![]() ![]() DÍA 3. FLORENCIA MONUMENTAL (II) ✏️ Diarios de Viajes de Italia
El viernes iniciamos nuestro día con un suculento desayuno en el hotel pues la mañana estaba un poco “apretadilla”, con lo que no iba a ser posible parar mucho para refrigerios, más allá de lo imprescindible para no sufrir deshidratación. Fuimos...![]() Diario: Viaje a Florencia en Junio⭐ Puntos: 4.9 (30 Votos) Etapas: 6 Localización:![]() El viernes iniciamos nuestro día con un suculento desayuno en el hotel pues la mañana estaba un poco “apretadilla”, con lo que no iba a ser posible parar mucho para refrigerios, más allá de lo imprescindible para no sufrir deshidratación. Fuimos por la via de Tornabuoni, una calle plagada de boutiques de las mejores firmas: Versace, Prada, Dolce y Gabana etc., íbamos mirando los escaparates, sólo eso, mirar, porque los precios eran prohibitivos, al menos para una que no es de la jet-set. Seguimos hasta la plaza del Duomo y nos encaminamos al Palacio Médici-Riccardi. Aparentemente no había nadie pero cuando entramos en el patio había un grupo de unas 25 personas y una señorita, que iba dando paso en tandas de 8-10 personas y que no era precisamente un dechado de amabilidad, nos dijo que tendríamos que esperar unos 20 minutos para poder subir, así que nos tocaba esperar, con lo que nos dio tiempo de ver el patio en profundidad. Tiene unos arcos que descansan en unas columnas con capiteles y una especie de cartelas y frisos curiosos; aunque la estructura era similar a las de los otros palacios que ya habíamos visto, este es distinto, pues todo era en tonos grisáceos y blancos. Detalle del patio del Palazzo Médici-Riccardi En el centro, aparte de dos bancos de madera para paliar la espera, que desentonan totalmente, tiene una estatua que representa a Orfeo y que reemplazó al David de Donatello, pues ésta fue su localización primitiva (ahora está en el museo Bargello); desde ésste se pasa a otro, a la derecha, más de tipo jardín, con una pequeña fuente y algunas esculturas. Al cabo de una media hora pudimos subir la escalera que nos conduciría a una de las pequeñas maravillas del viaje: la capilla con los frescos de los reyes Magos. Merecía la pena la espera y se entendía el por qué sólo entraban tan pocas personas: la capilla es pequeñita pero absolutamente magistral. Está presidida por “un misterio”, en lo que sería la zona del altar y rodeándolo, en las paredes se encuentran los frescos, asombrosos, muy bien conservados, sólo había dos pequeños paneles como tapados que podían estar en restauración. Está todo lleno de personajes de la época y muchos de los Médicis son fácilmente reconocibles, destacando Lorenzo el Magnífico, espectacular sobre su caballo blanco. Daba la casualidad que había una exposición, que se clausuraba justo al día siguiente, que se llamaba algo así como “Los Médici vuelven a Florencia” y era muy curiosa pues se trataba de una recreación de distintos personajes de la época, en unos maniquíes blancos, como de escayola, vestidos con los ropajes de la época hechos con papel, absolutamente increíbles de bien conseguidos y también estaban recreados los tocados y las joyas. Los personajes estaban repartidos, algunos en grupos, por las distintas estancias del palacio y, como era previsible, no se permitía tomar fotos. El último que se podía ver era precisamente Lorenzo el Magnífico, sobre el caballo, en la misma disposición que estaba en el fresco. Una vez que pasas por las dependencias de esa galería, siguiendo el sentido de la visita que es, obviamente, obligatorio, se abre una gran sala a la derecha muy barroca, con unos espejos y unos frescos también espectaculares de tipo alegórico. Cuando salimos del palacio nos dirigimos a la plaza de San Lorenzo. Me llamó mucho la atención el ambiente de la plaza, no sólo por la cantidad de tenderetes de bolsos, prendas de piel y cosas de artesanía, sino especialmente por la cantidad de gente que había por allí, de aspecto tan diverso. El ambiente multicultural que está presente en otras zonas, especialmente en la plaza de Santa María Novella, aquí se incrementa exponencialmente lo que, unido a los propios florentinos que se sentaban en algunos bancos y que