Cómo ya avisé en la etapa de las Regiones de Wanganui y Taranaki, hay una parte del viaje que contaría más tarde, y es que hubo una serie de acontecimientos que sucedieron en mi travesía hacia esta región.
Para que no haya que hacer mucha memoria, os pongo los 2 mapas



Visita única 27 Diciembre – 4 Enero
Pues bueno, tras mi auto-regalo de Navidad en Taupo, y habiendo celebrado Nochebuena en Auckland, me despedí una vez más de ésta ciudad, a la que prometí que ya no volvería hasta mi vuelta a casa.
Pasé la noche de camino una vez más en el DOC Urchin Campsite, y la mañana del 27 Diciembre iba yo conduciendo felizmente en dirección a Wellington, donde ya tenía planes con otros amigos para celebrar Año Nuevo. La noche había sido un tanto húmeda gracias a las goteras de mi coche.
Cruce la Dessert Road, donde puedes ver carteles a los laterales de la carretera, indicando que estás atravesando una zona de prácticas militares. Algunas de las señales son realmente curiosas, pero también te avisan que está prohibido detenerse.
Paré en Waiouru, tras ver un cartel

El ejército de NZ debe ser el más mortal del mundo, sólo por el nombre xDD
Bueno tras la visita rápida de rigor, y un par de fotos a los tanques y vehículos militares que tienen de exposición (y te puedes subir), continué hacia el sur.
Paré en Taihape para un tentempié y tras unos minutos me dispuse a subir el collado que la separa del siguiente pueblo, Mangaweka. Cuando estaba ya en la cima vi algo curioso en el indicador de temperatura, ¡Estaba al máximo!
Llevaba toda la mañana haciendo cosas raras, subía y volvía a bajar, pero ahora estaba fijo en el máximo.
Casi podía divisar el siguiente pueblo al final de la pendiente y decidí dejar caer el coche por el efecto de la propia gravedad, puse la calefacción al máximo y abrí las ventanillas para no achicharrarme.
Llegué a Mangaweka con el motor aún funcionando y paré en lo que parecía un restaurante con un avión estrellado. Finalmente decidí parar el motor.
Ya no volvió a arrancar.
Los propietarios del local me dejaron unas botellas de agua para rellenar el agua del radiador, que parecía que no tenía fondo. Entonces vi un agujero en el radiador por donde se escapaba el agua.
Entre algunos de los clientes y los propietarios, me ayudaron a aparcar el coche a empujones, y los más atrevidos dieron sus veredictos sobre el precio de la reparación.
No había ningún mecánico en este pequeño pueblo, así que hice auto stop hasta el siguiente, Huntersville.
Tampoco hubo suerte, elegí las peores fechas que podía haber para que se me estropeara el coche, que la mayoría cogen vacaciones desde Navidades hasta un par de días después de Año Nuevo.
Bar en Mangaweka o Mangaweka International Airport. Os invito a tomar algo aquí si pasáis. Me trataron de 10 y además descubrí que en el río cercano, por donde organizan descensos de Rafting, fue el punto donde rodaron las escenas de El Señor de los Anillos de los argonautas. Tienen fotos con el equipo de rodaje por las paredes.

