HO CHI MINH ✏️ Diarios de Viajes de Vietnam

Nos levantamos a las nueve y media. El desayuno fue un poco flojo, pero suficiente. Antes de salir del hotel nos ofrecieron la excursión para ir al Delta del Mekong el día siguiente. El precio era de 34 $ por persona. Nos pareció un poco caro, por lo que decidimos mirar en alguna agencia de viajes. Aquel era un día para pasear tranquilamente por la ciudad, sin agobios, sin prisas.
Al salir a la calle buscamos alguna agencia de viajes para zanjar cuanto antes el tema de la excursión del Delta. Pero no se veía ninguna. Que contraste con Hanoi.
El calor era tremendo. Más que calor era bochorno. Y eso que el sol no picaba demasiado, pero la humedad era altísima. Fue poner un pie en la calle y empezar a sudar. No quiero ni imaginarme como debe ser aquello en verano. Debe ser inaguantable.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Nos dirigimos al Palacio de la Reunificación. No tardamos mucho en llegar. Lo rodeamos hasta encontrar la puerta de entrada. A esas alturas ya iba empapado en sudor. El Palacio me recordó a las típicas casas de los años 50 ó 60 que en su tiempo eran lo más de lo más, con un diseño ultramoderno para su época, pero que con el paso del tiempo se quedaron totalmente desfasadas y pasadas de moda. El precio de la entrada era de 30.000 VND por persona. Visitamos las tres plantas del edificio recorriendo numerosas estancias, tanto públicas como privadas. Totalmente amuebladas. Dormitorios, salas de reunión, salas de recepción, y hasta un cine. Todo muy lujoso pero totalmente demodé, pasado de moda, a juego con el edificio. Lo mejor de la visita fueron la azotea y el sótano, los dos últimos lugares que se visitan si se sigue el recorrido señalizado. En la azotea había un helicóptero americano, pero lo más destacable eran las vistas sobre los jardines y sobre la ciudad. A continuación bajamos hasta el sótano, que era una especie de bunker, desde donde se dirigieron las operaciones de las tropas del sur durante la guerra. Se conservan varios armatostes de aquella época y había numerosos mapas por las paredes. Distaba mucho de ser bonito, pero si que fue lo más interesante de la visita. El ambiente claustrofóbico del lugar recordaba la terrible guerra que vivió este país. En el sótano, había incluso una galería de tiro. Excentricidades típicas de un dictador como el que vivió en este lugar. En los jardines, que más que jardines parecían un parque, había dos tanques y un avión. Son el recuerdo de la toma del edificio por las tropas norvietnamitas que significó el fin de la guerra.
En conjunto resultó ser una visita entretenida. Resulta muy chocante lo pasado de moda que parece todo. En el fondo no deja de ser actualización (un poco cutre) de los antiguos palacios de los reyes europeos.
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Antes de salir del recinto, nos sentamos en un bar que había en los jardines y nos tomamos dos zumos, uno de limón y otro de piña. Pagamos 55.000 VND. Estaban muy buenos. Con el calor que hacía se agradecía algo fresquito. Aquí descubrimos una de las curiosidades de HCMC. Cada vez que pedíamos una consumición en un bar nos servían un vaso de té helado rebajado con agua. Tenía un punto amargo que ayudaba a matar la sed.
Salimos del recinto del palacio y nos dirigimos al Museo de la Guerra. Ambos edificios están muy cerca uno del otro. Sólo tardamos unos minutos en llegar caminando. El museo cerraba al mediodía, por lo que cuando llegamos a la entrada ya no era posible acceder al interior. Para aprovechar el tiempo empezamos a caminar hacia el Templo del Buda de Jade. La sensación de calor era agobiante. No creo que hubiésemos caminado más de 15 minutos, pero ya estábamos agotados. Decidimos parar un taxi y que nos llevará hasta el Templo. Fue todo un acierto. Con el calor que hacía y lo que yo sudaba, si llegamos a ir caminando hasta el templo, creo que me habría deshidratado. El taxi nos cobró 25.000 VND por una carrera bastante corta. Los taxis son bastante caros para el nivel de vida del país. Aún así para nosotros siguen siendo baratos, por lo que cogerlos no resulta una mala opción.
