![]() ![]() Goa ✏️ Diarios de Viajes de India
Tomé el bus de Hampi a Hospet junto a Galepa que quería venir conmigo y, una vez en Hospet, me acompañó hasta el lugar de donde salía el bus para Goa. Me insistió en que le escribiese una postal desde España; quería saber si volvería a India y...Tomé el bus de Hampi a Hospet junto a Galepa que quería venir conmigo y, una vez en Hospet, me acompañó hasta el lugar de donde salía el bus para Goa. Me insistió en que le escribiese una postal desde España; quería saber si volvería a India y cuándo. Durante mi estancia en Hampi pasamos bastantes ratos juntos y, aunque él tiene facilidad para hacer amistad con los viajeros que van llegando, ha desarrollado un apego especial conmigo. Nos despedimos con un afectuoso abrazo y Galepa estuvo casi a punto de las lágrimas. En el bus de Hospet a Mapusa compartí litera con un joven francés, de 26 años, que se dedica a la exportación y exportación de alimentos; tiene una oficina en Chennai y otra sedes en Myanmar y en Tailandia. El bus iba dando trompicones y saltos y me resultó muy difícil poder dormir algún rato. Tomaba velocidad y, de pronto, brincaba violentamente sobre un resalte o un bache de la carretera y los cuerpos de los durmientes, incluido el mío se elevaban unos centímetros en el aire. Desde Mapusa tomé un ricksaw hasta Arambol (Goa) y, al llegar, busqué la Sunny Guest House, donde nos habíamos quedado Yoli, Pánkaj y yo en el anterior viaje indio. Las habitaciones renovadas y muy limpias me encantaron, cogí una con balcón por 600 rp la noche. Luego fui a pasear por el acantilado que tiene rocas volcánicas muy bonitas, unas rojizas y granulosas y otras de basalto negro y liso. Encontré un restaurante en el mismo acantilado, en el que creo que también habíamos estado. La playa es inmensa y con muchísima gente, en su gran mayoría extranjeros. En la calle, casi todas las tiendas son de ropa y artesanía, pero vi una librería y entré. En un estante vi el Siddharta de Herman Hesse, valía 1500 rp y no me decidí. Continuando la calle había otra librería y ahí estaba de nuevo el Siddharta ofreciéndoseme, esta vez como libro usado y por 120 rp. La narración se sitúa en tiempos de Buddha, siglo VI a.C. En los pocos días que me quedan de este viaje, ya no pienso realizar más visitas ni me veo tan abierto a vivir nuevas experiencias, aunque nunca se sabe; sino que pienso que, este tiempo restante sirva más bien para la asimilación de las experiencias vividas y si fuese posible alguna reflexión o meditación que sirva de conclusión o cierre a este periplo. Estuve leyendo un precioso texto titulado Este milagro, del místico hindú del siglo X, Devana Dasimayya que intenta desvelar el engaño o ilusión de la existencia de un individuo como entidad independiente del mundo exterior y de la divinidad. La respiración, en tanto que un fenómeno de nuestra biología que se sitúa ambiguamente dentro y fuera del cuerpo, le sirve a Dasimayya para argumentar la interdependencia y unidad de todo lo existente. Tomando prestada esta idea, escribí el siguiente poema: Tú eres quien respira en este cuerpo mío. Tú conoces los secretos ocultos en mi cuerpo, yo, el secreto de tu aliento. Tú sabes y yo sé que tu cuerpo está en el mío. Vivamos juntos el milagro de tu respiración en mi cuerpo. También he dado forma de poema a un texto que apareció en este diario narrando mis pensamientos siguiendo una propuesta de meditación de Ramana Maharshi titulada: ¿Quién soy yo? En las estancias más profundas de la mente, rodeo la montaña sagrada. ¿Quién soy yo? ¿Dónde está el yo? Señalo al corazón con la mano abierta y deposito ahí la mente. La pregunta destruye cualquier otro pensamiento y, el yo, como un palo usado para remover las brasas y avivar el fuego, él mismo también se desvanece. Así comienza la desaparición. Otro pensamiento se asoma. ¿A quién llegas? La mente se desliza hacia la cabeza y los sentidos. Aparecen las palabras y las cosas y el mundo, pero cuando reposo la mente en el recogimiento del corazón, los nombres, las formas y la misma mente desaparecen y queda sola el alma… Encuentro en Siddhartha un acercamiento al hinduismo y al budismo, desde una visión occidental, en cierto sentido cercano al que yo he intentado. Hermann Hesse, nacido alemán y nacionalizado suizo, estuvo interesado por el pensamiento oriental e hizo un largo viaje por Sri Lanka e Indonesia. Su personaje, Siddhartha, realiza lo que podríamos llamar una exploración espiritual por su cuenta, no aceptando recibir enseñanzas, ni