![]() ![]() EFESO ✏️ Diarios de Viajes de Turquia
Otro día que se nos pegaron las sábanas. Cuando nos dimos cuenta eran casi las diez. Corriendo a desayunar. Mismo hotel, mismo desayuno. No problem, me gustan los desayunos turcos. Súmale el tiempo necesario para acabar de cerrar las maletas y...![]() Diario: 7 DIAS DE MARZO DE 2014 POR TURQUIA⭐ Puntos: 5 (2 Votos) Etapas: 7 Localización:![]() Otro día que se nos pegaron las sábanas. Cuando nos dimos cuenta eran casi las diez. Corriendo a desayunar. Mismo hotel, mismo desayuno. No problem, me gustan los desayunos turcos. Súmale el tiempo necesario para acabar de cerrar las maletas y hacer el check out. Total, que entre una cosa y otra no conseguimos salir del hotel hasta las once menos cuatro. Ese día teníamos previsto visitar Efeso. Otra ración de piedras. Primero autovía hasta Aydin, y a continuación autopista de pago casi hasta el final. Así me gustan a mí las carreteras, anchas, bien asfaltadas y con poco tráfico. Aunque esa autopista me hizo pasar un mal rato. Nos quedaba poca gasolina. Y con la historia de que teníamos que devolver el depósito vacío, quise apurar al máximo antes de repostar para poder afinar lo más posible. Circulando por las carreteras secundarias y por las autovías nos habíamos hartado de ver gasolineras. Pero fue entrar en la autopista de pago y cambiar el panorama. Ni una sola gasolinera. Nos comíamos los kilómetros y no aparecía ningún surtidor. Ni tan siquiera un letrero que nos diera algo de esperanza. Y cuando apareció el letrero se me cayó el alma al suelo. La gasolinera estaba a tropecientos kilómetros. No llegábamos ni de coña. Aunque lo peor de todo es que para no poner nerviosa a mi mujer lo sufrí en silencio. Como las almorranas. La aguja del indicador del nivel de combustible ya hacia rato que había tocado fondo. En el salpicadero hasta se encendió un indicador con las gotas de gasolina que nos quedaban. Seis, cinco, cuatro. Conseguimos llegar a una salida de la autopista. Tres, dos. Y por fin apareció el hemoal. Quiero decir la gasolinera. Uuuufffff, por los pelos. Pusimos 30 TL a 4,72 el litro, y a seguir. Antes de dirigirnos a Efeso, decidimos hacer una parada en la Casa de la Virgen María. No tardamos en llegar. La primera en la frente. Nos pidieron 38 TL, 15 TL de entrada por persona y 8 TL por el parking. Vaya palo. Y eso que solo era una visita de relleno. Solo por ese precio tan abusivo ya no recomiendo su visita. Y eso sin haber entrado todavía. No es más que una pequeña capilla con una imagen de la virgen. Una pequeña capilla muy sencilla y una sala lateral minúscula con un expositor. Y punto, no hay nada más. Bueno sí, también había una monja montando guardia en el interior. La casa como tal ya no existe. Ha sido sustituida por una capilla levantada en el lugar donde estuvo la casa. Al menos esa es la teoría. Pero yo tengo mis dudas. No he visto ningún documento gráfico que lo demuestre. Ni fotos en un álbum familiar, ni planos visados por el Colegio de Arquitectos de Izmir, ni fotos de archivo del google maps. No entiendo a que viene tanta seguridad con eso de que allí vivió la Virgen María. Pero bueno, nos dejaremos de discusiones teológicas y lo aceptaremos sin más. Lo mejor que se puede decir de este lugar es que había poca gente y pudimos ver la casa tranquilamente y sin prisas. Y si eso es lo mejor que puede decirse de un sitio, creo que sobran los comentarios. No merece la pena acercarse a ese lugar. Antes de salir, mi mujer se acercó a uno de esos expositores en los que se encienden cirios en las iglesias. No sé como se llaman. Y ahora que lo pienso, ¿tienen nombre estas cosas?. Seguro que no. ¡Un momento, ahora vuelvo!. ……. Ya estoy de vuelta. Una búsqueda en rápida en google me ha confirmado lo que ya suponía; no tienen nombre. No he encontrado nada al respecto. Y si algo no aparece en google es que no existe. O como en este caso, que no tiene nombre. Como de costumbre me he vuelto a ir por los cerros de Úbeda. Yo lo único que quería deciros es que mi mujer cogió dos cirios y los encendió. Previa donación, claro. Antes de salir del recinto nos sentamos en el bar que hay en el recinto y nos comimos dos sándwiches de pollo, una ensalada de atún y un agua grande. 