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El Templo del Buda de Jade nos decepcionó. Nos lo habíamos imaginado más grande. Nos sentimos un poco estafado, y eso que la entrada era gratuita. En el patio delantero había un estanque lleno de peces. Más que lleno estaba abarrotado. Lo habían vaciado para limpiarlo y lo estaban llenando de nuevo. Apenas había cuatro dedos de agua. Había tantos peces que no se veía el suelo. No podían ni moverse. Al lado había otro estanque, pero éste lleno de tortugas. Había tantas, que hasta resultaba desagradable verlas allí amontonadas una encina de la otra. No seáis malpensados, no hacían nada malo, lo que pasaba es que no había sitio suficiente para todas.
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El interior de la pagoda resultó un poco más interesante. Se notaba que era un lugar de culto importante. Había numerosos inciensos encendidos, y bastante gente rezando para lo pequeño que era ese sitio. En la sala principal había dos altares, uno detrás del otro. Muy interesantes ambos, con unas figuras bastante llamativas. No sé lo que representaban pero tengo que reconocer que cuando menos llamaban la atención, sobre todo las del segundo altar. En los laterales había dos pasillos por los que se accedía a otras salas más pequeñas que contenían más altares. En una de esas salas estaba el altar de las doce mujeres. Como el resto del conjunto, las imágenes de las doce mujeres también eran bastante pequeñas. Si; estaban bien; pero nos supieron a poco. Esperábamos algo más espectacular.
Como la visita había sido más rápida de lo prevista aprovechamos para ir a ver el Templo de Trang Hung Dao que estaba muy cerca. A esas horas estaba cerrado. Sólo se podía ver el patio exterior del templo. Pero yo no me doy por vencido tan fácilmente. Me acerque al templo, y a través de los barrotes de la puerta pude ver el interior. Era el típico templo budista, con mucho colorido por las paredes y en las estatuas que había en los altares. Era bonito, pero como éste hay cien mil templos más.
A esas alturas ya teníamos claro que no íbamos a intentar volver andando. ¿Para qué?, si íbamos a acabar cogiendo un taxi. Para eso mejor ahorrarse sufrimientos y coger el taxi desde el principio. Nos bajamos delante del edificio de la Opera. En esta ocasión el precio fue de 35.000 VND, ya que la carrera había sido un poco más larga. Se trata de un edificio que llama la atención, por su tamaño, sus colores y sobre todo por su fachada. Pero simplemente eso, llama la atención, porque bien mirado no tiene nada de especial.
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Aprovechamos para dar un paseo por las calles de los alrededores. Se notaba que estábamos en la zona cara de la ciudad. Todo eran tiendas de marca y hoteles de lujo. Todo muy lejos del alcance de nuestros bolsillos.
Muy cerca estaba la Catedral de Notre Dame. Así que ¿por qué no ir a verla? Es muy parecida a la Hanoi, pero más grande. Sólo la vimos por fuera, ya que también estaba cerrada. Me dejó la misma sensación que la Opera, Es más la curiosidad de ver un edificio como éste en una ciudad vietnamita que la belleza que pueda tener ese edificio.
Paramos a comer en el Regina Café en la calle Nguyen Du. Pedimos un arroz con vegetales, unos espaguetis (que no noodles) con frutos del mar, y una ensalada de atún. Para beber, como es nuestra costumbre pedimos agua. Pero no nos trajeron una botella sino dos vasos de esa especie de té helado aguado. Nos cobraron 191.000 VND. La comida sólo la calificaría como pasable, sobre todo los espaguetis, que dejaban mucho que desear.
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Seguimos paseando hacia el museo revolucionario. No teníamos intención de entrar, sólo queríamos verlo por fuera. Os diréis ¡vaya tontería!. A lo que sólo puedo responder, “tenéis razón”. Pero tampoco teníamos nada mejor que hacer
El calor seguía siendo agobiante. ¡¡¡Por favor que alguien pare la estufa!!!. ¡¡¡No puedo maaaaasssss!!!. Llevaba todo el día sudando sin parar. Sólo había encontrado descanso en los dos trayectos en taxi que habíamos realizado. Los dos tenían aire acondicionado.
