Hoy era nuestro último día en Shiraz. Después de desayunar tranquilamente o primero que hicimos hoy fue ir a una agencia de viajes cercana para comprar los billetes para nuestro siguiente destino, Kerman, y para cambiar dinero en una oficina de cambio que estaba a unos metros. Ya con los billetes en el bolsillo nos fuimos a ver la mezquita Vakil (150.000 riales-3,7 euros), cuya visita habíamos ido posponiendo día tras día porque estaba cerca del hotel, así que de hoy no pasaba y para allí fuimos. Es bonita, aunque, para que vamos a decir lo contrario, llevábamos tantas mezquitas a cuestas y tan bonitas todas que probablemente ya no la apreciamos en su justa medida aunque esta es una mezquita que destaca por su sala de oración cubierta con el mihrab de marmosl y sus 48 bellas columnas.
Al salir volvimos a meternos por el cercano bazar para comprar algunos regalos que se nos habían olvidado y esta vez ¡conseguimos no perdernos!
Después de salir del bazar barajamos ir hasta el Narenjestan, la antigua residencia del gobernador, aunque por lo que habíamos visto por internet nos recordaba bastante a las mansiones de comerciantes que ya habíamos visto en Kashan así que por una vez y sin que sirva de precedente no aplicamos el famoso “ya que estamos aquí...” y decidimos no ir y pagar otros 5 euros por una visita que tampoco nos quitaba el sueño ¿nos hemos equivocado? No sabemos, vosotros nos diréis si fue una buena decisión.
Volvimos al hotel, que teníamos cerca y nos dimos un homenaje comiendo en el buffet del restaurante (nos costó unos 15 euros) con su rico aire acondicionado, y de postre nos fuimos a un pequeño café en la placita de la mezquita Vakil donde nos tomamos un café con su bola de helado. Tan solo había dos mesas en el interior (fuera no había nadie porque eran las 4 de la tarde y achicharraba de lo lindo) y estaban ocupadas por nosotros y otros cuatro chicos extranjeros así que las dos chicas que se ocupaban del local se quitaron el pañuelo y pudieron relajarse un poco aprovechando que no pasaba nadie más por allí.
Ya con el deposito lleno nos cogimos un taxi que nos acercó a la tumba del poeta Hafez, uno de los poetas más famosos de la historia del país y cuya tumba se encuentra en un templete en medio de un pequeño jardín muy frecuentado por gente joven que se reune allí para charlar o para leer versos del poeta a modo de homenaje. La entrada, como no, no es gratuita aunque los iraníes pagan muy poco comparado con nosotros.
No hay mucho que ver, tan solo la lápida bajo la que está enterrado el poeta y a la que se acerca la gente para presentar sus respetos, muchos besando la lápida, pero resulta un lugar muy agradable en el que sentarse, sin escuchar el tráfico y contemplar a la gente. Dentro del recinto hay un par de tiendas que venden los consabidos recuerdos y antologías poéticas de Hafez en diferentes idiomas, entre ellos el español. Nos tiramos un buen rato allí, entre otras cosas porque creo que fue el lugar de Irán donde más gente nos miraba con curiosidad y acababa pidiéndonos una foto con ellos, después de entablar conversación con nosotros. Cuando salimos de allí después de fotos con niños, familias, madres y abuelos, y mientras seguía llegando muchísima gente a la tumba de Hafez, decidimos dar un paseo e ir andando hasta la Darvazeh Qoran o Puerta Qoran, que era la puerta por la que se entraba a la ciudad si se llegaba desde Persépolis e Isfahan (la habíamos visto desde el coche cuando llegamos de Persépolis). En la parte alta de los arcos, Karim Khan mandó poner un ejemplar del Corán para que así, todas las personas que entraban a la ciudad fueran bendecidas. Nos llevó unos 45 minutos andando y por el camino nos encontramos con un parque, algún museo y hasta un estadio de futbol donde había partido y por el ruido un monton de vuvucelas.
