Kauai: Hanalei ✏️ Diarios de Viajes de USAEl día 6 de mayo nos subimos a un avión en Kona rumbo a la isla de Kauai, en la que teníamos depositadas muchas expectativas. Partíamos de la isla situada más al sur en el archipiélago rumbo a la isla más al norte, lo cual nos permitió disfrutar...Diario: Hawaii: 3 islas en dos semanas⭐ Puntos: 5 (35 Votos) Etapas: 6 Localización: USAEl día 6 de mayo nos subimos a un avión en Kona rumbo a la isla de Kauai, en la que teníamos depositadas muchas expectativas. Partíamos de la isla situada más al sur en el archipiélago rumbo a la isla más al norte, lo cual nos permitió disfrutar de vistas desde el avión como esta, que en concreto es la zona de Waianae en Oahu. Al tomar tierra nos dirigimos a la oficina de Dollar, a la que había que llegar en shuttle. En cuanto nos "posaron" en la oficina pudimos constatar cuál era el que debería nombrarse "animal de la isla": ¡la gallina! Estaba todo lleno de gallinas "salvajes" por todas partes. La verdad es que muy exótico no resultaba: a mí me hacía pensar más en las aldeas de Asturias (madreñas, hórreos, etc.) que en exóticas islas del Pacífico, pero bueno, así son las cosas. La cola en la oficina de Dollar fue de una hora (aviso a navegantes). Cuando me tocó el turno aguanté todo el rollo, pero de repente una palabra hizo que se me encendieran todos los sentidos: "upgrade". Pues sí, resulta que se les habían acabado los coches de la categoría que habíamos reservado (la más sencilla) y nos tocaba algo mejor: un Jeep Liberty 4x4 con el que, en palabras del paisano que me atendió (y que era uno de los que de estrés no se iba a morir, desde luego), nos lo pasaríamos bien: "You'll have more fun with this". La verdad es que, como se verá más adelante, le sacamos partido y probablemente nos evitó otra nueva situación de estrés angustioso al estilo de la del Mauna Kea. Eran algo así como las cuatro y pico o cinco de la tarde y decidimos que igual nos daba tiempo a ver las Wailua Falls y las Opaekaa Falls, sobre todo teniendo en cuenta que realmente no teníamos nada específico planeado para el día. Ambas cascadas están cerca del aeropuerto, así que nos pusimos en marcha y enseguida vimos que esta isla tiene algo especial. En el camino a las Wailua Falls, esta era la vista: Para ver las Wailua Falls, el ángulo la verdad que no es el mejor: La verdad es que estas cascadas nos nos impresionaron tanto como las que habíamos visto en Big Island, aunque sí que es cierto que el entorno de la isla nos transmitía ya desde el principio algo especial. Cerca de las Opaekaa Falls se puede ver esta vista del Wailua River: Y a lo pijo, el día se nos iba esfumando... Habíamos hecho algo de snorkeling, con la esperanza puesta en ver delfines que no se dejaron ver, en Honaunau Bay por la mañana en Big Island, y al final con todo el trasiego del viaje lo que nos había dado tiempo a ver en Kauai de momento eran las Wailua Falls y las Opaekaa Falls. Pero éramos conscientes de que nos quedaba algo así como una hora hasta nuestro alojamiento en Hanalei y se nos iba a hacer de noche seguro, puesto que ya eran más o menos las seis de la tarde. Así que emprendimos la marcha con la idea de tirar sin parar hasta Hanalei. La verdad es que lo de "no parar" era difícil, ya que en semejante escenario y además con la maravillosa luz que estaba impregnándolo todo, lo que se nos aparecía ante los ojos a cada curva de la carretera parecía un regalo para la vista. Por ejemplo (parada en un lugar cualquiera de la Kuhio Highway ante la alucinante de puesta de sol que estaba aconteciendo): A la altura de Princeville vimos el par de miradores que hay sobre la zona de Hanalei y empezamos a darnos cuenta de que estábamos llegando a un área privilegiada: Finalmente