Son las 5,30 am y ya ha amanecido. Menos mal porque no he podido pegar ojo en toda la noche.
Al final en la selva ha habido menos ruidos extraños de los que yo me esperaba pero aún así tenía miedo de los animales. Hemos dormido con mosquitera pero algún bichito se ha notado por la cama además de que se ha condensado tanta humedad en el techo de la barca que parecía que lloviera.
En poco tiempo toda la tripulación se ha activado y hemos continuado remontando el río ya que a las 9 se alimenta a los oranguntanes en el segundo campo.
A nosotros nos alimentaron a las 7 de la mañana con un buen desayuno.
Antes de las 09.00h ya hemos amarrado en el embarcadero y caminado los pocos metros que nos separan de la plataforma donde los alimentan.
Éramos unas 15 personas y los guías empezaban a hacer ruidos para atraer la atención de los gorilas. Aún así, no se veía ningún movimiento. Puntuales, los rangers han aparecido a las 09.00 con un saco de bananas y unas garrafas de leche. Al instante se ha empezado a oír ruido entres las hojas y las copas de los árboles han empezado a moverse. ¡¡Allí estaban!! Han bajado veloces varios orangutanes con crías y han empezado a beber leche. No sabía que a los adultos les gustaba tanto. Casi se peleaban por meter el hocico dentro del cuenco.
Pocos minutos después se ha vuelto a oír crujir de ramas y de repente ha aparecido en la plataforma el macho dominante. Era enorme, casi el doble que las hembras y con esa papada y esas orejeras tan características. Mientras él ha estado comiendo el resto de orangutanes le han respetado. No se han atrevido a acercarse ni a robarle la comida.
El macho se ha quedado solo y parecía que posara para la cámara. Miraba a cada objetivo y en el momento que todos estábamos distraído mirando a una hembra con su cría en un árbol él se ha bajado de la plataforma, se ha dirigido hacia nosotros y ha esperado a que le rodeáramos (guardando las distancias) para posar de nuevo. Parece muy tranquilo pero hay que estar alerta.
Sobre las 10h no quedaba ni una sola banana así que han ido desapareciendo. El último en hacerlo ha sido Doyok, el macho dominante, cansado ya del reportaje fotográfico. Con la emoción de este primer encuentro hemos vuelto al barco para continuar el viaje.
Hay un momento en que el río se bifurca y el color del agua cambia del marrón café con leche al negro. El agua es clara y limpia pero las hojas amontonadas en el fondo hacen que el río parezca un espejo. Es alucinante.
En el tiempo que nos queda hasta llegar al campo Leakey, donde los alimentan a las 14h, nos sirven la comida, tan rica como siempre...
...y tras varias horas navegando, llegamos a las 13,30h al campo. Aquí no se puede amarrar el klotok en el muelle. Está prohibido ya que los orangutanes se suben a ellos en busca de comida. El amarre se hace en la otra orilla, a unos metros y una barca viene a buscarnos. Allí mismo hay una hembra esperando a que alguien le dé algo. Nos dicen su nombre y nos advierten de que es un poco agresiva por lo que no conviene acercarse mucho a ella.
El campo está a unos 2 km desde el río caminando por una pasarela de madera.
Llegamos a la base de los rangers donde hay un pequeño museo con fotografías y biografía de la Dra. Galdikas. Entretenidos en esto casi se nos hace tarde y hemos tenido que ir corriendo. Allí no ha hecho falta avisar a los orangutanes. Su reloj ya les decía que era la hora de comer y estaban esperando en los árboles. En cuanto ha llegado el ranger han bajado a la plataforma unos 10 o 12 y un macho adulto mucho más permisivo que el del anterior campamento.
La plataforma estaba muy concurrida. Además de los orangutanes, había varias ardillas que intentaban robar alguna banana (desconocíamos que también comen fruta!), un gibón muy ágil que aparecía igual de rápido que desaparecía
y un jabalí enorme que esperaba las sobras y atemorizaba a cada mono que bajaba al suelo. En este campo los animales parecen aún más acostumbrados a la presencia humana. Pasaban por tu lado rozándote y uno de ellos extendió la mano para dársela a un chico.
Allí estuvimos casi una hora hasta que el guía nos indicó que debíamos marcharnos ya que había un largo trecho hasta el lugar donde querían que durmiéramos. En el camino hasta el embarcadero, el guía nos enseñó varias plantas que los aborígenes usan con fines medicinales: para curar la gripe, para la hepatitis y para la malaria. ¡El malarone gratutito!
También nos enseñó varios tipos de plantas carnívoras.
Y de nuevo en el campamento de los rangers…vimos a Tom, el macho dominante, tumbado en el suelo mientras una hembra intentaba romper el cierre de una caseta donde guardaban la comida. ¡Qué listos!
De vuelta en el barco, regresamos por el mismo sitio y navegamos varias horas, incluso habiendo ya anochecido, hasta llegar a la zona de manglar.
Amarraron el barco a unas palmeras, justo debajo de un árbol lleno de luciérnagas. Decían que en luna nueva se distinguen mucho más. Aún así, aquello parecían árboles de Navidad.
Estábamos cansados, así que cenamos y a las 22h ya estábamos debajo de la mosquitera en la colchoneta. Esta noche no había ruido que me impidiera dormir.

