La mañana amaneció con neblina, el sol que nos torturó de manera el día anterior se había esfumado. Un cambio brusco en el tiempo, como suele ser tan habitual por estas tierras; sin embargo, la temperatura era buena y, pese a lo oscuro que estaba, no parecía que fuese a llover, así que la jornada no pintaba mal. Hasta la comida, la jornada estaba bastante planificada, después… estaríamos un poco a lo que surgiese. No queríamos cansarnos demasiado porque al día siguiente teníamos plato fuerte.
Itinerario de la jornada según Google Maps.

BELMONTE DE MIRANDA.
Dejamos el hotel de Pola de Somiedo sin desayunar, para lo cual teníamos en mente una perspectiva muy interesante: el Gran Hotel Cela, en Belmonte de Miranda, sobre el que nos habían contado maravillas. Desde Pola, son 31 kilómetros por la carretera AS-227 y mereció la pena la espera porque realmente se desayuna muy bien allí. Ponen unos zumos de naranja gigantes y tienes muchas cosas para elegir y todo muy abundante: los bocatas, los bollos, las tostadas… Además, tienen bandejas en el mostrador con trozos de bollos y bizcocho para que te sirvas a voluntad, y el precio estuvo bastante ajustado. Ahora no recuerdo lo que tomamos y lo que nos costó, pero quedamos muy satisfechos.

Después fuimos a dar una vuelta por el pueblo, que es pequeño pero tiene cosas bonitas, como el río y sus aledaños.


CORNELLANA: Monasterio de San Salvador.
Seguimos nuestro viaje en dirección a Cornellana (unos 30 Km), donde queríamos ver el Monasterio de San Salvador. Pese a que en algunas páginas de internet figura con horario de visita y todo, lo cierto es que está cerrado al público y en bastante malas condiciones de conservación. Tanto es así que junto al panel informativo exterior, se encuentra una tabla de una plataforma ciudadana en la que piden ayuda a los turistas para difundir la necesidad de que se arregle el interior del convento, que está en ruinas debido a que los diferentes proyectos de restauración siguen sin realizarse casi veinte años después. Una pena porque se trata de un edificio de importantes dimensiones, con casi mil años de historia, que está catalogado como Monumento Nacional desde 1931.

Fue fundado en 1.024 por una hija de Bermudo II, rey de León. En el siglo XII fue cedido a la Orden de Cluny y con el paso de los siglos fue objeto de disputas eclesiásticas y nobiliarias, pasó a manos de los benedictinos, y se produjeron numerosas reformas y remodelaciones. Durante la Guerra de la Independencia, los franceses lo utilizaron como caballerizas y lo incendiaron al marcharse. Con la desamortización de Mendizábal, el monasterio perdió todas sus pertenencias y los edificios fueron vendidos a particulares, en uno de los cuales se instaló una fábrica de manteca. A finales del siglo XIX, la Iglesia lo compró y pasó al Obispado de Oviedo. Sin embargo, nunca se reparó y continúa en un estado lamentable de deterioro y abandono.

Desde el exterior se puede admirar la hermosa fachada, que todavía se mantiene en pie. Del periodo románico, destaca la portada primitiva, situada en un lateral del monasterio, donde figura esculpida una osa amamantando a una niña. El edificio de la Iglesia es del siglo XII, de cuya época es también su torre cuadrada. La parte barroca, de los siglos XVII y XVIII, comprende las fachadas del monasterio y de la iglesia y el claustro de dos plantas.

Esperemos que esta situación se solucione y se recupere este Monumento Nacional para el disfrute de todos.

Cerca del monasterio se encuentra el panel indicador de la etapa Grado-Salas del Camino de Santiago Primitivo que pasa por aquí y un indicador con múltiples direcciones de todo el mundo.