eran diametralmente opuestos a los que se podían ver en las calles por las que habíamos pasado con anterioridad, le daban al lugar un aspecto muy “pueblerino”, entiéndase este epíteto no en sentido peyorativo, sino muy al contrario, precisamente con el encanto y el cariño que conlleva, especialmente para los que, como yo, hemos vivido en un pueblo. Alrededor de todo este batiburrillo y trasiego de gente se encuentra la iglesia de San Lorenzo, con una fachada muy austera de ladrillo y sin ornamentación alguna pues no está terminada. Nos dimos una vuelta rápida, porque quería dedicarle más tiempo a las capillas mediceas que a la iglesia en sí. Hay que salir de la iglesia y rodearla por la zona del mercado y en una pequeña plaza se encuentra la entrada. Volvimos a pasar por taquilla y nos encaminamos a ver rápidamente el museo que es lo primero que nos encontramos y luego entrar ya en la capilla de los Príncipes, muy suntuosa, con las paredes de mármol e incrustaciones de piedras preciosas, una cúpula también decorada con frescos y unos altares laterales con unos sarcófagos donde están enterrados varios duques de la Toscana; todo el conjunto resulta muy llamativo por los tonos verde oscuro de las paredes, el suelo y los abundantes dorados. Había también unos expositores de cristal conteniendo diversos objetos de los Médici: abanicos, arquetas, servicios de mesa etc. curiosos. Luego entramos en la sacristía nueva, donde se encuentran las famosas tumbas y las esculturas de mármol de Miguel Ángel, que son espectaculares. Después de recrearnos en cada una de ellas nos sentamos un rato en el banco de madera del fondo y de nuevo se me vinieron los recuerdos de mi época de estudiante (hace ya bastantes años, por cierto); especialmente me acordé de Trini, mi profesora de historia del arte de 6º de bachillerato, cuando nos ponía las diapositivas para comentar y a mí, en una ocasión, me tocó justamente la tumba de Juliano, así que me llevé un buen rato hasta que mis hijos me volvieron a la realidad con la frase más lógica: vámonos ya ¿no?. Antes de terminar la visita, pasamos a otra sala pequeña donde existen varios relicarios y el báculo y la mitra del papa León X. Opté por dejar la famosa escalera y la Biblioteca para otra ocasión porque tenía que controlar el tiempo. Cuando salimos, aún un poco ensimismada por lo que acababa de ver, nos encontramos de nuevo con el contraste bullicioso del mercado. Yo no lo tenía previsto pero vi un chaquetón que tenía muy buena pinta; el dependiente muy amablemente no paró hasta encontrar mi talla y además me volvió a hacer una rebaja sobre el precio ya rebajado que tenía. Yo no sirvo mucho para esto del regateo, pero salió bien la cosa y me costó casi igual que una chaquetita de verano que me había comprado días antes en Sevilla. Así que, más contenta que un ocho abandonamos la plaza. Tuve que buscar una farmacia para comprarme una tobillera porque tengo la increíble habilidad de meter el pie en cada hueco que haya y, la verdad, es que hay bastantes entre los adoquines de las calles florentinas, con lo cual llevaba el izquierdo, que además es el que siempre me tuerzo, bastante incapaz, así que a ingeniármelas para que me entendieran entre mi italiano “chapurreao” y alguna que otra palabra en español. Tras una paradita para una coca-cola y ponerme la tobillera, nos dirigimos por la via Cavour hasta la plaza de San Marco para ver el convento. Otro de los grandes momentos de disfrute, pues los frescos de Fray Angélico merecen una contemplación detallada. Además de la famosa Anunciación que, obviamente, es el que más conocemos y te lo encuentras nada más subir la escalera, merecen mucho la pena los que rodean el claustro y los que decoran cada una de las celdas de los monjes; aunque puedan parecer reiterativos, y algunos el mismo, no hay dos iguales. La de Savonarola y la antesala a la misma son también muy curiosas y se puede conocer algo más de la historia de este famoso religioso que fue quemado en la plaza de la Signoria en 1498, al ser acusado de hereje. No podíamos dedicar más tiempo a San Marco porque eran ya las 12,30 h. y teníamos reservadas las entradas para la Academia a las 13 h. y aunque