31 de marzo.Bueno queridas y queridos hoy es nuestro último día en Sorrento.
Esta mañana hemos salido en el “Sita” (bus de la costa) en dirección a Amalfi, una horita intensa de viaje por las interminables curvas, pero sin que Esteban estuviera pendiente del volante, sobre todo por la estrechez de algunos tramos, y porque pudiéramos ambos admirar el paisaje tan increíble de esta costa. Positano se ofreció hermosísima en su perfil norteafricano desparramándose por la montaña y volvimos a pasar por Furore y Praiano, que hoy estaba de fiesta toda engalanada.
Bajamos en Amalfi para subir al Sita que lleva a Ravello que es un pueblo en la montaña, con unas vistas de impresión sobre la costa, que en verano se viste de lujo con un festival de música. Fue fundada en el siglo V, al parecer por familias de alto status de Almalfi, que de allí vinieron cuando se vivían tiempos de enfrentamientos entre las familias más poderosas de la ciudad. Del siglo IX hasta el XII fue su tiempo de esplendor, coincidiendo con la prosperidad de Amalfi. En el XII fue tomada, saqueada y destruida por la República marítima de Pisa. Desde el siglo XIX es un foco de atención por la belleza y elegancia de sus parques y villas, visitándola personas como Wagner , Virginia Woolf y Gore Vidal quien tuvo aquí una casa.
Visitamos su Duomo, la Basílica de Santa María Assunta y San Pantaleone, construido en el siglo XI, y con varias intervenciones. La puerta central de bronce es el del XII y la fachada del XVI. En el pasado siglo se le hicieron varias intervenciones procurando que volviera a su estilo inicial. Hay que destacar una tribuna y el púlpito sobre columnas de marmol con leones en la base y mosaicos con animales, que son verdaderas joyas del XII. Como curiosidad aquí se encuentra la sangre de San Pantaleone, quien también está aquí enterrado, y todos los años se produce hasta en tres ocasiones el fenómeno de la licuefacción de la sangre, que como podéis imaginar, atrae a propios y extraños. Parece que la que también se licua de este mismo santo en Madrid, fue llevada de aquí. ¡Enigmas por descifrar!
[align=center]Púlpito Catedral de Ravello
Esta mañana hemos salido en el “Sita” (bus de la costa) en dirección a Amalfi, una horita intensa de viaje por las interminables curvas, pero sin que Esteban estuviera pendiente del volante, sobre todo por la estrechez de algunos tramos, y porque pudiéramos ambos admirar el paisaje tan increíble de esta costa. Positano se ofreció hermosísima en su perfil norteafricano desparramándose por la montaña y volvimos a pasar por Furore y Praiano, que hoy estaba de fiesta toda engalanada.
Bajamos en Amalfi para subir al Sita que lleva a Ravello que es un pueblo en la montaña, con unas vistas de impresión sobre la costa, que en verano se viste de lujo con un festival de música. Fue fundada en el siglo V, al parecer por familias de alto status de Almalfi, que de allí vinieron cuando se vivían tiempos de enfrentamientos entre las familias más poderosas de la ciudad. Del siglo IX hasta el XII fue su tiempo de esplendor, coincidiendo con la prosperidad de Amalfi. En el XII fue tomada, saqueada y destruida por la República marítima de Pisa. Desde el siglo XIX es un foco de atención por la belleza y elegancia de sus parques y villas, visitándola personas como Wagner , Virginia Woolf y Gore Vidal quien tuvo aquí una casa.
Visitamos su Duomo, la Basílica de Santa María Assunta y San Pantaleone, construido en el siglo XI, y con varias intervenciones. La puerta central de bronce es el del XII y la fachada del XVI. En el pasado siglo se le hicieron varias intervenciones procurando que volviera a su estilo inicial. Hay que destacar una tribuna y el púlpito sobre columnas de marmol con leones en la base y mosaicos con animales, que son verdaderas joyas del XII. Como curiosidad aquí se encuentra la sangre de San Pantaleone, quien también está aquí enterrado, y todos los años se produce hasta en tres ocasiones el fenómeno de la licuefacción de la sangre, que como podéis imaginar, atrae a propios y extraños. Parece que la que también se licua de este mismo santo en Madrid, fue llevada de aquí. ¡Enigmas por descifrar!
[align=center]Púlpito Catedral de Ravello
Tras la catedral nos dedicamos a pasear por esta bonita ciudad, entrando en Santa María a Gradillo donde se reunía el Parlamento en sus tiempos importantes. También visitamos San Juan del Toro, con bonitos frescos, y la curiosidad de que su púlpito está adornado con cuencas persas, seguramente fruto del comercio marítimo. En las calles del centro había numerosas tiendas con cerámica, limoncello, y diversos detalles de regalo. Todo el paseo salpicado por vistas a esplendidos y bien cuidados jardines.