Llegué a Huntersville, dónde el taller, también estaba de vacaciones. Una señora que pasaba por allí, viendo que estaba tirándome de los pelos, me invitó a cenar, me dijo que su hijo podía llevarme en coche para recoger mis pertenencias en mi coche y me indicó un punto de camping gratuito en la propia villa. Es una maravilla la gente que te encuentras por allí, aunque ojalá las circunstancias en este caso hubieran sido mejores.
Al día siguiente, el hijo de la señora, se dirigía hacia el norte y se ofreció a llevarme de vuelta a Taihape, para probar suerte con los talleres de la zona.
Tampoco hubo suerte, iba a estar todo cerrado hasta al menos el 4 de Enero. Un hombre que estaba de paso por uno de los talleres, pero que no estaba en horas de trabajo, tras explicarle lo que pasaba con mi coche, me dijo que la reparación sería bastante cara, y que puede que la única solución sería desguazarlo. Adelanté trabajo y en la biblioteca me puse a buscar empresas que se encargaran de esta tarea y cuanto daban por el coche.
Visto que no iba a conseguir nada hasta Enero, volví haciendo autostop a Mangaweka, donde me aseguraron que no había ningún problema por que dejara el coche en su terreno. Me pidieron el número de móvil por si el mecánico llegaba antes y me lo podía mirar, parece que no era el primero que se quedaba aquí tirado xD
Volví a hacer Autostop y llegué a Palmerston North.
Siento que esta etapa os va a resultar un tanto coñazo de leer, no tengo fotos para amenizar la lectura, no estaba de humor. ¡¡Lo siento!!
Palmerston North, por lo que había leído y oído, no era una ciudad que mereciera mucha atención. Pasé por el I-Site a reservar el bus a Wellington, y nada por allí parecía contradecirlo. Se trata de una ciudad universitaria, pero ni la noche es activa, ya que al tener buenas comunicaciones por tren, los estudiantes suelen volver a sus respectivos hogares.
Una vez en Wellington, me sorprendió ver que la oferta de hostels es más bien reducida, comparada con otras ciudades. Acabé la primera noche en el Downtown Backpackers, que ofrece las habitaciones más baratas y es el más cercano a la estación de autobuses y de tren. No lo recomiendo, pero si no hay otro remedio, está bien situado.
Di una vuelta por la ciudad, buscando un hostel mejor para el siguiente día, y contacté con mis amigos. Finalmente decidí trasladarme para las siguientes noches al X-Base de Wellington. Estos hostels son una cadena muy enfocada a gente joven con ganas de fiesta, pero también son bastante cómodos. La pena es que ningún hostel de Wellington, se quita ese aire de ratonera, son todos grandes edificios, como hoteles remodelados. No encontré ninguna opción que se ajustara a lo que iba siendo habitual para mí, casas, con un pequeño jardín, no sé, algo de ambiente más familiar.
Las casualidades de la vida, me hicieron encontrarme en Te Papa Museum con el francés con el que recorrí la zona de Northland, incluído Cape Reinga. La pena es que el cruzaba la madrugada siguiente el estrecho de Cook y no se quedaba para unirse a nosotros en Año Nuevo.
Cancelé el Ticket del Ferry que había comprado el día anterior a que se me averiara el coche, más dinero perdido, aunque me devolvían la mitad del importe.
Mis amigos llegaron al día siguiente. Queríamos haber hecho algo de turismo por la ciudad, pero la lluvia ayudada del viento infernal no daba muchas ganas de salir a la calle. Nos limitamos a ver por la ventana como la lluvia caía en horizontal. El día de Año Nuevo cancelaron los fuegos artificiales por la lluvia, y la noche quedo un poco empañada por el mal tiempo, pero es una buena ciudad para salir de noche. Al menos se me olvidó durante un rato el marrón del coche

Los días siguientes, dejó de llover un poco y tomamos el funicular que llevaba a los jardines botánicos de Wellington, que están en el pequeño monte que domina la ciudad. Desde aquí hay unas buenas vistas de toda la bahía y puedes pasear durante toda la tarde. El Winterhouse que tienen está muy completo.
También me llevaron en coche, a un lugar, que la verdad no tengo ni idea de donde estaba, pero era un campo de minigolf, adornado por curiosas esculturas, alguien tiene mucha rabia contenida.

Tras en día de descanso de rigor tras una noche ajetreada y el día que por fin salió decente para ver un poco de Wellington, cogí otro autobús que me dejaría en Taihape.
Por fin los talleres estaban abiertos, y ya había recibido noticias, no muy buenas, de la chica del bar de Mangaweka. El taller de la pequeña localidad no se encargaba de averías tan grandes, y tuve que contratar una grúa que me acercó el coche a un taller del mismo Taihape.
Tras oír como sonaba no quisieron ni mirarlo más a fondo, por lo que entendí, uno de los pistones se había fundido con el bloque motor.
Así que borrón y cuenta nueva, que aquí hemos venido a disfrutar
Mandé el coche a desguazar, por lo que me pagaron una miseria, y el propio señor de las grúas, me ofreció un hueco en una grúa que se dirigía a Masterton, donde podría coger un tren que me dejaba en Wellington de nuevo.
Cogí otro ticket para cruzar el estrecho de Cook a la isla Sur, y pasé una noche muy incómoda en el Downtown Backpackers. El único día que me puse enfermo en todo mi viaje, me tocó una habitación compartida con demasiada gente, y justo debajo de mi litera, un tío que cuando roncaba temblaban las paredes. Ese tío no era de este planeta.
Fue una visita agridulce, amargada por la lluvia y los problemas con el coche, pero endulzada, gracias a la gente tan amable que encuentras.
Wellington me despidió burlándose de mí, dejando entrever el sol que había estado ausente durante mi estancia.
