Martes 23 de Julio:
Sobre las 9 de la mañana, hora de las Rocosas, aterrizamos en el aeropuerto de Calgary. El vuelo había ido bien e incluso habíamos dormido un poco, lo suficiente como para poder aguantar hasta la noche. El aeropuerto nos sorprendió porque la cinta de recogida de equipajes estaba justo al lado de la calle, no había hall de llegadas, quizá por ser un vuelo interno. Recogimos el coche de alquiler en la oficina de Alamo y salimos para empezar a conocer la ciudad. Para las dos noches que íbamos a pasar aquí habíamos reservado un AirBnB en un barrio en las afueras de la ciudad, pero no podíamos entrar hasta las 4 de la tarde, por lo que teníamos que aprovechar la mañana haciendo algo.
Cuando miramos las cosas que se podían visitar en la ciudad nos llamó la atención el "Heritage Park". Se trata de un parque que recrea edificios históricos de Canadá. Como llegamos temprano aprovechamos para desayunar en la cafetería que hay justo antes de entrar al complejo, y ya con las pilas cargadas entramos a conocer el sitio. Lo primero que encuentras es el "Gasoline Alley", una exhibición dedicada al mundo del motor, con coches antiguos, surtidores de gasolineras de época, etc. Así dicho no pinta demasiado bien, pero resulta entretenido de ver. Además te puedes subir en algunos de los coches y da pie a fotos interesantes.

Tras visitar esta muestra pasamos al "Famous 5 Centre of Canadian Women", una casa dedicada a honrar la vida y obra de cinco mujeres canadienses que lucharon por los derechos femeninos en el país. Coincidimos con una demostración de canto a cargo de una chica que lo hacía realmente bien, fue una gozada escucharle. Estaba interpretando canciones tradicionales canadienses pero cambiando la letra por temas feministas.

A partir de aquí se puede visitar la zona más extensa del parque, que recrea una ciudad típica de la época de la conquista del oeste canadiense, muy parecido a las películas del oeste de EEUU


El día estaba siendo muy caluroso de nuevo, sin una nube que aliviara un poco los rigores del verano, así que para la hora de comer estábamos rendidos. Comimos en una casa que recreaba un hotel, con sus habitaciones y sus huéspedes, y que tenía también restaurante.
Tras la pausa para comer visitamos lo que nos faltaba por ver, un miniparque de atracciones, un garage de locomotoras de tren antiguas y dimos un paseo en barco de vapor por el lago junto al que se ubica el parque. Lo último antes de salir fue una zona que recreaba un fuerte y varios tipis indios, todo muy típico de las viejas películas del oeste.

La visita nos llevó unas cuantas horas, así que salimos de allí sobre las 4 de la tarde, en plena hora de más calor, y estábamos ya sofocados, buen momento para ir al apartamento que teníamos reservado a dejar las maletas. Al final resultó ser la zona del sótano de una casa típica de los suburbios de las grandes ciudades americanas, con su jardín y en calles cuadriculadas. Los dueños eran una pareja oriental muy amable. Por suerte el aire acondicionado funcionaba estupendamente aquí y casi hacía hasta frío. Aprovechando el fresquito que hacía en la casa y que fuera hacía un bochorno tremendo decidimos quedarnos un rato para descansar un poco durante las horas de más calor.
Sobre las 6 y media salimos de nuevo para ver algo de la ciudad. La verdad es que por lo que había leído no teníamos grandes expectativas, y en ese sentido Calgary no nos defraudó: fue la ciudad menos interesante que vimos en todo el viaje. Comenzamos la visita por la zona más llamativa para nosotros, donde tiene lugar cada año el "Stampede", el mayor festival de rodeos de todo Canadá. Por desgracia el festival fue a principios de julio y no llegamos a tiempo para ver al menos el ambientillo, pero sí que se pueden ver alguna escultura muy llamativa y murales en las paredes, además del propio estadio donde tienen lugar los rodeos. Otro de los atractivos del lugar es que está muy cerca del centro y se tiene una buena vista del skyline de la ciudad, con la torre de Calgary destacando entre los rascacielos. La verdad es que tampoco nos dijo gran cosa.

Desde el Stampede al downtown son sólo unos minutos en coche. Tuvimos que dar unas vueltas para aparcar en alguna calle que no fuera de pago, pero al final la encontramos, y justo debajo de la torre de Calgary. Supuestamente desde arriba se tienen unas vistas espectaculares, que en días despejados dejan ver hasta las Rocosas, pero la pillamos cerrada por obras, una vez más. Dimos un paseo por las calles del centro pero la ciudad estaba casi desierta, muy poca gente por la calle y todo muy gris y anodino. Incluso la calle principal, Stanley Avenue, estaba casi vacía y sólo había gente en algunos locales que quedaban abiertos.

Como no nos estaba gustando nada lo que estábamos viendo nos volvimos para casa, pasando antes por un supermercado para comprar cosas para cenar y para los dos desayunos que haríamos en Calgary, y de paso nos acostábamos pronto, que buena falta nos hacía tras una noche de aeropuerto y aviones.