Ballenas y arcoiris ✏️ Diarios de Viajes de Canada

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Domingo 4 de Agosto:

Este día tocaba madrugón. A eso de las 5 y media nos sonó el despertador ya que teníamos contratada una excursión para ver ballenas. La excursión salía a las 8:00 desde la Granville Island, una pequeña isla ubicada a la entrada de la False Creek que está comunicada con tierra firme por un puente y donde se puede entrar en coche. Aunque el barco zarparía a las 8, según las indicaciones que nos mandaron cuando hicimos la reserva teníamos que estar allí a las 7:15 de la mañana.

La Granville Island es hoy en día una zona lúdica de la ciudad, ocupada por restaurantes, empresas de ocio y un gran mercado con puestos de todo tipo de cosas, especialmente comida. Por suerte, como era temprano, encontramos sitio para aparcar cerca de la empresa del tour, pero si se llega durante el día suele ser difícil, ya que es un sitio muy visitado. Después de hacer el checkin de la excursión fuimos a dar una vuelta por el mercado, que a esa hora todavía estaba muy parado, al igual que el resto de la zona. A la hora convenida nos acercamos al barco y nos subimos con el resto de gente que nos iban a acompañar.

En la travesía nos acompañaba el capitán, que se encargaba de manejar el barco, y una chica que era bióloga o algo similar y que nos iba contando cosas sobre las ballenas, sus costumbres, etc., todo en inglés. Lamentablemente no vimos ninguna empresa que ofreciera este tipo de actividad en español. Por desgracia el mar estaba bastante picado, y la velocidad que llevábamos aún hacía que el barco se moviera más. La embarcación era semicerrada, es decir, una zona con asientos bajo techo y una pequeña zona detrás y otra delante que eran abiertas. Durante la travesía hasta la zona donde veríamos las ballenas íbamos sentados en la zona cubierta, pero aún así acabé empapado porque entraba bastante agua por la ventana. Eso, unido al mareo del oleaje, la falta de sueño y el frío hizo que se me pusiera mal cuerpo y tuve que ir al baño del barco. La chica había comentado que intentáramos evitar ir al baño todo lo posible, ya que era el peor sitio del barco, pero es que no podía más y necesitaba vomitar. La verdad es que lo pasé muy mal en el trayecto, que duraría algo así como una hora pero que a mí se me hizo eterno.


Cuando por fin llegamos a la isla Galiano la cosa se calmó y pude salir del baño algo recompuesto. El barco se metió dentro del Trincomali, frente a las costas de la isla de Vancouver y allí el agua estaba mucho más plana y sin apenas oleaje. En esa zona fue donde empezamos a ver las primeras ballenas, en este caso eran orcas, que son las que están por allí. La verdad es que fue emocionante verlas, pese a que en algún momento costaba distinguirlas, pero cuando las veíamos asomarse era un espectáculo. El barco no se acercaba demasiado, es difícil, para no molestarlas. Al parecer hay lanchas más pequeñas que sí lo hacen pero quizá no es lo más recomendable, es mejor no alterar su espacio. Estuvimos un buen rato por allí, siguiendo a los grupos de ballenas que nos íbamos encontrando y tratando de hacer alguna foto decente, que no es precisamente fácil. Cuando emprendimos el viaje de vuelta a Vancouver me preparé para lo peor, pensando que me esperaba otro trayecto como el de la ida, pero afortunadamente no fue así y nos encontramos un mar bastante en calma y ni me mareé ni nada .


Al desembarcar en la Granville Island el panorama había cambiado radicalmente. Todas las plazas de aparcamiento estaban llenas de coches y gente por todas partes. El mercado estaba hasta arriba de gente, incluso comiendo en la zona de mesas habilitada para eso. Dimos un paseo por la zona, comimos unas empanadas o algo similar que compramos en el mercado y preguntamos por las tarifas de los aquabus. Son pequeñas embarcaciones que conectan diversos puntos de ambas orillas de la False Creek, y es mucho más rápido así que haciéndolo con el coche, así que lo dejamos aparcado donde estaba y cruzamos al otro lado, cogiendo el aquabus que nos dejó en la parada de Hornby Street.

Cuando preparamos el viaje decidimos acabar la estancia en Canadá en Vancouver en estos días porque nos venía mejor, pero una vez montado el itinerario y vuelos y hoteles comprados empezamos a buscar qué se podía hacer en cada ciudad y nos encontramos con la sorpresa de que este día, el 4 de Agosto, se celebraba en Vancouver el desfile del orgullo gay, así que decidimos ir a verlo esa tarde. El desfile tenía lugar en Beach Avenue, cerca de la parada del Aquabus.


Nos encontramos allí con un ambientazo. En el parque había una zona con carpas, tenderetes, música al aire libre... pero lo pasamos un poco de largo porque queríamos ver el desfile. Lo pillamos ya empezado, pero aún así vimos gran parte de los participantes, y vimos que no tiene mucho que ver con el de Madrid. Canadá tiene muchos derechos reconocidos para la comunidad LGTBI, pero aún así, es muy reivindicativo. No es una sucesión de carrozas con cuerpos esculturales y música, allí participan muchos colectivos diferentes, desde colegios hasta enfermeras, pasando por agrupaciones culturales y empresas conocidas como Subway. Hasta había niños desfilando.


Personalmente me gustó mucho más que el de Madrid. Lo que nos extrañó muchísimo fueron algunas de las pancartas, que reclamaban el derecho a poder donar sangre, que al parecer allí está prohibido para la comunidad LGTBI.


Al terminar el desfile subimos hacia la Davie Street, la calle LGTBI por excelencia de la ciudad. La mayor parte de la calles es residencial, muy normal, pero la zona más cercana a a la Granville Street es donde está todo el meollo. Había discotecas abiertas a esas horas de la tarde (serían las 4 o así), restaurantes con colas enormes para entrar, animación callejera... un ambiente festivo en toda regla. Pasamos de largo esta zona y acabamos desembocando en Granville Street, la avenida más importante de la ciudad. Supuestamente es la zona más comercial, el downtown de la ciudad, pero la verdad es que no nos dijo nada de nada. Además, volvimos a encontrar mucha pobreza por allí, como el día anterior. Entre lo poco que nos estaba gustando la zona y el tremendo calor que hacía creíamos que era mejor volvernos al hotel, que después del madrugón nos apetecía una buena siesta. El resto del día ya no salimos, nos quedamos en el hotel y sólo salimos para cenar en un subway cercano.

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