23 TL. Suficiente para aguantar hasta la cena. Y ahora sí, directos a Efeso. No tardamos en llegar, y como de momento no dejan entrar con coche, tuvimos que aparcar en el exterior. Por lo menos han tenido la decencia de adecentar una zona para dejar el coche. Decencia que tiene un precio, 7,50 TL. Efeso tiene dos entradas. La principal y la trasera, que es la que está en la carretera que va a la casa de la Virgen María. Viniendo de donde veníamos nos quedamos en la entrada trasera. Y como ya habíamos comprado las entradas desde casa, directos a la entrada sin pasar por taquilla. Algo que por otro lado tampoco hubiera significado un problema. No había colas para entrar ni para comprar las entradas. Por cierto las entradas las compramos en www.muze.gov.tr/buy_e_ticket. El precio de la entrada para el recinto arqueológico es de 30 TL por personas. y la de las casas de la ladera de 15 TL por persona. El mismo precio que en taquilla. Al ir a pasar los tornos de la entrada se nos acercó un señor, que muy educadamente nos dio una sucinta explicación de lo que era Efeso. Directamente en español. Por lo visto cantamos mucho. “Muchas gracias caballero”. Y a continuación viene el ofrecimiento. Si necesitan un guía, yo ….. bla, bla, bla. No gracias. No hay de que. Un señor muy correcto y educado. Pero al pasar los tornos nos lo repensamos. ¿Y si nos damos un capricho?. Nos giramos y preguntamos precio. 30 euros. ¡Casi na!. Nos pareció muy caro, y lo rechazamos. No sé si es que al vernos interesados se subió a la parra, o si es un precio normal por esos lares. Pero nos pareció excesivo en comparación con lo que nos habían pedido en otros lugares. Más adelante descubrimos que junto a cada monumento hay un panel explicativo en inglés. No es lo mismo que un guía, pero para un apaño nos sirvió. Y ahora centrémonos en Efeso. Empecemos por el principio. Las Termas. No es que estén en mal estado, es que casi no queda nada. Mal empezamos. En ese mismo punto empieza el trazado de una calle, con el suelo enlosado y columnas a ambos lados. La cosa empezaba a coger color. Columnas diferentes una de la otra. Unas enteras y otras no tanto. Supongo que muchas no pertenecían a esa calle y las han traído de diferentes puntos del yacimiento. Pero que importa eso. Lo importante es la imagen que han conseguido. El Odeon. Más grande que el de Afrodisias pero en peor estado que aquél. Las gradas todavía aguantan, pero del escenario no queda casi nada. La cosa iba cada vez mejor. A medida que avanzábamos mejoraba lo que veíamos. Pegado se encuentra el Ayuntamiento. Tan solo quedan dos columnas y algunos restos sin mucho interés. Si no hubiera sido por el letrero ni nos habríamos fijado en esas piedras. Para compensar, una nueva pieza llamativa, el Monumento al Arquitecto. Parcialmente reconstruido, pero con gracia. Se trata de un monumento con varias estatuas. Muy llamativo. Enfrente se encuentra la Plaza de Domiciano, donde destaca el templo de Domiciano. A mano derecha se conservan varias cúpulas y un arco reconstruido. Y enfrente varios arcos más. Debía ser muy grande pero no se puede apreciar bien. Desde este punto parte la calle Curetes. En la entrada a la calle hay dos estatuas que impedían el tránsito rodado. La calle está totalmente pavimentada. Es bastante ancha y conserva numerosas columnas. Es muy bonita. Además al tener un poco de pendiente se aprecia todo el conjunto. A la izquierda hay restos de casas que ascienden por la ladera. A la derecha varios monumentos. El primero de estos monumentos, el Templo de Adriano. Por desgracia la fachada estaba tapada por telas y un andamio. Lo estaban restaurando. Por lo que pudimos intuir, parece