Veníamos desde Calatañazor y llegamos ya prácticamente de noche a El Burgo de Osma, pese a ser poco más de las seis de la tarde. Es lo malo que tiene viajar en diciembre. Como referencia, decir que El Burgo de Osma está a 182 kilómetros de Madrid, unas dos horas en coche por la A-1, la N-110 hasta San Esteban de Gormaz y allí la N-122, en dirección a Soria.
Plano de GoogleMaps con ruta desde Madrid.
Teníamos alojamiento en el Hotel Castilla Termal Burgo de Osma, un pequeño capricho que nos permitimos. Ocupa un magnífico edificio renacentista restaurado, que albergaba la antigua universidad de Santa Catalina. Nos costó 130 euros con desayuno y acceso al spa incluido. Aunque nuestra habitación en principio era estándar, nos dieron un up-grade gratuito a habitación superior, lo que no estuvo nada mal, ciertamente. Las habitaciones son muy amplias y confortables, con mobiliario prácticamente nuevo y diseño muy moderno; al igual que el el cuarto de baño, que cuenta con el inodoro y la ducha en sendos habitáculos con puerta de cristal, y los lavabos y la bañera (tal como está situada, es más de adorno que útil, la verdad) comunicados directamente con la habitación, sin puerta de separación, lo que puede resultar un tanto molesto si las personas de la habitación se levantan a horas diferentes. Como una imagen vale más que mil palabras, pongo unas fotos “explicativas”.
Marcado por la cúpula de cristal que se ve en el suelo del patio, el spa se encuentra bajo el antiguo claustro, magníficamente restaurado, en torno al cual se distribuyen las habitaciones. Está bastante bien, con chorros diversos y demás artilugios (me cuesta explicar estas cosas porque no soy ninguna experta). No somos aficionados a pasarnos las horas muertas en un spa, pero reconozco que agradecimos el bañito caliente en una tarde de diciembre. En resumen, el hotel nos gustó bastante y está muy bien situado, a unos cien metros escasos del centro histórico y la calle Mayor. Así que se merece las cuatro estrellas que tiene, al menos en mi opinión.
Pero antes de comenzar la visita turística, viene bien conocer un poquito sobre los antecedentes de la villa.
Como datos generales, podemos señalar que El Burgo de Osma se encuentra a 58 kilómetros de Soria capital, en la ribera baja del río Duero. Es sede del obispado Osma-Soria y está considerado como uno de los pueblos más bonitos de la provincia ya que al ser sede episcopal desde el siglo VI, el cabildo y los obispos colaboraron a engrandecer su patrimonio artístico y arquitectónico.
Antigua ciudad de Uxama.
Sus antecedentes remotos son celtas y todavía se pueden ver a un par de kilómetros, en la carretera N-122 en dirección Valladolid, las ruinas de la ciudad de Uxama, que conoció muchas vicisitudes durante las dominaciones romana y visigoda, época en que cambió su nombre por el de Osoma, hasta que quedó abandonada al trasladarse la población a la margen derecha del río Ucero. Los restos arqueológicos de Uxama se pueden visitar, la entrada es libre y gratuita, pero no nos dio tiempo a ir. Las piezas más valiosas encontradas están expuestas en el Museo Numantino de la capital soriana.
En la Edad Media, Osma conoció los mismos avatares que el resto de los pueblos de la zona, al encontrarse en lugar fronterizo de los reinos moros y cristianos, con periodos de luchas, conquistas de unos y otros y épocas de convivencia pacífica. En sus proximidades se libraron batallas decisivas como la que supuso la derrota de Abderramán III en 939. Con la definitiva predominancia cristiana, a comienzos del siglo XII, Pedro de Bourges (San Pedro de Osma) fue nombrado obispo y comenzó la construcción de una catedral románica sobre los restos de un templo visigótico anterior. A su alrededor empezó a crecer un burgo en detrimento de Osma, al que Alfonso VIII dotó de entidad jurídica propia con el nombre de El Burgo de Osma. Los sucesivos Obispos fueron acrecentando su importancia y se construyeron una nueva Catedral, murallas y una Universidad, además de un buen número de conventos y casas señoriales, todo lo cual favoreció el comercio y la prosperidad de la villa. Durante siglos, la Iglesia fue propietaria de estas tierras hasta que la Desamortización de Mendizábal aparejó su secularización en 1836, lo que originó el comienzo de una lenta pero progresiva decadencia. Fue saqueada por las tropas francesas durante la Guerra de la Independencia y posterior escenario de luchas durante las Guerras Carlistas. Actualmente cuenta con unos dos mil habitantes y su economía se basa principalmente en el turismo, la industria del mueble y el sector agrícola, en especial los cereales y, por supuesto, desde el siglo XVIII, el cultivo de viñedos y todo el comercio relacionado con los vinos, integrados aquí en la denominación de origen Ribera del Duero.
