Preeeeemio. Estaba abierto. Y no sólo eso, estaba lleno. De vietnamitas, nada de guiris. Éramos los únicos. Por suerte quedaba una mesa vacía en la terraza justo en la orilla del lago. El restaurante se llamaba Banh Tom Ho Tay. Comimos una pizza de frutos del mar, un plato de calamares rebozados, una especie de pan frito con gambas ¿será esto el auténtico pan de gambas?, y una botella de agua grande. Pagamos 315.000 VND. La verdad es que todo estaba riquísimo. Además fue la primera vez que no nos pudimos acabar la comida. Y aunque el lago no era especialmente bonito, comer junto al agua siempre tiene algo de especial. Y si la comida es buena, ya no te cuento. Sin duda alguna repetiría en ese lugar.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Descansados y con la barriga llena iniciamos el camino de regreso al hotel. Cruzamos la calle que separa los dos lagos y nos acercamos a la orilla del Lago del Oeste. En una pequeña isla junto a la orilla vimos una pagoda. Se accedía por un caminito. Ya que estábamos allí podíamos pasar a verla. La entrada estaba en obras. La pagoda ni fu ni fa. Lo mejor la situación en el lago.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Dentro estaban celebrando una ceremonia. Habías unas 50 personas sentadas en el suelo, la mayoría vestidas con una túnica marrón, mirando hacia el altar. Delante de todos, dirigiendo la ceremonia había un monje con un traje dorado. Aquella fue la primera vez que pudimos presenciar una celebración de este tipo. La observamos unos minutos desde un lugar apartado para no molestar y nos retiramos. No queríamos molestar.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Volvimos paseando hacia el centro. Primero recorrimos la orilla del lago. Después nos acercamos hasta la Catedral de Cua Bac. No había muchas iglesias en Vietnam. Y las que había no eran muy interesantes Algo lógico por otro lado.
A unos pocos metros estaba la puerta de la Ciudadela. Es lo único que queda. No era más que eso una puerta grandota. Un poco más adelante y ya justo antes de entrar en el Old Quarter nos encontramos con una torre de cemento redonda. Ponía que era una torre del agua. La guía no hacía ninguna mención de ella.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Ya dentro del casco antiguo nos paramos en el Mercado Dong Xuan. Dimos una vuelta por las tres plantas, pero allí sólo había trastos. Era como el Mercado de la Seda de Pekín, pero más pequeño y más cutre. Tiendecitas pequeñas, casi todas llenas de souvenirs y ropa de imitación. Varias vendedoras en cada tienda, gente circulando por unos pasillos de menos de un metro de ancho, otros sentados en mini taburetes en medio de los pasillos dificultando el paso de la multitud; otros transportando bolsas llenas de un lado para otro. Y género, mucho género. Las tiendas estaban llenas a rebosar y seguían entrando más género. Lo más sorprendente es que apenas había turistas, casi todo eran vietnamitas. Eso si, movimiento si que había mucho.
No teníamos pensado comprar nada. Además el sitio tampoco invitaba mucho. Pero al final acabamos comprando unos salvamanteles a los que les habíamos echado el ojo por las tiendas de la calle. Inicialmente nos pidieron 180.000 VND por un paquete de 6. En la calle los habíamos visto a 5 $. Iniciamos el regateo. Les dijimos que por lo que nos pedían queríamos dos paquetes. Empezaron a bajar el precio. Nosotros nos mantuvimos firmes. No estábamos dispuestos a pagar más de los 5 $ que teníamos como referencia. No tardaron mucho en llegar a ese precio. Dos paquetes por 200.000 VND. Así me gusta, un precio justo para ambas partes. La negociación la realizamos con una chica muy joven. Pero al lado había un hombre que no nos quitaba el ojo de encima. Era el jefe. Para hacernos la oferta final, la chica esperó su aprobación. En cuanto la recibió se acabó la discusión.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Con el objetivo cumplido abandonamos el mercado y pusimos rumbo al hotel. Antes, tuvimos tiempo de pasar junto a la Puerta Quan Chuong. Ya es que venía indicada en la guía y en el mapa turístico que llevábamos. Si no, ni me hubiera fijado en ella. Entre las casas y los cables de electricidad pasaba totalmente desapercibida. Siguiendo la línea de las visitas que habíamos realizado ese día me dejó totalmente indiferente. Tampoco esperaba nada.
Después de todo el día caminando, estábamos reventados. Nos fuimos al hotel a descansar un rato. A las seis salimos nuevamente. Dimos una vuelta por el casco antiguo y por los alrededores del lago Hoan Kiem. Recorrimos la zona de arriba a abajo. Más que nada para disfrutar del ambiente, de la ciudad, de su casco antiguo que para nosotros era lo mejor de Hanoi. El bullicio de las calles y el caos circulatorio son maravillosos. Lo mejor es mezclarse con la gente, con la multitud y dejarse llevar siguiendo el instinto.
Aprovechamos para contratar un taxi que nos llevase al aeropuerto el último día. En el hotel nos habían pedido 18 $. Paseando vimos numerosas agencias que ofrecían el servicio. Pero casi ninguna indicaba el precio. No teníamos ganas de entrar y empezar a regatear. ¡Vaya pereza!. Por eso cuando vimos una agencia que lo anunciaba por 11 $ no nos lo pensamos ni un segundo. Entramos y peguntamos al dependiente. No nos puso ningún problema y nos pidió 11 $. Todo un detalle por su parte no intentar subir el precio. Pagamos en dongs, 230.000 VND. Un poco más tarde vimos otra agencia que lo anunciaba por 9 $. Pero es lo de siempre. Si no hubiéramos contratado el de 11 $ seguro que no hubiéramos visto ningún otro. Y después, no hubiéramos sido capaces de volver a encontrar la primera agencia en aquel laberinto de calles.
Aquel día fue un poco de tránsito. Todas las visitas que habíamos realizado ese día fueron un poco de compromiso. Fuimos a ver lo típico, lo que había que ver según las guías. Pero no hubo nada que nos entusiasmara. Simplemente cumplimos con nuestra obligación de turistas.
Después del atracón del mediodía, no teníamos hambre. Pasamos de la cena. Nos sentamos en una terraza junto al lago Hoan Kiem y pedimos dos zumos de limón. Pagamos 70.000 VND. Nos quedamos un buen rato allí sentados disfrutando del ambiente. Y cuando la cosa empezó a decaer nos fuimos al hotel.
El centro de Hanoi, el Old Quarter, es un caos. Pero en cuanto se sale del centro el caos disminuye. Aumenta el número de coches y disminuye el de motos. Además las calles son más anchas y las aceras no están totalmente ocupadas por motos y gente sentada. Todo eso hace que la circulación resulte más ordenada. Hanoi se convierte en una ciudad casi normal, y pierde gran parte de su encanto.
De Hanoi me quedo sin ninguna duda, con su ambiente, ese revoltijo de motos, y bicicletas circulando por cualquier lado. Las aceras repletas de gente, sentada, cocinando, comiendo, o trabajando. Hay que verlo. Por muchas fotos que veáis, y por mucho que os cuenten, cuando lo disfrutéis o lo sufráis en persona, os sorprenderá.