está muy cerca, no me gusta ir con el tiempo justo. Nos fuimos a la puerta correspondiente a la prenotazione, recogimos las entradas y de momento entramos. Otra ventaja de la reserva, porque aquí la cola era bastante grande y hacía un sol de justicia. Por cierto, hay que tener cuidado pues en la misma acera hay algunos pintores callejeros con sus trabajos en el suelo y varios tenderetes y a una chica que estaba mirando algo en uno le abrieron el bolso y se llevaron el monedero. Entramos y tras visitar la primera sala de la derecha donde existen varios cuadros de “Madonnas”, algunos de ellos muy buenos, y la que alberga una colección de instrumentos musicales, nos íbamos acercando al corredor en el que había diversas esculturas, también de Miguel Angel, que nos llevaría al punto central. Lo fuimos viendo entre una luminosidad especial y se iba haciendo cada vez más majestuoso e impresionante conforme nos acercábamos: ahí estaba el David, increíble, tremendo y así podríamos seguir dedicándole adjetivos similares. Había tres personas vigilando que no se hicieran fotos pero, la verdad, es que daban hasta un poco de lástima, porque allí todo el mundo sacaba alguna, los más carotas hasta con flash y delante de ellos y estas criaturas todo el tiempo “no fotos, no flash”. Nosotros, al menos, nos situamos discretamente detrás de la primera columna que hay a la derecha, oculta del ángulo de visión, y se pone una al lado, como la que no quiere la cosa mirándolo y te pueden sacar la foto estupendamente, eso si, sin flash, pero otros posaban tan ricamente. Desde la primera sala, en la galería y circundando al David, había una exposición paralela de fotografías en blanco y negro de un famoso fotógrafo norteamericano: Robert Mapplethorpe (1946-1989) (lo apunté en una libretilla que llevo siempre en el bolso, no creáis que mi memoria llega a tanto) muy interesante, con desnudos masculinos, inspirados en el David. En ese momento debo confesar que, aunque me sonaba algo por el estilo de las fotos, al haberlas visto, en alguna ocasión en una revista, no conocía mucho de su obra. Ya cuando llegué y busqué en Google me enteré que es un fotógrafo “de culto” por su fama, dado lo transgresor y polémico de sus fotos. Yo me recorrí el resto de salas, prácticamente sola porque mucha gente veía el David y salía, aunque comprendo que yo soy muy “jartible”; mis hijos no aguantaron tanto molde de escayola y tanta Virgen con niño y me esperaron sentados en los escalones de acceso a la sala del gótico, pero la verdad es que hay cosas muy interesantes, como una “Madonna del Latte Santi” de Agnolo Gaddi (1380) (de nuevo la libreta), dado que no estoy muy acostumbrada a ver imágenes de la Virgen dándole el pecho al Niño (y como deformación profesional, me interesan) o como un paño de altar bordado que creo recordar habían hecho para la boda, supongo que de algún Médici (tampoco era cuestión de ir apuntándolo todo), que era precioso. Cuando salimos ya había que parar a comer pues eran casi las 15 h. Estuvimos buscando algún sitio que tuviera buena pinta y no fuera excesivamente caro, íbamos en dirección al Duomo pero los que encontramos estaban llenos, así que volvimos en dirección a la plaza Della Annunziata y, al final, nos decidimos por comer en una pastelería, que tiene un par de salones o comedores. Había una carta no muy grande, especie platos del día, pero todo lo que pedimos estaba buenísimo. Se llama Robiglio y en la pastelería venden unos bombones exquisitos. Nos fuimos a la plaza pero la Basílica estaba cerrada, así que después de tomar un helado en el único sitio que encuentras en la plaza, una pequeña heladería de esquina, hicimos tiempo viendo un poco apresuradamente el Hospital de los Inocentes. Los claustros son muy bonitos y muy original la decoración, así como curiosos son los trabajos de los pintores que estuvieron acogidos en el hospicio. Luego nos sentamos en la escalinata que está enfrente para admirar bien la fachada y el conjunto de la plaza con las dos fuentes de bronce (creo que iguales porque la verdad es que no jugué a buscar las diferencias) con seres fantásticos. Este lugar, ya lo he comentado un poco de pasada, en la etapa