Comenzamos nuestro primer paseo ya de noche. Cruzamos la calle (la travesía de la carretera N-122 que va a Valladolid) y en apenas cien metros ya estábamos en el centro histórico, concretamente en la Calle Mayor, principal eje de la población, de la que salen las vías más importantes y en torno a la cual se encuentran sus principales monumentos y lugares turísticos. Es bastante larga y está porticada casi en su totalidad. No eran ni las siete, pero ya se había hecho de noche y nos encontramos el centro histórico no muy concurrido, pero bien iluminado y con mucho encanto.
Calle Mayor.
La Oficina de Turismo funciona todos los días, salvo lunes y martes, de 10:00 a 14:00 y de 16:00 a 19:00 horas, así que la pillamos abierta por los pelos. Está ubicada en la Plaza Mayor, en la que fuera Capilla del antiguo Hospital de San Agustín, hoy convertido en centro cultural, construida a finales del siglo XVII, con cúpula barroca y retablo barroco de madera policromada. Interesante entrar aunque solo sea para ver esta parte del edificio.
Me dieron un plano turístico y algo de información. La peor noticia fue que el horario no me iba a cuadrar para visitar el interior de la Catedral, que es de 10:30 a 13:00 y de 16:00 a 18:00 (19:30 en julio, agosto y septiembre), salvo lunes que está cerrada. Una lástima porque tenía bastante interés y no era eso lo que había leído en la página web de turismo. En fin, como se dice siempre, "otra vez será", y espero que no sea dentro de mucho porque queremos hacer la ruta de Río Lobos que está muy cerquita de aquí (unos 20 kilómetros). La visita a la Catedral cuesta 2,5 euros (hay descuentos para estudiantes, niños, tercera edad, etc).
Vista nocturna de la Catedral iluminada.
Además de lo ya visto, dejo un resumen fotográfico de lo que nos encontramos durante nuestro recorrido nocturno, que fue un agradable paseo de una hora más o menos. Hacía frío, pero no demasiado para estar en Soria y en diciembre.
La Plaza Mayor con el Ayuntamiento al fondo.
Plaza de la Catedral o de Santo Domingo, con la fuente del Mono.
Vista exterior de las murallas desde el puente sobre el río Ucero con la torre de la Catedral al fondo.
Río Ucero. Iluminados al fondo, a la izquierda, el castillo cristiano; a la derecha, la atalaya musulmana.
Vistas de la Torre de la Catedral, la portada del Palacio Episcopal y la Plazuela de la Torre.
Plaza de la Catedral o de Santo Domingo, con la fuente del Mono.
Vista exterior de las murallas desde el puente sobre el río Ucero con la torre de la Catedral al fondo.
Río Ucero. Iluminados al fondo, a la izquierda, el castillo cristiano; a la derecha, la atalaya musulmana.
Vistas de la Torre de la Catedral, la portada del Palacio Episcopal y la Plazuela de la Torre.
Para finalizar la jornada, volvimos al Hotel y cenamos unas tapas en la terraza instalada en el precioso patio renacentista de la antigua Universidad, ahora cubierto por un techo de cristal. Precio: 20 euros dos cervezas y raciones de croquetas, queso y jamón ibérico. El marco, realmente lo valía.
Al día siguiente comenzamos bastante temprano nuestra visita turística principal. Las previsiones meteorológicas decían que las nubes se irían con viento fresco y que disfrutaríamos de un sol espléndido. Sin embargo, en los valles de los grandes ríos españoles esto puede acarrear el contratiempo de la niebla, sobre todo a primera hora de la mañana. Y eso nos encontramos, una niebla espesa que no dejaba ver a demasiada distancia. De modo que las fotos salieron bastante deslucidas, qué le vamos a hacer.
Nuestra visita por el casco histórico comenzó en nuestro mismo hotel, que como ya he mencionado ocupa el edificio de la antigua Universidad de Santa Catalina, construido a mediados del siglo XVI por orden del obispo Acosta y en su época de esplendor (hasta mediados del siglo XVIII) adquirió la condición de Pontificia y Real Universidad. Posteriormente entró en una etapa de decadencia que concluyó con su clausura en el siglo XIX. Tiene una preciosa fachada plateresca con varias figuras (como la de Santa Catalina que preside la portada) y varios escudos (dos de esquina), entre ellos el imperial de Felipe II y el del obispo Acosta, gran mecenas de la ciudad, y un magnífico patio renacentista de dos plantas, con arcos y columnas. También la escalinata es realmente bonita. Se ha restaurado respetando su estilo original, y que incluye detalles muy modernos en la decoración, con una iluminación bastante acertada, al menos en mi opinión.
Exterior de la antigua Univesidad de Santa Catalina.
Patio interior (ahora de día con la escasa luz de la mañana con niebla) y escalinata.
