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Tras un rápido capuchino y un croissant de nutella, cogimos las maletas y a buscar el coche, esperando que estuviese de 1 sola pieza y sin rayones…ya veis, en ese plan estábamos…
El coche estaba perfectamente, con alivio, emprendimos ruta hacia Monreale, un pequeño pueblo al lado de Palermo. De hecho, da la impresión de ser un barrio.
Está cerca, pero hay que atravesar la ciudad, con lo que eso supone...Tráfico y atascos. Tardamos un rato para hacer solamente los 7km que lo separan. Hay una pequeña subida y a la entrada del pueblo, hay un parking. 1h 2€. Dejamos ahí el coche y fuimos a pie los 300 mts. que faltaban hasta el centro.
La entrada a la iglesia de Monreale es gratis. Merece la pena. Es de estilo germánico, es raro verlo en Sicilia donde parece que solo hay barroco…
A la salida, nos fuimos a la plaza que está al lado, donde está la entrada al claustro benedictino.
La entrada es un poco cara, creo que son 10€, 5€ si tienes menos de 26 años. La verdad es que es muy bonito, pero se ve en poco tiempo.
Y poco más que ver en Monreale… como teníamos un largo trayecto por delante, nos apresuramos a ir a por el coche y empezar el viaje cuanto antes. Destino, Scala de Turchi.
El trayecto duraba 1h y media aproximadamente. Hay un tramo de autovía, y el resto carretera, donde si te toca un camión delante, o haces como ellos (pisar línea continua, eso sí, cuando no viene nadie, que a ellos esto les da igual…) o no pasas.
Por fin llegamos al pueblecito donde está Scala de Turchi. Nosotros dejamos el coche aparcado a un lado a la entrada del pueblo, puesto que los parkings que había estaban todos cerrados.
Tened cuidado donde dejáis el coche, fijaros en las señales que hay, porque cuando nos íbamos, estaba la policía denunciando a un montón de coches…
Nos pusimos el bañador, y a caminar se ha dicho!
Hay un par de miradores con unas vistas extraordinarias a la entrada del pueblo.
Tras las fotos de rigor, seguimos bajando la carretera, siguiendo las señales hasta que encuentras un cartel que te indica el desvío. Hay que bajar unas cuantas escaleras hasta llegar a la playa. Una vez allí, hay un restaurante y un chiringuito. Desde allí, hay que ir caminando un rato por la playa hasta llegar a la scala.
La subida es resbaladiza y muy empinada, así que cuidado!
El sol pega que da gusto ahí, hacia muchísimo calor, y nuestra intención era ir a una pequeña cala que estaba al otro lado de la Scala, pero una vez arriba, había que seguir caminando por ese desfiladero, y nos dio un poco de miedo, así que deshicimos nuestros pasos y nos fuimos a la playa que estaba cerca del chiringuito.
Entre baño y baño, hicimos tiempo hasta la hora de comer. No habíamos planeado nada, así que nos tocó improvisar. Unas cervezas y unos arancini para quitar el hambre y la sed y aprovechar el día de playa.
Serían sobre las 17h y ya estábamos un poco cansados de playa, así que decidimos ir hasta Agrigento, donde teníamos el hostel.
Se tarda unos 25 minutos. Aparcamos fácil y bien, así que una preocupación menos.
Nos costó un poco encontrar el hostel, es más, una vecina nos vio perdidos y amablemente nos indicó.
Hicimos el checkin y una ducha rápida y a caminar!
La primera impresión es que cuando vas caminando por el centro, la ciudad está mucho más limpia que Palermo. Se ve otra gente, no sé.
La ciudad en sí, es pequeña, dimos un paseo, perdiéndonos por las calles.
Paramos para una cerveza antes de cenar y decidir donde lo íbamos a hacer.
Finalmente, nos fuimos a cenar a Enotria. Es un poquito más caro, pero se come bien, aunque las cantidades no son muy granes.
Tras una agradable cena, fuimos a por nuestro helado de postre.
Estaba muy rico, pero no tanto como el de Palermo…esa iba a ser la tónica habitual…
Como estábamos muy cansados, emprendimos la vuelta a casa, que al día siguiente tocaba madrugar…otra vez….
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