Lunes 28 de agosto de 2017
Nos levantamos con las mismas nubes y la misma lluvia con las que nos habíamos acostado y tras desayunar nos acercamos caminando a la agencia donde estábamos citados a las 8:30. Allí ya había un numeroso grupo de turistas esperando a ser distribuidos en las diferentes excursiones.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Resulta que como la agencia era malaya les debían hacer precio y la mayoria de los turistas a la puerta eran malayos además de muchos chinos. Eramos de los pocos occidentales del grupo y eso ya nos empezó a mosquear.
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A la derecha las malayas del visillo y a la derecha unos chinos vestidos del Todo a Cien

Con la habitual desorganización tailandesa nos distribuyeron en unas furgonetas en las que nos llevaron al puerto situado al oeste de la playa de Noppharat Thara a unos 4 kilómetros. Al grupo que íbamos a las Phi Phi nos distribuyeron en dos motoras, una grande y nueva y otra canija y ajada. Nos tocó esta última

Aunque he dicho puerto, la verdad es que es la desembocadura de un río con anchas orillas de arena desde las que se pueden abordar las motoras con relativa facilidad, por supuesto mojándose hasta las rodillas y siendo necesaria una cierta habilidad física (no es accesible ni para ancianos ni personas con movilidad reducida).
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En el "puerto" no hay muchas infraestructuras y de hecho el acceso estaba todo embarrado por las continuas lluvias.
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Y allá que partimos a surcar la mar océana. Como el tiempo era malo la mar estaba bastante picada con olas de cierta altura. Inicialmente fue divertido ir a toda pastilla pegando botes por las olas y así lo celebraban los malayos que jaleaban al conductor para incrementar los botes como si estuvieran en una montaña rusa.
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Pero rápidamente se tornó muy desagradable, ibamos completamente empapados y nuestros estómagos empezaron a protestar y comenzamos a desear que la tortura acabara pronto. Además el conductor era un suicida y algunos de los saltos eran descomunales y nos levantaban de los asientos por lo que también empezamos a temer por nuestra integridad física. Por si la tortura no fuera suficiente, los malayos, que eran majísimos, todo hay que decirlo, pusieron música a todo volumen (que se note que es una excursión, coño) y nos deleitaron con grandes exitos del regetón de ayer y de hoy.
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Aquí el bólido
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Pasamos de largo las cuatro islas y nuestra primera parada fue la BAMBOO ISLAND a la que llegamos tras unos 40 minutos de rally marítimo. En ese momento mi pobre hijo no pudo más y vomitó todo el desayuno en la cubierta mientras mi mujer se empezaba a poner histérica entre el mareo y el peligro.
Bamboo island es una pequeña isla con forma de corazón cubierta de selva excepto en su punta en la que hay una preciosa playa triangular. La isla es bonita y la playa preciosa pero el cielo estaba plomizo y soplaba un verdadero vendabal que nos obligó a ponernos la chaqueta. Además ver la isla con decenas de motoras atracadas en uno de sus lados y atestada de escandalosos turistas chinos y familias de malayos bañándose no es lo más recomendable. Si a eso añadimos que seguía lloviendo y que todos seguíamos con náuseas pues os podéis imaginar lo que disfrutamos de los escasos 20 minutos de visita. Eso sí, ver a las malayas bañándose con trajes de baño de cuerpo entero y pañuelo en la cabeza, no tiene precio.
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Volvimos al barco. Las islas Phi Phi son dos islas, una grande al norte llamada Koh Phi Phi Don y otra más pequeña al sur llamada Koh Phi Phi Lee que era donde nos encaminabamos ahora. Con el bamboleante viaje yo tampoco pude más y también vomité el desayuno mientras los amables malayos me ofrecían sus simpatías y agua para enjuagarme. El nivel de cabreo de mi mujer iba en aumento y nuestro guía nos comentaba que los botes eran inevitables con ese tiempo, que no podían ir más despacio y que muchos sorrys pero que eran lentejas

En Koh Phi Phi Lee entramos en una maravillosa laguna natural llamada LAGUNA PHILEH, con magníficas aguas verdosas y rodeada de acantilados donde fondeamos junto con varias otras decenas de motoras lo que quitaba absolutamente todo el encanto al lugar. En este sitio hicimos snorkel de grupo una media hora que fue chulo aunque muy concurrido y nos reconcilió algo con el mundo.
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En esta misma isla, al otro lado de la laguna esta la famosa MAYA BEACH, una playa paradisiaca famosa por haberse rodado allí escenas de la película La Playa de Leonardo Di Caprio. Pero para nuestra sorpresa e indignación nos dijeron que con mal tiempo no se podía visitar





