DIA 2. ITINERARIO:
ICOD DE LOS VINOS. MIRADORES SOBRE GARACHICO. PUERTITO DE LOS SILOS. LOS GIGANTES. ALOJAMIENTO CERCA DE VILAFLOR.
Perfil del itinerario del día 2 en Google Maps.
ICOD DE LOS VINOS.
Después de visitar Garachico, fuimos hasta Icod de los Vinos, donde teníamos nuestro alojamiento de la jornada. Nos costó un poco encontrar el sitio, más que nada por mi torpeza al consultar el navegador del teléfono y enviar a mi marido a la izquierda cuando era a la derecha en un giro. La tontería nos costó casi veinte minutos de circular dando vueltas inútiles por el centro de Icod, hasta que conseguimos encontrar la ruta correcta de nuevo. Ya era de noche y había bajado bastante la temperatura.
Tenía una habitación reservada en el Hotel Emblemático San Marcos, en el mismo centro, junto a la Iglesia de San Marcos y al parque donde se encuentra el famoso Drago. La calle donde se ubica es estrecha y con una cuesta de cuidado, pero pudimos aparcar en la misma puerta. El hotel es solo para adultos y ocupa una preciosa casa señorial de estilo canario del siglo XVIII que ha sido rehabilitada conservando su esencia original. Tiene seis habitaciones, decoradas en estilo tradicional canario aunque con todas las comodidades modernas. Sé que a mucha gente esto le parecerá anticuado y pasado de moda, pero a nosotros nos gustó mucho: era como alojarse en una casona de siglos pasados, cuyos salones contaban con muebles de época, mientras el patio con jardín de tipo canario era realmente bonito. Como ya he comentado, este tipo de hoteles suelen tener un precio bastante similar en la isla, y que en nuestro caso fue de 81 euros.
La casa y la habitación.
Recorrido nocturno en Icod de los Vinos.
Después de acomodarnos, salimos a dar una vuelta y, de paso, tomar alguna tapa para cenar, ya que no teníamos demasiada hambre después de lo que cundió el almuerzo. Ya de noche, apenas vimos a nadie por la calle, menos aún forasteros y solo nos encontramos un restaurante, pero no era lo que queríamos. Cerca del ayuntamiento, un bar estaba cerrando ante la falta de clientes. El camarero nos comentó que se esperaban lluvias torrenciales a partir de las 10 de la noche y que la gente había ido a refugiarse en su casa. De momento no caía ni una gota, pero en vista del panorama compramos un par de sándwiches, dos cocas y algo de fruta en un supermercado y nos lo tomamos en el hotel. Ya en la cama, me despertaron los truenos y el estruendo de una lluvia estrepitosa cayendo en la calle. La verdad es que daba cierta cosa oírlo, hasta tuve miedo por si al coche se lo llevaba el agua. El caso es que apenas paró de diluviar en toda la noche.
El solitario panorama de Icod esa noche.
Icod de los Vinos y el Drago Milenario.
Por la mañana, comprobé con alivio que nuestro Arona seguía sano y salvo en su sitio. Continuaba lloviendo, pero ya de modo más civilizado. Tras desayunar en el hotel, salimos a dar una vuelta. Hacía más de treinta años que no veíamos el Drago y queríamos comprobar qué tal seguía. Nada más poner los pies en la calle, dejó de llover, aunque el cielo se mantenía negro como el carbón.
Los dos fantásticos patios del hotel. Lástima que no los pudiésemos utilizar por la lluvia.
Paisaje de Icod esa mañana.
El Drago Milenario de Icod de los Vinos se encuentra en un parque al que se accede pagando una entrada, aunque si lo único que se quiere es ver el drago y hacerse la típica foto de recuerdo, el mejor mirador para ello es gratuito y se encuentra en un templete, en la Plaza de Andrés de Lorenzo Cáceres, la de la Iglesia de San Marcos.
Vistas desde el mirador exterior.
