Para hoy nos tocaba ir a conocer Milán, la capital de la Lombardía, una ciudad a la que tenía muchas ganas, y es que había leído opiniones de todo tipo: que si es el Duomo y ya, que si es una ciudad encantadora... Y claro, las ganas iban en aumento. Por fin había llegado el día de conocerla.
Para ello debíamos tomar un tren en Bérgamo, que en algo menos de una hora nos dejara en la capital de la moda. Hay un tren cada media hora, pero son dos líneas distintas, una deja en Porta Garibaldi y la otra en Milano Centrale, de cualquier forma la web de los trenes italianos es muy clara y fácil de usar.
A las 10 estábamos camino de Milán-Porta Garibaldi en el tren lento, pero que nos llevó por paisajes realmente bonitos.
Y en menos de una hora nos plantamos en Milán, una de las grandes ciudades europeas y la segunda de Italia (en su área metropolitana viven más de 3 millones de personas) Os dejo una reseña histórica, tomada de la guía de Milán de su oficina de turismo, y es que es un resumen perfecto:
Los primeros rastros de un asentamiento en la zona de Milán se remontan al siglo VI-V a.C. y pertenecen a los Galos Insubrios. El nombre céltico del pueblo, que nos ha llegado en la forma latinizada de Mediolanum, parece ser que significaba “tierra en medio de los ríos” o “la llanura”. Conquistada definitivamente por los romanos en el año 194 a.C., en 286 d.C. la ciudad se convirtió en residencia del emperador Maximiano y capital del Imperio Romano de Occidente. A partir del año 313 d.C., tras el Edicto de Constantino -promulgado precisamente en Milán- pasó a ser un centro de gran importancia para la consolidación de la nueva religión cristiana, gracias a la actividad de Ambrosio, que fue elegido obispo en el año 374. No por casualidad muchas de las iglesias milanesas (por ejemplo, Sant’Ambrogio, Sant’Eustorgio y San Lorenzo) son de origen paleocristiano. Con el traslado de la corte a Ravenna (402 d.C.), comenzó para Milán un período de decadencia. Entre el final del siglo V y el siglo VIII la ciudad fue devastada por los Hunos de Atila, los Godos y los Bizantinos, y con la conquista longobarda del año 569 la capital del nuevo reino se estableció en Pavía. Sólo durante la época carolingia (siglos IX-X) Milán volvió a ser un centro importante, sobre todo gracias a los obispos-condes.
En el siglo XII la expansión de Milán llamó la atención del emperador Federico I de Suabia, que intentó subordinarla y, ante su resistencia, la destruyó completamente en 1162. Posteriormente la alianza de los Municipios de la Llanura Padana, junto con la Liga Lombarda (1167), condujo a la derrota de Barbarroja (Legnano, 1176) y a la reconstrucción de la ciudad. La época de las libertades municipales se concluyó con las señorías de los Torriani y luego de los Visconti (1277-1301, 1311-1447). En estos 170 años Milán fue la capital de un vasto ducado y en 1386 comenzó la construcción del Duomo. A la muerte de Filippo Maria Visconti en 1447, la ausencia de un heredero dio lugar a tres años de gobierno de la Áurea República Ambrosiana, sin que se aplacara el enfrentamiento entre las principales familias ciudadanas por la herencia política. En 1450 la ciudad se entregó al capitán de mercenarios Francesco Sforza, y con esta dinastía Milán se convirtió en una de las capitales del Renacimiento, gracias a los numerosos artistas que trabajaron en ella (entre ellos, Filarete, Bramante y Leonardo da Vinci); se construyeron el Ospedale Maggiore, la Cappella Portinari, el Lazzaretto.
