Un volcán activo de 5000 m de altura, cascadas descomunales, preciosos paisajes de verdes montañas y los prolegómenos de la selva amazónica. Un recorrido alucinante.
Salasaca y Patate
Al pasar por Ambato los carteles viales nos advierten de la desviación hacia Baños. El tráfico sigue siendo intenso.
Salasaca es una población que se cruza en el camino. Los hombres visten sombrero y poncho negro sobre camisa blanca. Las mujeres mantienen las vestimentas andinas tradicionales.

Poco más adelante nos desviamos hacia Patate. La carretera baja al valle y vuelve a subir por la ladera opuesta ofreciéndonos preciosas vistas del volcán Tungurahua, que con 5000 m de altura emerge nevado sobre el verde valle sembrado de cultivos. Continuamos hasta Baños por una carretera secundaria que circunda el valle.

Miradores de Baños
Baños es un importante centro turístico de Ecuador. No me extraña. Su ubicación a escasos 2000 m de altura es privilegiada y su clima suave. Para contemplar la ubicación de Baños entre verdes montañas resoplamos al subir los 700 escalones al Mirador de la Virgen. Hay que tomarlo con calma. Desde lo alto observamos su configuración circular rodeada 360 º por verdes montañas.

Otro mirador de Baños es la Casita del árbol, a 2600 m de altura, a donde llegamos en coche en 20 minutos desde Baños. Conversar con su propietario es una inestimable fuente de aprendizaje sobre volcanes.

El tercer mirador destacado es el Mirador Bellavista, que apenas nos exige desviarnos una corta distancia desde la carretera que sube a la Casita del árbol. Nos obsequia con un panorama de Baños entre verdes montañas, divisando el volcán de refilón.
Ruta de las cascadas de Baños a Puyo
Habiendo recargado energías emprendíamos la Ruta de las cascadas en coche por la carretera de Baños a Puyo. A lo largo del curso del río Pastaza se traza la carretera y un paisaje que, partiendo del encajonado relieve de Baños se va a ir suavizando conforme perdemos altitud.
El primer tramo de la carretera entre Baños y Puyo es tan encajado y las paredes tan verticales que los ríos deben salvar fuertes desniveles formando cascadas, algunas realmente espectaculares.
La primera cascada que merece una parada es la de Agoyán. El paisaje es precioso, un desfiladero terriblemente verde.

Pocos kilómetros después, y tras pasar algún tosco túnel excavado en la montaña llegamos a la cascada Manto de la Novia, también situada en la otra orilla. Lo bueno es que hay tarabitas que te permiten aproximarte y casi rozar la cascada, suspendiéndote sobre la garganta.

La siguiente cascada es la más renombrada y espectacular……………. El Pailón del Diablo. Se sitúa en la población de Río Verde. Desde que aparcas el coche desfilas por diversos tenderetes donde te ofrecen de todo: comida, bebida, frutas, tentempiés, artesanías……………
Nuestra misión es buscar el sendero que desciende a la parte inferior de la cascada, la que visitamos en primer lugar. El estruendo, el caudal y la fuerza del agua son impresionantes. Hay que llevar chubasquero.
Por un puente colgante inferior cruzamos el río para tener una vista frontal de la cascada y del cerrado cañón que completa la escenografía.
Otra empresa explota la Isla del Pailón, en la parte superior de la cascada. A medida que nos acercamos al Pailón percibimos con mayor intensidad el atronador sonido del agua. Y, vaya, cuando llegas al mirador, no puedes evitar gritar: ¡Guau! ¡Qué pasada!. Y es que te ves colgando de un balcón sobre un alto precipicio con una escenografía increíble. La puesta en escena resulta impactante.


Sabíamos que ya nada iba a superar al Pailón del Diablo, pero teníamos que darle una oportunidad a la cascada de Machay . Cuelgan bromelias de los troncos de los árboles, las plantas agrandan sus hojas, los helechos se hacen gigantes, todo se llena de flores. Así es el sendero de 400 escaleras que baja a la cascada Machay.

