No repito el contenido del desayuno. Los de “La marsellesa” están en la mesa de al lado haciendo su “petit dejéuner”. Son dos parejas de franceses. Uno, Daniel, que fue bautizado como Sebastian. Los otros tres, la compañera de éste, y una pareja en periodo vacacional, que se llamarán algo así como: Marcel, Philipe, Mirelle, Silvaine, Jean Luc, Paul, Brigitte, Bastien, Antoniette, Mathieu o Maurice.
Plano interior de bus de la CTM en la carretera camino de Agdz: bereberes, la marsellesa, marroquís, y una pareja de íberos raros, de los que antes de salir de Zagora ya se conocerá en Agdz, el color de los calzoncillos y las bragas. Bajamos maletas en dirección a la caseta de la CTM, y para poder dejarlas en la inexistente consigna, ha sido ineludible tratar con los siguientes entes: 1 encargada que escucha chino de nuestras cuerdas vocales, 1 su intérprete, 1 traductor para el intérprete, 2 mirones, 1 conductor de autobús, y 1 su copiloto, 3 ovejas, 1 pastor y 1 vagabundo. Las mochilas lo consiguen, y nosotros los íberos estrafalarios, nos vamos al parque de atracciones y vemos girar la noria mientras los altavoces de la mezquita atronan y acojonan con el cielo y el infierno musulman.
Las retinas fijan una kasbah y a sus pies un palmeral, y si alguien quiere encontrar a una pareja de cabras, qué mejor sitio? Palmeras y palmeras, dátiles, agua y dos niñas, Zaida y Daiara que saltan a la pata coja hasta un manantial, donde hay rayos, juegos y susurros.
A la ida de la maraton, apareció Talauit y su Kasbah de adobe a trozos, y alli nos sentamos en el tronco de un árbol viendo el Draa y manos fregando ropa. La interrupción de la calma la provoca una causa de nombre egipcio: la niña Emiraimis y dos bebes que se menean detrás de ella y recelan. Preguntamos con las manos y las cejas, y no hay escuela pero si amplias risas y sonrisas. Se llenan nuestras alforjas, que trocamos aunque no deberíamos, por fluorescentes naranjas y un carboncillo con goma en la cabeza, con el que nos dibujamos porque ella no se deja dibujar, pero a cambio regala risas que diluyen los recelos de sus peques ratones. Ya nos ofrecen palabras y dos por dos ojos de bebes que andan, a los que mostramos fotos, pintamos, y regalamos papeles de viaje.
Hay que acabar la maraton. Recogemos el hilo que desenrollamos y volvemos. Catamos algo que llamaban tajine y del disgusto queremos marcharnos pero las maletas están enjauladas y la jaula está cerrada. Cancelamos la marcha y nos vamos de paseo. Mucho polvo y poca sombra entre una lluvia de bonjours, sabien, holas y tresbien, así que como llueve, nos sentamos. Una repisa de piedra en una esquina. Se acercan niños y montan su coreografía. Actuan con su pelota y cada uno se muestra tal cual es. Líder, mano derecha, secundario, figurante. Danzan y desaparecen pero dejan un espía. Se le ven los pelos. La frente detrás de un bloque de piedra. Una chancla a los pies de una columna. A escena más actores, una espigada mujer y un niño. El telón baja mientras el espía es arrastrado por la mano de la mujer con el niño bailando al lado.
No paran de llover saludos, así que jugamos y apostamos a burros contra bicis, uno a uno, tres a siete, ocho a nueve, doce a quince, y pagaré a gusto la cena. Las ruedas avanzan más que los trotes. Nosotros seguimos el ejemplo y trotamos hacia Asslim. Kasbas y más metros hacia un jardín con hamacas y una piscina musgosa. Se está bien tumbado tomando té
Pasa el tiempo y se pone el sol por el camino de vuelta. Hablamos mientras silban sonidos, rumores, carreras, besos, riñas, patadas y nubes, pero a la vuelta ya pisamos como ellos y nos adoptan y no curiosean ni saludan, y nos sentimos bien.
Las maletas se liberan y parlamentamos al corrillo y sus circunstancias. Reacordamos: 25 DH + 25 DH + 10 DH. Apretados con pasión, lamemos el parabrisas y el cambio de marchas me amenaza por la izquierda. Bocina, espera, bocina, autofotos, bocina, gritos, puerta, Mustapha. Intercambiamos posición con la retaguardia, y dos nos relevan para aplastar el parabrisas. Música gnaoua durante kilómetros por la luna. Jbels de metal puro y entrañas veteadas. Grietas y lava negra que se cansó y se paró. Música, carretera y manta hacia Ouarzazate.
Escena 1ª: recepción hotel Nadia. Dos extraños viajeros de negro y rojo-celeste se encuentran con Rachid, que ufano, nos sonríe con convencimiento.
Escena 2ª: dejando los petates en la habitación de 250 DH y corte a ellos dos en la carretera hacia las luces de la ciudad. Está oscuro, sólo faros de coches y siluetas de peatones.
Escena 3ª: Con Redouan en la Avenida Mohamed V de Ouarzazate. Frases en inglés, algo de castellano, y palabras sueltas en árabe. Él cuenta y explica, y al final de la escena señala una dirección recto, derecha, plaza e izquierda.