A comienzos del siglo XVI la zona de Milán pasó a ser escenario de enfrentamientos entre las monarquías francesa y española. Esta última prevaleció y dominó la ciudad durante casi dos siglos (1535-1713). Fue una época difícil, con fuertes desigualdades sociales, marcada por las epidemias (1576 y 1630) y dominada por los Borromeo. El primero, San Carlo, convirtió Milán en el bastión de la Contrarreforma católica; el segundo, Federico, fundó la primera biblioteca pública, la Ambrosiana, y la Pinacoteca homónima. En 1713 Milán pasó de los españoles a los austríacos. Con la emperatriz María Teresa de Austria (1740-1780) y su hijo José II (1780-1790) tuvo lugar una fuerte recuperación en todos los sectores: desde la economía hasta las artes. Se fundó la Academia de Brera y se construyeron el Teatro alla Scala, el Palazzo Reale y la Villa Reale, y varios edificios neoclásicos. El 15 de mayo de 1796 Napoleón entró en la ciudad al frente del ejército francés. Al año siguiente Milán se convirtió en capital de la República Cisalpina y en 1805 en capital del Reino de Italia: Bonaparte se hizo coronar en el Duomo. Con el retorno de los austríacos (1814), en Milán comenzó la época del Resurgimiento. En 1848 la ciudad se sublevó contra los austrohúngaros: una revuelta victoriosa después de cinco jornadas de lucha. Sin embargo, sólo en 1859 Milán pasó a formar parte de los dominios de los Saboya, y en 1861 confluyó en el Reino de Italia, convirtiéndose muy pronto en capital económica.
La nueva riqueza implicó un desquiciamiento del casco antiguo, donde se asentaron principalmente bancos y empresas de seguros y se erigieron barrios elegantes (a menudo con escaso respeto por la memoria histórica de la ciudad). Al ser sede de numerosas industrias, la ciudad atrajo mucha mano de obra, y fue así como se desarrolló la clase obrera, representada primero por el Partido Obrero (1882) y luego por el Partido Socialista Italiano (1892). A fines de siglo, el clima político era incandescente y las tensiones dieron origen en 1898 a la represión de una revuelta popular por parte del ejército conducido por el general Bava Beccaris, que cañoneó a la multitud en protesta por el aumento del pan; mató a 80 personas e hirió a 450. En los años siguientes a la Primera Guerra Mundial, Milán vivió otra época de fuertes tensiones sociales y dificultades económicas.Precisamente aquí Mussolini fundó el Fascismo en 1919: el régimen dejó una profunda marca en la ciudad, cambiando su rostro con la (discutible) cobertura de los canales (Navigli) y con la construcción de algunas obras públicas (Palazzo di Giustizia, Palazzo dell’Arte, Fiera Campionaria). Durante la Segunda Guerra Mundial Milán fue duramente golpeada por los bombardeos de los aliados y en primera línea, después de 1943, contra los nazi-fascistas, convirtiéndose en sede del comando partisano de la Alta Italia (la ciudad es Medalla de Oro de la Resistencia). Finalizado el confl icto, la capital lombarda fue motor de la reconstrucción nacional y protagonista de un auge económico que la vio crecer y transformarse, incluso en virtud de fuertes corrientes migratorias. En 1967 el clima empezó a cambiar, primero por las protestas obreras y estudiantiles y luego por
la estrategia de la tensión. La matanza de Banca dell’Agricoltura en Piazza Fontana (12 de diciembre de 1969) dio comienzo a una época de luchas políticas violentas y atentados terroristas que se concluyó sólo a comienzos de la década de 1980.
El resto es historia reciente: Milán es centro de una evolución urbana irreversible, ligada a la casi total desindustrialización. Grandes proyectos como City Life, Portello, Cascina Merlata... están plasmando el territorio. Con Expo Milano 2015 la ciudad protagonizará aún más las renovaciones arquitectónicas y urbanísticas, comenzando con el enorme complejo que se erigirá junto a la nueva Feria. Una renovación no sólo urbana sino también social y cultural.
Para ello debíamos tomar un tren en Bérgamo, que en algo menos de una hora nos dejara en la capital de la moda. Hay un tren cada media hora, pero son dos líneas distintas, una deja en Porta Garibaldi y la otra en Milano Centrale, de cualquier forma la web de los trenes italianos es muy clara y fácil de usar.
A las 10 estábamos camino de Milán-Porta Garibaldi en el tren lento, pero que nos llevó por paisajes realmente bonitos.
