2 de abril. Queridísimas y queridísimos esto se está acabando, ¡qué pena! Capri es preciosa y todo lo que cuentan de ella es verdad, sobre todo cuando te alejas de los sitios donde se concentran los turistas, que suelen ser en la zona de Capri y sitios muy concretos, la mayoría suelen venir a pasar el día y a partir de las 18, la isla se queda muy solitaria, pero durante el día también se tiene esa sensación en los lugares menos transitados. Imaginamos que en temporada alta habrá más aglomeraciones, pero siempre habrá sendas y caminos tranquilos
Hoy despueés del rico y abundante desayuno que nos ponen, hemos cogido el bus a Capri para hacer la visita de la vuelta a la isla en barco y la entrada a la gruta azul, que merece mucho la pena, porque las vistas son increíbles, y pasas cerca de todos los lugares que previamente habíamos visto desde tierra. Muy curioso el espectáculo de las barcas de remos acercándose a los barcos para recogernos, aconsejamos que al montarse en las barcas para entrar en la gruta azul ser los primeros en subir si se quiere ir juntos, porque el último de los 4 que caben va al otro extremo de la barca. Muy divertida la barca-caja que cobra por entrar en la gruta, donde el agua es verdad que es tremendamente azul. Esta gruta, como muchas otras de esta zona, tiene una boca de entrada parcialmente sumergida y parece que los emperadores romanos cuando se alojaban en los palacios de esta isla se bañaban en ella, incluso parece que desde Villa Damecuta, que se encuentra sobre ella, había un pasaje privado. Lo que sí está documentado es que estaba considerada como Ninfeo, lugar donde se ofrecía culto a dioses menores que representaban a la naturaleza, las estatuas que adornaban el interior representado criaturas marinas, Poseidón y Tritón, se encuentran ahora en el Museo de la Casa rosa en Anacapri. La iluminación bajo el agua se debe a otra apertura situada en la zona de piedra caliza bajo el agua que permite la entrada de los rayos de sol.¡ Lo que daría por un baño sin nadie en ella!

Fue muy emocionante el paso por punta Carena y su faro aún activo desde 1867, los faraglionis que son las tres enormes rocas que se encuentran junto a la costa, y en una de ellas se ha formado un tunel natural que desde la antigüedad ha sido un sitio de paso por el placer de cruzar por él, la Marina Piccola desde donde se divisa la Vía Krupp a la que no habíamos podido acceder y la casa roja de Curzio Malaparte, obra arquitectónica que diseñó él mismo, reconocida por su diseño, hoy día es un lugar de encuentro de arquitectos y aficionados .

Después de la estupenda experiencia volvimos a Marina Grande y de nuevo en el bus local llegamos a Anacapri. Tras aprovisionarnos en una cafetería-panadería de arancinis y calzones de espinacas y queso ricotta, subimos en el telesilla al monte Solaro (598m), con unas vistas fantásticas. Desde el monte también se tienen unas vistas increíbles y maravillosas desde todas las direcciones que mires. En un estratégico banquito rodeado de plantas en un mirador, en el que estuvimos todo el tiempo solos, con vistas a la isla y a la costa sorrentina y amalfitana nos tomamos nuestras provisiones con unas birras fresquitas compradas en el Bar del telesilla, y de de postre nos tomamos un prosecco piccolo (botella pequeña de cava italiano) que también llevábamos para brindar por nuestro viaje, por la alegría de vivir. Comida que nos pareció sensacional por el idílico entorno y porque estaba muy bueno todo. La bajada la hicimos por un bonito sendero entre vegetación y flores, con parada en el fortín de Brutto , la pequeña ermita del valle de Cetrella y otro mirador a los farallones, sin ver a nadie. Íbamos tan entusiasmados que se nos pasó el desvío al Castillo de Barbarossa, ¡otra vez será!

Para descansar de la bajada final nos sentamos a reposar en un café a tomarnos unos ricos helados en el barrio del boffe, sin querer mirar ni entrar en las bonitas tiendas que hay por todas partes, porque los precios eran algo prohibitivos, aunque algún regalo sí que cayó. En otro bus nos fuimos a visitar el faro de punta Carena y los fortines, que tanto nos habían gustado en el paseo en barco.
Hicimos un senderismo corto y a la vuelta al aclarar la bruma, sentados entre las piedras, pudimos ver por fin la Isla de Ichia y Procida.

En Punta Carena había pocas personas, sobre todo algunas parejitas esperando la puesta de sol y un grupo de lugareños jugando muy emocionados a las cartas.

Regresamos a nuestra encantador alojamiento, a ver atardecer en la terraza, esta vez con las islas frente a nosotros, terminándonos el limoncello. Después tocó hacer las maletas, llenas a tope, que habrá que ver cuánto pesan, pero es que nos hemos traído mucha ropa de abrigo y la mitad no nos ha hecho falta con el buen tiempo que estamos teniendo. Esa noche nos despedimos de la isla en el mismo restaurante que tanto nos gustó ayer. Capri nos ha llegado al corazón y necesitábamos terminar el viaje envueltos en naturaleza y tranquilidad.

Mañana llegamos sobre las 24,00 al aeropuerto, así que el miércoles amanecemos en Sevilla. Nos ha gustado compartir este pequeño diario con las personas que queremos. Ciao, un fuerte beso y abrazo