Al final en la selva ha habido menos ruidos extraños de los que yo me esperaba pero aún así tenía miedo de los animales. Hemos dormido con mosquitera pero algún bichito se ha notado por la cama además de que se ha condensado tanta humedad en el techo de la barca que parecía que lloviera.
En poco tiempo toda la tripulación se ha activado y hemos continuado remontando el río ya que a las 9 se alimenta a los oranguntanes en el segundo campo.

A nosotros nos alimentaron a las 7 de la mañana con un buen desayuno.
Antes de las 09.00h ya hemos amarrado en el embarcadero y caminado los pocos metros que nos separan de la plataforma donde los alimentan.

Éramos unas 15 personas y los guías empezaban a hacer ruidos para atraer la atención de los gorilas. Aún así, no se veía ningún movimiento. Puntuales, los rangers han aparecido a las 09.00 con un saco de bananas y unas garrafas de leche. Al instante se ha empezado a oír ruido entres las hojas y las copas de los árboles han empezado a moverse. ¡¡Allí estaban!! Han bajado veloces varios orangutanes con crías y han empezado a beber leche. No sabía que a los adultos les gustaba tanto. Casi se peleaban por meter el hocico dentro del cuenco.




Pocos minutos después se ha vuelto a oír crujir de ramas y de repente ha aparecido en la plataforma el macho dominante. Era enorme, casi el doble que las hembras y con esa papada y esas orejeras tan características. Mientras él ha estado comiendo el resto de orangutanes le han respetado. No se han atrevido a acercarse ni a robarle la comida.


El macho se ha quedado solo y parecía que posara para la cámara. Miraba a cada objetivo y en el momento que todos estábamos distraído mirando a una hembra con su cría en un árbol él se ha bajado de la plataforma, se ha dirigido hacia nosotros y ha esperado a que le rodeáramos (guardando las distancias) para posar de nuevo. Parece muy tranquilo pero hay que estar alerta.
Sobre las 10h no quedaba ni una sola banana así que han ido desapareciendo. El último en hacerlo ha sido Doyok, el macho dominante, cansado ya del reportaje fotográfico. Con la emoción de este primer encuentro hemos vuelto al barco para continuar el viaje.
Hay un momento en que el río se bifurca y el color del agua cambia del marrón café con leche al negro. El agua es clara y limpia pero las hojas amontonadas en el fondo hacen que el río parezca un espejo. Es alucinante.


En el tiempo que nos queda hasta llegar al campo Leakey, donde los alimentan a las 14h, nos sirven la comida, tan rica como siempre...

...y tras varias horas navegando, llegamos a las 13,30h al campo. Aquí no se puede amarrar el klotok en el muelle. Está prohibido ya que los orangutanes se suben a ellos en busca de comida. El amarre se hace en la otra orilla, a unos metros y una barca viene a buscarnos. Allí mismo hay una hembra esperando a que alguien le dé algo. Nos dicen su nombre y nos advierten de que es un poco agresiva por lo que no conviene acercarse mucho a ella.
El campo está a unos 2 km desde el río caminando por una pasarela de madera.

Llegamos a la base de los rangers donde hay un pequeño museo con fotografías y biografía de la Dra. Galdikas. Entretenidos en esto casi se nos hace tarde y hemos tenido que ir corriendo. Allí no ha hecho falta avisar a los orangutanes. Su reloj ya les decía que era la hora de comer y estaban esperando en los árboles. En cuanto ha llegado el ranger han bajado a la plataforma unos 10 o 12 y un macho adulto mucho más permisivo que el del anterior campamento.


La plataforma estaba muy concurrida. Además de los orangutanes, había varias ardillas que intentaban robar alguna banana (desconocíamos que también comen fruta!), un gibón muy ágil que aparecía igual de rápido que desaparecía

y un jabalí enorme que esperaba las sobras y atemorizaba a cada mono que bajaba al suelo. En este campo los animales parecen aún más acostumbrados a la presencia humana. Pasaban por tu lado rozándote y uno de ellos extendió la mano para dársela a un chico.
Allí estuvimos casi una hora hasta que el guía nos indicó que debíamos marcharnos ya que había un largo trecho hasta el lugar donde querían que durmiéramos. En el camino hasta el embarcadero, el guía nos enseñó varias plantas que los aborígenes usan con fines medicinales: para curar la gripe, para la hepatitis y para la malaria. ¡El malarone gratutito!

También nos enseñó varios tipos de plantas carnívoras.

Y de nuevo en el campamento de los rangers…vimos a Tom, el macho dominante, tumbado en el suelo mientras una hembra intentaba romper el cierre de una caseta donde guardaban la comida. ¡Qué listos!

De vuelta en el barco, regresamos por el mismo sitio y navegamos varias horas, incluso habiendo ya anochecido, hasta llegar a la zona de manglar.

Amarraron el barco a unas palmeras, justo debajo de un árbol lleno de luciérnagas. Decían que en luna nueva se distinguen mucho más. Aún así, aquello parecían árboles de Navidad.
Estábamos cansados, así que cenamos y a las 22h ya estábamos debajo de la mosquitera en la colchoneta. Esta noche no había ruido que me impidiera dormir.