llegamos a Hanalei justo cuando se hizo de noche y el hambre empezaba a causar estragos. Paramos donde vimos ambiente (primero en el Dolphin, pero estaba lleno y nos lo guardamos hasta otra ocasión, que llegaría, claro que sí) y acabamos tomando algo y cenando en el Kalypso, un sitio bastante agradable al borde de la carretera. Hasta el momento, las sensaciones sobre la zona donde haríamos base las siguientes 3 noches no podían ser mejores: las vistas eran preciosas, había diversidad de sitios para tomar algo, comprar, cenar,... y además había ambiente. Ni mucho ni poco: el justo. Después de cenar tuvimos el inevitable "momento aventura": teníamos que encontrar la casa donde nos alojábamos, cuya localización exacta, para variar, no teníamos muy clara, aunque tampoco es que por esa zona haya tantas calles como para perderse Por suerte habíamos cargado previamente en un sitio con wifi el mapa de la isla en el iPad y así podríamos orientarnos (el GPS siempre te localiza, pero otra cosa es que tengas el mapa cargado). Este invento terminó siendo bastante socorrido de aquí en adelante para nosotros, y nos fue muy útil en varias ocasiones. Así que condujimos bajo la cerradísima noche por la estrecha y no iluminada carretera de Hanalei, atravesando sus puentes con cabida para un único vehículo, y cuando nos parecía que aquello no podía conducir a ningún lugar civilizado, llegamos a la casa donde pasaríamos las siguientes tres noches, la cual estaba dividida en dos en la parte de arriba, con la parte de abajo para nosotros Desde luego no hay nada peor que llegar, o intentar llegar, de noche y cansados a un sitio que no conoces. La casa estaba en segunda línea de playa, pasada Wainiha Bay, exactamente en Kepuhi Beach, que no es una playa al uso sino más bien un arenal, y se llamaba Taari Beach House. La playa contigua es Tunnels Beach, a la que sin problema también se podía ir andando desde la casa. Era demasiado tarde como para ver nada y teníamos demasiado tute encima, así que nos fuimos directos a la cama pensando en el largo día que se nos avecinaba en breve: ruta hasta las Hanakapi'ai Falls. El día siguiente lo empezamos ya cometiendo errores Para empezar, no madrugamos mucho, luego nos entretuvimos demasiado con el desayuno, y finalmente nos dimos cuenta de que el día anterior se nos había olvidado comprar agua, por lo que tuvimos que retroceder toda la revirada carretera hasta la zona de restaurantes y tiendas de Hanalei. Todo esto contribuyó a que fueran las diez de la mañana cuando llegamos a Ke'e Beach, donde obviamente ya no quedaba sitio para aparcar, por lo que tuvimos que retroceder y buscar el único hueco practicable que quedaba en el aparcamiento del Haena State Park. Primer punto positivo para el Jeep dado que otro coche cualquiera no sé si habríamos podido dejarlo donde lo dejamos (bueno, dejarlo, sí, pero salir luego, eso sería otra cosa). Finalmente comenzamos el trekking. Cartel al canto: La verdad es que lo de fotografiar el cartel está bien, pero lo que habría estado mejor sería ¡LEÉRSELO! Dado que en esta ocasión no nos molestamos en leerlo con detalle (total, llevábamos la Lonely Planet y pensábamos que con eso íbamos más que servidos) y, de haberlo hecho, probablemente no habría cambiado nada de lo que aconteció después, pero al menos habríamos estado mentalizados desde el principio. El inicio del trekking es a lo bestia: subida bastante empinada durante unos 15 minutos por un sendero lleno de piedras y rocas. Aquí volvimos a tener problemas ya con las "suelas desplegables"... empezaba a quedar claro que esas botas no volvían a casa (o, al menos, volverían por partes). Tuvimos que pararnos un rato a aplicar remiendos caseros. Tampoco es que se pudiera ir muy rápido, de todas