que quedará bastante bien. Pero que quede claro, es una simple intuición ya que entre las rendijas apenas vimos nada. A continuación vienen los Baños. Se conservan las paredes, sobre todo las del fondo que están casi intactas. Y en el interior se distinguen las diferentes partes que lo componen. Pegadas al baño se encuentran las Letrinas. Se conserva un patio con unos curiosos bancos de piedra adosados a las paredes. Hasta ahí todo correcto. Lo que me resultó curioso fueron los abundantes agujeros que había en cada una de las losas. Uno al lado del otro, juntitos y sin ninguna separación. Por lo visto lo de públicos se lo tomaban al pie de la letra. Se sentaban todos juntos y desaguaban al unísono. Dándole vueltas al asunto, solo le vi inconvenientes. Primero el olor. Creo que este punto no necesita más explicaciones. Todos habéis entrado en un baño después de haberlo usado otra persona. Otro inconveniente es la falta de intimidad. No se vosotros, pero a mí estás cosas me gusta hacerlas a solas. No sé si sería capaz de sentarme delante de un montón de gente y hacer mis cosas como si nada. ¡Definitivamente no!. Y por último, lo de sentarse sobre una piedra tampoco me convenció. En verano vale, pero en invierno, frío, frío. No, no me van las letrinas públicas. Por lo menos tuvieron el sentido común de no dedicarse a acumular restos fecales en los fondos de las letrinas. Construyeron una canalización para evacuarlos. Y al lado la Casa de Placer. Se conservan las paredes, y la distribución interior. Pero le falta encanto, un pelín de gracia. Lo que si que hay que reconocerle es que la ubicación es perfecta, porque después de la culminación de las actividades lúdico festivas acompañadas de transpiración corporal, una duchita no viene nada mal. Así que todos al baño. Pero cuidado, no os equivoquéis. No al baño que es el water. Sino al baño de los romanos, que no era un baño sino un spa. Y luego dirán que el castellano deriva del latín. Pues a mí que alguien me explique el proceso por el que la palabra letrina se ha convertido en baño. O mejor, como la palabra baño se ha convertido en spa. Ni tienen la misma raíz, ni leches. Enfrente se encuentran las Casas de la ladera. Requieren de una entrada aparte independiente de la entrada general. Nosotros ya la traíamos desde casa, pero para los que quieran adquirirla in situ hay que comprarla en las taquillas antes de acceder al recinto. No podréis comprarlas en las propias casas. Son seis casas bastante bien conservadas, que como su propio nombre ya deja entrever, se encuentran situadas de forma escalonada en una colina. El recorrido está preestablecido y se realiza por una pasarela desde la que se van viendo las casas. Se empieza por las inferiores y se va ascendiendo para acabar en la parte superior. Las de la parte baja me parecieron más grandes, pero las superiores conservan mejor los mosaicos y la decoración. A lo largo del recorrido hay unos planos y letreros descriptivos que explican lo que se va viendo. La primera casa es la más grande. Con baños y un atrio precioso con ocho columnas grises. Hasta una basílica que tenía la jodía. Las pasarelas van pasando junto a las casas, lo que permite ver las diferentes habitaciones. A medida que se va subiendo la perspectiva mejora. Se van viendo las viviendas inferiores desde una posición elevada disfrutando de una perspectiva del conjunto. Y por otro lado aparecen los primeros frescos sobre las paredes y mosaicos en el suelo. Hay muchos y en muy buen estado. Y al llegar arriba es posible descubrir un rincón precioso, un atrio junto al que han reconstruido varios arcos y un pasillo lateral. Es chulísimo. Desde arriba la vista del conjunto es increíble, con todas las pinturas y mosaicos delante y las casas descendiendo escalonadamente por la ladera. A mi parecer merece la pena pagar la entrada extra y verlas. Junto con la biblioteca, son lo mejor de Éfeso. Al final de la Calle Curetes está la Puerta de