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Salimos a las nueve de la mañana para hacer la visita panorámica con Lisa, la guía local. Primero nos detuvimos muy cerca del hotel (en la misma calle) para poder tener una visión global de la ciudad, francamente buena desde allí arriba (lástima que estaba algo nublado). Después volvimos a subir al autobús para hacer el resto de tour, pasando por muchos de los lugares que ya habíamos visto a pie el día anterior. La segunda parada la hicimos en la Isla de los Caballeros, la ya conocida Riddarholmen, para hacer unas preciosas fotos del Ayuntamiento y junto a la estatua del trovador y compositor de baladas Evert Taube. La tercera de las paradas fue frente a la catedral y el palacio para hacer un breve recorrido a pie de 35 minutos aproximadamente para conocer un poco más de estos dos monumentos, para ir a la Plaza mayor y para ver la copia del San Jorge y el dragón que se conserva en unas de las placitas de Gamla Stan. Está realizada en bronce y fue colocada en ese lugar en 1912. Unas enredaderas apenas si dejan ver ya a la liberada princesa.
Algunos de nosotros decidimos contratar una excursión opcional y continuamos con la guía local hacia el ayuntamiento, uno de los símbolos de la ciudad.
Posteriormente subimos por la escalera, que según los explicaron intenta imitar la del Palacio ducal de Venecia aunque con la inclinación más atemperada, para empezar a visitar el resto de dependencias municipales. Cabe destacar el salón de plenos, la llamada Sala del concejo, una estancia magnífica. La sala del Óvalo, desde se conservan unos preciosos tapices franceses del siglo XVII, sirve en la actualidad para las bodas aunque todos nos preguntábamos dónde se sientan los invitados porque es muy pequeña. Menos mal que nos dijeron que la ceremonia es rapidísima. La versión normal dura cinco minutos y la corta apenas tres. En la contigua Galería del príncipe se puede ver un mural que pintó el príncipe Eugenio inspirándose en las vistas que había desde los ventanales que tiene enfrente. Finalmente la sala más importante que nos queda por visitar es el Salón dorado, donde cada año tiene lugar el baile posterior a la cena de los premios Nobel. Tiene millones de pequeñas piezas de mosaico con pan de oro y distintos dibujos entre los que llama la atención la enorme reina del lago Mälaren.
Las vistas desde el exterior del edificio, junto a las estatuas de la Danza (la mujer) y la Canción (el hombre) de Carl Eldh, son bellísimas.
Después de la visita al edificio del consistorio nos dirigimos a otra de las principales atracciones de la ciudad de Estocolmo, el museo Vasa. En el año 1628 el buque que representaba el orgullo de la flota sueca, el enorme Vasa (como la dinastía reinante en el momento) se hundía después de haber recorrido 1300 metros en su viaje inaugural muy cerca de Djurgarden. El barco zozobró tan pronto porque era demasiado alto y tenía mucho peso. El rey Gustavo II Adolfo había mandado, en contra de lo que hubiera sido conveniente, construir dos filas de cañones porque quería que fuera el barco de guerra mejor equipado. ¿Cómo iba alguien decirle que estaba equivocado?. Poco tiempo después se rescataron los cañones, de los que se conservan algunos, pero se dejó el barco en el fondo del mar hasta que se localizó en 1956 y se rescató en 1961. Cuando se dice que la visita a ese museo es imprescindible no se va errado puesto que la visión de esa magnífica mole de madera sigue sobrecogiendo. Su tamaño impone y su detallada decoración sigue siendo espléndida a pesar del tiempo transcurrido. Y es que el Vasa se ha conservado en un 95% ya que en la zona del hundimiento no existen los organismos capaces de destruir la madera y porque el barco y todas las esculturas que lo adornaban quedaron fijos en el fango bajo el mar.