maneras, con aquella pendiente, la estrechez del camino, lo irregular del suelo pero, sobre todo, el tráfico humano: virgen santa, ¡aquello parecía la Gran Vía en rebajas! De vez en cuando veías cosas surrealistas, como por ejemplo una chica que nos cruzamos y que iba exclusivamente en biquini y con una máscara y un tubo de snorkeling en la mano. Es decir, completamente descalza y sin mochila, bolsa, toalla, agua,... Y claro, si viene con equipo de snorkeling... ¿sería que venía de la playa, Hanikapi'ai Beach? Pero... ¡si en esa playa no se puede nadar! Y aunque se pudiera, esa no era la cuestión, sino más bien que ¡estaba a dos millas! ¿Esto significaba que había caminado dos millas en esas condiciones? ¿Ida y vuelta? Ni idea, es un misterio sin resolver. Lo bueno del inicio tan duro es que enseguida se disfrutan de impresionantes vistas de la Ke'e Beach, como esta: El color del mar era sencillamente precioso: Continuamos avanzando y ante nosotros empezó a asomarse poco a poco la impresionante costa de Na Pali: Era difícil no pararse una y otra vez a admirar esto: Finalmente, después de casi dos horas de caminata y cuando empezábamos a pensar que a lo mejor la playa no existía y todo era una gran broma, el camino empezó a bajar y pudimos divisar Hanikapi'ai Beach. Finalmente llegamos abajo y nos encontramos con la sorpresa de que había que cruzar el río (sorpresa porque no habíamos leído el cartel con detenimiento ). En este momento aún fuimos tan inocentes que lo cruzamos por las piedras y todo. Más adelante, ya se nos quitaría la tontería... Estábamos ya bastante cansados después de las dos horas de caminata, sobre todo porque el sol pegaba muchísimo, y paramos en la playa a comer los bocatas. Mientras tanto, abrí de nuevo la Lonely Planet para decidir si seguir hasta la cascada o no. Ahí fue cuando empecé a darme cuenta de que hacer la ida y vuelta a la cascada, todo el recorrido completo, ¡nos llevaría unas 8 horas! Ya que hasta la cascada había casi dos millas más... es decir, 8 millas en total. La verdad es que en ese momento resultó un poco desmoralizante confirmar que solo llevábamos un 25% del recorrido hecho (a pesar de que, sí, lo ponía bien clarito en el cartel). Creo que mi confusión, o, más que confusión, mi "infravaloración" del segundo tramo (de la playa a la cascada) procede del tratamiento que se le da en la Lonely Planet: lo describe como un "paseo placentero". Repito, textualmente dice: "The 4-mile roundtrip hike is relatively flat and pleasant going through the densely forested valley and crossing the stream at several swimming holes". Pero ¿qué se había fumado el que escribió esto? Por lo tanto yo debía pensar que era más fácil y no sé por qué mi cerebro asimiló que entonces además debía ser más corto. Pero no. Eran dos millas más (aunque, al menos, "placenteras", según la Lonely Planet). Y luego había que deshacer todo el camino hecho... y eran ya las doce y media... En este momento teníamos que tomar la decisión, y la decisión fue ir. Así que sin más dilación nos levantamos y nos pusimos en marcha. Total, parecía más fácil que lo que habíamos hecho (aunque si hubiera leído el cartel de marras, habría visto que a esta parte no se la describe como "fácil" precisamente). Para rematar la faena, como teníamos tanta incertidumbre sobre lo que se tardaba en llegar a la cascada, preguntamos a los primeros que nos encontramos. Y estas fueron sus respuestas: ÉL: "Media hora, más o menos". ELLA: "¿Qué dices? ¡Media hora no! Más bien cuarenta y cinco minutos". Así que, bueno, en el peor de los casos, si eran cuarenta y cinco minutos, ¡ni tan mal! Así que seguimos adelante. Tras caminar un buen trecho, ahora ya resguardados por la sombra del follaje mientras nos internábamos