Adriano de la que se conservan los dos arcos laterales. A primera vista, debido a sus dimensiones, llama la atención; pero si te fijas detenidamente no es gran cosa. Y nada más pasar la puerta, al fondo de la plaza aparece la gran estrella de Éfeso, la Biblioteca de Celso. Una fachada espectacular de dos alturas casi intacta. Está formada por cinco cuerpos con dos columnas en la parte inferior, y cuatro en la superior más dos columnas laterales. Cada cuerpo contiene tres estatuas en la parte inferior y numerosos grabados y relieves por toda la pared. En cuestión de ruinas, de lo mejor que he visto, por no decir lo mejor. Es realmente impactante. El interior en cambio, no lo es tanto. Tan solo se conservan las paredes lisas sin ningún tipo de adorno. Es más, hasta me pareció pequeña. Tras ver la fachada me esperaba un interior mucho más grande. Con una pared tan alta y llamativa, pensaba que e interior sería más amplio. De nuevo en el exterior es inevitable volver a atravesar la plaza para remirarla de nuevo de arriba abajo. Antes de ir la había visto innumerables veces en foto. Pero aun así, verla en directo impacta. Sin duda tiene bien merecida su fama. Es …., es …., es….. No sé que más decir de una maravilla como ésta. Justo al lado se encuentra la Puerta de Mitrídates. Son tres enormes arcos de apariencia muy pesada que parecen formar un conjunto con la biblioteca. Y que al mismo tiempo contrastan con la apariencia tan ligera de la famosa fachada. Los arcos están bastante bien conservados, y al estar en la misma plaza que la biblioteca resaltan mucho. Detrás de la puerta está el Ágora. Un espacio muy grande de forma alargada. Queda poca cosa, tan solo las bases de algunas columnas y poco más. Esta zona me pareció un poco desangelada. Continuamente me giraba hacia atrás para ver la Puerta de Mitrídates y la fachada de la Biblioteca de Celso de perfil. Al otro lado del Ágora, a mano derecha nace la Calle del Puerto de la que solo se puede recorrer un tramo. Está enlosada. Eso es lo único que puede destacarse de esta calle. Pero aun así resulta agradable. Es el efecto de ver el enlosado vacío, sin nadie paseando. Además desde este punto las vistas del Teatro son buenísimas, De frente un camino que atraviesa un pinar conduce hasta la entrada principal al recinto. Desde este camino también se tienen muy buenas vistas del Teatro. Y a mano derecha el Teatro. Ya que lo habíamos localizado hacia él que nos dirigimos. Pero antes una rápida parada en los Baños del Teatro. No queda gran cosa, casi todo son piedras esparcidas por el suelo. Y por último el Teatro, otra de las piezas destacables del conjunto. Lo primero que llama la atención son sus dimensiones. Es enorme. Pero lo que más me sorprendió fue una foto junto a la entrada que mostraba cómo estaba cuando lo descubrieron. No era más que un montón de piedras en el suelo. Me recordó a esas películas de sobremesa “basadas en hechos reales”. Lo reseñable es lo de “basadas”, porque después cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. La base real ha desaparecido a la tercera escena y creo que a veces no ha pasado del nombre del pueblo en el que está ambientada la película. Prefiero pensar eso, a que existe gente tan desgraciada como aparece en esas películas. Porque mira que les pasan cosas raras y desagradables. Aunque al final siempre acaban bien. Eso es algo que tampoco acabo de entender. Digo yo que algún hecho real tendrá que acabar mal. Estadísticamente es imposible que tantas desgracias tengan un final feliz, alguna tiene que acabar mal por narices. Pues el teatro en el momento de su descubrimiento, era como una de esas películas basadas en hechos reales. Cualquier parecido con la realidad era pura coincidencia. Si me encuentro con ese montón de piedras y alguien me pregunta que era eso, lo último que me hubiera pasado por la cabeza hubiera sido un Teatro romano. Por suerte para los turistas como nosotros, lo han reconstruido