SALAS Y CASCADA DEL RÍO NONAYA.
Apenas a 9 kilómetros de Cornellana, Salas es la capital del Concejo del mismo nombre, y se la conoce como la puerta de la Asturias Occidental. En sus proximidades se han encontrado restos paleolíticos, lo que dice mucho de su dilatada historia, que en la época romana estuvo relacionada con las explotaciones auríferas, aunque de su nombre no se tienen referencias hasta el siglo IX. Tiene un casco histórico muy pequeño, pero realmente interesante, en el que destacan el Palacio de Valdés-Salas, la Casa del Regente, la Torre, la Casa de Miranda, el Palacio de los Condes de Casares, la Casa de Malleza, la Capilla de San Roque y la Colegiata de Santa María la Mayor. Todo está juntito, así que no se tarda mucho en visitar y la parada merece la pena. Y además de su caserío guarda otros atractivos: es fin de una de las etapas del Camino de Santiago Primitivo y en sus inmediaciones hay un bosque con una cascada preciosa que supone un aliciente más para los amantes de la naturaleza.
Aparcamos el coche a la entrada del pueblo y fuimos caminando hacia el inicio de la ruta de la cascada, ya que queríamos hacerla antes de comer. Para ello, sin embargo, tuvimos que recorrernos casi todo el caserío, así que pudimos ir contemplándolo de paso.
De camino a la cascada (se accede atravesando la puerta medieval del fondo, sobre la que se vislumbra el puente de la futura autopista), vimos la Colegiata.




Ruta de la Cascada del Nonaya.
Aunque está homologado como sendero local, AS-22, más que una ruta senderista tal cual, puede considerarse un sencillo paseo por el bosque, casi sin desnivel. Hay unos tres kilómetros hasta la cascada, por lo que sumando ida y vuelta, salen 6 kilómetros, y aproximadamente una hora de caminata. Los primeros dos kilómetros los comparte con la ruta del GR-65 del Camino de Santiago, etapa Salas-Tineo.

El sendero va paralelo al río, que queda a nuestra derecha. No hay pérdida posible. El día estaba nublado, lo que daba mucho encanto al bosque. En Salas abundan los castaños, los robles y los abedules, además de pinos y algunos eucaliptos, pero en la ribera del río también encontramos fresnos, alisos, chopos, sauces y arces; incluso nos vimos casi engullidos por enormes helechos que prácticamente ocultaban el sendero.



Pudimos ver fuentes, el agua cantarina del río y… hasta el puente de la futura autopista cruzando por encima de nuestras cabezas
. Y, sobre todo, notamos un gran sosiego, el silencio roto solo por el canto de algún pájaro y el agua saltando sobre las piedras. Apenas nos cruzamos con media docena de personas, todas ellas peregrinos.



Llevábamos media hora de agradable paseo cuando nos encontramos con la anunciada bifurcación: a la izquierda, la emblemática vieira del Camino; a la derecha, la señal indicaba que a 250 metros encontraríamos la cascada.

Y así fue. Primero apareció un puentecillo, desde el que se contemplaban unas hermosas cascaditas y, al fondo, abriéndose paso entre la maraña de árboles, un salto de agua de unos 10 metros, verdaderamente bonito, más teniendo en cuenta que estaba allí en exclusiva para nosotros. Un lugar idílico.



De regreso, por el mismo camino, pudimos deleitarnos con más bonitas estampas naturales, como los colores del bosque o el encaje creado por gotitas de agua en las hojas:


Dimos la vuelta y fuimos directamente a comer en un restaurante que nos había gustado al pasar buscando el inicio de la ruta. Se llama Casa Pachón y tenía unas mesas en el exterior, con unas buenas vistas del Palacio Valdés-Salas con su llamativa torre, que se hallaba a veinte metros. Una lástima los coches aparcados que le restaban un poquito de su encanto medieval.

Sin esperarlo (lo del Hotel Cela de Belmonte nos lo habían contado varias personas), tuvimos aquí una de esas experiencias gastronómicas asturianas que se recuerdan durante bastante tiempo. El camarero nos dijo que allí no había carta, que disponían de un menú fijo, cuyos platos irían sirviendo. Las pocas mesas que había se llenaron enseguida, la mayor parte con peregrinos que estaban haciendo el Camino. A todos se nos iba quedando la misma cara de bobos. Primero, nos trajeron una olla con sopa. Muy rica, confieso que repetí. A continuación apareció una fuente enorme de potaje de garbanzos con su embutido correspondiente; después fue el turno de una bandeja de patatas con carne. Ya no sabíamos dónde mirar: todo estaba muy rico, pero cada vez las bandejas se iban con más sobrante. En cuarto lugar, apareció una fuente de espaguetis con atún y tomate… Estaba a punto de darnos algo. Entonces, el camarero nos preguntó que qué queríamos de plato fuerte: escalope, lomo, merluza a la romana, huevos fritos, parrochas (son sardinas, no sé si se escribe así) y otras cosas que no recuerdo. Aunque ya no teníamos ni pizca de hambre, para no desairarle, pedimos lo más suave, las sardinas. Apareció una fuente con veinte sardinas (las conté). Naturalmente, también había postre para elegir. Pero ahí ya sí que nos plantamos: no queríamos postre, solamente café.