Para hacer un poco de tiempo, decidimos entrar al parque, donde está la llamada Casa del Drago, cuyo acceso nos costó 5 euros. Es una especie de jardín botánico muy bonito, que cuenta con senderos, numerosas especies vegetales y otros atractivos, como una gruta, miradores, fuentes y algún estanque; pero ya digo que no es imprescindible para ver bien el drago y sacarse una preciosa foto. Dentro, eso sí, puedes acercarte y se obtienen diferentes perspectivas.
El Drago es Monumento Nacional desde 1917. Se le atribuye una antigüedad de más de mil años, aunque lo más probable es que su edad esté entre los 500 y 600, lo cual tampoco está nada mal. Es el símbolo de Icod y su mayor atractivo turístico. Pesa más de 140 toneladas, su tronco está completamente hueco y recibe aire a través de dos ventiladores para preservarlo en las mejores condiciones ambientales. Nos pareció que estaba más protegido que cuando lo vimos hace más de tres décadas. Ah, y nos gustó ver que la palmera de al lado también se mantiene allí, tan derecha como entonces.
El Drago hace más de 30 años y ahora. Me ha sorprendido también la diferencia del verde del paisaje, al fondo, entre las fotos de ahora, en diciembre, y las de entonces, a finales de julio. Lo mío, mejor no explicarlo .
Luego fuimos a dar una vuelta por el casco histórico. Es pequeño y se recorre enseguida, pero merece echar al menos un vistazo. Icod de los Vinos está situado a 233 metros de altitud sobre el nivel del mar y cuenta con una población cercana a los 24.000 habitantes, que se dedican a la pesca y, sobre todo, al cultivo de la vid, al que se refiere la segunda parte de su nombre, que se remonta al siglo XVI. Por el contrario, Icod parece ser la denominación guanche de este territorio antes de la llegada de los colonizadores europeos y la conquista castellana.
Lugares destacados en Icod, aparte del Drago, son:
- La Iglesia de San Marcos, cuyo origen se remonta al siglo XVI y que presenta un estilo colonial canario.
- La Plaza de la Constitución, también conocida como la Plaza de la Pila desde 1716, cuando se instaló allí una fuente para el abastecimiento de agua a la población. Es un núcleo principal de reunión social y en su entorno se sitúan varias casas señoriales y el antiguo Convento franciscano del Espíritu Santo (fundado en 1641), donde actualmente se encuentra la Biblioteca Municipal.
- La Plaza de León Huerta, a la que se llega desde la calle de San Agustín, tras subir una escalinata, rodeada por una balaustrada y cuatro estatuas de estilo genovés. Allí se encuentran el Ayuntamiento, de fachada neocanaria y que ocupa el solar del antiguo Convento de San Agustín, del siglo XVI, del que se conserva la Iglesia de San Agustín, anexa a la casa consistorial. Bonita plaza. Merece la pena ir a verla. Está a unos siete u ocho minutos caminando desde el mirador del Drago.
Dentro del término municipal de Icod de los Vinos se encuentra también la Cueva del Viento, la cavidad volcánica más larga del mundo y la segunda más grande de Europa. Está acondicionada para las visitas, pero hay que reservar con bastante antelación. De hecho, nosotros no conseguimos encontrar un hueco que nos conviniera porque los pocos horarios disponibles nos estropeaban el itinerario de toda esa jornada. Así que otra vez será.
Cuando terminamos en Icod, ya no llovía, pero el pronóstico del tiempo no era demasiado optimista y el cielo seguía casi negro. Aunque para ese día teníamos planeada la excursión a Masca, no tardamos en darnos cuenta que no merecía la pena con unas condiciones meteorológicas tan adversas, así que sería preciso cambiar la ruta sobre la marcha dentro de las limitaciones que nos imponía nuestro alojamiento para esa noche, en las proximidades de Vilaflor. Pero a eso me referiré luego.
Ya en la carretera, este era nuestro poco prometedor panorama.
Miradores sobre Garachico en la zona de El Tanque.
Todavía sin saber muy bien lo que íbamos a hacer ese día, tomamos la TF-5 hacia El Tanque y luego nos desviamos por la TF-421, que desciende hacia Garachico pero a través de la montaña, por una ruta diferente a la costera que habíamos tomado la tarde anterior. La carretera serpenteaba vertiginosamente por la ladera mostrándonos un paisaje tenebroso por la oscuridad pero espectacular en cualquier caso. Una de las razones de tomar esta carretera es asomarse a dos estupendos miradores sobre Garachico. El primero ofrece una perspectiva lateral de la villa, en la que se divisa más que nada el puerto.