totalmente. Hay zonas de la grada que conservan las piedras originales, pero otras las han rellenado con piedras nuevas o con cemento. Se pueden distinguir por el color. Aún así el conjunto resulta llamativo. Las gradas constan de tres cuerpos. Al superior no se puede acceder. Pero desde la parte alta del segundo cuerpo ya se aprecia una altura considerable. Estoy seguro de que más de un romano bajó las gradas con los dientes por delante. Que dicho sea de paso no me parece la mejor manera de bajar ni de allí ni de ningún sitio. No me malinterpretéis, dios me libre de meterme en los asuntos de los demás. Cada uno que baje como más le plazca. Pero si aceptáis el consejo de un tonto, lo de bajar con los dientes por delante no suele ser muy efectivo. Al margen de que no encontraréis ningún dentista que os lo recomiende, suele ser más rápido bajar saltando o incluso simplemente andando. No es que lo haya experimentado personalmente, pero si que he coincidido con gente que en algún momento de su vida ha practicado esa peculiar manera de bajar de los sitios. Tras observarlos detenidamente me han reafirmado en la opinión que acabo de expresar. Del escenario queda poca cosa. El de Hierápolis es mucho más bonito. Eso sí, éste es más grande. Salimos por un túnel que hay junto al escenario que se aguanta sobre trozos de columnas. Es corto pero curioso. Ahora tocaba deshacer el camino para volver al coche. Iniciamos el retorno por la calle que corre paralela al ágora. No hay gran cosa. A la izquierda primero el Teatro y después paredes de ladrillos sin ningún interés. A la derecha, otra pared de piedra, y columnas. Un cosa rara. La calle desemboca junto a la biblioteca. No pudimos resistirnos a sus encantos y nos quedamos un rato sentados disfrutando del lugar. Verla a solas es imposible, siempre hay alguien pululando por allí. Pero a veces si que es posible hacerlo con poca gente alrededor. Y este fue uno de esos momentos. No más de cinco minutos, que es lo que tardó en llegar un guía acompañado de su banderín rojo y seguido por una horda de asiáticos necesitados de adoptar sus poses ridículas ante una cámara de fotos. Fueron solo cinco minutos, pero los saboreamos intensamente. Todo un placer, corto pero intenso. Con los asiáticos revoloteando por todas partes la cosa ya no fue lo mismo. Son como una plaga. Lo diré una vez más, esa fachada es realmente imponente. Podría mirarla durante horas sin cansarme. Subimos por la calle Curetes revisando que todas las piedras estuvieran en su lugar y al llegar a la entrada se acabó lo que se daba. En total estuvimos unas tres horas; desde la una hasta las cuatro. Hemos visto muchas ruinas en diferentes lugares. A base de verlas, cada vez impresionan menos. Pero aquí me quito el sombrero. Las ruinas de Éfeso son muy buenas, de las mejores que hemos visto. Se merecen una visita si ó si. Y lo de la Biblioteca de Celso y las Casas de la Ladera no tiene nombre. Nunca antes habíamos visto algo parecido en unas ruinas romanas. Nos sobraban dos horas. Decidimos llegar a Izmir, y visitar el bazar. 80 kilómetros por autopista de pago, salvo los doce primeros. Un trayecto rápido de menos de 45 minutos. Antes de entrar en la autopista, para evitar que se repitiese la situación de la mañana, pusimos 20 TL de diesel a 4,61 TL el litro. Según mis estimaciones, la gasolina que llevábamos nos bastaba. Mi mujer no compartía esa opinión. Y como siempre en estos casos, se impuso la cordura. Traducido, la opinión de mi mujer. Eso de apurar demasiado no va con ella. Y después de todo tengo que reconocer que tiene razón. Y si no la tiene, se la doy igualmente. No seré yo quien se la discuta. A medida que nos acercábamos a Izmir se notaba más tráfico. Y dentro de Izmir las clásicas retenciones. El GPS se empeñó en meternos por cuestas imposibles. No nos rendimos, al menos hasta que quiso hacernos bajar por unas escaleras. Dimos vueltas y más vueltas buscando un lugar por donde pasar. No