Día 4: Nuestro vuelo a El Cairo sale a las siete y media de la tarde; gracias a las gestiones del eficiente Ahmed, el barco nos deja los camarotes hasta esa hora, y nos “ofrece” (nunca hemos tenido claro si esto lo teníamos incluido en el viaje) la comida de ese día. Repito: todas las comidas del barco resultaron deliciosas y abundantes. Yo no tuve problemas de estómago, y sólo algunas de las chicas del grupo (especialmente delicaditas…ejem…) se quejaron de molestias.
Como teníamos la mañana libre, decidimos ir por nuestra cuenta a la isla de Filae, para ver el templo de Isis, y luego al Zoco. Tuvimos un taxista a nuestra disposición durante toda la mañana por 80 libras egipcias (tras intenso regateo, por supuesto). Cuando digo toda la mañana, me refiero a TODA LA MAÑANA. Nos recogió a las nueve y media y nos devolvió al barco a la una y media. Además, resultó ser un tipo muy simpático que, desde su destartalado coche, nos enseñó algunos de los putos de interés de Asuán. Seguridad, máxima; problemas: cero patatero.
La visita al templo de Isis se puede hacer perfectamente por libre, todo está muy bien organizado: el taxi te deja ante las taquillas, y luego se va a un parquing que hay un poco más lejos. A la vuelta, le dices a un poli el número de tu taxi; él lo llama por su walkie- talkie y el taxista aparece. Las entradas para el templo se compran antes de coger el barco (creo que costaban 40 libras egipcias). Pasas el control de acceso y, ya en el muelle, negocias con los barqueros para que te lleven a la isla. El precio “oficial” son 15 libras por persona ida y vuelta; al final nosotros pagamos 20, porque me da coraje estar quince minutos regatenado por sesenta céntimos de euro, la verdad. El barco funciona igual que el taxi: te deja en la isla, y luego te espera en un amarradero que está algo más alejado. De verdad que todo funciona perfectamente, no hay que tener ningún reparo en hacer la excusión por libre.
El templo nos encantó, aunque echamos de menos las explicaciones de Ahmed. Pero merece mucho la pena. Debe ser precioso verlo iluminado (hay espectáculo de luz y sonido nocturno, pero nosotros no lo vimos).
Después del templo de Filae fuimos al zoco de Asuán: como era viernes, estaba especialmente tranquilo. Nos pareció muy bonito y más auténtico que el que visitamos días después en el Cairo. Aquí todo depende de tus dotes negociadoras (yo no soy muy bueno regateando, así que…). Hay que relajarse, y disfrutar. Si vas con la escopeta cargá, pensando que todo el mundo quiere estafarte, puedes pasar un rato bastante desagradable.
Comida en el barco; breve siesta y vuelo hacia el Cairo.
Llegamos a la capital cairota ya avanzada la noche, a eso de las diez y media. El caos que reina en esta ciudad es indescriptible, tanto de día como de noche. Pero eso lo vimos, sobre todo, en días posteriores. Esa noche sólo pudimos llegar al hotel (Sheraton Cairo), cenar y ocupar nuestras habitaciones. ¡CUIDADO AQUÍ! Resulta que este hotel (que está muy bien situado, por otra parte) tiene dos torres, una reformada - La "Nefertiti"- y otra sin reformar -"Cleopatra"-. Exigid que os den la primera, está INFINITAMENTE mejor. No es que sea de lujo asiático, pero las habitaciones son enormes, nuevas y limpias...¡y tiene vistas al Nilo y las pirámides!!! Al menos la mía, que estaba en el piso 21. Atención: cuidado también si vais a coger un taxi, porque en el Cairo había varios hoteles Sheraton, e incluso existe un barrio cerca del aeropuerto con ese nombre. Nosotros vivimos la experiencia de que un taxista se equivocase: nos tuvo una hora dando vueltas hasta que conseguimos hacerle entender a dónde íbamos (el peor parado fue él, que se pasó conduciendo una hora, el pobre, por tres euros...). Que os escriban el nombre y la dirección del hotel en árabe, y así os evitáis problemas.