El segundo (según se baja, sería el primero si se viene en dirección contraria) es el mejor, pues la panorámica aparece completa y magnífica, ya que se ve todo Garachico con pelos y señales. Además, se contempla un sugerente perfil de la costa norte tanto al este como al oeste.
Vistas a la izquierda, es decir, hacia el oeste.
Vistas de Garachico y hacia la derecha, hacia el este.
Este mirador merece mucho la pena, lo aconsejo salvo que no se desee circular por este tipo de carreteras. Lo malo fue que estando allí empezó a caer la del pulpo y tuvimos que irnos a toda prisa. En las fotos, a lo lejos, se distingue la inmensa cortina de agua que caía.
La villa, el Roque, el Puerto, el Caletón... Todo Garachico a vista de pájaro.
EL PUERTITO DE LOS SILOS.
Un tanto desconcertados en cuanto a lo que hacer a continuación, seguimos la carretera hasta llegar al Puertito de los Silos, donde hay un viejo ingenio azucarero y unos antiguos hornos de cal que dan una idea de la forma de vida de este lugar en otros tiempos. Se pueden visitar.
El Puertito de los Silos. Al fondo, las montañas que llevan a El Tanque y los miradores anteriores.
En ese instante dejó de llover y, huyendo de las urbanizaciones con edificios altos, continuamos hacia la zona de la playa, que está despejada de construcciones y es de grava oscura, con un paisaje de acantilado negro en los alrededores que nos llamó mucho la atención. De frente, las olas golpeaban con furia las rocas y a nuestra espalda se llegaban a entrever los perfiles de Masca, sus cumbres emborronadas por una maraña de amenazadoras nubes. En la playa hay un parque con un enorme esqueleto de ballena.
Seguimos la línea del acantilado por un sendero contemplando el batir del mar hasta que llegamos a un lugar llamado “Punta del Bufadero”, ya podéis imaginar el motivo. Y no pudimos llegar en mejor momento porque el espectáculo tanto visual como auditivo resultaba espectacular: qué rugido y qué olas. ¡Madre mía! Seguimos caminando un rato más, pero la cosa aparte de impresionante empezó a ponerse fea, ya que las olas cada vez eran más altas y ya en vez de salpicarnos, nos mojaban. Casi tuvimos que salir por piernas.
En el Charco de los Chochos las olas eran todo un espectáculo. Hay escaleras para bajar, pero había que tener mucho cuidado tal como estaba el panorama. Yo no me acerqué demasiado. En cualquier caso, si tenéis tiempo, merece la pena darse una vuelta por aquí, y cuanto más furioso esté el mar, mejor. Con las debidas precauciones, claro está.
De nuevo empezó a llover, así que aprovechamos para buscar un sitio donde almorzar en el núcleo urbano tradicional del Puertito, por donde pasa la carretera. Tomamos un menú normalito, del que no hay nada destacable que comentar.
Santiago del Teide. Acantilados de Los Gigantes.
Además de que estaba en la dirección que debíamos tomar para nuestro alojamiento de la jornada, vimos en el pronóstico del tiempo que al sur la situación aparecía mucho más tranquila. Así que nos dirigimos hacia Santiago del Teide y Los Gigantes TF-82, dejando Masca para otro día. La carretera es virada pero muy entretenida, con estupendos paisajes verdes pese a la falta de sol, al fondo de los cuales se pueden divisar Chinyero y las Montañas Negras, con las últimas lavas de Tenerife. Hay senderos muy interesantes por aquí. Se quedarán para un futuro.
Ya en la carretera TF-54, que lleva a los Gigantes, empezamos a ver el sol. Paramos en el Mirador de Archipenque, que ofrecería un estupendo panorama de los acantilados sino fuese porque muestra también el enjambre de edificios turísticos y urbanizaciones que se apiñan en torno al Barranco de Santiago. Pero, en fin, obviando eso y la cantidad de gente concentrada allí, es uno de los puntos panorámicos que se aconseja visitar en la isla, está acondicionado y forma parte de la red insular de miradores.