Y en menos de una hora nos plantamos en Milán, una de las grandes ciudades europeas y la segunda de Italia (en su área metropolitana viven más de 3 millones de personas) Os dejo una reseña histórica, tomada de la guía de Milán de su oficina de turismo, y es que es un resumen perfecto:
Los primeros rastros de un asentamiento en la zona de Milán se remontan al siglo VI-V a.C. y pertenecen a los Galos Insubrios. El nombre céltico del pueblo, que nos ha llegado en la forma latinizada de Mediolanum, parece ser que significaba “tierra en medio de los ríos” o “la llanura”. Conquistada definitivamente por los romanos en el año 194 a.C., en 286 d.C. la ciudad se convirtió en residencia del emperador Maximiano y capital del Imperio Romano de Occidente. A partir del año 313 d.C., tras el Edicto de Constantino -promulgado precisamente en Milán- pasó a ser un centro de gran importancia para la consolidación de la nueva religión cristiana, gracias a la actividad de Ambrosio, que fue elegido obispo en el año 374. No por casualidad muchas de las iglesias milanesas (por ejemplo, Sant’Ambrogio, Sant’Eustorgio y San Lorenzo) son de origen paleocristiano. Con el traslado de la corte a Ravenna (402 d.C.), comenzó para Milán un período de decadencia. Entre el final del siglo V y el siglo VIII la ciudad fue devastada por los Hunos de Atila, los Godos y los Bizantinos, y con la conquista longobarda del año 569 la capital del nuevo reino se estableció en Pavía. Sólo durante la época carolingia (siglos IX-X) Milán volvió a ser un centro importante, sobre todo gracias a los obispos-condes.
En el siglo XII la expansión de Milán llamó la atención del emperador Federico I de Suabia, que intentó subordinarla y, ante su resistencia, la destruyó completamente en 1162. Posteriormente la alianza de los Municipios de la Llanura Padana, junto con la Liga Lombarda (1167), condujo a la derrota de Barbarroja (Legnano, 1176) y a la reconstrucción de la ciudad. La época de las libertades municipales se concluyó con las señorías de los Torriani y luego de los Visconti (1277-1301, 1311-1447). En estos 170 años Milán fue la capital de un vasto ducado y en 1386 comenzó la construcción del Duomo. A la muerte de Filippo Maria Visconti en 1447, la ausencia de un heredero dio lugar a tres años de gobierno de la Áurea República Ambrosiana, sin que se aplacara el enfrentamiento entre las principales familias ciudadanas por la herencia política. En 1450 la ciudad se entregó al capitán de mercenarios Francesco Sforza, y con esta dinastía Milán se convirtió en una de las capitales del Renacimiento, gracias a los numerosos artistas que trabajaron en ella (entre ellos, Filarete, Bramante y Leonardo da Vinci); se construyeron el Ospedale Maggiore, la Cappella Portinari, el Lazzaretto.
A comienzos del siglo XVI la zona de Milán pasó a ser escenario de enfrentamientos entre las monarquías francesa y española. Esta última prevaleció y dominó la ciudad durante casi dos siglos (1535-1713). Fue una época difícil, con fuertes desigualdades sociales, marcada por las epidemias (1576 y 1630) y dominada por los Borromeo. El primero, San Carlo, convirtió Milán en el bastión de la Contrarreforma católica; el segundo, Federico, fundó la primera biblioteca pública, la Ambrosiana, y la Pinacoteca homónima. En 1713 Milán pasó de los españoles a los austríacos. Con la emperatriz María Teresa de Austria (1740-1780) y su hijo José II (1780-1790) tuvo lugar una fuerte recuperación en todos los sectores: desde la economía hasta las artes. Se fundó la Academia de Brera y se construyeron el Teatro alla Scala, el Palazzo Reale y la Villa Reale, y varios edificios neoclásicos. El 15 de mayo de 1796 Napoleón entró en la ciudad al frente del ejército francés. Al año siguiente Milán se convirtió en capital de la República Cisalpina y en 1805 en capital del Reino de Italia: Bonaparte se hizo coronar en el Duomo. Con el retorno de los austríacos (1814), en Milán comenzó la época del Resurgimiento. En 1848 la ciudad se sublevó contra los austrohúngaros: una revuelta victoriosa después de cinco jornadas de lucha. Sin embargo, sólo en 1859 Milán pasó a formar parte de los dominios de los Saboya, y en 1861 confluyó en el Reino de Italia, convirtiéndose muy pronto en capital económica.