Escena 4ª: terraza de restaurante. las cabras sentadas, cus-cus, brocheta, 2 batidos: plátano y almendras. No hay ranking de tajines. Claqueta.
Plano interior de bus de la CTM en la carretera camino de Agdz: bereberes, la marsellesa, marroquís, y una pareja de íberos raros, de los que antes de salir de Zagora ya se conocerá en Agdz, el color de los calzoncillos y las bragas. Bajamos maletas en dirección a la caseta de la CTM, y para poder dejarlas en la inexistente consigna, ha sido ineludible tratar con los siguientes entes: 1 encargada que escucha chino de nuestras cuerdas vocales, 1 su intérprete, 1 traductor para el intérprete, 2 mirones, 1 conductor de autobús, y 1 su copiloto, 3 ovejas, 1 pastor y 1 vagabundo. Las mochilas lo consiguen, y nosotros los íberos estrafalarios, nos vamos al parque de atracciones y vemos girar la noria mientras los altavoces de la mezquita atronan y acojonan con el cielo y el infierno musulman.
Las retinas fijan una kasbah y a sus pies un palmeral, y si alguien quiere encontrar a una pareja de cabras, qué mejor sitio? Palmeras y palmeras, dátiles, agua y dos niñas, Zaida y Daiara que saltan a la pata coja hasta un manantial, donde hay rayos, juegos y susurros.
A la ida de la maraton, apareció Talauit y su Kasbah de adobe a trozos, y alli nos sentamos en el tronco de un árbol viendo el Draa y manos fregando ropa. La interrupción de la calma la provoca una causa de nombre egipcio: la niña Emiraimis y dos bebes que se menean detrás de ella y recelan. Preguntamos con las manos y las cejas, y no hay escuela pero si amplias risas y sonrisas. Se llenan nuestras alforjas, que trocamos aunque no deberíamos, por fluorescentes naranjas y un carboncillo con goma en la cabeza, con el que nos dibujamos porque ella no se deja dibujar, pero a cambio regala risas que diluyen los recelos de sus peques ratones. Ya nos ofrecen palabras y dos por dos ojos de bebes que andan, a los que mostramos fotos, pintamos, y regalamos papeles de viaje.
Hay que acabar la maraton. Recogemos el hilo que desenrollamos y volvemos. Catamos algo que llamaban tajine y del disgusto queremos marcharnos pero las maletas están enjauladas y la jaula está cerrada. Cancelamos la marcha y nos vamos de paseo. Mucho polvo y poca sombra entre una lluvia de bonjours, sabien, holas y tresbien, así que como llueve, nos sentamos. Una repisa de piedra en una esquina. Se acercan niños y montan su coreografía. Actuan con su pelota y cada uno se muestra tal cual es. Líder, mano derecha, secundario, figurante. Danzan y desaparecen pero dejan un espía. Se le ven los pelos. La frente detrás de un bloque de piedra. Una chancla a los pies de una columna. A escena más actores, una espigada mujer y un niño. El telón baja mientras el espía es arrastrado por la mano de la mujer con el niño bailando al lado.
No paran de llover saludos, así que jugamos y apostamos a burros contra bicis, uno a uno, tres a siete, ocho a nueve, doce a quince, y pagaré a gusto la cena. Las ruedas avanzan más que los trotes. Nosotros seguimos el ejemplo y trotamos hacia Asslim. Kasbas y más metros hacia un jardín con hamacas y una piscina musgosa. Se está bien tumbado tomando té
Pasa el tiempo y se pone el sol por el camino de vuelta. Hablamos mientras silban sonidos, rumores, carreras, besos, riñas, patadas y nubes, pero a la vuelta ya pisamos como ellos y nos adoptan y no curiosean ni saludan, y nos sentimos bien.
Las maletas se liberan y parlamentamos al corrillo y sus circunstancias. Reacordamos: 25 DH + 25 DH + 10 DH. Apretados con pasión, lamemos el parabrisas y el cambio de marchas me amenaza por la izquierda. Bocina, espera, bocina, autofotos, bocina, gritos, puerta, Mustapha. Intercambiamos posición con la retaguardia, y dos nos relevan para aplastar el parabrisas. Música gnaoua durante kilómetros por la luna. Jbels de metal puro y entrañas veteadas. Grietas y lava negra que se cansó y se paró. Música, carretera y manta hacia Ouarzazate.
Escena 1ª: recepción hotel Nadia. Dos extraños viajeros de negro y rojo-celeste se encuentran con Rachid, que ufano, nos sonríe con convencimiento.
Escena 2ª: dejando los petates en la habitación de 250 DH y corte a ellos dos en la carretera hacia las luces de la ciudad. Está oscuro, sólo faros de coches y siluetas de peatones.
Escena 3ª: Con Redouan en la Avenida Mohamed V de Ouarzazate. Frases en inglés, algo de castellano, y palabras sueltas en árabe. Él cuenta y explica, y al final de la escena señala una dirección recto, derecha, plaza e izquierda.
Escena 4ª: terraza de restaurante. las cabras sentadas, cus-cus, brocheta, 2 batidos: plátano y almendras. No hay ranking de tajines. Claqueta.