No muy satisfechos con lo visto y ya que no teníamos nada mejor que hacer antes de que se pusiera el sol, decidimos bajar a ver los acantilados más de cerca. Así que nos metimos por un lío de calles flanqueadas por hoteles y edificios de apartamentos. Un caos, la verdad. No nos gustan estos sitios tan abarrotados de gente, casi una ratonera de tráfico y personas, en la que, además, resulta difícil desplazarse por lo intrincando del terreno, siempre hacia arriba o hacia abajo. Al final, no tuvimos más remedio que dejar el coche en un aparcamiento de pago en el puerto deportivo para poder, al menos, dar un paseo. Allí, nos ofrecieron excursiones en barco para jornadas sucesivas, pero ni sabíamos cómo iba a evolucionar el tiempo ni teníamos ganas de volver por allí otro día. Así que rehusamos y seguimos caminando hasta llegar a la Playa de los Guíos, de arena oscura, desde donde se divisa muy bien la pared de verticales acantilados de los Gigantes, que caen sobre el mar en alturas de entre 300 y 600 metros. Volveré a referirme a ellos en la etapa que relata nuestra visita a la Punta de Teno, desde donde las vistas, aunque quizás no tan cercanas, me parecieron aún más agrestes y espectaculares.
Ya con el sol cayendo, continuamos hacia el sur por la carretera que va paralela a la costa, hasta que en punto dado que no recuerdo tomamos un desvío a la izquierda que nos llevó a la Autovía TF-1, que nace en los alrededores de Santiago del Teide y que circunvala la isla hasta Santa Cruz de Tenerife, donde se une con la TF-5, que llega hasta el Puerto de la Cruz, como ya comenté en la etapa anterior. Es de suponer que próximamente se vaya llevando a cabo (vimos los carteles) el cierre completo de dicha autovía.
En Google Maps se ve perfectamente a lo que me refiero. En amarillo, la autovía.
Desde la autovía distinguimos los complejos turísticos de la Costa Adeje, donde se encuentra Siam Park, que está considerado uno de los mejores parques acuáticos del mundo. En esa zona estuvimos alojados durante nuestro segundo viaje a Tenerife, en un hotel sencillo pero muy chulo, llamado los Hibiscos, que todavía subsiste. Después de superar el desvío a la Playa de las Américas, ya frente a Los Cristianos, tomamos una carretera que en continuo ascenso pasa por Arona y conduce al Parque Nacional de las Cañadas del Teide a través de Vilaflor.
En el sur de la isla, el cielo estaba más despejado y lucía el sol.
Nos desviamos en un punto intermedio, puesto que teníamos una noche de alojamiento en el pintoresco Hotel Rural El Nogal Boutique and Spa, de cuatro estrellas. En la ladera de la montaña, entre plantaciones, está conformado como una finca de estilo canario tanto en el interior, con un precioso patio, como en el exterior, con fuentes y todo. Está un poco a trasmano si se desea, por ejemplo, ir en plan de playa, pero resulta muy apropiado para relajarse por el entorno, el spa cubierto y la piscina de verano. Sin embargo, en nuestro caso, lo que me atrajo fue el precio, 81 euros la habitación estándar con desayuno y, sobre todo, que estaba muy bien situado para hacer la ruta de senderismo del Barranco del Infierno, prevista para la mañana siguiente. Luego, claro, resultó que el hombre propone, Dios dispone y la meteorología todo lo descompone.
El Hotel por la noche.
Cenamos en el comedor del hotel, donde nos pusieron una pasta realmente buena. Salí al exterior a hacer unas fotos y casi me muero de frío, menuda caída brusca de la temperatura en apenas una hora. Ya en la habitación comprobamos las pésimas previsiones del tiempo para el día siguiente, en especial en la zona del Teide, donde se anunciaban fuertes nevadas. La carretera hacia las Cañadas ya estaba cerrada al tráfico por placas de hielo. Con la incertidumbre de no saber qué haríamos al día siguiente, nos fuimos a dormir.
Cena y habitación.