La nueva riqueza implicó un desquiciamiento del casco antiguo, donde se asentaron principalmente bancos y empresas de seguros y se erigieron barrios elegantes (a menudo con escaso respeto por la memoria histórica de la ciudad). Al ser sede de numerosas industrias, la ciudad atrajo mucha mano de obra, y fue así como se desarrolló la clase obrera, representada primero por el Partido Obrero (1882) y luego por el Partido Socialista Italiano (1892). A fines de siglo, el clima político era incandescente y las tensiones dieron origen en 1898 a la represión de una revuelta popular por parte del ejército conducido por el general Bava Beccaris, que cañoneó a la multitud en protesta por el aumento del pan; mató a 80 personas e hirió a 450. En los años siguientes a la Primera Guerra Mundial, Milán vivió otra época de fuertes tensiones sociales y dificultades económicas.Precisamente aquí Mussolini fundó el Fascismo en 1919: el régimen dejó una profunda marca en la ciudad, cambiando su rostro con la (discutible) cobertura de los canales (Navigli) y con la construcción de algunas obras públicas (Palazzo di Giustizia, Palazzo dell’Arte, Fiera Campionaria). Durante la Segunda Guerra Mundial Milán fue duramente golpeada por los bombardeos de los aliados y en primera línea, después de 1943, contra los nazi-fascistas, convirtiéndose en sede del comando partisano de la Alta Italia (la ciudad es Medalla de Oro de la Resistencia). Finalizado el confl icto, la capital lombarda fue motor de la reconstrucción nacional y protagonista de un auge económico que la vio crecer y transformarse, incluso en virtud de fuertes corrientes migratorias. En 1967 el clima empezó a cambiar, primero por las protestas obreras y estudiantiles y luego por
la estrategia de la tensión. La matanza de Banca dell’Agricoltura en Piazza Fontana (12 de diciembre de 1969) dio comienzo a una época de luchas políticas violentas y atentados terroristas que se concluyó sólo a comienzos de la década de 1980.
El resto es historia reciente: Milán es centro de una evolución urbana irreversible, ligada a la casi total desindustrialización. Grandes proyectos como City Life, Portello, Cascina Merlata... están plasmando el territorio. Con Expo Milano 2015 la ciudad protagonizará aún más las renovaciones arquitectónicas y urbanísticas, comenzando con el enorme complejo que se erigirá junto a la nueva Feria. Una renovación no sólo urbana sino también social y cultural.
En lo que se refiere a la visita turística fuimos en metro hasta la estación de Duomo (plano del metro) y aparecemos en el lugar más conocido y espectacular, la Piazza del Duomo. Y esto fue lo que vimos según salíamos del metro. Empezando así, ¿cómo no nos iba a encantar esta ciudad?
Esta plaza, con sus 17.000 metros cuadrados, lleva siendo el centro geográfico, económico, social, cultural y artístico de la ciudad desde el siglo XIV, y sinceramente creo que es la más bonita que conozco junto a San Marcos (Venecia) Como su propio nombre indica acoge al Duomo di Milano (Catedral), que tardó en construirse 6 siglos, y de la que luego hablaré más a fondo, se lo merece. Un único comentario, en todas las fotos parece que tiene una superficie rugosa, pues son todo estatuas, tiene miles, es espectacular acercarse y mirarlas detenidamente.
Junto al Duomo está la Galería Vittorio Emanuele II, construídas (como casi todo en esta plaza) en la segunda mitad del siglo XIX por Giuseppe Mengoni (el gran arquitecto de la Milán moderna). Otro de los iconos de la ciudad, que luego veremos más en profundidad.
