Desayunamos temprano aunque algo menos que el día anterior porque tenemos la salida prevista a las 9 de la mañana con guía local para visitar la ciudad (visita panorámica). Nos unimos a un pequeño grupo formado por tres mexicanos, dos argentinos y dos brasileños e hicimos un recorrido de dos horas por Helsinki con Javier, un guía español afincado en el país, con varias paradas. Nos detuvimos para hacer fotos en el Estadio, frente a la estatua del deportista olímpico más famoso del país, Paavo Nurmi, atleta que consiguió 12 medallas en los años 20 del siglo pasado. Volvimos a bajar del autocar en el monumento a Sibelius, acercándonos a la costa, y una tercera vez más tarde, donde descubrimos el interior de la Iglesia de la Roca (Temppeliaukio), construida aprovechando un enorme peñasco.

Como ya habíamos visto los edificios principales decidimos ir a visitar los centros comerciales de Stockman, Kampi y el Palacio de tenis. En Kampi, a un lado de la plaza que tiene delante, nos llamó la atención una curiosa y moderna edificación con forma ovalada en madera que hay a un lado y que no es otra cosa que una capilla prácticamente carente de decoración interior. Me reservaré las opiniones para no herir sensibilidades pero debe ser que los entendidos han visto algo de lo que yo soy incapaz puesto que al parecer obtuvo el Premio Internacional de Arquitectura Chicago Athenaeum 2010. Según leí en un folleto que te proporcionan a la entrada no está pensada para hacer en ella servicios religiosos sino sólo para que los que lo necesiten entren a rezar. Quizás por eso apenas si hay dentro un pequeño crucifijo y algunas Biblias en distintos idiomas.
Para hacer una comida rápida puede resultar de utilidad saber que en el interior de Kampi hay un supermercado Lidl, mucho más barato que otros en la ciudad. Después de comer en la plaza pasamos de nuevo por la Plaza del Senado porque muy cerca, subiendo unos pasos, encontramos la Casa Sederholm, la más antigua de la ciudad, y luego fuimos ya camino al hotel deteniéndonos un buen rato antes en la visita al Museo Histórico Nacional con una colección muy interesante.
Nos recogen (el guía acompañante de Cóndor) a las 4 de la tarde en el Hall del hotel para llevarnos al punto donde se coge el barco que nos llevará a Estocolmo. Dos son las compañías que hacen ese trayecto, Silja Line y Viking Line, y nosotros vamos en ésta última. A las 16:30 de la tarde abren las puertas y nos dirigimos a la quinta planta (entramos por la sexta), ya con la llave del camarote en la mano. Se trata de pequeños camarotes interiores que disponen, sin embargo, de todo lo que vamos a necesitar en ese viaje: dos camas en litera, pequeña mesita de noche y cuarto de baño con ducha. El barco tiene una tienda libre de impuestos donde los finlandeses compran muchísima bebida en sus cortos viajes de placer a Estocolmo. De hecho, y al parecer, unos y otros usan ese medio de transporte como la manera de poder tomar alcohol mucho más económico que en sus países. No en vano además de la tienda, de la que salen con cajas enteras de bebida, hay varios bares. Dicen que lleva casino pero en realidad son diversas máquinas tragaperras distribuidas por una parte del barco en las que incluso los niños pequeños se dejan mucho dinero, a veces incluso incitados por los padres.
La cena, de tipo buffet, es a las 8, en un gran salón con enormes ventanales con vistas al Báltico (una balsita de aceite que apenas tiene oleaje y unos escasos y máximos 90 metros de profundidad). Sería imposible enumerar todo lo que teníamos a nuestra disposición. Salchichas, redondo de carne con o sin salsa, pulpo, salmón, ensaladas, queso, gazpacho, choricitos, copitas con queso y tiritas de cebolla, copitas con atún y otros ingredientes, patatas, etc. Los postres eran también muy abundantes y deliciosos y las bebidas estaban incluidas. Después de cenar dimos una vuelta por el barco y estuvimos en un pequeño concierto de un grupo que cantaba canciones muy conocidas.
