Cuando preparaba el viaje y tuve que decidir si valia la pena o no visitar el lago Titicaca, lo que me condicionó es el tour que encontré bajo promesa de una experiencia al margen de los tan nombrados montajes que se ven en las islas de los Uros.
Cuando nos recogen en el hotel para llegar al puerto a las 7 h, ya observo que nuestro grupo es demasiado numeroso: 35 personas. Vamos mal. Cogemos un bote a motor hasta la isla de Taquille, donde desembarca alguna embarcación mas. No es tan exclusivo pues.

Después de las informaciones del guía sobre las costumbres de los habitantes de la isla, nos dirigimos a casa de una familia que nos hará demostración de confección de tejidos y de danzas. Al final aparecen todos los productos que nos quieren vender.

Los tours típicos se centran en la zona de la plaza de armas pero nosotros ni la vemos pues nos dirigimos a una playa, mas o menos tranquila, al otro lado.

Partimos con el bote dirección a la península de Capachica para visitar una comunidad en Llachón que nos hará la comida con el ritual de la pachamanca (cocer con piedras calientes enterradas en la tierra) aunque parece ser que en agosto es mes de ofrendas y no de cocinar en la Pachamama. La comida muy buena la verdad. Pollo, trucha y diferentes verduras.

El punto fuerte es visitar a los Uros, en las islas que construyen con la planta totora. Aquí es donde se falsea pero en nuestro caso estuvimos en una isla donde realmente viven las 7 familias que la construyeron. Después de enseñarnos sus viviendas y ver como llegaban todos los niños desde la escuela flotante, empezaron las turistadas típicas como montar todos los tenderetes para vender souvenirs o pasearnos en una barca de totora. Pero hasta ese momento fue auténtico. En global podemos decir que fue una muy buena experiencia.


A las 22 h nuevamente utilizamos el bus nocturno para el traslado a Cuzco con la misma compañía. Esta vez mucho mejor.