En el centro de la plaza nos encontramos con un precioso monumento al rey Vittorio Emanuele II. Seguro que los más curiosos ya os habéis dado cuenta la cantidad de cosas que se dedica en Italia a este monarca, y tiene una sencilla razón: fue el primer Rey de Italia. Este rey piamontés logró unificar toda Italia bajo un mismo reinado, apoyado por Garibaldi ideologicamente y Cavour militarmente. Como uno de los principales territorios de la Penínusla Itáica era el papal, esto sirvió para su excomunión, y es que tomó por la fuerza los Estados Pontificios en 1870.
Justo enfrente del Duomo cierra la plaza un edificio que pasa desapercibido ante la grandiosa catedral, el Palazzo Carminati, también diseñado por Giuseppe Mengoni a finales del siglo XIX y que en las primeras décadas estaba lleno de anuncios de neón, siendo comparado con Times Square o Picadilly Circus (sinceramente, prefiero la plaza así que esos cúmulos de luz y más luz; ya os hablaré en cuanto tenga tiempo de la primera con detenimiento)
Y aquí están los 3 grandes de la Piazza del Duomo. Sólo por esta plaza ya merecería la pena venir hasta Milán. Poesía pura.
Antes de entrar al Duomo vamos a la Galería Vittorio Emanuele II, uno de los símbolos de la ciudad y una de las galerías comerciales más conocidas y bellas del mundo; además de acoger las tiendas más lujosas de la moda italiana.
Se construyó en la década de 1860 y se le considera el precursos de los centros comerciales cerrados modernos.
Además de ser un icono en sí mismo, une otros dos de los principales de Milán: La Piazza del Duomo y la Piazza della Scala.
Las galerías en sí son dos calles perpendiculares y cubiertas, que se unen en la parte central, con forma octogonal y muy ricamente decorada.
En Navidad colocan un bonito árbol en el centro, que da encanto al lugar (más del que tiene ya de por sí)
Atravesamos la galería (pasando por la oficina de turismo donde nos dan un mapa y una guía la mar de útil, está al final de la Galería) y llegamos a la Piazza della Scala, que acoge la archiconocida ópera milanesa. Este teatro, construido en la década de 1770 en el solar que ocupaba la Chiesa della Scala (de ahí toma el nombre) tuvo que ser reconstruido tras los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, aunque manteniendo su aire barroco. Por dentro es precioso, una pena que no pudiéramos entrar por falta de tiempo.
Además de la ópera, en el lado opuesto de la plaza se encuentra el Palazzo Merino, construido en el siglo XVI pero cuya fachada que da a la plaza se diseñó en 1889.
En el centro de la plaza nos encontramos una bella estatua dedicada a Leonardo da Vinci, el gran genio toscano.
Y de aquí nos vamos a por las entradas del Duomo di Milano (que no hacen falta sacarlas, entramos de tarde porque por la mañana había mucha cola y resulta que era gratis, que cabreo...) Os cuento un poco la historia de este símbolo milanés, cuya fecha es incierta, y es que tardó más de 6 siglos en construirse. Se cree que el interior data de 1386 (las partes más antiguas, claro; porque las ampliaciones y reformas fueron continuas), si bien su archiconocida fachada y exterior plagado de estatuas deata del siglo XVI.
Para que os hagáis una idea, la última puerta de la catedral se acabó en 1965. Imaginad cuanto trabajo llevo hacer este templo tan bonito (la puerta no es la de las fotos, subo la puerta principal, preciosa con tantos relieves)
Absolutamente cada centímetro de la catedral está decorado, es una pasada.
Y claro, tanto trabajo se nota, dejando todo una maravilla arquitectónica.
Adelanto varias horas el reloj para mostraros el interior del Duomo, y es que entramos de tarde al ver una desproporcionada cola de japoneses para entrar en ese momento. Fuimos sobre las 5 y media, cuando la entrada era libre, así que "tiramos" el dinero de las entradas, pero la verdad es que el interior es espectacular, es obligatorio entrar. Para acceder había un control de seguridad realizado por militares (fuimos dos semanas después de la masacre de París), era de chiste, y es que pasaban un detector de metales y daba igual cuantas veces pitaras y donde, te dejaban pasar.