Se estima que quizás cincuenta personas de las cien que en aquel momento estaban en el Vasa murieron cuando éste se fue a pique. El museo conserva algunos de los esqueletos y han realizado reconstrucciones faciales de algunas de esas personas, entre ellas una mujer llamada “Beata”. Son tan perfectas que parece que aquellas personas que fallecieron hace casi 400 años nos estén contemplando hoy desde detrás de los cristales de las urnas que les contienen. Se da además un relato detallado de los rasgos de esas personas así como las ropas que llevaban y de sus enfermedades. También se exponen algunos objetos que se llevaban a bordo.
El Vasa puede verse desde muchos ángulos y unas escaleras permiten ir subiendo de nivel a medida que se va contemplando el barco en toda su totalidad. Una vez arriba unas explicaciones, también en castellano, nos detallan cada parte del navío, incluso las viejas letrinas, dos para toda la tripulación. Pero lo que más llama la atención del Vasa es sin duda, y dejando de lado su magnífico estado de conservación, la maravillosa decoración que tenía y que una pequeña maqueta situada en la planta por la que se accede al museo, frente al original, nos permite observar con todo detalle (incluso el colorido). Además se han hecho algunas réplicas de algunas partes del barco que nos hacen imaginar mucho mejor cómo sería en su tiempo. Sin duda una obra excepcional con un terrible defecto estructural fruto de la prepotencia de un soberano que lo llevó a hundirse pero también a convertirse en una leyenda.
Frente al Vasamuseet al visitante le llamará poderosamente la atención un bellísimo edificio que parece un palacio. Se construyó en estilo renacentista por orden de un señor llamado Artur Hazelius para albergar su colección de objetos que retratan la vida sueca desde el siglo XVI hasta la actualidad. Se trata del interesantísimo Museo nórdico, menos conocido que su vecino Vasa pero sin duda también digno de una visita. La entrada cuesta 90 coronas y está incluida en la Card. Para los visitantes que deseen ir al WC les informo que junto a la puerta encontrarán unos de pago pero que si se deciden a entrar en la planta inferior están las consignas y otros baños gratuitos. Con el precio de la entrada te facilitan un audioguía, también en castellano, que te permite conocer lo más importante del museo. En el vestíbulo principal, justo al lado donde te dan las audioguías, nos recibe una enorme estatua de Gustavo Vasa en vivos colores que realizó Carl Miles en 1924. Las colecciones abarcan desde mesas de distintos siglos dispuestas, tradiciones suecas, moda, habitaciones (entre las que destaca el dormitorio de estado del castillo de Ulvsunda, del siglo XVII), casas de muñecas o pequeños objetos. También se reserva un apartado para exponer cuadros y parte de la obra del escritor sueco August Strindberg.
Desde el Museo Nórdico un pequeño paseo nos lleva hasta uno de los platos fuertes de la visita a Estocolmo, Skansen. Como digo es sencillo llegar caminando desde cualquiera de los dos museos anteriores pero si se viene de más lejos es posible llevar en el tranvía 7 o en algunos autobuses.
