Damaraland. El país de la roca roja ✏️ Diarios de Viajes de NamibiaEste día asistimos al cambio de paisaje más brutal. Hemos iniciado nuestro recorrido entre las brumas de Swakopmund, hemos atravesado (y sobrevivido al fin del mundo en un desierto de arena, y ahora, a pocos kilómetros de ese desierto, el paisaje...Diario: Baches y polvo⭐ Puntos: 4.9 (10 Votos) Etapas: 14 Localización: NamibiaEste día asistimos al cambio de paisaje más brutal. Hemos iniciado nuestro recorrido entre las brumas de Swakopmund, hemos atravesado (y sobrevivido al fin del mundo en un desierto de arena, y ahora, a pocos kilómetros de ese desierto, el paisaje ya ha cambiado drásticamente. Aparecen multitud de colinas de colores, y vuelve la sabana. Pero no dura mucho, porque a medida que nos acercamos a Twyfelfontein, el terreno se vuelve rojizo y cada vez más rocoso. Como está anocheciendo poco a poco, el reflejo del sol en las colinas de roca es realmente precioso. Estamos en Damaraland. Me encanta la sonoridad de este topónimo, que denominaba a zona antes de la independencia de Namibia en 1989. Era lo que se conocía como bantustán, reservas que se crearon al amparo del sistema del apartheid, para que las comunidades negras indígenas de cada zona (en este caso, los damara) pudieran desarrollarse y vivir apartados de los blancos que dominaban el territorio. Esta noche nos alojamos en el Aabadi Mountain Camp, un camping a unos doce kilómetros del sitio patrimonio de la Humanidad de Twyfelfontein. Nuestro plan es visitar los petroglifos al día siguiente, y luego poner rumbo a Etosha y a nuestros primeros animales. Para agilizar el camino al día siguiente, y también porque el anochecer es la mejor hora para la visita, queremos acercarnos hoy a la Burnt Mountain, y a los Organ Pipes. Los últimos veinte kilómetros de carretera son infumables, y tardamos mucho en recorrerlos. Cuando llegamos al desvío hacia Twyfelfontein, el GPS nos indica que nuestro camping está siguiendo la carretera por la que vamos. Si queremos ver la Burnt Mountain y los Organ Pipes, vamos a tener que hacer y deshacer el camino. Anochece muy rápidamente, como ya hemos podido comprobar en días anteriores, y aunque hemos ganado algo más de media hora de sol con respecto a Fish River Canyon, me da miedo que se nos haga de noche conduciendo. Pero aún confíamos en llegar a la Burnt Mountain cuando se esté poniendo el sol, y nos rabia no intentarlo estando tan cerca. Jodida Burnt Mountain. La carretera empeora sensiblemente a medida que nos acercamos, y nos tememos que, para cuando lleguemos a la montañita de marras, estará ya en sombras. Como así es. Pasamos por delante de los Organ Pipes con el sol prácticamente escondido, y cuando llegamos a la montañita vemos que (1) le da la sombra y (2) no se si cuando le de el sol será otra cosa, pero vista así, es una mierda pinchada en un palo. Ni más ni menos. Sin bajarnos del coche, le tiramos un par de fotos, y a otra cosa. Por cierto, que he buscado fotos de la puta montaña en Google, y no parece nada mucho más espectacular que esto. He leído también las explicaciones de cómo se formó esa masa de roca basáltica aparentemente fundida. Igual para un geólogo es fascinante…. A mí no me dice “ná de ná”. Paramos en los Organ Pipes, y como ya estamos en modo negativo, pues nada, más de lo mismo, que si vaya chufa, que si pa’qué habremos venido. Aquí aún podemos sacar alguna foto bonita mientras se pone en sol, pero estamos cansados y de mal humor, y nos queda más de media hora de camino de baches hasta llegar al camping. Estamos desandando el camino por el que hemos venido, cuando el GPS nos indica que giremos a la derecha. Nos sorprende, porque hemos dado por hecho que no nos quedaba más remedio que deshacer el camino hasta la carretera principal (doce kilómetros) y hacer los otros diez o doce que nos quedan hasta el camping. Pero decidimos fiarnos del aparato; a fin de cuentas, la carretera por la que nos manda no parece ser mucho peor que esta por la que vamos. Estamos junto a un camping. De hecho, vemos, en una campa algo alejada del camino, a un grupo de blancos jóvenes con pinta de turistas jugando a algún deporte. Pero, de repente, al tomar una curva, nos encontramos metidos en el medio de un poblado. No podría explicaros lo mal que me sentí en ese momento. No tengo miedo de esta gente, sólo me siento fuera de lugar, avergonzada de pasar por ahí con mi coche, mis gafas de sol y mi cámara de fotos en la mano, como metiendo la nariz en la miseria de esta gente. No hago más que pensar “¿Qué hacemos nosotros aquí?”, segura de que piensan lo mismo todas las mujeres y niños descalzos y semivestidos que nos cruzamos. Chozas miserables, basura por todas partes, coches viejos y desguazados. De hecho, voy tan acojonada que ni siquiera capto el horrible hedor del baño comunitario, que sigue en nuestro coche bastante después de haber dejado el poblado atrás. No tenemos ni idea de hacia dónde nos está mandando el GPS. No le hemos indicado ninguna dirección, sólo el nombre del hotel. No sería la primera vez que, haciendo eso, un GPS nos mandaba a un sitio que nada tenía que ver con el íbamos. ¿Y si estamos avanzando hacia un sitio que no tiene nada que ver con el sitio hacia el que tendríamos que estar avanzando? El camino se va