Aunque el día amaneció muy nublado, por fortuna, había dejado de llover. Emprendimos viaje hacia tierras noruegas, pero antes visitamos el Parque Nacional de Abisko, todavía en Suecia. El camino se vuelve un poco menos bucólico, pero más salvaje y entretenido, lo cual era de agradecer: el bosque se va apartando poco a poco de la carretera permitiendo divisar el agua y altos picos coronados por la nieve.
En el Parque hicimos una caminata muy agradable por bonitos senderos. Salió el sol y disfrutamos con un bello paisaje. La corriente del río forma pozas y cascadas y un cañón espectacular que desemboca en el lago Torneträsk.
Al fondo un paisaje de cumbres nevadas le pone un hermoso contrapunto.
Seguimos nuestra ruta y nos paramos a contemplar un curioso accidente geográfico, que se llama cotidianamente “Puerta de Laponia”, como un paso entre las montañas:
Conforme nos aproximábamos a Noruega, el cielo se fue despejando, permitiéndonos disfrutar de paisajes realmente soberbios.
Esta es la vista que ofrece la frontera de Suecia con Noruega, un descenso continuo por la montaña hasta el fiordo y el mar:
Empezamos a bajar hacia el nivel del mar por una carretera panorámica (E10) con paisajes espectaculares de las montañas de Ofoten y llegamos a la ciudad de NARVIK, ya en la costa noruega.
Narvik no estaba incluido en el viaje, pero como pillaba de paso el guía nos ofreció ir a almorzar allí en vez de en un buffet de carretera y, por supuesto, aceptamos.Tradicionalmente ha sido un puerto próspero gracias al comercio del hierro procedente de Kiruna, que desde 1902 se benefició de una línea de ferrocarril, llamada Ofotbanen, la cual atraviesa las montañas que se elevan sobre el fiordo de Rombask. La ciudad fue destruida casi completamente por los bombardeos alemanes de 1940 durante la II Guerra Mundial, pero ha ido recuperando su antiguo auge comercial. Aunque la ciudad en sí no me pareció bonita, si lo es el marco imponente que ofrece su fiordo y el glaciar.
Comimos bien a un precio razonable (para ser Noruega) en un autoservicio junto al puerto y luego fuimos a pasear y aprovechamos para ver el Museo de la Guerra, pequeño pero interesante, donde se exhibe material y recuerdos de las campañas militares que tuvieron lugar aquí en la II Guerra Mundial.
Fiordo de Narvik:
Seguimos camino hacia las islas Vesteralen atravesando hermosos paisajes como éste:
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Al fin llegamos al puente Tjeldsundbna, que une el continente con Hinnoya, la isla más grande y poblada de Noruega. Esta es la vista que presenta desde la zona continental:
Este puente tiene un kilómetro de longitud y sus torres se elevan más de 70 metros sobre el nivel del mar. Ya en Hinnoya, hay un mirador con unas vistas excelentes, aunque unas torres eléctricas le quitan algo de encanto al panorama.
Cruzamos de oeste a este la isla de Hinn y nos dirigimos a la isla Lang, ya en el archipiélado de las Vesteralen. Altos picos y suaves colinas aparecen y desaparecen entre nubes:
De pronto, como surgidos de ninguna parte, divisamos los altos y escarpados picos de las Islas Lofoten, en contraste con las verdes y más suaves colinas de la zona continental. La primera vez que los ves, aunque sea entre brumas, impactan sin remedio. Tenía tantas ganas de ver estas islas... ¡qué emoción!
En esta foto se ve muy claramente la diferencia entre las Vesteralen y las Lofoten: el terreno verde y ondulado frente a los afilados picos de puntas blancas:
En la isla de Hadsel, llegamos a la pequeña ciudad de Stokmarknes, que, sin embargo, es una de las poblaciones más importantes de las Vesteralen, donde nos alojamos esa noche en un hotel llamado Hurtigruten Hus, servicios básicos y cena justita, pero para una noche no era necesario más.
Vista de Stokmarknes:
Puerto de Stokmarknes con los impresionantes picos de las Lofoten al fondo:
Puerto de Stokmarknes con los impresionantes picos de las Lofoten al fondo:
Puente de Hadsel, que une las islas de Lang y Hadsel, al fondo el puerto y las Islas Lofoten:
La luz del atardecer y los picos de las Lofoten que acechan entre sus arcos le da un atractivo muy especial a este puente:
Después de cenar en el hotel, salimos a conocer el pueblo. Dimos un paseo muy largo gracias a que los días te cunden 24 horas, jajaja. Naturalmente, había poquísimo ambiente, apenas unos cuantos turistas despistados, que intentaban en vano tomarse una cerveza en algún bar abierto, cosa sumamente difícil después de las 22:00. Pero apetecía caminar y como era de día, no había manera de que entrara el sueño. Estuvimos viendo la frustrada puesta de sol, pues el sol no se pone, jeje, pero sí nos ofreció estos hermosos panoramas.
Sobre las doce de la “no” noche nos fuimos a dormir. Tuve que ajustar las cortinas a las ventanas apoyando las maletas porque el sol entraba de lleno en nuestra habitación toda la madrugada.