Skansen fue inaugurado en 1891 por Hazelius, el mismo del Museo Nórdico, y una de las puertas del parque, la primera que encontramos y en la que se puede coger un funicular de pago, lleva su nombre. Se trata del primer museo al aire libre del mundo y la intención del fundador era la de mostrar cómo vivían los suecos de tiempos pasados. Para quienes ya han estado en Helsinki el concepto puede recordarles mucho a Seurasaari y es que es muy parecido. En Skansen también podemos ver casas populares, por dentro y por fuera. Aquí algunas de las casas se destinan a demostración y venta de artesanía popular. Una de las grandes diferencias es la enorme presencia de animales en Skansen, que se pueden encontrar en tres ámbitos distintos. Por un lado veremos, en una zona destinada a las granjas, ver ocas, gallinas, cerdos, caballos o vacas y recientemente se ha abierto un pequeño zoo para niños con conejos o cobayas que no pudimos ver bien porque cayó una tromba de agua terrible. Pero sin duda los animales que a todos nos llaman más la atención son los nórdicos. Una de las atracciones principales de Skansen es la contemplación de los osos, que en nuestra visita disfrutaban como niños de un merecido baño, pero también hay lobos, linces (vimos algunas crías de pocos meses), jabalís (cuando fuimos habían nacido hacía poco unos jabatos pero estaban escondidos), alces o renos. Muy cerca de la salida, y con un ticket adicional (100 coronas- Card), entramos en el Acuario, donde, además de peces, tiburones y rayas, se pueden ver serpientes (pude tocar una), ranas, monos y perezosos. Como peculiaridad y porque fue objeto de una anécdota en mi visita hablaré de la zona de los lémures. Para quien no sepa qué es un lémur diré que es un primate originario de Madagascar con una enorme cola y unos ojos muy redondos. Para los que todavía no se centren pero hayan visto Madagascar puedo decir que el rey Julien es un lémur de cola anillada como los que hay en Skansen. Pues bien, resulta que en el Acuario la zona de los lémures es de acceso libre (y casi me atrevería a decir que obligatorio). Nada más abrir la puerta, y con un gran desconocimiento de lo que habría dentro, vi un montón de esos animalillos sentados junto a la escalera por la que tenía que subir. No es que me den miedo, he estado en la India y he tenido que pasar junto a montones de monos que daban más respeto, pero ver todos sus ojillos pendientes de una no es plato de gusto. Y mucho menos lo es cuando te hacen posar para una foto junto a una hembra que lleva a su bebé cargado a la espalda. Pero una por la foto se pone donde haga falta (más o menos). Y allí estaba yo bien puestecilla cuando noto que algo pesado cae sobre mi espalda (concretamente encima de mi mochila). Resultó que uno de los lémures, queriendo emular al bebé y quizás pensando que yo podría ser su nueva mamá o a lo mejor para ver si llevaba comida en la mochila, me había saltado encima. Y no se fue, no; allí se quedó un buen rato, pasando de mi espalda a mi hombro. La escena, que fue objeto de las risas de los visitantes que me miraban desde fuera como si yo fuera un animal más, se prolongó unos minutos hasta que una japonesa asustada fue a avisar a la cuidadora y al verla el animalito pasó de mi cuerpo a un árbol. Así que todo el que visite el Acuario de Skansen ya sabe a qué se expone. A la salida, y para recordar el momento, me compré un pequeño llavero de peluche con forma de lémur al que he bautizado con el nombre de Skansi.
Ese museo al aire libre es un lugar que recomiendo especialmente aunque, eso sí, uno debe llevar un buen paraguas por si, como a nosotros, les sorprende la lluvia, y un buen par de zapatos para poder caminar mucho. Para regresar al centro cogimos el tranvía 7 (Card) hasta el final en Sergels Torg y una ves allí hicimos un recorrido por el centro que recomienda la guía País Aguilar. Desde la plaza es fácil llegar a la ya mencionada Plaza del mercado (Hötorget), donde están el Konserhuset del que ya hemos hablado, un mercado de flores, frutas y verduras y los almacenes PUB, en una sombrerería de los cuáles trabajó en su tiempo la mismísima Greta Garbo.
Supuestamente cerca de allí está la calle en la que asesinaron al primer ministro Olof Palme en 1986 aunque fuimos incapaces de ver la placa que lo recuerda. Lo que sí vimos, aunque por fuera, fue la iglesia Frederiks Kirka, donde está su tumba. Al pasar junto a ella se tuerce a la izquierda para llegar a la casa del escritor Strindberg y más allá un parque que esconde el observatorio más antiguo del país, de 1753. No demasiado lejos podemos encontrar diversos edificios universitarios y la Biblioteca municipal, cuyo edificio ha sido destacado por su funcionalismo arquitectónico. También en la zona centro, muy cerca de Sergels Torg, podemos ver las dos torres neoclásicas gemelas de Kungstornen (Torres del rey), conocidas como el macho y la hembra. Para finalizar el largo día dimos un corto paseo por las casitas de madera que están en las calles traseras del hotel.
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