en el valle, el camino empezó a ponerse más difícil. Bajamos por una pared de rocas y llegamos al río. Ahí vimos a un hombre que acababa justo de cruzarlo hacia nosotros, en el sentido de vuelta. Como ya llevábamos casi una hora andando, y pensando que ya no debía faltar mucho, le preguntamos al tipo cuánto faltaba hasta las cascadas. Respuesta: "At least fifty minutes. And you'll have three or four crossings more". En un intento desesperado de rechazar la realidad, le pregunté, totalmente esperanzado: "¿Fifteen?". Y me dijo él: "No. FIFTY!" La verdad es que hay mucha diferencia entre saber desde el principio que se tardan dos horas (o más bien una hora y cuarenta y cinco minutos, realmente) desde la playa, y saber que se tardan dos horas cuando ya llevas una hora y te habían dicho que se tardaba menos de una hora Pero como ya no podíamos ir a partirle la cara al elemento que nos dijo lo de los cuarenta y cinco minutos (espera, espera, que es que ¡además el menda decía que media hora!, que había sido la novia la que lo corrigió), lo único que nos quedaba por decidir era si seguir o no. Y claro, una vez llegados a este punto, decidimos seguir. Lo malo era eso: ahí ya me di cuenta de que no daríamos la vuelta nunca, ni aunque una hora después nos dijeran que aún faltaba oootra más, dado que cuanto más has hecho, más rabia te da parar y dar media vuelta sin llegar a tu destino. Para terminar de poner la cosa divertida, el camino fue poniéndose progresivamente más complicado, convirtiéndose en una especie de gymkana en la que había que subir, bajar, escalar, descolgarse, agacharse, saltar, pisar barro, hacer el Spiderman, vadear, agarrarse,... y, como nos dijo el paisano, cruzar el río. Y no dos veces como dice el cartelito, no: en total unas cinco o seis. Fue en uno de esos cruces del río cuando me quedé mirando a la piedra a la que me tocaba saltar y de repente la vi muy lejos, muy pequeña y muy resbaladiza. Y yo, con la mochila con la cámara, los objetivos, el trípode, mi tobillo izquierdo con cinco esguinces... en ese momento tomé la decisión de dejarme de mariconadas y dedicarme a cruzar el río como Dios manda: metiéndome dentro y caminando, y a tomar por culo Creo que fue la mejor decisión del día. Sobre todo porque luego no se estaba mal con los calcetines y las botas mojadas, no se te enfriaban los pies, así que no había peligro de coger el resfriado del siglo. Los últimos diez minutos del recorrido eran ya el más difícil todavía. Las rocas por las que había que ir (ya casi no había ni camino) estaban cubiertas de unas micro-algas que resbalaban como una pista de patinaje, y si al menos fuera llano, aún, pero tocaba subir, bajar,... y además cada vez era todo más estrecho. (Bueno, quizá estoy exagerando todo un poquito, pero hay que darle dramatismo, ¿no? ) Cuando estábamos ya solo a unos cien metros de la cascada nos encontramos a unos simpatiquísimos caballitos del diablo hawaiianos. Mirad qué majos eran: Nunca había visto uno rojo entero. Estos sí que eran exóticos. Resulta que en Hawaii hay 34 especies de odonatos (libélulas y caballitos del diablo), de las cuales 23 son endémicas, es decir, solo las hay allí. Lo que significa que este retrato tiene bastante valor Bueno, y si habéis leído hasta aquí, supongo que querréis ver lo mismo que nosotros queríamos... ¡la puñ#$%&/=@ cascada! Aquí está: Debido a lo tarde que llegamos, tampoco la pudimos disfrutar mucho, pues no queríamos arriesgarnos a que se nos hiciera de noche por el camino. Nos quedamos una media hora, lo justo para comer los bocatas y hacer un par de fotos, y emprendimos el viaje de vuelta. La verdad es que hay que echarle moral, cuando sabes que te quedan cuatro horas por delante y ya no tienes el aliciente de ver lo