MIÉRCOLES
El día siguiente, miércoles 3 de Diciembre comenzamos el tour por la cité. Por diferentes causas llegamos a la Santa Capilla pasadas las 11 de la mañana aunque estuvimos el tiempo suficiente para deleitarnos con sus magnificas vidrieras.


La siguiente etapa fue Notre Dame. En el interior no nos paramos demasiado. Un rápido recorrido por los laterales y alrededor de la capilla, algunas fotos a una maqueta de la catedral con algunos detalles de su construcción, escribir algún deseo para el próximo año y depositarlo en una gran urna de cristal. Y otra vez afuera para subir a las torres.

No había demasiada gente delante de modo que muy pronto estábamos recorriendo los estrechos pasillos junto a las gárgolas y observando Paris a nuestros pies. Sin embargo, nos tuvieron retenidos mas de media hora sin poder subir a la siguiente altura ni dar marcha atrás porque, luego nos enteramos, alguien se mareó en el nivel superior y tuvieron que ir a rescatarlo. Cuando bajamos, por fin, ya daban las 2 de la tarde. Toda la mañana para sólo visitar la isla de la cité.





Sin pensarlo mucho, pillamos el metro hasta el Sacre Coeur y nuevas vistas desde la alturas, en Montmartre, al otro lado de la ciudad. Los traslados en metro no siempre eran todo lo rápido que queríamos, algunas veces los pasillos interiores eran largísimos, autenticas catacumbas con caminos interminables. Si tenias que recorrer 2 paradas, a veces era mejor ir por arriba que por los recovecos y escaleras (casi nunca mecánicas) del metro.

La basílica por dentro es mas bien escueta, sus paredes no están recargadas, pero por fuera es imponente y las vistas desde allí son magníficas.

Salimos por detrás para buscar la plaza de los pintores (plaza del Tertre), una pequeña y coqueta placita rodeada totalmente de cafés y restaurante y con varios pintores arremolinados en su interior pintando y, sobretodo, vendiendo su mercancía. Como pueden ver en el video, una estampa totalmente turística. Almorzamos en un restaurante cercano.
Bajando la calle nos adentramos en el barrio de Amelie (la película). Ya vimos el tiovivo y ahora tocaba el turno a la cafetería. Como no podía ser menos cayó un café parisino que como casi siempre en estos sitios fue carísimo.

Callejeando llegamos al Moulin Rouge. Algunas fotos desde la pequeña plaza donde se encuentra (frecuentada por jóvenes pequeños delincuentes que esperaban algún descuido) y derechos a la Torre Eiffel donde habíamos reservado una visita nocturna.
De noche, la torre lucía con todo su esplendor. Como teníamos reserva tardamos lo justo en subir, solo algún problema con la muleta que se solucionó hablando con el responsable de la entrada. Estaba nublado (como casi toda la semana) y todavía cayeron algunas gotas pero esto no afeaba el ambiente en absoluto.

Las vistas del Paris nocturno no desmerecían. Todo plagado de luces que brillaban hasta perderse. Cada hora la torre nos regalaba un espectáculo de fogonazos brillantes que duraba algunos minutos pero desde dentro casi no se apreciaban.
Subimos hasta la tercera planta donde brindamos con champan por nosotros (y por la paz del mundo, yo siempre brindo por la paz del mundo). Por si a alguien le interesa son 12 € por copa pero, que demonios, estábamos allí, en la cima del mundo y éramos felices.

Desde allí a Goncourt, nuestra parada. Esa noche dormimos a gusto.