Salida de Málaga ✏️ Diarios de Viajes de USA

---

LUNES 20 ENERO DE 2014

A las cinco y media de la mañana ya estábamos los tres en pie, y es que teníamos por delante un agotador día de vuelos y aeropuertos para llegar a Los Ángeles, pero la ilusión nos mantenía con suficientes energías para afrontar ese reto.

Llegamos al aeropuerto de Málaga a las ocho y lo primero que hicimos fue ir a envolver el carrito de la niña en ese plástico verde parecido al que se pone en la comida, porque lo queríamos facturar para evitar cargar con un trasto más y no queríamos que se ensuciase durante el trayecto. Llevábamos solo una maleta para facturar, ya que pensábamos comprar otra allí, y como habíamos leído que con Delta (la compañía que hacía al trayecto, a pesar de que solo operaba uno de los vuelos), si facturábamos una segunda pieza de equipaje uno de los dos, nos podían cobrar 100 dólares, preferimos no arriesgar. Nos costó 6.50 euros, y en unos minutos estuvimos en la cola de facturación.

Como soy un poco impaciente (tío prisas dice mi mujer), unos días antes del viaje, había entrado en la página de Delta y no me salía el nombre del bebé, y como había una opción para añadirla, ahí que me fui de cabeza… ERRRRRROOOOOORRRRRR!!!! Semejante torpeza, provocó que se duplicase el billete de la peque, y tuviésemos que estar un rato en el mostrador de facturación mientras el hombre trataba de solucionarlo. Evidentemente, le dijimos que eso debía ser un error de la compañía y, aunque tardó un rato, al final lo arregló todo y nos dio todas las tarjetas de embarque de todos los vuelos del día.

El control de policía no fue especialmente traumático, ya que llevábamos todo preparado desde que habíamos llegado al aeropuerto. Lo único que no sabíamos (aunque lo habíamos leído) era que por el hecho de llevar un bebé, se pueden pasar por el control más líquidos que de otra forma no estarían permitidos (agua para biberones, potitos, etc, etc…)

Nuestra primera escala era París, y el vuelo de dos horas y media fue muy tranquilo. Nuestra pequeña no tenía plaza (iba a ir todo el viaje en brazos), pero el hombre de Air Europa que nos atendió en facturación, nos había dicho que el vuelo no iba muy lleno, así que como el asiento al lado nuestro estaba vacío, habíamos podido entrar al avión con el maxicosi


Curiosidades del aeropuerto de Paris (¿Sabían que nos íbamos de viaje?)



Yo no tengo prisa por salir


Todo en hora


Una de las ventajas de viajar con un bebé, es el embarque prioritario, así que, tras muchos viajes, por fin vimos lo que se siente al ser los primeros en poner un pie en el avión. Y encima fue en un A380. Una enorme mole de dos pisos que impresiona solo de verlo. Como sabíamos que esta vez no íbamos a tener tanta suerte de tener un asiento libre para Paula, guardamos el maxicosi y las maletas en el compartimento superior y repartimos unos “pequeños detalles” entre los asientos de alrededor. Habíamos preparado unas bolsitas con caramelos y una pequeña nota de disculpas anticipadas por si Paula lloraba durante el viaje. Ni mucho menos era una idea original nuestra, sino que era algo que habíamos visto en internet, y nos pareció una forma divertida de comenzar el viaje con la gente de alrededor contenta.


Un detallito para que no se enfaden


Con su pertinente explicación

A la tripulación le pareció curioso ver los caramelos en muchos de los asientos, y no pudieron resistir la tentación de echar un vistacillo y se lo tomaron con mucho humor (esa era la idea). Además, hemos de decir que se comportaron de maravilla con nosotros. En primer lugar, se molestaron en pedirle a otra pareja sentada en primera fila si les importaba cambiarse con nosotros, ya que en esos asientos existe la posibilidad de poner una minicuna colgada de la pared. Les agradecimos el gesto, pero preferimos quedarnos donde estábamos, ya que ya estábamos allí acomodados. Durante el vuelo, nos repartieron la comida en dos tandas, para que, mientras uno comía, el otro estuviese con la nena y, finalmente, nos consiguieron unas aspirinas ya que a Asun le había entrado un fuerte dolor de cabeza al final del vuelo. En todo momento estuvimos atendidos de maravilla, y eso creo que es muy reseñable.