hubo manera, así que decidimos salir de ese laberinto y llegar a la estación de tren. Pero sin darnos cuenta acabamos de nuevo en las mismas cuestas. Horroroso. No sé donde nos metimos, pero una zona turística. En una hora no vimos ni un solo turista. Era una zona de casa viejas, con gente por todas partes. Ideal para los que buscan autenticidad, pero no para gente como nosotros que queremos visitas más turísticas. Desesperados tras casi una hora dando vueltas por callejones y cuestas, decidimos poner rumbo al aeropuerto. Entre el vuelo y el traslado al hotel no tendríamos tiempo de cenar. Nos convenía buscar un sitio donde comer algo. Vimos un Domino’s Pizza y paramos. Nos atendieron tres chavales. Entre los tres no sabían ni una palabra de inglés. Pedimos dos pizzas no nos entendieron. Lo repetimos más despacio. Tampoco. Un nuevo intento, está vez a cámara lenta y vocalizando. Y los tres críos seguían sin entender nada. Nuestros intentos se intercalaron con lo suyos. Nos decían cosas rarísimas en turco. Los entendimos lo mismo que ellos a nosotros. O sea, ni una palabra. Pasamos al lenguaje de los signos. Pero tampoco. Aquello ya resultaba surrealista. Señalamos unas fotos de unas pizzas y nos respondieron con un responso inintelegible. Pero vamos a ver chaval, como quieres que te diga que no entiendo ni una palabra de turco. Esa situación solo tenía una salida posible. Señalé dos pizzas al azar, y tras las pertinentes explicaciones de uno de los chavales, le dije que si asintiendo con la cabeza. No tenía ni idea de que nos traerían, pero algo sería. Y en un Domino’s Pizza, muy mucho se tendrían que torcer las cosas para que no fuese por lo menos una pizza. Como era de esperar nos sirvieron lo que quisieron. Dos pizzas con salami y una coca cola de litro. 24 TL. Incluso las pizzas tienen el gusto a esa especia que le echan a todo. Menos mal que nos gusta, porque si no lo hubiéramos pasado pillo. Al lado había una pastelería y en el escaparate se veían unas pastelitos, ooooooohhhhhh. Todavía se me cae la baba solo de recodarlo. Tenía que probarlos. Entré en la pastelería para comprar unos pastelitos variados. La idea era probar el mayor número posible. Lo que tenía que haber sido una cosa tan sencilla como comprar unos dulces típicos se convirtió en un problemón. El dependiente no sabía ni una palabra de inglés. Por no saber no sabía ni los números. En estos casos la solución es el lenguaje universal de los signos. Un dedo igual a uno. Dos dedos igual a dos. Y así lo hice yo, le señale un pastelito con un dedo extendido. Repetí la operación con otro pastelito. Y así hasta cuatro veces, acompañando la señal con un “only one”. Asegurándome cada vez de que el dependiente veía el dedo. Él asentía con la cabeza y me respondía con una parrafada en turco de la que yo no entendía ni una palabra. O sea, que en este aspecto estábamos empatados. Como aquello no iba ni palante ni patrás le dije que si. A mi entender quedaba claro que quería un pastel de cada clase. Matemáticas elementales, un dedo, un pastel. Pero por lo visto en Turquía un dedo no es igual a un pastel, es igual a una caja. No sé cómo ni por qué pero el dependiente entendió que quería un kilo de cada uno. El tipo ni se lo creía, pegaba saltos detrás del mostrador. Tan contento se puso que hasta me invitó a un pastelito. Yo no entendía el por qué de tanta alegría, ni a que venía la invitación, pero bueno, tampoco era cuestión de hacerle un feo al hombre. Y me lo comí. Y en esas apareció el dependiente con cuatro cajas más grandes que un avión. ¡¡¡Cuatro kilos!!!. Pero que quería ese tipo, ¿qué me diera un subidón de azúcar?. No, no, no, noooooo. “only one piece”. Entonces lo entendió. Un pastel de cada clase, no un kilo. ¡¡¡Vaya rebote que se pillo!!!. Empezó a jurar en arameo. Y yo allí parado, como si la cosa no fuera conmigo. Solo me faltaba ponerme a silbar. Mientra él recitó de carrerilla la lista completa de improperios turcos. No