Como veréis el interior es profundamente gótico, la altura impresiona y obliga a levantar la vista hacia arriba, hacia Dios. Las vidrieras están muy trabajadas, una pena haber entrado de noche y no poder verlas con luz. Os aconsejo ir por el día, aunque haya cola.
El conjunto en sí impresiona, y nos quedamos un buen rato quietos, simplemente mirando hacia arriba y alucinando con la grandiosidad de esta archiconocida catedral.
Y la zona del altar está superdecorada, es barroco, y por estar preparando una misa no pudimos acercarnos, una pena.
Además nos encontramos en una nave lateral la tumba del beato Alfredo Ildefonso Schuster, bastante bonita.
Información práctica
Acceso: Piazza del Duomo
Horario: Muy variable (consultar web: www.duomomilano.it/ ...38f5295d3/ )
Precio: Muy variable (consultar web: www.duomomilano.it/ ...38f5295d3/ )
Web: www.duomomilano.it/en/
Bueno, seguimos con la mañana, que me he ido varias horas de madre. El desayuno del hotel había pasado a la historia hacía un buen rato, y pese a ser poco más de la 1 de la tarde nos fuimos al McDonald's de la Galería Vittorio Emmanuele a comer, necesitábamos algo rápido, sencillo y barato; y aunque no sea comida típica el Mc siempre es un comodín.
Volvemos sobre nuestros pasos para atravesar la Piazza della Scala para seguir pateando Milán, el no tan conocido, pero que también vale la pena. Nuestra primera parada es la Chiesa di San Giuseppe, un templo sencillo y barroco, construído a principios del siglo XVII
Tomamos la Via Brera, que tiene esquinas preciosas. Como veréis Milán es mucho más que el Duomo.
Y llegamos al Palazzo Brera, un palacio barroco de principios del siglo XVII situado sobre un antiguo monasterio jesuita. Hoy en día acoge la Pinacoteca di Brea, una de las mayores de la ciudad lombarda, a la que no vimos mayor interés en acceder. La única obra de arte que nos interesaba es La Última Cena, y pese a intentar pedir hora un mes antes ya no quedaban, hay que hacerlo con 2-3 meses de antelación en esta web: www.vivaticket.it/ ...loVinciano )
Entramos al patio, que acoge una preciosa estatua de Napoleón como Marte pacificador, copia de la realizada por Antonio Canova que se encuentra en Londres.
Seguimos paseando la Via Brera y nos dejamos sorprender por varios puestos de artistas callejeros muy talentosos. Esto también es arte, y del bueno.
Y vemos el alumbrado navideño, aunque apagado. La verdad es que la ciudad tiene un ambiente brutal.
Y a lo lejos vemos la Torre Unicredit, que con sus 231 metros es el edificio más alto de Italia (aunque si queréis ver rascacielos de verdad esperad al diario de Nueva York que entra ahora al horno)
Acabamos la Via Brera para llegar a nuestro siguiente destino, la Chiesa di San Marco, un templo a caballo entre el gótico y el neogótico (es así, no estoy delirando, os lo aseguro), y es que se construyó en el siglo XIII siendo rematado en el XIX. Sin embargo, fue mucho mejor el paseo hasta el templo que la iglesia en sí.
De aquí giramos a la izquierda para alcanzar el famoso Castello, pasando por preciosas calles donde ya están encendidas las luces, dando mucho encanto a la ciudad.
Y llegamos al Castello Sforzesco, construído entre gótico y renacimiento (entre los siglos XIV y XV), y que junto al Duomo, la Scala y la Galería Vittorio Emanuele es el otro gran símbolo de Milán.
