La salida hacia Tetuán está indicada en la primera rotonda al salir del puerto. Tomamos la N16, que va bordeando la costa. Las vistas hasta que se llega a Ceuta son espectaculares, la costa es muy abrupta. Prevalece la visión del Jebel Musa, que poco a poco cae al mar dando paso al pequeño cabo donde se asienta la ciudad.
A partir de ahí, la playa se vuelve menos salvaje, convirtiéndose en una sucesión de edificios y un enorme paseo marítimo que nos sorprendió por lo nuevo y preparado. Pero lo de conducir por primera línea de playa turística ralentiza mucho la circulación, por lo que cuando apareció la opción de autovía la cogimos sin dudarlo, y en momento estábamos en Tetuán.
Tetuán nos sigue sorprendiendo. Entramos por la parte nueva de la ciudad y encontramos un entorno sumamente cuidado, con bastante personal de mantenimiento trabajando: pequeños jardines, bonito alumbrado público y mucha limpieza.
A partir de ahí, la playa se vuelve menos salvaje, convirtiéndose en una sucesión de edificios y un enorme paseo marítimo que nos sorprendió por lo nuevo y preparado. Pero lo de conducir por primera línea de playa turística ralentiza mucho la circulación, por lo que cuando apareció la opción de autovía la cogimos sin dudarlo, y en momento estábamos en Tetuán.
Tetuán nos sigue sorprendiendo. Entramos por la parte nueva de la ciudad y encontramos un entorno sumamente cuidado, con bastante personal de mantenimiento trabajando: pequeños jardines, bonito alumbrado público y mucha limpieza.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Tetuán: la paloma blanca
Con una medina muy andaluza
A la medina, blanca y encaramada en una colina, se llega muy bien siguiendo las indicaciones, una tónica general en todas las ciudades marroquíes como pudidos comprobar en el viaje. Lo malo fue que bordeamos la muralla en el sentido contrario al que hubiésemos debido, por lo que de pronto nos vimos perdidos, sin poder contactar por teléfono con el hotel y sin saber para dónde tirar, ¿solución? en Marruecos siempre hay una solución fácil teniendo unos dirhams: preguntamos a un muchacho que andaba por allí, que no dudo en montarse en el coche e indicarnos hasta una zona de parking, para luego acompañarnos al hotel. La policía marroquí debe estar prohibiendo con mano férrea esto, porque el chico iba varios pasos delante nuestra, sin dirigirse directamente y como con miedo. El caso es que, propina de por medio, llegamos a la puerta del riad sin problemas.
El riad elegido fue “El reducto” precioso y muy bien ubicado, una joyita a un paso de la zona histórica. Aunque el coche hay que dejarlo un poco lejos.
El riad elegido fue “El reducto” precioso y muy bien ubicado, una joyita a un paso de la zona histórica. Aunque el coche hay que dejarlo un poco lejos.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Riad El Reducto (las fotos generales de la medina están tomadas desde su terraza)
Dejamos las maletas y salimos dispuestos a empaparnos de Tetuán. Lo primero que encontramos es la imponente Plaza Hassam II (que fue Plaza de España), con el Palacio Real. Tiene mucho encanto y podría ser muy alegre... de no estar totalmente vallada y rodeada de militares y policía por ¿la visita?¿la estancia? del rey.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Nos salimos del círculo de las vallas y, ¡cómo no! caímos directamente en las garras de un falso guía, como no podía ser de otro modo en una primera visita. ¿Qué si estaba prevenida sobre esto? pues claro que sí, medio año leyendo sobre todas las engañifas, ¿qué si quería contratar un guía? pues claro que no. Pero es que esto es lo que los seguidores de Juego de Tronos reconocerían como el Dios de Muchos Rostros, nunca sabes qué forma va a adoptar hasta tenerlo delante. El nuestro adoptó la forma de un dulce viejecito que paseaba a su nieto discapacitado.
Empezó a hablarnos, a echar sus sutiles y amables redes, y cuando nos dimos cuenta, estábamos corriendo detrás suya (¡y cómo corría!) porque mira por dónde no le importaba acercarnos a la zona del zoco donde se ponen los comerciantes bereberes que bajan de las montañas. No sabíamos cómo zafarnos de él, hasta que nos dio la excusa perfecta: nos coló en una tienda (no era otro su objetivo) en la que el también zalamero dependiente pretendía enseñarnos no sé qué cosas, apareciendo rápidamente un hombre con un humeante té. Ni qué decir tiene que salimos corriendo, a pesar de que el viejecito no paraba de repetir que era de mala educación dejarlos allí plantados, ¡tendría cara! Le dimos unos dirhams para que nos dejara en paz y a huir.
Todavía nos estuvo persiguiendo un rato, apareciendo delante o detrás nuestra. Nada como no dirigirnos más a él y, sobre todo, nada como acercarnos a un policía de los muchos que rodeaban la plaza principal para que desapareciera.
Nos reímos mucho con el incidente, y con la lección aprendida ya para el resto del viaje, continuamos con nuestro tranquilo paseo por la medina. Nos resultó caótica. Una extraña mezcla entre mercadillo y tienda de chinos. No nos parecía que la población de Tetuán tuviera tal necesidad de tanta cacharrería. ¿De qué vivirían en realidad? Llegamos a la malévola conclusión de que esos miles de puestos con miles de chismes eran una forma de no hacer nada mientras parecía que hacían algo. La única parte que nos gustó fue la de la comida: enormes sandías, amarillos melones, panes redondos y deliciosos competían, realmente, para llevarse al posible comprador formando una bonita estampa en una de las puertas de acceso a la medina.