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Fuente de la foto
La siguiente parada fue para ver la VIKING CAVE una de las muchas cuevas creadas por el agua en la piedra caliza de la zona, que parecia estar habitada y que sólo vimos desde el barco y que no merece la pena. Además ibamos mojados y ateridos de frío porque el día no era cálido y la brisa no contribuía a calentarnos precisamente.
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A continuación nos llegamos ya a la isla grande Kho Phi Phi Don donde paramos para ver la MONKEY BEACH, una pequeña cala con una minúscula playa con muchas oquedades en sus paredes donde viven algunos monos. Enfadados y fríos como estábamos y habiendo visto el día anterior decenas de monos a apenas unos centímetros pues esta visita tampoco nos dijo nada

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Finalmente atracamos en el PUERTO DE KHO PHI PHI DON, por supuesto junto con las mismas motoras que ibamos haciendo las mismas paradas al mismo tiempo. El "puerto" es en realidad una playa para aparcar las motoras. El sitio es bastante anodino aunque está en un entorno precioso y allí estaba prevista la comida, un buffet barato y perfectamente olvidable.
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Allí también nos juntamos con los turistas de la otra motora de la excursión y con el guía jefe al que le expusimos todas nuestras quejas que encontraron muchas palabras de disculpa y consuelo pero ninguna solución. Como mal menor le pedimos que nos cambiara de barco ya que la motora grande parecía más estable y, aunque a regañadientes, accedió al cambio aunque avisándonos de que nos perderiamos un snorkel en no sé donde, que teníamos que salir ya sin postre y que además tendríamos que volver a parar en Bamboo Island porque esa motora no había hecho esa visita por la mañana. Accedimos a todo con tal de acabar esta tortura

El viaje de vuelta fue mucho más tranquilo, no sé si porque el tiempo había mejorado algo (ya no llovía) o por la motora grande. El caso es que tras la parada en Bamboo Island (con diferentes chinos y malayos pero con el mismo ambiente que por la mañana) retornamos a Ao Nang sin volver a ver el contenido de nuestros estómagos.
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Más malayos tapados y más chinos haciendo... ejem... cosas de chinos...
En el viaje intimamos con una pareja de singapurenses que nos contaron que el viaje matutino en la motora grande también había sido dantesco con botes y vómitos por doquier y que tampoco habían visto la Maya Beach así que por lo menos nos consolamos pensando que no habíamos sido engañados del todo. Y encima nos dieron unos trozos de piña de regalo...

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Para volver al hotel nos montaron en dos songthaew pero no había sitio para todos así que el guía, ni corto ni perezoso, pidió voluntarios caballerosos que dejaran sentar a unas damas. Por supuesto yo me ofrecí pensando que era para dar dos viajes pero el plan de nuestro amigo era que yo y otros 2 varones fuéramos todo el viaje de vuelta de pie sobre la puerta trasera del songthaew abierta y agarrados al techo




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Autor de la foto: Ilya Plekhanov
La excursión a Phi Phi Island resulto un fiasco: el viaje fue un horror de sacudidas y vómitos, nos llovió casi todo el tiempo, no hicimos ninguna visita que no estuviera atestada de motoras y turistas, no vimos la Maya Beach y del resto unicamente se salvó el snorkel en la laguna Phileh y por decir algo. Y lo peor de todo es que la previsión del tiempo era que continuara la lluvia y aún teníamos que hacer dos o tres excursiones más como esa. Ante esta perspectiva se nos vino el mundo encima y Krabi nos empezó a parecer una trampa mortal.
Nos relajamos un rato en la piscina del hotel (completamente vacía para nosotros, alguna ventaja debe tener la estación de las lluvias), nos arreglamos y salimos a cenar.
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El paseo por Ao Nang esquivando a las transexuales, a los vendedores de baratijas, a un captador de restaurante cada 10 metros, a una masajista cada 25, a un sastre cada 100 y a los abundantes turistas macarras que poblaban el paseo marítimo no contribuyó a mejorar nuestro animo

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La única camiseta útil que vimos en Tailandia
Ya habíamos comprobado que la oferta gastronómica del lugar era bastante floja pero le dimos una oportunidad a un mejicano llamado Crazy Gringos con happy hour de cerveza y música en directo (otra de las constantes de los restaurantes del paseo marítimo). Tampoco cenamos bien (1850 bahts, 47€) lo que acabó de desmoralizarnos así que volvimos al hotel con la esperanza de que el día siguiente no fuera tan horrible.