se saltó ni uno. No recuerdo que nunca me hayan echado una bronca como esa. Ni mi madre en sus buenos tiempos. Me dijo de todo. Menos mal que me lo decía en turco. Aguanté el chaparrón como pude sin decir nada. Pero yo no me iba de allí sin los pasteles. Bueno soy yo cuando hay repostería por en medio. El tipo al ver que no salía huyendo despavorido cogió los pasteles los metió en una cajita y los tiró de mala manera sobre la báscula. Sacó la calculadora y me dijo el precio. En turco. Pero que esperaba; que yo hubiese aprendido turco por inspiración divina en los últimos cinco minutos. Todo podría ser, pero a mí no me ha pasado nunca, al menos hasta ahora. Evidentemente no entendí lo que me decía, lo que lo cabreó todavía más. No os lo podéis ni imaginar. Se puso rojo, que parecía que le iba a explotar la vena del cuello. Y yo sin entender nada. Por cierto, a esas alturas, mi mujer ya hacía un buen rato que había salido huyendo. ¡La muy cobarde!. La verdad todavía no entiendo por qué el dependiente se pilló semejante rebote. Si fue por el pastelito al que me había invitado, pues que me lo hubiera cobrado y ya está. Si a mí me daba igual. Al final me cobró 8 TL por los cuatro pastelitos (más el de regalo). En ese momento no sabía si me estaba cobrando lo justo o si para vengarse me estaba pegando un palo. No me atreví a pedir explicaciones. Creo que si llego a hacerlo el tipo salta la barra y se lía a bandejazos conmigo. Mejor no tentar a la suerte. Me comí los pasteles de camino al aeropuerto. Estaban de vicio. ¡Madre de dios!. Casi lloro de la emoción. Pastelitos de diferentes frutos secos, melosos o almibarados. Si al final el dependiente tenía razón, tendría que haber comprado los cuatro kilos. Llegamos al aeropuerto a las siete menos diez, diez minutos antes de lo acordado. Ya nos estaban esperando. Devolvimos el coche sin problemas. En cuanto al depósito de 100 euros, nos dijeron que nos lo devolverían dentro de 15 días. Cumplieron su palabra. Nos acompañaron hasta la terminal de salidas y a embarcar. Volamos de Izmir a Estambul con Sun Express a un precio de risa, 16 euros por personas. El vuelo salió puntual a las 20:35, y llegó a las 21:15. En el aeropuerto nos están esperando los de Estambul Airport Shuttle. Nos hicieron esperar media hora ya que tenían que recoger a más gente. En total fuimos cinco personas en la furgoneta. Habíamos contactado por mail con ellos unos días antes. Nos cobraron 10 euros por cabeza por un servicio puerta a puerta. Tardamos algo más de una hora en llegar al hotel, y eso que el conductor iba a toda leche, conduciendo un loco, y que no encontramos tráfico. Durante el camino nos llamaron de la agencia y nos ofrecieron llevarnos al aeropuerto el domingo. Si todo iba bien, teníamos pensado contratar también la vuelta con ellos. Pero se anticiparon a la jugada. Al llegar al hotel nos hicieron pagar los dos servicios, el que acababan de prestarnos y el del domingo. Quise oponerme, pero no discutí mucho, a esas horas no estaba para líos. Ya sabía como se las gastan los turcos cuando se cabrean. Y con el de la pastelería ya había tenido suficiente. Os garantizo que no me apetecía nada repetir la experiencia. Así que soltamos las 120 TL y a esperar que fuesen serios y cumpliesen su palabra. El hotel que habíamos reservado era el Asitane Life. Lo habíamos reservado a través de Hotelopía por 52,60 euros noche. Nos pareció bastante cutre. La habitación necesita una reforma urgente. Pero lo peor eran las cortinas. Unas horribles cortinas rojas pasadísimas de moda, que perfectamente podrían ser las que en su momento decoraban la Casa del Placer de Éfeso. Y para colmo la habitación estaba en un cuarto piso sin ascensor. Una matada de escaleras con las maletas a cuestas. Lo único bueno era su ubicación, muy céntrico. Concretando, un sitio poco recomendable. Índice del Diario: 7 DIAS DE MARZO DE 2014 POR TURQUIA
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