Cuando el avión comenzó a rodar por la pista, Paula empezó a ponerse un poco nerviosa y lloró, mientras nosotros nos sentíamos un poco impotentes por no poder hacer nada, pero cuando se apagó la señal luminosa de los cinturones (los minutos más largos de mi vida ), la sacamos de paseo por el pasillo y se calmó. Esa fue la rutina durante el resto del viaje, al más mínimo atisbo de nerviosismo: paseo hasta el final del avión para intentar que se durmiese y paciencia… mucha paciencia… Ni ella ni nosotros conseguimos dormir más de 5 minutos en todo el viaje, aunque he de decir que los niños pequeños de la familia que se sentó al lado nuestro causaron más jaleo y molestias que nuestra peque.

El viaje fue largo y llegamos a Nueva York con algo de retraso y con menos de una hora para la salida del vuelo a Los Ángeles. Nos habíamos propuesto, sobre todo yo (de nuevo el “tío prisas”), no estresarnos e ir con calma, pero la verdad es que se hizo difícil. Como teníamos un vuelo de conexión, tuvimos preferencia a la hora de pasar el control de pasaportes, pero aún así nos quedaba recoger el equipaje y volver a facturarlo, y ahí se torció un poco la cosa. La maleta salió con más o menos rapidez, y pensamos que todavía teníamos posibilidades de llegar al vuelo, pero el carrito no aparecía nunca, y nuestras esperanzas se fueron diluyendo poco a poco. Cuando dejaron de salir maletas y ya nos veíamos todas las vacaciones cargando con la niña en brazos, a Asun le dio por dar una vuelta por la zona de recogida de equipajes, y vio que al otro lado de la cinta estaba apartado nuestro carrito junto a otros. Seguramente fue de las primeras cosas en salir y supusimos que lo habían dejado allí para evitar daños por algún impacto de otra maleta. En definitiva, si lo hubiésemos visto desde el principio, seguramente habríamos llegado al vuelo, pero en ese momento ya solo nos quedaba esperar que nos diesen una solución desde Delta.

Al final nos colocaron en el siguiente vuelo que salía con dos horas de diferencia y listo. Volvieron a surgir problemas con el billete de Paula, pero todo se acabó nuevamente solucionando. Por si las moscas, llamé a la agencia de alquiler de coches y al hotel para avisar del retraso (ya tuve un incidente por ese motivo en Miami unos años atrás, y no quería que se repitiese), y embarcamos a la hora programada.

También fuimos los primeros en subir a bordo y volvimos a tener el asiento de al lado libre (gracias al chico del mostrador de facturación), por lo que la niña pudo ir todo el trayecto en su maxicosi y los tres pudimos dormir gran parte del vuelo.


No nos podemos quejar de las vistas

Una vez en Los Ángeles, todo fue muy rápido. Recogimos el equipaje, tomamos un minibús hasta el rent a car y en unos minutos estábamos de camino a Santa Bárbara. Al recoger el coche, la chica me miró un poco raro pues pensó que el tipo de vehículo que habíamos alquilado iba a ser demasiado pequeño para que entrásemos todos, pero los coches entre los que pudimos elegir se adaptaban perfectamente a nuestras necesidades. Al final, elegimos un Nissan Sentra.


Bendito cartel


Aquí sí que entramos todos

Llegamos al hotel a las 2:30am (hora local), agotados tras 29 horas desde que salimos por la puerta de casa. Necesitábamos urgentemente un descanso para recuperar algo de energías para el día siguiente. El motel se veía muy bien. Quizás un poco alejado del centro para ir andando, pero con coche eso no iba a ser un problema. La habitación era amplia, con una cama enorme, y estaba todo limpio y en buen estado.


Nos estaba llamando a gritos


También apetecía, pero quizás en otro momento

---