En el resto de la carretera hasta Puyo impera el ambiente tropical. Pasamos por pequeños pueblos en los que percibimos tranquilidad.
La Troncal amazónica
Sobrepasada la ciudad de Puyo tomamos la Troncal amazónica en dirección a Tena. Este trayecto sigue siendo verde, pero más plano, más cálido, más tropical, más solitario. Las palmeras se elevan sobre el resto de la vegetación rompiendo la uniformidad en altura. Es mucho más agradable conducir por esta solitaria carretera que atraviesa la selva que por la colapsada Panamericana.
Tena es una cálida ciudad del oriente ecuatoriano, una de las puertas de entrada a la región amazónica. Ojeando un folleto sobre atractivos turísticos de la zona me llamó la atención la Laguna Paikawe. Tal vez lo que más me atrajo fue que no es explotada turísticamente por ninguna agencia, sino que es su propio propietario quién realiza paseos en canoa para observar la fauna, especialmente monos y aves.
La laguna Paikawe se ubica en Puerto Mishaullí, a 22 Km de Tena. Ahí ya no se puede seguir sobre ruedas. Más allá, la carretera es el río Napo, afluente del Amazonas. Las canoas motorizadas son el medio de transporte para trasladarse hasta las comunidades amazónicas que habitan en la profundidad de la selva.
Hemos tenido la suerte de encontrar a Pedro, el dueño de la laguna, y el privilegio de montar en su canoa a remos por un irrisorio precio. Durante una hora hemos disfrutado de una relajante navegación escuchando la sonoridad de la selva. Los monos hacían piruetas sobre las ramas. Algunos pájaros se mostraban más tímidos escondiéndose entre el follaje. Otros se empeñaban en exhibir su plumaje desplegando sus alas. Raramente incluso de puede ver algún tigrillo, el gato salvaje de la amazonía.
En unas vacaciones tan acuáticas, este paseo en canoa suponía un broche perfecto. Más que navegar, nos deslizábamos sobre el agua.



A Puerto Mishaullí volvimos para contemplar el río Napo, y quedarnos pensando en toda la selva que se extiende más allá. Sólo por agua se puede alcanzar.
Así finalizaba nuestro breve paseo por Puerto Mishaullí. Nos esperaba la Troncal amazónica. Es un gustazo conducir por esa carretera, sin tráfico, y dejando que la selva nos envuelva. Se suceden las curvas y el verde.
Pasados los pueblos principales el entorno se desvela más solitario. Paramos a comer en un restaurante de carretera sin paredes, construido con troncos de bambú, abierto hacia la selva. Menudo homenaje de gastronomía amazónica. Queríamos probarlo todo, especialmente los chontacuros, gusanos amazónicos. Vaya, que nos pusimos las botas.

La carretera asciende, transitando de la selva al bosque nuboso. De vez en cuando, alguna cabañita de madera o de palma rompe la heterogeneidad vegetal. Hacia el oeste divisamos las cumbres de las montañas coqueteando con las nubes. Buscábamos puntos panorámicos para parar, pero la verdad es que todo era panorámico.
Resbalaban cascadas sobre las paredes de las montañas, aportando una belleza todavía superior. Las cascadas, la vegetación, las montañas………..Precioso!!


En Papallacata, famosa por las termas, ya hemos superado los 3000 m de altitud. Y seguimos subiendo hasta más de 4000 m, para superar un puerto de montaña, dominado por el páramo andino. Hemos perdido el verde, y el paisaje se muestra más desolado. Pero es sólo momentáneo. Hemos visto tanta agua y tanto verde en Ecuador que creo que debería llamarse “Acuador”.
Nos aguarda un futuro viaje por el Ecuador continental, para explorar más a fondo los variadísimos ecosistemas y conocer las comunidades tan diversas que se encierran en tan pequeño espacio.
Hasta la vista.
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