A las 9 am hemos quedado en que nos recoja el 4x4 para hacer el trayecto de Kathmandu a Syabru Besi. Sin embargo, llega a las 8, cuando todavía estamos saboreando un fantástico desayuno en la agradable terraza-jardín de nuestro alojamiento en Kathmandu, Mi Casa. Su dueño, Ramiro, que ha vivido en España, pretende que sintamos este lugar como nuestra casa, más que como un hotel, y con sus extraordinarias atenciones, de verdad que lo consigue.
El todoterreno es nuevo y enorme. Las ruedas están bien. El conductor no parece borracho. Todo está en orden.
Sobre el río Bagmati flotaban toda clase de inmundicias. No quiero pensar en lo que no se ve.
Cambiábamos de mundo nada más dejar Kathmandu. El mundo rural se mostraba más amable y hospitalario. Los árboles oxigenaban el aire. La vegetación formaba un tapiz verde. El arroz sembraba las laderas desde el fondo del valle hasta lo más alto. Al fondo quedaba la densa nube de contaminación flotando sobre Kathmandu.
Nuestro conductor era muy parlanchín, no paraba ni diez segundos. Así, al menos se mantenía despierto, que sus primeros bostezos nos habían empezado a preocupar.
Los campesinos araban sus tierras con primitivos métodos. Hombres convertidos en haces de paja o en árboles andantes, acarreando a sus espaldas más peso de leña que el suyo propio. Mujeres despiojándose y peinándose unas a otras eran imágenes tan habituales como lavar a los bebés al borde de la carretera. Los autobuses parecían camiones de prisioneros hacinados hacia algún gulag, o de esclavos hacia plantaciones de trabajos intensivos.
Los niños acudían a las escuelas con sus pulcros uniformes y sus mochilitas, caminando kilómetros. A pesar de verlos entrar en aquellas chabolas convertidas en escuelas, me hacía sonreir notar que también acudían muchas niñas.
Ibamos teniendo unas vistas de los Himalayas….¡bufff!

Tras cada curva había una casa, y continuamente terrazas de cultivo, y plataneras, papayos y aguacateros. Y al fondo, las altas cumbres nevadas del Himalaya, de 6000-7000 m: Masnalu, Langtang. ¡Precioso!
El valle se ensanchaba poco antes de Trisuli Bazaar, y la carretera era más recta. Calor!.
Parada para comer en el pueblo de Trisuli Bazaar, al que llegábamos tras 3 horas. La carretera mejora a partir de entonces, el firme ya no es tan desastroso y sobre todo, hay menos tráfico. Los puntos de control policial son numerosos durante todo el recorrido. Nosotros disfrutábamos del paisaje y de la vida de las aldeas al lado de la carretera.
Cuando parecía que había pasado lo peor, antes de Dunche empieza el peor tramo de carretera, que los desprendimientos han convertido en una horrible pista de tierra y piedras, al borde de altísimos precipicios. No sé cómo pueden pasar los autobuses por aquí.
Algunas cascadas, que en otros lugares serían grandes atractivos, aquí ni se les presta atención. Admirando esta naturaleza, ya ni nos acordamos del infierno de Kathmandu………………¡El cielo y el infierno no están tan lejanos!

En Dunche compramos el permiso de entrada al Parque Nacional de Langtang. Nabaraj se encargaba de todas las gestiones. También aquí pasamos el control policial más estricto, aunque la revisión del coche y de los bultos parecía ser más exhaustiva para los locales que para los turistas.
Tras los 3 controles policiales que sufrimos en Dunche, la carretera descendía la montaña en zig-zag hasta llegar a Syabru Besi, a orillas del río, después de 6 horas y media, y unas cuantas paradas.
En SyabruBesi, alejándonos de los hoteles, desfilábamos por un festival de oficios artesanales: hilanderas, tejedoras, carpinteros, talleres de costura en los que se paseaban las gallinas………..pero, lo que levantaba más expectación era un grupo de artesanos de estaño, quienes fundían el metal para modelarlo y fabricar cacerolas.

Los niños de pueblo jugaban en la calle, correteando alegres. El juego estrella eran las ruedas. Los niños se peleaban por ellas, ya fuese para hacer girar las ruedas de una carretilla puesta al revés, o correr detrás de un neumático.
Las mujeres lavaban la ropa o las cacerolas en la calle, en cubos. Las vestimentas y razas eran variopintas: tibetanos, tamang, hindúes……
Estamos a sólo 20 Km del Tíbet, y por ello los controles policiales en la carretera eran tan frecuentes.


En las tiendas de la zona de hoteles, los excursionistas aprovechaban para hacer las últimas compras de cualquier producto necesario para llevarse de trekking. Aquí se puede comprar casi de todo. En los pueblos de montaña también encontraremos muchos productos, pero los precios se incrementan con la lejanía.
Alojamiento: Yala Peak House. Nuestro porteador estaba muy satisfecho porque nos había conseguido una habitación con baño privado. Todo un lujo. Nosotros pensábamos que si a partir de ahora, los alojamientos iban a ser peores que éste, no sabíamos si podríamos soportarlo. Nos miramos…………¿qué hacemos? ¿seguimos o nos rendimos?