El recinto es enorme, y acoge varias exposiciones y museos (si bien no entramos a ninguna porque los precios son bastante altos y solo nos interesaba una obra de Leonardo da Vinci, debiendo pagar la entrada completa, por lo que desistimos)
Respecto a la historia del castillo, en contra de lo que sugiere su nombre fue construido inicialmente por la familia Visconti en 1358, siendo destruido por la República Ambrosiana Dorada un siglo después; cuando Francisco Sforza derrotó a los republicanos en 1450 lo reconstruyó y lo convirtió en su residencia, erigiendo dos años después la torre central (la proyectó el arquitecto Filarete, llevando aún hoy su nombre) Con la muerte de Francisco lo heredó Ludovico, quien lo convirtió en una de las cortes más lujosas de Europa, contratando a numerosos artistas de la talla de Leonardo da Vinci o Bramante para decorarlo. Si bien en los años siguientes fue dañado por ataques italianos, franceses y alemanes que llegaron incluso a volar accidentalmente la Torre del Filarete, que después sería reconstruida, pero el Castillo Sforza no volvió a recuperar nunca el lujo ni la opulencia de la última década del siglo XV.
En el interior del castillo se abre la Corte Ducale, construída por Francisco de Sforza como residencia. Es una especie de claustro y es preciosa.
En la parte trasera se abren amplios jardines, el Parco Sempione, al final del cual se encuentra el Arco della Pace, un arco neoclásico (una de las mejores muestras de este estilo en el país transalpino) construido en 1807 como Arco de Triunfo para conmemorar la victoria napoleónica en Jena (basado principalmente en el Arco de Triunfo parisino); sin embargo la derrota final napoleónica lo dejaría a medio construir, siendo acabada en 1826 por Francisco I de Austria para conmemorar la paz establecida en el Congreso de Viena. Está ricamente labrado y decorado, pero por falta de tiempo no pudimos acercarnos a verlo (se nota mucho el invierno y los días cortos, si fuera verano y nos alojáramos en Milán con un día tendríamos suficiente para visitar la ciudad al completo -igual dejando de lado algún museo, claro-)
Y así luce la parte trasera del Castillo desde este parque.
Nos vamos hacia la parte delantera, que da al Largo Cairoli, del que sale la Via Dante, una de las principales arterias de la capital lombarda que une el Castello con el Duomo.
Además de con una bonita fuente cuenta con una estatua ecuestre de Giuseppe Garibaldi, el principal líder militar de la Unificación Italiana.
No tomamos la Via Dante, y es que antes de volver al Duomo queremos pasarnos por la conocida San Ambrosio. De camino nos encontramos con bellos edificios y el siempre fotogénico tranvía.
También con un gracioso escaparate. Comentar que aparte de las obras de arte, monumentos e iglesias pasear por Milán es un delicia por ver las tiendas de la Capital de la Moda; hay mucho lujo en los comercios milaneses, y hasta para un negado para ir de tiendas como a mí está genial ir viendo joyas y vestidos con más ceros en el precio de los que podáis imaginar.
Llegamos rapidamente a la Piazza Sant' Ambrogio, según venimos del Castello con lo primero que nos encontramos es con el Tempio della Vittoria, construído en la década de 1920 para agradecer la victoria ante los austríacos en la IGM, si bien el homenaje en realidad es también a todos los combatientes milaneses que lucharon en la Primera Guerra Mundial. Actualmente acoge la Università Cattolica del Sacro Cuore
Y llegamos a la espectacular Basilica di Sant' Ambrogio, una de ls iglesias más antiguas de Milán, y es que se construyó en el siglo IV sobre el lugar donde fueron sepultados varios mártires cristianos. Tras varias reformas y ampliaciones a lo largo de los primeros siglos de la Edad Media adquirió su aspecto definitivo a finales del siglo XI, dejando esta iglesia como un templo románico con mucho encanto.
Su disposición es practicamente única, y es que posee un patio porticado (cuadripórtico) sobre el que destaca el conocido campanario (a la izquierda)
La puerta, al igual que ocurre en el Duomo, está ricamente decorada con relieves bíblicos.
El interior, tipicamente italiano, es sencillo a la par que bonito y agradable a la vista. Me encantan estas iglesias.
Tiene además varias tumbas que están muy ricamente decoradas.
