BUDAPEST ✏️ Diarios de Viajes de Hungria

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La mañana del segundo día en Budapest empezó de manera relajada. Cogimos el autobús nº 7 para pasar al otro lado del río e ir al Balneario Gellért, uno de los más famosos de la ciudad. Se emplazan en el lugar donde ya se encontraban unos baños en el siglo XIII aunque los que ahora vemos son modernistas. Sus aguas son medicinales y contienen calcio o magnesio. El precio difiere entre si se coge cabina o sólo una consigna para guardar las pertenencias. Si va más de una persona, aunque sean de distinto sexo, es mejor coger una sola entrada con cabina y el resto con consigna (la entrada más barata, 4900 HUF frente a los algo más de 5000 de la otra) ya que las cosas se pueden dejar en la cabina.

Saber cómo funciona tampoco es sencillo. A la entrada te dan una pulsera que se abrocha como un reloj y que sirve para entrar por el torno (de todos modos, si sólo se quiere ver el vestíbulo y un poco de la piscina interior desde fuera, sin bañarse, no hace falta pagar). También esa pulsera sirve para que te asignen cabina/consigna. Sólo se tiene que acercar la pulsera a una máquina que está colocada en la pared y pulsar un botón. Ella misma te indica cuál es el número de la consigna o cabina asignada, que será la tuya todo el tiempo y que sólo se abre con tu pulsera.

Para entrar en la piscina interior es necesario tener gorro (puede ser de ducha de los de los hoteles) y zapatillas. En el caso de no tenerlos allí lo alquilan (ignoro el precio). Puedes estar el tiempo que desees pero es mejor ir temprano (a las 8 mejor que a las 10 porque a esa hora empieza a llenarse). Con ese precio pudimos usar la piscina interior templada, otra a 36º (donde está prohibido nadar), la exterior de olas, otra exterior termal y caliente, la sauna (a 90º- es espantoso estar ahí dentro) y una cuba de agua helada para cuando sales de la sauna (si tienes ánimos… yo sólo metí un dedo de un pie).

A la salida del balneario, en la colina que se sitúa junto a él, encontramos la iglesia de la roca. En su origen se destinó a la orden de los sacerdotes paulinos. José II forzó a su desaparición en Hungría pero 150 años después 15 monjes volvieron a instalarse allí hasta que el gobierno comunista volvió a expulsarles. La iglesia en sí es curiosa porque está excavada en la roca. Lo que se hace muy pesada es el audioguía que te dan en la entrada, con explicaciones poco claras.

Después de la visita volvimos a coger el autobús y luego el metro hasta la estación de Örs Vezér Tere donde nos fuimos a la estación de ferrocarril para comprar un billete de ida y vuelta a Gödollo (muy barato). El tren es el nº 8 y la parada correspondiente dos antes del final, la que en la lista de paradas se identifica como Palacio de Grassaklovich. Se tarda en llegar unos 45 minutos y desde la estación se ve el palacio. La entrada (sin audioguía) cuesta 2500 HUF (unos 8 euros). Ese castillo del siglo XVIII es famoso porque varios miembros de la familia imperial de los Habsburgo lo escogió como residencia temporal, la más famosa de todos la célebre Sissi. En algunas de las salas pueden verse fotografías y retratos suyos así como de su esposo o de la famosa María Teresa. Parece ser que cada vez que Sissi iba a Hungría (cosa que hacía muy a menudo) se alojaba allí.

El palacio es bonito y se ve fácilmente. Los jardines, donde podemos ver una estatua de la emperatriz, también son agradables y sería delicioso pasearlos si no empezara a llover. Dimos un vistazo y volvimos dentro, a la cafetería, a comer dos tartas de postre (habíamos comido algo rápidamente en el tren).

De regreso a Budapest nos fuimos en metro a la Ópera para hacer una visita guiada (disponible en castellano a las 3 y a las 4- 2900 HUF (11,5 euros) con el 20% de descuento (9 euros) si tienes la Budapest Card. Por 2,5 euros puedes asistir a un miniconcierto (5 minutos/2 arias). El grupo en español era tan numeroso que tuvieron que dividirlo en 4 (con 30 personas cada uno). Si a eso le unimos que a la misma hora había visitas en inglés, japonés, italiano, alemán… el caos está asegurado.

La ópera se encuentra en la elegante (e importante) Avenida Andrassy, que fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2002, en gran parte gracias a las bellas fachadas de las casas y palacios que se conservan. En cuanto a la ópera fue diseñada por el arquitecto húngaro Miklós Ybl y es uno de los edificios neo renacentistas más importantes de Hungría.

La construcción del edificio se llevó a cabo entre 1875 y 1884 y fue financiada por Francisco José I, emperador de Austria y rey de Bohemia, con la condición de que ésta no fuera más grande que la Ópera de Viena. La Ópera de Budapest tiene 1.261 asientos.
El exterior del edificio está decorado con esculturas de famosos músicos y compositores entre ellos uno de los húngaros más célebres, Liszt. El paseo por el edificio nos lleva a ver la escalera principal, distintas salas, el patio de butacas o los palcos. Es francamente bonito y vale la pena coger el miniconcierto porque la soprano se mezcló entre los asistentes, en una de las escaleras, y nos cantó O mio bambino caro y el Libiamo de La Traviata.

Después de la visita nuestros caminos se separaron. Yo decidí ir en busca de unos botines o botas y de unas medias para superar el frío y la lluvia que parece que no tiene ganas de cesar y Javi se decantó por el Memento Park, un parque donde se muestran varias estatuas de época comunista (algo que a mí no me atraía demasiado ver). Entre esas 42 estatuas podemos encontrar a Marx, Engels, Lenin y las botas (sí, sólo las botas) de Stalin. Se llega con el metro de la línea 4 (verde) hasta Kelenföld y luego con el autobús 150 en dirección a Budatétény vasútállomás (14 paradas).

Yo caminé hasta la estación de Nyugati y entré en el cercano centro comercial West end, donde se encuentran las firmas más conocidas a precio como el de Barcelona. A la hora convenida (y después de algo de lío) nos reencontramos y nos fuimos a cenar a un restaurante que había visto en Internet, el Troffea grill. Nos costó 5199 HUF por persona (unos 17 euros) con buffet (había especialidades húngaras) y barra libre de bebidas (cócteles, agua, vino, refrescos, champagne…). Unos músicos tocaban en directo y algunas personas que estaban allí cenando estaban muy animadas y cantaban y bailaban. Después de cenar volvimos al hotel.

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