que has ido a ver. Pero, ¿sabéis lo que pasó? ¡La vuelta se nos hizo más corta! (Hasta la playa. De la Hanikapi'ai Beach a Ke'e Beach la verdad es que sí que se nos hizo largo, y es que el cansancio hacía mucha mella ya.) Lo más reseñable de la vuelta fue que tuvimos un par de momentos de pánico al perdernos del camino. A veces no estaba muy claro por dónde seguir (sobre todo después de cada vez que se cruzaba el río) y un par de veces nos despistamos, pero por suerte nos encontramos rápido, sin necesidad de ir atrás en ningún momento (digamos que habíamos tomado "rutas alternativas"). Una de las cosas que aprendimos en el camino de vuelta es que no conviene agarrarse nunca a las ramas de los árboles para ayudarse (por ejemplo a pasar el río por las piedras). Las ramas pueden doblarse (o incluso partirse), ¿y cómo acabas? Con el culo en el agua. Esto se puede leer varias veces, pero dudo que el aprendizaje sea tan efectivo como experimentarlo en las propias carnes. Por cierto, seguimos viendo cosas surrealistas, del estilo de señoras de sesenta años en sandalias haciendo aquel trekking (¡pero si nosotros no podíamos con nuestra alma y eso que íbamos bien equipados) o, por ejemplo, este gato. ¿Qué pintaba un gato ahí? Ni idea, pero ahí estaba, parado en un punto del camino donde lo vimos tanto a la ida como a la vuelta: En fin... Hasta la playa fuimos bastante rápidos, enfocados, sin hablar casi, y debimos hacerlo en algo menos de dos horas. Y en Hanikapi'a Beach ya ni paramos, puesto que eran las cuatro y pico, y seguimos directos hacia el inicio del trail. Durante este tramo final, de nuevo no pudimos evitar echar la vista atrás bastantes veces para ver esto (aquí se puede intuir la Hanikapi'ai Beach): Finalmente llegamos sobre las seis a Ke'e Beach, cansados, mojados, quemados, sedientos y hambrientos... es decir, jodidos... ¡pero contentos! La verdad es que, aunque sabíamos que era el trekking por excelencia del viaje, no nos habíamos informado con toda la precisión del mundo y la cosa se complicó un poco más de lo que creíamos, pero ahora mirando atrás no podemos evitar recordar ese día como uno de los "highlights" del viaje. Nos dio tiempo aún a darnos un baño reparador en Ke'e Beach y luego fuimos a casa a darnos la ducha de rigor y salir a tomar las Fire Rock heladas más merecidas de todo el viaje. Ese día cenamos en uno de los restaurantes de la zona de bares y tiendas, el Bouchons, donde comí el mejor sashimi de mi vida. Y de ahí... al catre pensando en el día siguiente, en el que haríamos un vuelo escénico rodeando la isla en avioneta. A la mañana siguiente nos levantamos con un buen tiempo espectacular. Al aterrizar en Lihue habíamos cogido varias revistas para mirar anuncios y terminamos llamando a Air Ventures y contratando con ellos el combo de vuelo escénico + costa de Na Pali en catamarán. Hoy tocaba la avioneta y para eso teníamos que estar a las 11:00 en el aeropuerto, así que teníamos tiempo para disfrutar de la preciosa zona de Hanalei. Por lo que cogimos el coche y fuimos haciendo algunas paradas, como por ejemplo aquí: Nos llamó la atención lo limpio y cuidado que estaba todo. La verdad es que en Hanalei, mires para donde mires, siempre ves algo espectacular: No pudimos evitar volver a parar en los dos miradores: Nuestra idea era visitar el Kilahuea Lighthouse, pero llegamos sobre las nueve y media y no abrían hasta las diez, así que nos conformamos con verlo de lejos: Continuamos el camino hacia Lihue, haciendo alguna parada esporádica: Finalmente llegamos al aeropuerto a las once menos diez y esperamos hasta que se reunió todo el grupo. En total íbamos seis personas más el piloto. Con unos auriculares podíamos ir escuchando las descripciones y explicaciones que el