MIERCOLES 6 DE OCTUBRE.
Era nuestro ultimo día en Berlín y nos fuimos a visitar un campo de concentración en una localidad cercana a la capital; Sachsenhausen. Por la noche tomariamos un tren a Amsterdam.
Nos levantamos pronto, pues entre el metro, el tren y la caminata tardariamos más de una hora en llegar. Desayunamos y dejamos las mochilas en la consigna del hostel.
Para llegar al lugar hay que coger la linea S1 del S-Bhan hasta su ultima parada, Oranienburg. Nosotros la tomamos en Friedrichstrasse, aunque también para en Brandenburger Tor o Postdamer Platz. Una vez en la estación de Oranienburg tan solo hay que seguir las señales hasta el campo. Hay una buena caminata, unos 30 minutos.
La entrada es gratuita y venden unos folletos por 50 céntimos que es ideal comprarlo para moverse por el campo y entender lo que vamos viendo.
Era el segundo campo de concentración que visitaríamos en este viaje y la verdad que fue una buena idea visitarlo. Nos dijeron en Berlín que los alemanes traen aquí a sus hijos pequeños para que vean lo que pasó, de lo que es capaz el ser humano y que no puede volver a suceder. El pueblo alemán actual esta muy arrepentido de lo ocurrido y se siente avergonzado de la imagen dada, lo cual no deja de ser curioso porque los/as alemanes/as de hoy en día nada tienen que ver con aquello y ninguna culpa a de recaer sobre ellos.
Este campo es más pequeño que Auschwitz pero impresiona igual. Vimos cosas que ya habíamos visto en el campo polaco pero, al no ser tan conocido o tan famoso como el, lo vimos de otra manera. Había menos gente, menos ruido y estuvimos más tranquilos.
Os cuento un poco de la historia y del contenido del campo y luego os dejo unos enlaces.
En 1933 se creó una especie de campo de concentración en una fabrica abandonada de la localidad de Orainienburg. Fue duramente criticada por el mundo exterior, ya que la fabrica estaba en el centro del pueblo y todo el mundo veía lo que allí pasaba. En 1934 se cerró.
En verano de 1936 fue construido el campo de Sachsenhausen a las afueras y fuertemente vigilado para darle mayor “intimidad”.
Entre 1936 y 1945 hubo aquí más de 200.000 presos entre presos políticos y miembros de los colectivos que los nazis consideraban inferiores. Muchos murieron por enfermedades, trabajos forzados, malos tratos o acciones de exterminio.
En abril de 1945 los presos fueron liberados por el ejercito soviético.
En agosto de 1945, meses después de acabar la guerra, el servicio secreto soviético trasladó aquí el campo especial número 7.
El campo de concentración siguió utilizándose como tal pero con distintas tornas; ahora lo dirigían los soviéticos y los alemanes eran los presos. Nazis, perseguidos políticos y, por desgracia, gente elegida arbitrariamente (jóvenes que eran niños durante la guerra estuvieron presos aquí).
Fue desmantelado en 1950, para cuando ya pasaron unos 60.000 prisioneros de los que se calculan 12.000 muertos.
Entre los edificios o lugares más destacados quedan varios barracones, hay piedras grandes numeradas allí donde se encontraban todos los barracones. Los campos de recuento, las cocinas, la enfermería (en la que nos solo entraban enfermos), fosas de fusilamiento, los cimientos del edificio de exterminio y crematorio y fosas comunes....
En una de las esquinas del campo se encuentra el Monumento en Memoria de las Victimas del campo de concentración erigido en 1961.
https://www.stiftung-bg.de/gums/index.htm
Estuvimos en el campo unas tres horas hasta que salimos para volver a Berlín. Comimos algo que compramos en un supermercado de Oranienburg y tomamos el S-Bahn de vuelta.
Llegamos a Berlín a eso de las 17 horas y habíamos cumplido todos los objetivos. Dedicamos el resto de la tarde a disfrutar tranquilamente de los lugares con más vida de la capital hasta regresar al hostel a recoger nuestro equipaje e irnos a la estación para esperar el tren nocturno que nos llevaría a Amsterdam.
De estos días en Berlín sacamos muchas conclusiones y rompimos, in situ, muchos topicos, por ejemplo que los alemanes no hablan tan alto ni tan fuerte, es más, gritan mucho más los españoles y se les oye más que a los alemanes.
Una de las cosas que nos ha llamado la atención es que muchos van por la calle bebiendo botellas de cerveza, llama la atención el echo de que sea botellas de cristal y no latas lo que llevan por la calle.
En el aspecto económico nos llevamos una sorpresa, pues esperábamos una ciudad cara y encontramos una muy barata en términos generales.
Para acabar he de recordar que Berlín es una ciudad que se esta construyendo, es una ciudad nueva y cada poco tiempo cambia y se regenera.
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