DÍA 5 (8 Diciembre)- Madrugamos para ir al Hotel Telégrafo a recoger el coche de alquiler, mi primer automático (Kia Picanto, 9 días 520 €). La mujer que nos atendió tardó una hora en entregarnos el coche, entre otras cosas porque hablaba con todo el mundo por teléfono menos con nosotros, jeje, que tía. Tomamos las indicaciones que nos dijeron y salimos a la autopista, donde la gente se tira al coche aunque vayas a 80 o 100 con el objetivo de que pares, les lleves, te engañen o te pidan algo. A pesar de costarnos un poco cogemos la autovía A1 hacia Cienfuegos que es todo recto y por una carretera de 4 carriles por sentido.
Aún así por esa carretera te encuentras desde vacas y caballos llevando carros, cerdos, perros, buitres, etc., con parada incluida de la policía para ver si todo estaba en regla y amablemente nos dejaron continuar. Ya una vez cogida la carretera a Trinidad que era como las que conectan pueblos de España pero con peor asfalto, paramos a comer un bocata en un metido de la carretera. Llegamos a Casa Miriam donde Linda y Miriam te hacen sentir como en casa desde el primer momento, nos toman los datos y nos dan a elegir entre las dos habitaciones que quedan libres. Nos damos un paseo por la Trinidad más pobre de unas dos horas y nos tomamos una cerveza y una piña colada en las escaleras al lado de la iglesia (Las Casa de la Música).
Cenamos con el resto de huéspedes, una pareja de húngaros y de holandeses realmente majos y nos vamos a dar una vuelta por la Casa de la Trova para ver bailar a los cubanos con las guiris del lugar.
Aún así por esa carretera te encuentras desde vacas y caballos llevando carros, cerdos, perros, buitres, etc., con parada incluida de la policía para ver si todo estaba en regla y amablemente nos dejaron continuar. Ya una vez cogida la carretera a Trinidad que era como las que conectan pueblos de España pero con peor asfalto, paramos a comer un bocata en un metido de la carretera. Llegamos a Casa Miriam donde Linda y Miriam te hacen sentir como en casa desde el primer momento, nos toman los datos y nos dan a elegir entre las dos habitaciones que quedan libres. Nos damos un paseo por la Trinidad más pobre de unas dos horas y nos tomamos una cerveza y una piña colada en las escaleras al lado de la iglesia (Las Casa de la Música).


Cenamos con el resto de huéspedes, una pareja de húngaros y de holandeses realmente majos y nos vamos a dar una vuelta por la Casa de la Trova para ver bailar a los cubanos con las guiris del lugar.