¡Madre mía! Seis platos y el postre, con pan, agua, vino o cerveza, por 10 euros cada uno. No eran exquisiteces, naturalmente, pero sí buena comida casera. Apenas podíamos con nosotros mismos cuando nos levantamos de allí. Para bajar un poco la comida, estuvimos dando una vuelta por el pueblo, tanto por la zona medieval como por la que se asoma al río. Todo muy agradable.


PARQUE NATURAL DE LAS FUENTES DEL NARCEA. RUTA DE LOS PUERTOS (EN COCHE)
Desde Salas, nos dirigimos hacia Cangas del Narcea y desde allí a Moal, donde nos alojaríamos esa noche, ya que al día siguiente nos esperaba la visita a Muniellos y necesitábamos pernoctar lo más cerca posible del comienzo de la ruta. Pero eso es otra historia. Fuimos todo el trayecto por la carretera AS-15 hasta llegar a Posada de Rengos, donde paramos a tomar un café, en un bar que está junto al río Muniellos. A poco de pasar Cangas, el cielo cubierto de nubes oscuras que nos había acompañado durante toda la jornada, se quedó atrás y apareció un sol espléndido que ya nos acompañó hasta el atardecer. Es curioso lo que puede cambiar el tiempo en Asturias en unos pocos kilómetros.
En las inmediaciones de Cangas del Narcea.
Posada de Rengos.


Posada de Rengos.

Estábamos ya en el Parque Natural de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias, que tiene una extensión de 555 km2. Toma su nombre de las cuencas altas de los ríos Narcea e Ibias y algunos de sus afluentes. Fue declarado Parque Natural en 2002 y entre otros espacios de gran importancia ecológica, en su interior se encuentra el Monte de Muniellos, declarado Reserva Mundial de la Biosfera. Su punto más alto se encuentra en el pico el Cueto de Arbas, con 2.006 metros de altitud. Cuenta con extensos bosques, ríos y valles, y se pueden realizar muchas rutas tanto en coche como a pie. Además tiene varios monumentos y lugares de interés como el casco antiguo de Cangas del Narcea y el Monasterio de Corias (a 2 km. de Cangas del Narcea), en cuyas antiguas cuadras se encuentra el Centro de Interpretación del Parque. Pero esto lo contaré en la etapa de mañana.
El caso es que sentíamos curiosidad en cuanto al significado del nombre de “fuentes del Narcea”. En algún sitio habíamos leído que se refiere al nacimiento del río Narcea, donde, al parecer, hay una cascada. Sin embargo, no encontrábamos información en ninguna parte sobre cómo llegar allí, ni siquiera del sitio en concreto. Preguntamos en el bar de Posada de Rengos donde paramos y nos dijeron que el lugar en cuestión se encuentra en Monasterio de Hermo, pero que no se puede visitar porque está en una finca privada. Parece ser que el Principado quiso conseguir el derecho de acceso, incluso judicialmente, pero sin resultado alguno. Así que lo de “fuentes del Narcea” actualmente se refiere más al curso del río y sus afluentes que a su propio nacimiento.
Posada de Rengos.


Desde allí, fuimos hasta nuestro alojamiento en Moal, tomando la carretera AS-348 que sale a la derecha del puente de Posada de Rengos y se dirige a Moal y al Monte de Muniellos. Hasta Moal apenas hay 3 kilómetros, así que en cinco minutos estábamos en el diminuto pueblo, en la Casa Rural Muniellos, donde íbamos a alojarnos esa noche (49,5 euros con desayuno incluido) La dueña de la casa nos recibió muy amablemente y nos dio todo tipo de información. La casa es muy amplia y los clientes tienen incluso una entrada separada, aunque la vivienda es la misma. La habitación muy cómoda y con cuarto de baño, pero sin televisión ni internet, lo cual no era extraño considerando que estábamos en pleno monte, por lo tanto en un entorno precioso y muy tranquilo, lo cual no fue ningún inconveniente, ya que lo que más nos interesaba era que estábamos solo a 4 kilómetros del centro de recepción de visitantes de Muniellos. En el pueblo no hay tiendas ni bares ni restaurantes, así que teníamos que ir a otro sitio a comprar viandas para los bocatas del día siguiente.
Nuestra habitación.