piloto nos iba dando de todo lo que veíamos. Que empiece el festival. Zona de Po'ipu, donde estableceríamos nuestra segunda base en la isla. De izquierda a derecha están Kiahuna Beach y luego Poipu Beach, dividida en dos. Se puede ver claramente el Brennecke's, que se convertiría en nuestro bareto favorito en esa futura etapa: Acercándonos a la zona de Waimea: Waimea Canyon: Y esa maravilla de la naturaleza única en el mundo... la costa de Na Pali: La zona de Hanalei. Aquí podemos ver de derecha a izquierda primero Haena Beach (la más cercana en la foto), luego Tunnels Beach (más pequeñita, metida un poco hacia dentro), Kepuhi Beach (donde estaba nuestra casa, se ve hasta la calle), Wainiha Bay (ahí hay una playa pero no se ve en la foto), Lumahai Beach y ya al fondo se ve toda la bahía del propio Hanalei: Aquí lo que vemos es en primer término Wainiha Beach y, detrás, Kepuhi Beach, Tunnels Beach (que casi no se ve) y, al final, Haena Beach: La bahía de Hanalei y Princeville. Aquí se pueden ver Pali Ke Kua Beach y Pu'u Poa Baeach: Después de una hora exacta de vuelo rodeando todo el perímetro de la isla, aterrizamos y emprendimos el rumbo de vuelta a Hanalei buscando algún sitio para comer por el camino. Aprovechamos para hacer una parada mínima en esta playa, Kealia Beach: Y finalmente llegamos a Hanalei sin haber visto por el camino ningún sitio en el que nos apeteciera parar a comer, así que decidimos parar en el Dolphin, que lo habíamos visto el primer día por la noche pero no pudimos parar porque no había sitio ni para aparcar. Ahora no había mucha gente y pudimos sentarnos en la terraza, y la verdad es que el sitio da todo el buen rollo del mundo, con aquellas vistas al río... Este simpático bichillo nos dio la bienvenida en el parking: Y esto era lo que veíamos desde la mesa en la que comimos: Había muchos pajaritos rondando las mesas de la terraza, supongo que por si caía algo: Terminamos la comida con un brownie salvaje que era una bomba calórica inenarrable, por lo que lo único que se nos ocurrió hacer a continuación fue ir a la playa enfrente de la casa. No es una playa apta para nadar o hacer snorkeling, pero para nuestro propósito, que era básicamente amorfar , sirvió perfectamente. Al despertarme de la siesta fui a hacerle unas fotos a la casa, de recuerdo. Esta era la parte de delante: Y esta la de detrás: (Nosotros estábamos en el estudio de la planta baja, como la plebe.) Al poco rato llegó el momento de la puesta de sol y me fui a hacer fotos al final de Kepuhi Beach, mirando hacia Tunnels Beach. Primero el making-of : Y ahora los resultados... soy incapaz de elegir una de las dos: cada una tiene su gracia. ¿Cuál preferís? Y de aquí nos fuimos a la zona de restaurantes, no sin antes parar a hacerle una foto a la Wai`oli Hui`ia Church (vaya con el nombrecito): Para cenar y despedirnos a lo grande del lugar elegimos el sitio pijo de moda de Hanalei, el Bar Acuda Tapas & Wine (que se publicita ostensiblemente como restaurante de tapas españolas). No estaba mal, pero para nuestra desgracia el vino tenía un precio no tan prohibitivo como en el resto de lugares, sino aún peor, por lo que hubo que tomar las tapas con cerveza. Esto del vino fuera de España ya lo dejo por imposible... Con esto finaliza el octavo día de nuestro periplo. Los planes para el día siguiente pasaban por hacer el traslado del norte de la isla al sur, a Poipu, donde estableceríamos nuestra base durante las siguientes tres noches para desde allí visitar la zona del Waimea Canyon y salir en el catamarán a ver la costa de Na Pali. Y esto, obviamente, constituye la Etapa 4 del viaje, que estará lista en breve Índice del Diario: Hawaii: 3 islas en dos semanas
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