anterior, me produjo una cierta desazón, no sé por qué, quizá por la historia que encerraba, aunque según mis hijos no era para tanto y, por otro lado, en casi todos los conventos dejaban niños en los tornos o las puertas, pero lo cierto es que, a pesar del calor, yo tenía el cuerpo “un poco cortado” cuando llegó la hora en que abrieron la basílica. Detalle de la fachada del Spedale degli Innocenti Una de las fuentes y fachada de la Basílica della Annunziata Nada más traspasar la verja de entrada se aprecian algunos frescos en las paredes que rodean la puerta de entrada a la iglesia que debieron ser muy buenos pero que ya, salvo alguno, no se pueden apreciar bien porque están muy deteriorados. La basílica es interesante, aunque estaba prácticamente a oscuras, con lo que no se podía ver en detalle, excepto alguna capilla lateral por el resplandor de las lucecitas votivas. De pronto nos llevamos un pequeño sobresalto porque en una de ellas estaban arrodilladas tres señoras que empezaron a entonar una especie de jaculatoria repetitiva y a cantar, eso sí, con voces preciosas, con lo cual volvió el sosiego. Cuando ya íbamos a salir nos encontramos con el punto de mayor luminosidad de toda la basílica; en el lado derecho de la puerta hay un altar, cerrado por una barandilla, con un pequeño cuadro que representa la Anunciación, con una Virgen aniñada de perfil, con aureola y sobrepuesta a la pintura tiene una media corona de oro, perlas y piedras preciosas, muy iluminado y había ramos de novia por todos lados. Un señor que estaba por allí y debía ser el sacristán nos dio unas pequeñas estampas con la imagen de (transcribo literalmente) Santa María, Madre di Grazie La SS.ma Annunziata di Firenze y el Angelus impreso en el reverso. Al parecer es una tradición que las novias ofrezcan el ramo a la Virgen para que dure el matrimonio. Un poco impresionados por todo (aunque sin síndrome de Stendhal) nos fuimos paseando tranquilamente hasta la plaza del Duomo. Ese era el momento en que podríamos visitarlo porque en otras ocasiones cuando habíamos pasado estaba aún cerrado o ya había cerrado. Para contrarrestar entramos primero en la catedral, aun a sabiendas por lo que había leído en el foro que no tenía mucho que ver, cosa que suscribo totalmente. Es increíble que algo tan precioso por fuera sea tan anodino por dentro (dada su envergadura porque es muy grande, muy larga) si exceptuamos, en mi opinión, el suelo y las vidrieras. Mención aparte es el interior de la cúpula claro, pero desde el interior de la catedral sólo se puede apreciar un pequeño fragmento pues no se puede pasar hacia el altar mayor, con lo cual te quedas a una considerable distancia, así que quien quiera admirarla tiene forzosamente que subir. Yo como ya os he dicho me conformé con el trozo y de lejos. Detalle de la cúpula del Duomo vista desde el interior de la catedral Vista exterior de la cúpula del Duomo Pero otra cosa es el Baptisterio. Cuando llegamos faltaban 45 minutos para el cierre, así que nos recreamos bien admirando las paredes de mármol blanco y negro, la gran lámpara, la pila bautismal, un monumento funerario en bronce dorado y, sobre todo, el techo, todo de mosaico con diferentes escenas bíblicas, siendo las más imponentes las que representan el Juicio Final. Vista del techo del Baptisterio Detalle del techo del Baptisterio Cuando salimos ya dimos por concluida la visita monumental y nos fuimos paseando tranquilamente hasta el hotel. En vista de que el día había estado más que bien, decidimos acercarnos a la pizzería donde cenamos la noche de la llegada ( Tira…baralla se llama ) porque está casi al lado del hotel y pedir unas pizzas para llevar y tomarlas en la habitación (2 prosciutto y una 4 fromaggi bastante grandecitas a 6,50€ cada una). Compramos también unas latas en una tiendecita de una familia hindú y a descansar se ha dicho que mañana queda otro día ajetreadito. Índice del Diario: Viaje a Florencia en Junio
Total comentarios: 38 Visualizar todos los comentarios
📊 Estadísticas de Etapa ⭐ 5 (1 Votos)
![]() Total comentarios: 38 Visualizar todos los comentarios
CREAR COMENTARIO EN LA ETAPA
Diarios relacionados ![]() ![]() ![]() ![]() ![]()
![]() |