siquiera del propio Buddha, llamado en la novela Gotama (el verdadero nombre de Buddha, fue Siddhartha Gotama) y va experimentando diferentes caminos vitales en la búsqueda espiritual. El personaje, hijo de un brahmán, mantiene una concepción de la libertad individual más propia de Hesse que de las enseñanzas de los Vedas. El interés de Hesse por Oriente coincide en su época con el del filósofo Shopenhawer, el de la teosofía y el del psicoanalista Carl Jung, a quien llegó a conocer personalmente. Estas aproximaciones al hinduismo y al budismo desde Occidente tienen para mí el interés de no ser seguidoras o creyentes de doctrinas excesivamente unitarias, sino que introducen en el debate consideraciones que provienen de fuentes muy diversas. También sintonizo con la interpretación que Hesse hace de los conceptos de karma y de reencarnación: Siddhartha, en sus distintas etapas vitales, va muriendo y renaciendo. Tras cada muerte, se siente otro y renueva su vida. De esta forma, Hesse acoge el karma y la reencarnación como posibilidades que ocurren en esta vida. Decía José Luis, hablando sobre Álvaro Enterría, que éste había vivido dos vidas en una. Y, retomando la idea de Hesse, me parece muy interesante la consideración de que podemos vivir varias vidas a lo largo de nuestra vida. Un barquero habló a Siddharta de la importancia de escuchar al río y aprender de lo que el río dice. Al leer esto, me vino primero al recuerdo el asombroso cuadro de Patinir: Caronte cruzando la laguna Estigia, que hace referencia a un personaje mítico de la Eneida de Virgilio. Ese amor al río y a su suave rumor, me lo trasmitió muchas veces Yoli, que vivió su infancia a la orilla del río Saja; y el sonido de un arroyo cercano fue una de las razones por las que decidimos vivir en la casa de Cos. También recordé una historia que me contó Arsenio: cuando él era niño, un sabio médico aconsejó a la familia, para aliviar las dolencias de la enfermedad que pasaba, que le llevaran cada día un rato a la orilla de un río. Goa es seguramente uno de los últimos reductos del movimiento hippie de los años 60 y 70. Veo a muchos de ellos, de mi edad o más y pienso que llegarían aquí en la época del apogeo. Quizás alguno de ellos hizo la travesía en uno de aquellos míticos viajes en furgoneta hacia Katmandú. Con el tiempo encontrarían el modo de sobrevivir aquí y se quedaron, manteniendo el espíritu hippie, mientras en el mundo exterior, el movimiento decaía hasta casi su extinción en los años 80. Recuerdo que en mi primera juventud, con 20, 21, 22 años, veía con gran admiración y esperanza los ideales que planteaba el hipismo. Veía posible el nacimiento de una sociedad alternativa en las ideas del amor libre, la revolución sexual, la comuna, la tolerancia, la celebración de la diversidad cultural, la contracultura de la generación Beat, la insumisión, la ocupación, el interés por la espiritualidad oriental, el pacifismo, el ecologismo, la autogestión, el naturismo, el autostop, la artesanía,… Creía en la posibilidad de que las nuevas formas de vida se expandiesen y fueran tomando cada vez mayor importancia social. Creía más en esta transformación social que en el activismo político, que luchaba valientemente en los últimos años del franquismo. En los 80, sin embargo, el movimiento fue absorbido por la Sociedad de Consumo, el capitalismo o el “sistema” como se decía entonces. Las riendas del descontento las tomó entonces el punk pero ya advirtiendo en su lema de “no hay futuro” su descreimiento respecto al cambio social. Todos aquellos valores que enarbolaba el hipismo se convirtieron en etiquetas y en lemas publicitarios para los productos del mercado. La industria de la alternatividad y la rebeldía ha seguido creciendo y continúa haciéndolo. John Lenon, Bob Marley, el Ché Gevara han sido transformados en símbolos siguiendo estrategias de mercado, al modo de los logotipos y las marcas. En Goa quedan todavía estos veteranos, supervivientes de la batalla, con sus melenas, sus rastas, sus tatuajes,… a quienes miro con respeto. Con ellos se mezclan los recién llegados neo-hippies, que hacen juegos malabares, artesanía, yoga, meditación, ayurveda, celebran las puestas de sol al son de tambores y disfrutan del relax hippie y la marihuana, antes de su emancipación o transitoriamente durante periodos vacacionales; y otros, quizás, encuentran su manera de vivir coherentemente con sus sinceros ideales. A todos ellos también los miro con respeto. La diferencia entre el movimiento original y esta