haciendo cada vez peor, y vemos asomar arena y baches en los que no hubiera sido extraño encallar. Además, se está haciendo de noche, así que ni pensar en dar la vuelta….. Bufffff. Creo que tuve en tensión cada músculo de mi cuerpo hasta que reaparecimos en la carretera principal, e inmediatamente vimos el letero que indicaba el desvío al camping. Para terminar de redondear el final del día (con lo bien que había empezado……) este es el peor de todos los cámpings en los que estuvimos. El único en el que no hay agua caliente ni ningún tipo de luz. Fue de los últimos que reservé, y no presté mucha atención; lo cierto es que en la web pone claramente que no hay agua caliente en el camping, pero con la emoción de los preparativos ¿quién se iba a fijar en eso? En aquél momento, y después de un final de día algo accidentado, ese detalle pasado por alto me pone de bastante mal humor. Yo casi asumía (erróneamente) que en Moremi no habría agua caliente en los campings, pero aquí ofrecen alojamiento en las típicas tiendas de safari al módico precio de 670 N$ persona / noche, y también sin agua caliente, como he podido leer después. Llamadme sibarita, pero esto me parece usar la excusa de lo rústico para ser cutre. Para que os hagáis una idea….. Evidentemente, yo “ahí” no me duché. Y aún no sé como hice otras cosas….. No es de extrañar que estuviera prácticamente vacío. Eso sí, debo decir que la cena es la más “diferente” de todas las que hemos tomado, la más “africana”. Fieles a nuestra costumbre, no tenemos ninguna intención de cocinar, y este es el primer sitio en el que nos ofrecen un menú cerrado, con un primero fijo, y dos segundos a elegir. De ahora en adelante, prácticamente todos nos ofrecerán este tipo de cena. En este caso, fue una crema de verduras (no podría decir de qué), y dos guisos tradicionales de la zona, uno de cordero con ciruelas pasas, y otro de pollo con plátano. A mí no me gusta el plátano, pero el de cordero estaba delicioso. Acompañado, como ya empezábamos a acostumbrarnos, con ensalada de queso feta y arroz blanco. Este ha sido el sitio más aislado en el que hemos estado. Más incluso que los campings en Moremi, porque aquí prácticamente no había gente. No resultaba difícil imaginar que podíamos toparnos con un animal salvaje en el corto camino del coche al baño…. Rodeados de más silencio y oscuridad de los que probablemente hemos visto en nuestra vida, y bajo el manto increíble de las estrellas, dormimos estupendamente, y afrontamos con algo de optimismo el primer día que nos llevará a ver animales. Rumbo a Etosha. Pero para ello, primero tenemos que volver a hacer el mismo camino de ayer, para llegar hasta los petroglifos de Twyfelfontein. La zona de Twyfelfontein fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 2007. En la zona existen más de 2000 figuras de arte rupestre, tanto pinturas como grabados, que datan de entre 6000 y 2000 años de antigüedad, en la época en la que esta zona estuvo habitada, primero por cazadores y recolectores de la Edad de Piedra, y luego por KhoiKhois, una etnia emparentada con los San. La zona permaneció inhabitada durante siglos, y las pinturas no fueron descubiertas hasta 1921. Se estudiaron a fondo después de la Segunda Guerra Mundial, coincidiendo con la llegada de granjeros Boers a la zona. De esta época viene el nombre Twyfefontein (que en afrikaans significa “manantial incierto”), pues fue el nombre que le dio a su granja el granjero que se estableció aquí. El nombre tradicional de la zona es ǀUi-ǁAis (imposible de pronunciar por mí), que significa “salto de agua”. La zona se visita con guía, que te lleva a través de los caminos abiertos entre las rocas en una ruta que dura aproximadamente cuarenta y cinco minutos y que te muestra los grabados más emblemáticos. La visita está muy bien, no sólo por los grabados en sí, sino también por el paisaje, que es muy bonito, y por los guías. A nosotros nos toca uno muy majo, que nos da conversación todo el tiempo: que si de fútbol, que si de comida, que si de mujeres….. Con buen sabor de boca, abandonamos Twyfelfontein rumbo a Etosha, pero aún nos espera una faena más antes de abandonar Damaraland. En teoría, hoy vamos a visitar el bosque petrificado, que queda en la ruta que nos lleva a Khorixas, y luego ya a Etosha. Pero al decirle al GPS que nos lleve a Khorixas, en vez de mandarnos diez kilómetros hacia atrás para coger la carretera principal que nos llevará junto al bosque, nos hace seguir hacia delante por la carretera secundaria en la que estamos. Nos empezamos a dar cuenta de que algo va mal, cuando, después de más de una hora por un camino de cabras, no hemos encontrado ni una sola señal. Sólo entonces se nos ocurre mirar el mapa y vemos que, efectivamente, estamos en un desvío de la carretera principal, que desemboca en ella, pero dejando ya muy atrás el bosque petrificado. Llegamos a la carretera principal, con los nervios de punta tras más de tres horas de baches a quince por hora. Es casi mediodía, y ya no es recomendable desandar el camino para visitar el bosque petrificado. No nos queda más remedio que tirar para adelante, y desear que, igual que la Burnt Mountain, el bosque no tenga mucho que ver. Índice del Diario: Baches y polvo
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