Volvimos a pasar por delante del Palacio Presidencial, y llegamos al Museo de la Guerra. Ahora si que estaba abierto. Pagamos la entrada de 15.000 VND. En el patio había tanques, cañones, aviones, y un helicóptero. Todo recuerdos de la guerra con los americanos. Dejamos esa parte para el final y nos fuimos a visitar en primer lugar el interior del edificio. Consta de tres plantas, con fotografías y documentos que recuerdan los horrores y los desastres de la guerra. Todo, claro está, desde el punto de vista vietnamita. Es una visión bastante parcial del conflicto, pero que no deja de reflejar una realidad muy dura, y la vergüenza que significó esa guerra. Las fotos eran muy impactantes, no dejan indiferente. Quizás lo que se ve en el museo no es agradable, pero es importante que estén allí para que recordar lo que ocurrió en esa guerra. Para que nadie vuelva a cometer esas atrocidades.
Ya fuera del edificio, en un lateral del patio, han reproducido un par de celdas en las que tenían encerrados a los prisioneros vietnamitas. También tenían unas jaulas que usaban para lo mismo. Ponían los pelos de punta.
Ya sólo nos faltaba pasearnos entre los aviones y los tanques. Para mí, lo más interesante del museo. Están en el patio delantero, y es posible pasearse junto a los aparatos y tocarlos. Sólo nos faltó montarnos en un avión. Nos gustó mucho, lo mejor que vimos en HCMC.
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Estábamos cansados, y agobiados por el bochorno. Decidimos ir a descansar un rato al hotel. De camino vimos una agencia de viajes. ¡Por fin, creía que no veríamos ninguna por toda la ciudad! Entremos y preguntamos por la excursión al Delta del Mekong. Había cuatro chicas trabajando, pero ninguna debía conocer ese lugar, ya que nos dijeron que nos sentáramos, que ahora llamaban a una persona que nos atendería, Y allí nos quedamos sentados. Esperando sin que nadie nos hiciera ni caso. Y sin que viniera el experto en Deltas. Pasaron más de veinte minutos. Cansados de esperar nos levantamos y nos fuimos sin decir nada, no queríamos molestar a las chicas. ¡Menuda gente!. Si hubiéramos pedido una vuelta al mundo, podría entender que no tuvieran información a mano. Pero sólo queríamos ir al Delta del Mekong, la excursión más típica que se puede hacer desde HCMC.
No vimos ninguna otra agencia en todo el camino hasta el hotel. Pero resulta que había una, justo debajo del hotel. No entiendo de donde había salido, por la mañana no estaba allí. O si que estaba y no lo habíamos visto. Entramos y preguntemos por la excursión. Nos ofrecieron la misma excursión que nos habían ofrecido en el hotel por la mañana. Por el mismo precio decidimos comprarla en la recepción del hotel. Pagamos en dongs, 1.428.000 VND, o lo que es lo mismo 34 $.
HCMC nos pareció una ciudad más del estilo que conocemos. Tanto por el tipo de construcciones; rascacielos y edificios más del estilo occidental; como por la gente, o los negocios que se veían. Muchos podrían estar en cualquier ciudad europea y pasarían inadvertidos. Otros todavía conservan su carácter puramente vietnamita. No tiene nada que ver con Hanoi. La circulación era más ordenada. No en el sentido de que se respeten las normas y vayan uno detrás de otro (todos siguen intentando meterse por cualquier lado), sino en el de que se respetan los semáforos, y en los cruces no se genera el caos que había en Hanoi. Apenas se veían bicicletas. Seguían predominando las motos, pero ya había más coches, de ahí que la circulación fuse más fluida. Para cruzar la calle no funcionó el sistema que usábamos en Hanoi, donde las motos se encargaban de esquivarnos. Aquí había más coches y no resulta tan sencillo meterse en medio del tráfico. La mejor manera para cruzar la calle era esperar un cambio de semáforo. En ese momento disponíamos de un par de segundos para cruzar hasta que llegaban los coches que dejaba pasar el otro semáforo. Eso sí, había que cruzar lo más rápido posible.
Como ciudad no nos llamó la atención. Nos gustó mucho más Hanoi. No me atrevería a decir que es fea, pero si no fuera porque para ir al delta hay que pasar por aquí, no merecería la pena venir. El resto de visitas no justifican la visita.