Finalmente llegamos a la puerta, que se encuentra al lado del mastodóntico Shiraz Grand Hotel.nos tomamos una cocacola en una tienda cercana y desandamos nuestro camino hacia el hotel mientras comenzaba a ponerse el sol lentamente. Un poco antes de llegar al río (totalmente seco en esta época del año nos encontramos con la bella cúpula del mausoleo Alí Ibn Hamza, pero como ya anochecía seguimos nuestro camino hasta nuestro hotel, donde llegamos ya de noche.
Al día siguiente nos esperaba Kerman, la última ciudad que nos quedaba por conocer en Irán.
Al salir volvimos a meternos por el cercano bazar para comprar algunos regalos que se nos habían olvidado y esta vez ¡conseguimos no perdernos!
Después de salir del bazar barajamos ir hasta el Narenjestan, la antigua residencia del gobernador, aunque por lo que habíamos visto por internet nos recordaba bastante a las mansiones de comerciantes que ya habíamos visto en Kashan así que por una vez y sin que sirva de precedente no aplicamos el famoso “ya que estamos aquí...” y decidimos no ir y pagar otros 5 euros por una visita que tampoco nos quitaba el sueño ¿nos hemos equivocado? No sabemos, vosotros nos diréis si fue una buena decisión.
Volvimos al hotel, que teníamos cerca y nos dimos un homenaje comiendo en el buffet del restaurante (nos costó unos 15 euros) con su rico aire acondicionado, y de postre nos fuimos a un pequeño café en la placita de la mezquita Vakil donde nos tomamos un café con su bola de helado. Tan solo había dos mesas en el interior (fuera no había nadie porque eran las 4 de la tarde y achicharraba de lo lindo) y estaban ocupadas por nosotros y otros cuatro chicos extranjeros así que las dos chicas que se ocupaban del local se quitaron el pañuelo y pudieron relajarse un poco aprovechando que no pasaba nadie más por allí.
Ya con el deposito lleno nos cogimos un taxi que nos acercó a la tumba del poeta Hafez, uno de los poetas más famosos de la historia del país y cuya tumba se encuentra en un templete en medio de un pequeño jardín muy frecuentado por gente joven que se reune allí para charlar o para leer versos del poeta a modo de homenaje. La entrada, como no, no es gratuita aunque los iraníes pagan muy poco comparado con nosotros.
No hay mucho que ver, tan solo la lápida bajo la que está enterrado el poeta y a la que se acerca la gente para presentar sus respetos, muchos besando la lápida, pero resulta un lugar muy agradable en el que sentarse, sin escuchar el tráfico y contemplar a la gente. Dentro del recinto hay un par de tiendas que venden los consabidos recuerdos y antologías poéticas de Hafez en diferentes idiomas, entre ellos el español. Nos tiramos un buen rato allí, entre otras cosas porque creo que fue el lugar de Irán donde más gente nos miraba con curiosidad y acababa pidiéndonos una foto con ellos, después de entablar conversación con nosotros. Cuando salimos de allí después de fotos con niños, familias, madres y abuelos, y mientras seguía llegando muchísima gente a la tumba de Hafez, decidimos dar un paseo e ir andando hasta la Darvazeh Qoran o Puerta Qoran, que era la puerta por la que se entraba a la ciudad si se llegaba desde Persépolis e Isfahan (la habíamos visto desde el coche cuando llegamos de Persépolis). En la parte alta de los arcos, Karim Khan mandó poner un ejemplar del Corán para que así, todas las personas que entraban a la ciudad fueran bendecidas. Nos llevó unos 45 minutos andando y por el camino nos encontramos con un parque, algún museo y hasta un estadio de futbol donde había partido y por el ruido un monton de vuvucelas.
Finalmente llegamos a la puerta, que se encuentra al lado del mastodóntico Shiraz Grand Hotel.nos tomamos una cocacola en una tienda cercana y desandamos nuestro camino hacia el hotel mientras comenzaba a ponerse el sol lentamente. Un poco antes de llegar al río (totalmente seco en esta época del año nos encontramos con la bella cúpula del mausoleo Alí Ibn Hamza, pero como ya anochecía seguimos nuestro camino hasta nuestro hotel, donde llegamos ya de noche.
Al día siguiente nos esperaba Kerman, la última ciudad que nos quedaba por conocer en Irán.