Patio interior (ahora de día con la escasa luz de la mañana con niebla) y escalinata.
En vez de ir por la Calle Mayor, fuimos hacia el río para encontrarnos con las murallas por la parte exterior. Lamentablemente la visibilidad no era nada buena.Veíamos los mismos escenarios que la noche anterior pero bastante peor. Imposible sacar alguna foto del río con el castillo y la atalaya musulmana al fondo. No se veía nada.
Las murallas fueron construidas por el Obispo Pedro de Montoya en 1453 no sólo por motivos defensivos militares sino para proteger a la villa de la peste y para cobrar tributos a quienes la visitaban. Aunque se demolieron en gran parte en el siglo XVIII queda algún tramo bien conservado, como el que esta junto al Puente Viejo, entrando por la Puerta de San Miguel, la única que ha llegado a nuestros días. La vista desde aquí es una de las más bonitas del Burgo, pero las fotos no lo reflejan nada bien porque tuve que restringir mucho la perspectiva para que al menos saliese algo.
Las murallas.
La Puerta de San Miguel.
La Puerta de San Miguel.
No cruzamos la Puerta de San Miguel, sino que seguimos unos metros hacia adelante, dejando el río a la derecha, hasta llegar al Convento del Carmen, que data de 1595 y en su momento fue uno de los más importantes conventos de carmelitas de España.
Convento del Carmen.
Desde allí giramos a la izquierda y tras caminar un ratito nos encontramos con el antiguo Hospicio, un enorme edificio neoclásico que mandó edificar Carlos III a petición del Obispo Juan Eleta.Tiene 84 metros de largo, 46 de ancho, 11 de alto y nada menos que 365 ventanas, una por cada día del año.
A continuación, dimos un pequeño rodeo para ver en la calle Rodrigo la fachada de otro gran edificio construido en tiempos de Carlos III, el del Seminario Diocesano de Santo Domingo de Guzmán, de estilo renacentista. Cuenta con una valiosa biblioteca con más de 12.000 volúmenes entre los que figuran varios incunables y algunos de los libros más antiguos impresos en Soria.
Finalmente, por una pequeña calle lateral regresamos a la Plaza de la Catedral. Como una especie de antesala nos encontramos unida a la anterior con la Plaza de Santo Domingo, donde se encuentra la Fuente del Mono, uno de los símbolos de El Burgo de Osma y que aparece en buena parte de las fotos de la villa junto con la Catedral.
Plazuela del Cortijo o de la Torre, con las viviendas de los canónigos construidas entre los siglos XVI y XVII. Cuenta con una escultura dedicada a los Obispos del Burgo, y la figura representa al que fue primer obispo de la diócesis en 1101, Pedro de Bourges, que posteriorente se convertiría en San Pedro de Osma. Este lugar es uno de lo que más me gustó de la villa y comunica la Puerta de San Miguel con la Plaza de la Catedral.
Catedral de Santa María de la Asunción.
El edificio más importante de la villa. Lo mandó construir el obispo Juan Domínguez en el primer tercio del siglo XIII para lo cual ordenó demoler la antigua Catedral románica que consideraba desfasada y edificó la nueva en estilo gótico, según los nuevos gustos de la época.
La fachada es realmente magnífica, sobre todo la portada meriodional. Como he mencionado, fue una lástima que no pudiésemos visitar su interior por un malentendido en horarios y días de apertura, que luego nos causó más de un contratiempo en otros lugares.
Retomamos la calle Mayor para encontrarnos rápidamente con el Palacio Arzobispal, que data del siglo XVI. Alberga el Archivo Diocesano y en su fachada destaca su portada, encuadrada por un alfiz muy decorado con figuras de animales y con cierto aspecto árabe..
En la calle Mayor me llamaron la atención varias casas y también las columnas de los soportales, que eran de madera o de piedra, y algunas hasta blasonadas. Se trata de la zona comercial, donde los lugareños y visitantes podían comprar, vender y pasear sin sufrir las inclemencias del frío, la lluvia o el sol.
Volvimos a pasar por la Plaza Mayor, donde desayunamos en una cafetería, contemplando la fachada del Ayuntamiento, que data del siglo XVIII.
Ya con el coche, fuimos hasta el Puente Romano sobre el río Ucero y a duras penas pudimos contemplar la silueta de lo que queda del castillo en lo alto del cerro.
Puente romano.
Restos del castillo, arriba, entre la niebla.
Junto al Puente Romano, en la margen derecha del río, está la Iglesia de Santa Cristina de Osma, ejemplo del románico soriano donde se guardan las reliquias de la santa.
Era una lástima porque sabíamos que solo era cuestión de minutos que levantase la niebla, pero no podíamos esperar más porque teníamos otras visitas esa misma mañana y las horas de luz son escasas en invierno