Salimos y ponemos rumbo al Duomo, para despedirnos de Milán con su estampa nocturna (y para entrar, aunque haya comentado la visita al interior anteriormente)
Hay que caminar bastante y optamos por ir en tranvía, es sábado por la tarde y parece la hora punta, nada más que llegamos a la parada nos subimos e intentamos comprar el billete (infructuosamente), menos mal que es solo una parada y que va hasta arriba de gente. Antes de ir a la Piazza del Duomo paramos en Victoria's Secret, una tienda que en España solo se encuentra en la T4 y a la que Ana quería entrar. ¡Vaya llenazo! Parecía que regalaban copas o algo, pero la verdad es que está montada de forma totalmente espectacular.
Llegamos a la Piazza del Duomo y alucinamos, pese al cambio completo de luz sigue siendo preciosa, casi más que por la mañana.
Nos damos una vuelta alrededor del Duomo al salir del interior para seguir disfrutando de todas las estatuas de su exterior. La iluminación les da mucha magia.
Un edificio que está muy bien iluminado es el centro comercial anexo a la Galería Vittorio Emanuele.
Y la propia Galería luce preciosa iluminada de Navidad.
Y con la imagen del Duomo iluminado nos despedimos de esta preciosa ciudad, que como pudimos comprobar es mucho más que la Piazza del Duomo (si bien esta es preciosa y vale la visita por si misma)
De aquí nos vamos en metro hasta Milano Centrale para tomar el tren a Bérgamo (nos viene mejor tomar aquí el tren por horario) y subimos a la estación. Es muy bonita y está muy decorada.
Sacamos los billetes en las máquinas con algo de miedo, y es que habíamos leído que hay que estar muy atento porque se te echan encima individuos varios para robarte, pero no vemos ningún peligro, simplemente se acercan a la máquina cuando te vas para ver si dejaste algo de cambio o si te ven perdido ofrecen su ayuda a cambio de una propina; y de aquí subimos al andén a tomar el tren hacia Bérgamo. Es enorme y hay trenes hacia toda Italia, siendo el nuestro el de Trenord (está todo muy bien indicado en las pantallas)
CONCLUSIONES DE MILÁN: Es una ciudad muy bonita y con mucho encanto, aparte de la archiconocida Piazza del Duomo y la Galería (que no desmerecen para nada) tiene mucho más que ofrecer al viajero. Nos sorprendió muy gratamente, y es que por lo que habíamos leído esperábamos solo el Duomo, pero todas las iglesias y calles que pueblan el centro nos ganaron por completo; si bien hay que tener en cuenta que no es Roma, Venecia ni Florencia, claro
Diría que para el viajero medio con un día puede valer (sobre todo si es en verano que los días son largos), y es que como dije no es Roma ni mucho menos. Como visitas de interés aparte del Duomo y la Galería destacaría la Scala, el Castello Sforzesco, Sant' Ambrogio y sobre todo patear el centro, que tiene muchos rincones encantadores y desconocidos. Y recomiendo también sacar con tiempo las entradas para ver el Cenacolo (Última Cena)
Llegamos a Bérgamo y damos un paseo por el Mercadillo de Navidad antes de ir al hotel; está situado en la Piazzale degli Alpini y es pequeño, pero tiene encanto.
Descansamos en el hotel y sobre las 9 nos vamos a cenar. Si el sábado Bérgamo estaba muy animada, el domingo estaba vacía y con todo cerrado. Nos metimos en el único sitio que vimos abierto, la Taverna del Gallo da Salvatore, situado en la Via San Bernardino. Éramos los únicos clientes, y la verdad es que nos gustó mucho la cena. Pedimos risotto (ella) y carne en brocheta (yo) y estaba muy rico; siendo el aperitivo espectacular (panecillos de pizza que estaban para chuparse los dedos) La cuenta ascendió a 19 euros por cabeza, incluyendo bebida, postres y chupitos de limoncelo, a los que nos invitó el camarero, muy amable en todo momento.
Y tras esto nos fuimos al hotel, que el día siguiente Ana cogía el vuelo a las 6:40 y tocaba madrugón de los gordos.