Ya había anochecido y seguía haciendo mucho calor. Nos dirigimos al Ben Thanh Market. Estaba muy cerquita del hotel. Llegamos a las seis. Ya estaban cerrando, pero aún quedaban algunas tiendas abiertas. Entramos para ver si nos daba tiempo de comprar algo. En la primera tienda que vimos abierta nos ofrecieron camisas a 10 $. Pero yo no quería camisas, quería comprar polos. Fue mostrar un poco de interés por un artículo y dispararse el precio. No se el motivo, pero los polos eran más caros que las camisas, valían 15 $. Intentamos regatear pero no bajaban el precio. Mala suerte, pero a ese precio no me interesaban. Dimos media vuelta, y cuando vieron que nos íbamos los bajaron en 10 $. Elegí tres polos más. ¡Vaya por Dios!, eran más caros. El primero valía 10 $ y estos tres 15 $ cada uno. Esto ya empezaba a resultar un tanto surrealista. A regatear otra vez. Al final conseguimos que los bajara todos a 10 $ cada uno. No me rendí, y le dije que eso era lo que nos había pedido por uno solo, que por cuatro tenía que cobrarnos menos. Pero no quiso bajar más Además ya era tarde y casi todo estaba cerrado. ¡Está bien, trato hecho, 40 $ por los cuatro!. Total un par de euros más, un par de euros menos no nos van a sacar de pobres.
El mercado me recordó al Mercado de la Seda de Pekín. Era más pequeño y sólo tenía una planta. Pero el ambiente era el mismo y la distribución de las tiendas muy similar. Por contra el regateo resultó mucho más sencillo. De inicio no nos pidieron burradas como en China. Por eso todo fue más rápido y tranquilo. En apenas 5 minutos ya habíamos fijado el precio. Seguro que fue alto, pero seguía siendo muy barato para nosotros.
Continuamos paseando por las calles Le Loi y Nguyen Hué. Calles muy comerciales y animadas, llenas de tiendas y restaurantes, y de rascacielos modernos. La ciudad resultaba más bonita de noche que de día. Podríamos estar en cualquier ciudad europea.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Paramos a cenar en el Ciao Café, en una travesía de las calles Hguyen Hué y Dong Khoi (Ngo Duc Ke). Una pizza fruti di mari, una ensalada de gambas, un zumo de limón y un agua. Todo 265.000 VND. La comida normalita, la pizza correcta y la ensalada lo mismo. El precio un poco caro para lo que habíamos comido. Pero la sensación es que en líneas generales, HCMC es más cara que el resto del país.
Seguimos paseando. Nos paramos en un puesto callejero a mirar unas gafas de sol imitación de Ray Ban. Nos pidió 250.000 VND. Le decimos que no, que eran muy caras. Nos enseñó otras que sólo valían 100.000 VND. Pero se notaba que eran muy malas. Regateamos un poco y acabamos por comprar las primeras por 200.000 VND. Al día siguiente, cuando las vimos a la luz del día, entendimos porque eran tan baratas. Que era una imitación lo teníamos claro; pero no esperábamos que fueran tan cutres. Tampoco perdimos demasiado. ¿Cómo debían ser las más baratas?
Pasamos nuevamente por delante de la Opera, de la catedral de Notre Dame, del Palacio del Pueblo. Empezaron a caer unas gotas. Eso solía ser el preludio de una tormenta, por lo que pusimos dirección al hotel. Pero no se decidió a llover, sólo lloviznó un rato y se paró. De camino vimos un restaurante donde vendían limonadas a 10.000 VND. Pedimos dos y el dependiente nos pidió 20.000 VND por cada una. Le señalamos el letrero y todo arreglado, a 10.000. ¡¡No se cortan un pelo!!. Es tipo no tenía ni idea de inglés, no entendía ni “lemon”. Como aquello no avanzaba se fue a buscar ayuda. Los refuerzos resultaron efectivos y conseguimos que nos hicieran las limonadas. Eran pequeñas, pero por ese precio que más podíamos pedir. Estuvieron muy buenas.
Ese día tuve un problema intestinal. Nada grave, sólo un susto. Tras analizar lo que había comido y bebido ese día llegué a la conclusión de que la culpa la tuvo el té helado con agua que nos sirvieron en varios sitios. Para combatir el calor que hacía me había bebido varios vasos, y acabé pagándolo.