Conocedores de que íbamos a visitar unas ruinas situadas en el medio de la selva, nos levantamos temprano para acercarnos a Coba y tratar de hacer la excursión lo más frescos posibles. Iba a ser para nosotros una actividad de mediodía con el fin de poder comer en el hotel. Fue un trayecto relativamente corto de unos cuarenta y cinco minutos de duración en una soleada mañana. Aparcamos en el interior del recinto, que a decir verdad no tenía demasiados vehículos. Tras comprar las entradas y sortear a los guías (para esta ocasión ya habíamos decidido que no contaríamos con este servicio), nos hicimos una sesión fotográfica en el primero conjunto de edificios que se encontraba nada más entrar. Se notaba que el ánimo y las fuerzas habían mejorado mucho tras la jornada del día de descanso. Ya teníamos mirada la opción de que nos llevaran en bicicleta por el recinto, con lo que tras corroborar precios y el servicio que nos iban a dar (había dos precios, el primero te llevaba a tres monumentos principales y tenia una duración de una hora, y el segundo te llevaba a más sitios y duraba 1h45 min más o menos), todos estuvimos de acuerdo en contratar el paseo corto.
Los bicitaxis se podían ocupar con hasta dos personas cada uno, y la sonrisa de la expedición al avanzar rápidamente por el interior de la jungla era de enorme satisfacción para nosotros. Durante el trayecto tuvimos la oportunidad de charlar con nuestro conductor, que se mostraba muy disconforme con la inversión económica en el lugar por parte del gobierno, puesto que la gran mayoría de los edificios se encuentran derruidos e invadidos por la vegetación. También nos contó que estaban asociados en cooperativas y que trabajaban de sol a sol todos los días de la semana.
Tras unos diez minutos de paseo en bici (que buena decisión tomamos… ) llegamos hasta el templo al que se puede subir. Los abuelos decidieron quedarse a los pies de la pirámide al igual que nuestro hijo mayor kiweojur, que no se veía con corazón de subir todo aquel seguido de escaleras. Lo complicado vino cuando nuestra hija pequeña, de tan solo cinco años, dijo que quería ir para arriba, a lo que flydash se quería sumar también. Tras un ejercicio de reflexión y coordinación en pareja . decidimos iniciar la escalada. Y nunca mejor dicho. Si bien, hay una cuerda en el medio de la escalinata que ayuda sobre todo a descender, la subida la hicimos a cuatro patas, colocándonos todos estratégicamente para sentirnos seguros. El calor que desprendían las piedras calizas y el esfuerzo que implicaba subir, nos llevó a hacer algunas paradas intermedias, hasta que por fin hicimos la cima.
El paisaje desde arriba es impresionante , puesto que la parte superior se alza sobre la jungla y permite ver la laguna que anteriormente habíamos divisado a la salida del pueblo. Allí tambien pudimos ver como los árboles crecían entre las piedras, donde si bien pueden estropear el edificio, también nos brindó un rato de sombra y descanso. Tras unas fotos, llegaba la parte más complicada: el descenso. Lo hicimos como todos, con el culo sentado en la escaleras y bajando muy poco a poco, justo al lado de la cuerda. La niña se situó abrazada a nuestras espaldas y cogimos seguridad en el descenso. No obstante y a la mitad del recorrido, la niña se asustó y se soltó de nosotros, ya que un enorme (y colorido) saltamontes se había situado sobre nuestros hombros. Tras el susto, y deshacernos del enorme insecto, llegamos a tierra firme, donde nos abrazamos eufóricos por la satisfacción ante semejante proeza familiar. Volvimos al punto de partida con nuestros respectivos bicitaxis, y muy satisfechos con el devenir de la excursión .
Como íbamos con tiempo, paramos a visitar algunas tiendas de artesanía en alguno de los pueblecitos que salpicaban la carretera, donde, finalmente, compramos artesanía de madera y algunos coloridos cuencos de barro para nuestras cocinas.
La tarde-noche se presentó tranquila en el hotel, disfrutando de las piscinas, el todo incluído y del maravilloso caribe mexicano. Durante la velada, hablamos de la excursión del día siguiente: la excursión a la reserva natural de la biosfera Sian Ka’an. Allí nos esperaban delfines, tortugas, snorkel, un paseo en lancha, y un largo etc de experiencias…
Los bicitaxis se podían ocupar con hasta dos personas cada uno, y la sonrisa de la expedición al avanzar rápidamente por el interior de la jungla era de enorme satisfacción para nosotros. Durante el trayecto tuvimos la oportunidad de charlar con nuestro conductor, que se mostraba muy disconforme con la inversión económica en el lugar por parte del gobierno, puesto que la gran mayoría de los edificios se encuentran derruidos e invadidos por la vegetación. También nos contó que estaban asociados en cooperativas y que trabajaban de sol a sol todos los días de la semana.
Tras unos diez minutos de paseo en bici (que buena decisión tomamos… ) llegamos hasta el templo al que se puede subir. Los abuelos decidieron quedarse a los pies de la pirámide al igual que nuestro hijo mayor kiweojur, que no se veía con corazón de subir todo aquel seguido de escaleras. Lo complicado vino cuando nuestra hija pequeña, de tan solo cinco años, dijo que quería ir para arriba, a lo que flydash se quería sumar también. Tras un ejercicio de reflexión y coordinación en pareja . decidimos iniciar la escalada. Y nunca mejor dicho. Si bien, hay una cuerda en el medio de la escalinata que ayuda sobre todo a descender, la subida la hicimos a cuatro patas, colocándonos todos estratégicamente para sentirnos seguros. El calor que desprendían las piedras calizas y el esfuerzo que implicaba subir, nos llevó a hacer algunas paradas intermedias, hasta que por fin hicimos la cima.
El paisaje desde arriba es impresionante , puesto que la parte superior se alza sobre la jungla y permite ver la laguna que anteriormente habíamos divisado a la salida del pueblo. Allí tambien pudimos ver como los árboles crecían entre las piedras, donde si bien pueden estropear el edificio, también nos brindó un rato de sombra y descanso. Tras unas fotos, llegaba la parte más complicada: el descenso. Lo hicimos como todos, con el culo sentado en la escaleras y bajando muy poco a poco, justo al lado de la cuerda. La niña se situó abrazada a nuestras espaldas y cogimos seguridad en el descenso. No obstante y a la mitad del recorrido, la niña se asustó y se soltó de nosotros, ya que un enorme (y colorido) saltamontes se había situado sobre nuestros hombros. Tras el susto, y deshacernos del enorme insecto, llegamos a tierra firme, donde nos abrazamos eufóricos por la satisfacción ante semejante proeza familiar. Volvimos al punto de partida con nuestros respectivos bicitaxis, y muy satisfechos con el devenir de la excursión .
Como íbamos con tiempo, paramos a visitar algunas tiendas de artesanía en alguno de los pueblecitos que salpicaban la carretera, donde, finalmente, compramos artesanía de madera y algunos coloridos cuencos de barro para nuestras cocinas.
La tarde-noche se presentó tranquila en el hotel, disfrutando de las piscinas, el todo incluído y del maravilloso caribe mexicano. Durante la velada, hablamos de la excursión del día siguiente: la excursión a la reserva natural de la biosfera Sian Ka’an. Allí nos esperaban delfines, tortugas, snorkel, un paseo en lancha, y un largo etc de experiencias…
#Coba #RivieraMaya #Yucatan #Mexico