Tocaba entrar en Villa Rúfolo, donde se celebra el festival de música y que tiene unas majestuosas e impresionantes vistas a la costa Amalfitana y al Golfo de Salerno. En esta antigua villa señorial del siglo XIII, que incluso fue residencia de papas y reyes, se visitan las dos torres, una es un museo, las dos terrazas, maravillosos miradores que parecen estar colgados sobre las rocas, el auditorio del festival, una iglesia y su claustro, varias salas y los espectaculares jardines creados en el siglo XIX que tanto inspiraron a Wagner y en los que apetecía quedarse por mucho tiempo.
De allí nos dirigimos al Convento de San Francisco, un camino también con hermosas vistas. Se dice que el Convento fue fundando por el Santo de Asís, todo un espacio de tranquilidad donde sólo estábamos nosotros. Algo más allá se encontraba la Iglesia de Santa Clara rodeada por las pequeñas habitaciones que conformaban el monasterio femenino. Fue un paréntesis de paz en esta ciudad que siempre atrae a tanta gente.
Quedaba Villa Cimbrone pero antes nos paramos en una placita a tomarnos unas cervezas con porciones de pizzas. La villa también impresionante , con unos jardines magníficos y floreados abiertos al mar que nos hicieron exclamar más de una vez que el próximo viaje de Adolfo, enamorado de los jardines y que tan bien lo pone en práctica en el que dirige, tenía que ser aquí, pero por favor fuera del verano, que debe estar todo intransitable. Construida a principios del siglo XX, mezclándose en ella varios estilos, nos ofrece varios itinerarios para recorrerlas, lo que conviene hacer, Siguiendo el principal se llega al Templo de Cerere y a la maravillosa terraza del Infinito adornada por cabezas de esculturas clásicas, con unas hermosas vistas sobre la costa, ¡placer infinito!
Nos tomamos una comida rápida para tomar el sita a Amalfi, que afortunadamente nos llevó hasta Scala donde paró un rato junto a su Catedral, a la que al menos le echamos un ojo. Muy curioso que hubo un Obispo de Scala en el siglo XVI, Baltasar del Río que tiene capilla en la Catedral de Sevilla de la que era canónigo, pero que nunca estuvo en Scala, quería el título pero no venir a lo que entonces era un villorrio asolado por la peste.
De nuevo a Ravello para por fin bajar a Amalfi. Ya en ella ahora sí que recorrimos sus medievales calles con sus pasadizos cubiertos sobre los que se construyen las casas, color blanco sobre el mediterráneo, con resonancias africanas. Visitamos el museo del papel, situado en una antigua fábrica de carta amalfitana que data del siglo IV, donde nos enseñaron cómo se fabrica sólo a partir de telas la famosa carta amalfitana. Hicimos nuestra propia carta con las maquinarias que se utilizaban en el siglo XVIII. Nos encantaron sus dependencias y restos de maquinarias. El papel de esta ciudad tenía fama por su calidad. Nos acordamos de nuestro amigo Rafael y de su gusto por la impresión recordando a su padre, impresor y poesta.
Antes de volver hicimos unas últimas compras y nos tomamos nuestro cafelito con una sfogliatelle, que aquí se llaman Sta. Rossa y tienen un adorno de crema de limón encima. Por cierto no os podéis ni imaginar el tamaño de los limones de esta zona. Volvimos a subir a la bellísíma catedral, siempre nos cuesta tanto trabajo irnos de los sitios que nos gustan mucho.
La vuelta nos deparó una hermosísima puesta de sol en la costa amalfitana, y cuando pasamos a la costa sorrentina aún lo teníamos rojo y redondo sobre el mar. Unas últimas compras de regalos en Sorrento y después de dejar las cosas en el alojamiento nos fuimos a despedirnos con una cena en el Restaurante “Bagni Delfino”, en la Marina grande: ensalada capresse, panes con tomate y rúcula, fritura mixta: gambas, pulpitos y boquerones pequeños y un plato de una especie de baila al grill, de postre torta caprese de limón y almendra, vino blanco de la zona y limoncello. El mar estaba muy tranquilo y al fondo el Vesubio estaba nítido. Una buena despedida pero con un poco de pena porque se están agotando los días. Mañana a las 9,20 sale nuestro barco a Capri, ya os contaremos si seguimos teniendo wifi. Besos dulce de la costa, que para nosotros está cerquita del corazón.[/align]