Día 6 (Jueves 05/07)
Nos levantamos a las 5.30h, duchita, y a las 6.30h estamos en la estación de Hualampong. Destino: Ayutthaya, la antigua capital del reino Thai. Cogemos el primero que pasa, que resulta ser un tren de tercera, con todo de gente de allí (no hay ni un turista más en nuestro vagón). Nos ponemos en marcha, y casi dos horas después llegamos. Durante el viaje pasan varios vendedores ambulantes (dentro del vagón), entre ellos una viejecita (muy vieja) que nos da un poco de lástima y a la que acabamos comprando una bolsita de unos frutos secos que no están muy bueno.
Al llegar a Ayutthaya, dentro mismo de la estación de tren hay un servicio de consigna vigilado, por lo que dejamos las mochilas, salimos de la estación, cruzamos el río en un ferry (más bien casi patera), y nos dirigimos caminando al complejo de templos del centro de la ciudad. Impresionante.

Buda sedente

Imagen curiosa de templo desde la puerta de otro derruído

Otro majestuoso templo
Primero visitamos el Wat Mathat Hat, que contiene una famosa escultura de una cabeza de buda entre el tronco de dos árboles. De hecho, cuando nos íbamos a hacer la foto allí, a mi mujer y a mí nos hacen ponernos en cuclillas para salir por debajo del buda (parece ser que es una falta de respeto quedarse de pie delante de él).

Típica y famosa cabeza de piedra de buda en el árbol
Luego vamos a otro complejo de templos, el Wat Sa Si (no estoy seguro de este nombre), que también son espectaculares. Todo transmite una calma y una paz tremendos.

Calma tremenda que emana de estas fotos

Escultura de Buda que parece una sevillana

Cuando hemos visto estos templos del centro, cogemos un tuk-tuk que nos lleva a ver dos zonas de templos de las afueras: el palacio Viharn Phra Mongkol Bophit (o gran Palacio de Ayutthaya), y el Wat Chiwattanram (no estoy muy seguro de si es ese). En el primer templo, repleto de niños muy monos de varias escuelas, tenemos el primer contacto con el budismo. Estamos paseando mi mujer y yo tranquilamente, cuando un monje super-viejo nos llama la atención para ofrecernos unas cuerdecitas naranjas, y nos indica mediante gestos que nos atemos uno al otro a modo de pulsera. Marta nos comentó luego que cree que tenemos bastante empatía, ya que es verdad que los tailandeses interactúan bastante con nosotros dos.

Budas para todos
Cuando llegamos al segundo recinto, resulta que está cerrado, pero se puede ver desde afuera y es muy bonito también.

Recinto de templos

Otra vista de este impresionante recinto
El tuk-tuk nos espera para para llevarnos de nuevo a la estación de tren. Cogemos las mochilas, y nos vamos a un mercado para intentar comer algo, pero primero pasamos por una agencia de viajes que nos dice que el bus que queremos coger sale en media hora (o si no nos ofrecen uno suyo privado por un pastizal). No nos fiamos de esta gente, y cogemos un tuk-tuk rápidamente, sin comer ni nada, con destino a la estación de autobuses. El transporte es bastante pequeño (teniendo en cuenta de que somos seis personas con todas las mochilas), y tengo que acabar yendo de pie en la mini-plataforma posterior de subida del tuk-tuk agarrándome a una barra superior para no caerme. El viaje se me hace eterno (aunque divertido), y un poco peligroso, sobre todo al final, cuando el taxista decide meterse en la autopista en contra dirección unos 100 metros para llegar a la estación.

Mi curioso viaje en el Tuk-Tuk Ayutthayí
Cuando vemos los horarios de los buses observamos que nos han intentado timar en la agencia de viajes (o chiringuito/tienda), ya que había dos autobuses más aparte del de las 15.00h hacia nuestro destino: Sukhothai. De todas formas, ya que estamos allí, compramos los billetes, algo para comer y beber en el bus, y esperamos a que llegue.
La estación de autobuses es bastante sencilla, más bien un chiringuito que otra cosa.

Estación de autobuses (por decirlo de alguna forma)
Como en este país las cosas se toman con mucha calma, el autobús llega con media hora de retraso. Es bastante moderno y cómodo, con el aire acondicionado bastante alto, como siempre; nos subimos y nos ponemos en marcha. El viaje dura unas seis horas, gran parte de las cuales me las paso durmiendo.
Llegamos sobre las 21.30h de la noche, y nos recibe un diluvio bestial (Moonson is coming). Cogemos rápidamente un tuk-tuk de esos grandes y, listo de mí, cuando nos bajamos me dejo el impermeable… total, que llegamos al hotel, el Ban Thai Guesthouse, y no vemos absolutamente a nadie. Todo a oscuras, y lloviendo. Este hotel está situado en la ciudad nueva (ya que recomiendan dormir en esta zona porque hay más vidilla; dicen que la ciudad antigua por la noche está muerta, e incluso da mal rollo). Por suerte, a los pocos minutos vemos aparecer un huésped que acaba de llegar y que nos comenta que a él le pasó lo mismo el día anterior. Esperamos pacientemente, y a los cinco minutos aparece un chico que nos lleva a nuestros bungalows, muy pequeños pero muy bonitos (y baratísimos, 9€ la noche por bungalow). Dejamos las cosas, y como parece que está dejando de llover, intentamos salir a ver si podemos cenar algo (llevamos todo el día comiendo basura). Como son casi las 23h está prácticamente todo cerrado, excepto un par de puestecillos. Así que pillamos un poco de todo: unas brochetas de pollo, fideos, y birras en un 7 Eleven (eso no puede faltar y siempre está abierto, jaja).
Nos vamos al restaurante de nuestro Guesthouse (que es una construcción totalmente abierta pero cubierta muy bonita, como casi todos los que hay en Tailandia, todo siempre muy exterior), y cenamos a gusto. Después de un rato nos vamos a dormir esperando que el tiempo mejore.