siguiente oleada, está, según mi parecer, en que la segunda no tiene ya la transformación social como horizonte o como ilusión. Con una tenue relación con el hipismo, al menos en la escenificación, hemos visto resurgir en los últimos años un movimiento contestario a los gobiernos, a los políticos,… en forma de activismo social y luego político, en España con el nombre de 15 M y más tarde formándose partido político Podemos. Emerge una esperanza de cambio social con buenas intenciones pero quedan sin disipar las dudas. Dice Felipe Benítez Reyes refiriéndose a las propuestas de este partido que, aunque le suena ilusorio, le parece un revulsivo muy saludable y oportuno. Historia de una piedra Piedra de ceniza, sólida nube, adentramiento, pausa, adentramiento. Nube de ceniza, ascensión, piedra ingrávida, ascensión. Se abre la roca de la consciencia, dentro innúmeras semillas brotan, crecen ramas, crecen manos. Las hojas sienten el tacto de las uñas, en las palmas nacen flores azules, aflora un pensamiento de ojos azules con bordes de nube, etéreo. El tallo se hace leñoso, se fosiliza, se petrifica. Es la piedra de ceniza, sólida nube del tiempo. Adentramiento, pausa, adentramiento. Este poema se inspira en un pasaje del Yoga Vasishtha, un diálogo entre el sabio Vasishtha y su discípulo el príncipe Rama, titulado: La historia de la roca. El texto explica cómo en la roca, como en cualquier otra cosa, está la consciencia cósmica a la vez que todo lo existente, pero la verdadera sustancia o realidad es esa consciencia. Para poder aprovechar el lugar de la cabeza, con sus ojos en número incierto, sus párpados y sus pestañas iniciáticas, necesitaría poder reposar al menos una de mis cabezas, modelar una nuevo rostro antes del descabezamiento, sin ojos vagabundos ni párpados translúcidos ni pestañas aleteando. Surge una extraña sustancia, cabezea entre los muslos, la sujeto con los pies descalzos, la amaso con las manos. Y, ahí está, el significado insinuando su absurda cabeza. Ciego. Sus ojos cortados navegan en líquido amniótico, se disuelven… Los párpados arden en la luz y las pestañas van cayendo una a una en fila india en el abismo de la desaparición. Iluminado por Heráclito y el Siddhartha de Herman Hesse El rumor del río acaricia el pensamiento. En su reflejo, el mundo. En su transparencia, el misterio: peces de árbol en árbol, piedras de nube en nube. Ciego, su manto de niebla vierte destellos de lluvia, y nieve entre relámpagos y se desliza en su cauce y alza un invisible vapor y sigue pasando siempre otro río, siempre el mismo río. Poema inspirado en: En el fuego del conocimiento, del místico hindú Shankaracharya; uno de los impulsores de las concepciones no dualistas de la filosofía Advaita Vedanta. El cántaro roto. Con sus pies gira el torno el alfarero, con sus manos moldea la arcilla, levanta la forma, dibuja la curva. Se endurece el cántaro en los infiernos del horno, adquiere su son, oculta su oquedad. Una ráfaga de viento, un balanceo en el alfeizar. Un cántaro roto muestra su secreto: su hueco se funde con el hueco del mundo, como agua en agua, como aire en aire, como el yo en el todo. Mi último día en Goa, salí a correr por la mañana y encontré un grupo de hombres que sacaban una pesada barca del agua y para arrastrarla en la arena me pidieron ayuda. Éramos 5 para empujar. Cada poco, iban colocando travesaños en la arena y los untaban con grasa, para que la quilla de la barca pudiera deslizarse sobre ellos. Con el empuje simultáneo la barca avanzaba poco a poco hacia terrenos más alejados de la orilla. Se acercó a mí un canadiense. Me dio la impresión que es uno de los hippies veteranos. Decía que él es Buddha, y todas las cosas y yo también. Entonces se inclinó para tocar mis pies, se postró ante mí, Buddha. Conocí también a un israelí, David, que justo comienza su viaje y quiere alargarlo lo más posible, gastando muy poco dinero. Dijo que intentará estar un año. Por la noche le volví a encontrar y jugamos un par de partidas al ajedrez, gané una y la otra quedó en tablas. Índice del Diario: Pulso indio
01: Katmandú
02: Varanasi
03: Bhubaneswar
04: Coromandal Express Train
05: Chennai
06: Cholamandal Artist's Village
07: Mamallapuran
08: Pondicherry
09: Auroville
10: Chidambaram
11: Tanjore - Thanjavur
12: Trichi
13: Madurai
14: Meditando la trascencencia. Viaje al fin del mundo
15: Kanyakumari
16: Kovalam
17: Varkala
18: Cochín
19: Panaji
20: Gokarna
21: Hampi
22: Goa
23: Recapitulaciones
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