Empezó a hablarnos, a echar sus sutiles y amables redes, y cuando nos dimos cuenta, estábamos corriendo detrás suya (¡y cómo corría!) porque mira por dónde no le importaba acercarnos a la zona del zoco donde se ponen los comerciantes bereberes que bajan de las montañas. No sabíamos cómo zafarnos de él, hasta que nos dio la excusa perfecta: nos coló en una tienda (no era otro su objetivo) en la que el también zalamero dependiente pretendía enseñarnos no sé qué cosas, apareciendo rápidamente un hombre con un humeante té. Ni qué decir tiene que salimos corriendo, a pesar de que el viejecito no paraba de repetir que era de mala educación dejarlos allí plantados, ¡tendría cara! Le dimos unos dirhams para que nos dejara en paz y a huir.
Todavía nos estuvo persiguiendo un rato, apareciendo delante o detrás nuestra. Nada como no dirigirnos más a él y, sobre todo, nada como acercarnos a un policía de los muchos que rodeaban la plaza principal para que desapareciera.
Nos reímos mucho con el incidente, y con la lección aprendida ya para el resto del viaje, continuamos con nuestro tranquilo paseo por la medina. Nos resultó caótica. Una extraña mezcla entre mercadillo y tienda de chinos. No nos parecía que la población de Tetuán tuviera tal necesidad de tanta cacharrería. ¿De qué vivirían en realidad? Llegamos a la malévola conclusión de que esos miles de puestos con miles de chismes eran una forma de no hacer nada mientras parecía que hacían algo. La única parte que nos gustó fue la de la comida: enormes sandías, amarillos melones, panes redondos y deliciosos competían, realmente, para llevarse al posible comprador formando una bonita estampa en una de las puertas de acceso a la medina.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Caos y orden en la medina
Salimos de la medina un pelín decepcionados, en el Alamillo de los domingos en Sevilla hay un ambiente bastante parecido. Mira por dónde, resultaba que pasear por un zoco marroquí no nos supunía nada nuevo.
Volvimos a la Plaza de Hassam II. Los bares se van llenando, todas las sillas ocupadas…. de hombres, mirando hacia la calle, jugando entre ellos al parchís (con una inusitada competitividad) o al dominó, y bebiendo el omnipresente té. Vale con la estampa típica, pero es que no había ni una mujer.
Me hubiera gustado sentarme y descansar mirando la calle yo también, pero me cortó la misma barrera invisible que cuando era niña me impedía sentarme en el Casino donde mi abuelo echaba la tarde con sus amigos. Y esto no me invadía de dulce melancolía, sino más bien lo contrario.
Nos pasamos a la parte del Ensanche Español. Esta parte de la ciudad me pareció muy especial. Con una belleza decadente, fue un gustazo pasear por el barrio de la Luneta, por la preciosa Avenida de Mohamed V (antes del Generalísimo) hasta la Plaza Mulay Mahdi (plaza Primo). En cualquier portal te encuentras la sorpresa de cartelería en español, el cine Avenida, los suelos hidraúlicos preciosos en cualquier portal medio en ruinas, los que un día fueron grandiosos edificios… todo da idea de un tiempo pasado (que no mejor) del último intento colonial español. Hay mucha historia encerrada en cada uno de esos edificios. Una historia, no sé por qué, tan interesante como olvidada.
Volvimos a la Plaza de Hassam II. Los bares se van llenando, todas las sillas ocupadas…. de hombres, mirando hacia la calle, jugando entre ellos al parchís (con una inusitada competitividad) o al dominó, y bebiendo el omnipresente té. Vale con la estampa típica, pero es que no había ni una mujer.
Me hubiera gustado sentarme y descansar mirando la calle yo también, pero me cortó la misma barrera invisible que cuando era niña me impedía sentarme en el Casino donde mi abuelo echaba la tarde con sus amigos. Y esto no me invadía de dulce melancolía, sino más bien lo contrario.
Nos pasamos a la parte del Ensanche Español. Esta parte de la ciudad me pareció muy especial. Con una belleza decadente, fue un gustazo pasear por el barrio de la Luneta, por la preciosa Avenida de Mohamed V (antes del Generalísimo) hasta la Plaza Mulay Mahdi (plaza Primo). En cualquier portal te encuentras la sorpresa de cartelería en español, el cine Avenida, los suelos hidraúlicos preciosos en cualquier portal medio en ruinas, los que un día fueron grandiosos edificios… todo da idea de un tiempo pasado (que no mejor) del último intento colonial español. Hay mucha historia encerrada en cada uno de esos edificios. Una historia, no sé por qué, tan interesante como olvidada.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Uno de los muchos edificios del antiguo protectorado español, éste rehabilitado
El ambiente sigue siendo tan masculino que, junto con el cansancio de este primer día, empieza a pasarme factura dejándome un regustillo extraño.
Comemos algo en el comentado restaurante “La Unión”, tan barato como tristón, y volvemos a nuestro precioso riad.
Me ha gustado mucho Tetuán, pero ¿era éste el viaje esperado? hoy es el primer día, habrá que darle tiempo.
Desde la terraza del riad vemos atardecer, mientras las nubes tormentosas iban tomando posición en las colinas cercanas. Los almuecines llamaban a la oración desde cada mezquita, en una invitación repetida por toda la ciudad. Una imagen para el recuerdo, sin duda.
Comemos algo en el comentado restaurante “La Unión”, tan barato como tristón, y volvemos a nuestro precioso riad.
Me ha gustado mucho Tetuán, pero ¿era éste el viaje esperado? hoy es el primer día, habrá que darle tiempo.
Desde la terraza del riad vemos atardecer, mientras las nubes tormentosas iban tomando posición en las colinas cercanas. Los almuecines llamaban a la oración desde cada mezquita, en una invitación repetida por toda la ciudad. Una imagen para el recuerdo, sin duda.
*** Imagen borrada de Tinypic ***