Como era temprano, de paso haríamos un poco de turismo en coche por la zona que conocíamos solo en parte de visitas anteriores. Nos decidimos por una versión particular de la Ruta de los Puertos que propone el Ayuntamiento de Cangas.
Mapa de la ruta de los puertos.


Se trata de un itinerario circular de 89 kilómetros, que recorre La Riela (La Regla), el Pozu de las Mulleres Muertas, San Antolín de Ibias, Cecos, el Puerto del Coniu y la Venta. En nuestro caso, el punto de partida y llegada era Moal. Este itinerario es muy apropiado para hacerse una idea de cómo es la comarca y, a la vez, contemplar unos extraordinarios paisajes de montaña, donde apenas hay pueblos y si los hay son diminutos, aldeas más bien. La carretera tiene desniveles muy apreciables (hay que pasar varios puertos) y muchas curvas, pero por lo general está en perfectas condiciones: ningún problema para circular con buena climatología.
Centro de Interpretación de la Reserva de Muniellos.


Salimos de Moal y seguimos por la AS-348 en dirección a San Antolín de Ibias. Esta carretera es la única que atraviesa la Reserva de Muniellos, y se pueden contemplar panorámicas impresionantes de uno de los robledales más importantes de Europa. Merece la pena acercarse al Centro de Interpretación de Muniellos, que se encuentra a unos 5 kilómetros de Moal. Aunque el edificio estaba cerrado cuando fuimos, pudimos acceder a los dos fantásticos miradores que dominan toda la extensión del monte, en un ángulo de 160 grados, proporcionando unas vistas espléndidas, aunque el sol nos daba de frente y las fotos del fondo del bosque no responden a lo que vimos in situ. Recomiendo subir a verlo, sobre todo a quienes no vayan a visitar el interior de la Reserva: si el día está claro, se aprecia la enorme extensión del monte y salen unas fotografías muy bonitas.




Más adelante, tras pasar el Puerto del Coniu, paramos en otro mirador señalizado, donde también se aprecian unas vistas estupendas, pero no con la perspectiva de los anteriores y seguíamos teniendo el sol de frente.


Seguimos en dirección a San Antolín de Ibias, contemplando el hermoso paisaje. En la lejanía se veía el frente nuboso que nos había acompañado por la mañana, pegado a las montañas. De vez en cuando aparecían aves rapaces, algunas volando muy cerca. Sobre todo llama la atención la extensión de los montes, en los que apenas se vislumbra la mano humana, más allá de la propia carretera.



La página web de San Antolín de Ibias señala en su apartado turístico que es el último confín de Asturias. Quizás no sea para tanto hoy en día, pero es verdad que se encuentra algo alejado de las rutas de afluencia masiva de visitantes. Cuando llegamos, eran cerca de las ocho de la tarde y no había apenas nadie por allí. Y eso que tiene varios bares y restaurantes, y un buen mirador sobre el río Ibias. Ante la ausencia de pueblos donde abastecernos en la ruta que habíamos traído, ya pensábamos que nos veríamos obligados a ir hasta Cangas para tener algo que comer al día siguiente durante nuestra excursión a Muniellos. No fue así, y en San Antolín encontramos un bar abierto donde ofrecían empanada recién hecha; tomamos un par de trozos para cenar y encargamos otros para llevarnos: de carne y de bonito, muy ricas las dos.

Dimos una vuelta por el pueblo, que conserva buenos ejemplos de arquitectura tradicional. Resulta muy llamativa la Iglesia dedicada a San Antolín, de estilo románico cisterciense, con espadaña del siglo XVII.

Luego de nuevo en la carretera para completar la ruta circular. Mientras volvíamos a Moal se hizo de noche, aunque por el camino una maraña de nubes fue ganando la partida al sol que se ponía.


¿Qué tiempo tendríamos al día siguiente para caminar por Muniellos? Con que no lloviera, nos daríamos por contentos.