Durante nuestro recorrido por la comarca de Las Merindades (Burgos), nos disponíamos a hacer una ruta de senderismo que se adentra en la provincia de Álava, y que sale del aparcamiento que hay a la entrada del pequeño pueblo de Herrán, cuyos datos son los siguientes:
- Longitud: 7,8 km
- Duración aproximada entre dos horas y dos horas y media (sin paradas)
- Desnivel: 430 metros positivo, pero las pendientes no son muy acusadas.
- Grado de dificultad: en el panel informativo pone medio, pero yo lo calificaría como fácil (para gente acostumbrada a caminar por el campo, claro).
- El camino de ida acaba en el pueblo abandonado de Ribera, ya en tierras alavesas, y el regreso habitual es por otro lado, convirtiendo la marcha en circular, pero puede ocurrir que haya que volver por el mismo sitio de la ida como nos sucedió a nosotros (luego lo contaré).
- Longitud: 7,8 km
- Duración aproximada entre dos horas y dos horas y media (sin paradas)
- Desnivel: 430 metros positivo, pero las pendientes no son muy acusadas.
- Grado de dificultad: en el panel informativo pone medio, pero yo lo calificaría como fácil (para gente acostumbrada a caminar por el campo, claro).
- El camino de ida acaba en el pueblo abandonado de Ribera, ya en tierras alavesas, y el regreso habitual es por otro lado, convirtiendo la marcha en circular, pero puede ocurrir que haya que volver por el mismo sitio de la ida como nos sucedió a nosotros (luego lo contaré).
Situación de la ruta en el mapa peninsular según Google Maps.
El panel informativo de la caminata que hay en el aparcamiento pone unas claves para no perderse, aunque confieso que no consigo entenderlo ni siquiera después de haber hecho la ruta. No tiene pérdida hasta Ribera, luego, la vuelta es otro cantar al que ya me referiré.
Fotografía del panel informativo del aparcamiento.
Llevando nuestros bocatas, emprendimos la marcha y dejamos la visita del caserío de Herrán para la vuelta. Lloviznaba un poquito, pero empezaba a vislumbrarse alguna pequeña brizna de cielo azul allá, a lo lejos.
Al principio fuimos por una cómoda pista, rodeados de altos promontorios rocosos y con el río a nuestra derecha, pero todavía con un campo bastante abierto, hasta que a lo lejos vimos el primer desfiladero, con el puente sobre el río. El tiempo mejoraba por momentos y ya no llovía.
Una vez que cruzamos el puente, el paisaje se cerró bastante y aparecieron las primeras cascadas que forma el río en su tortuoso deambular entre las rocas. Poco después de pasar el puente, nos encontramos con la ermita de San Felices, colgada del promontorio y rodeada de vegetación, con lo cual sus ruinas se ven a duras penas.
Seguimos por el sendero y aunque el campo volvió a abrirse, el río corría encajonado a nuestra izquierda: el paisaje era cada vez más bonito y apareció un hermoso chorro a lo lejos. Después del cruce donde se separan los caminos de ida y vuelta de la ruta circular, seguimos por el de la izquierda, que enseguida empezó a picar hacia arriba, vimos el chorro más de cerca y el sendero se internó durante unos minutos por una zona con mucha vegetación.
Al fin, alcanzamos el lugar de la foto más famosa de esta ruta, que muestra el sendero casi embebido en la roca. Es una zona ciertamente bonita, sobre todo con el bramido del agua que corre muy rápida allí, empezando a formar las cascadas más bonitas del recorrido.
Seguimos remontando el río y tuvimos que parar a menudo para sacar fotos. De nuevo volví a hacerme la promesa de aprender a fotografiar cascadas de una vez por todas, aunque confieso que estoy muy contenta con estas dos primeras .
Entre cascada y cascada el camino se nos hizo corto y agradable. Al final llegamos a un portón de madera que abrimos y fue como entrar en otro escenario, una extensa pradera sembrada de margaritas que conduce al pueblo abandonado de Ribera (final del recorrido), con los restos de sus casas comidos prácticamente por la vegetación y la maleza.
Subimos hasta la iglesia en ruinas, que tiene la particularidad de contener pinturas en sus paredes, en el interior. Yo sabía que hay una especie de jaula dentro para protegerlas de desalmados que han dejado su huella en forma de pintadas y otras gracias, pero lo que nos encontramos fue una cinta todo alrededor, prohibiendo el paso por riesgo de desprendimientos. Además, una tranca impedía el acceso a la jaula, con lo cual solo pude sacar alguna foto estirando el brazo de mala manera, en la que, sin embargo, se aprecia alguna de las pinturas. La portada es bonita y todavía se conservan esculturas sobre los capiteles.
Tomamos nuestros bocatas en el merendero acondicionado con mesas y contenedores para tirar la basura. Intentamos regresar por el otro camino, haciendo la ruta circular. En Ribera hay varios cruces y, en principio, no está muy claro cuál hay que seguir. Al final comprendimos que es el que tiene un círculo de color amarillo; y allá que fuimos, dejando la iglesia a nuestra espalda.
En esta parte no existe sendero marcado, sino que hay que caminar por la pradera hacia la parte opuesta del risco y allí retomar el sendero. Sin embargo, nos fue imposible hacerlo: toda la zona tenía muchos agujeros, estaba completamente encharcada y con gran cantidad de barro y la hierba tan alta dificultaba saber dónde metías los pies. Avanzamos como veinte minutos y al final tuvimos que dejarlo y dar marcha atrás pues los resbalones eran un problema serio y no queríamos tener un percance desagradable, más todavía en el comienzo de las vacaciones. De todas formas, la parte más bonita de la marcha estaba ya hecha. Otra pareja quiso seguir, pero al rato nos los volvimos a encontrar deshaciendo el camino porque tampoco pudieron pasar. Era la consecuencia de los días de copiosas lluvias que habíamos tenido la semana anterior en casi toda España. Seguramente en época seca cruzar la pradera no supondrá ningún problema.
Así que regresamos por el mismo camino que a la ida, lo cual no nos importó demasiado porque era todo hacia abajo y, además, volviendo a ver las cascadas y escuchando el sonido del agua.
En resumen, una ruta muy bonita.
En resumen, una ruta muy bonita.
Cuando llegamos a Herrán el sol ya ejercía su dominio en el cielo y empezaba a hacer calorcito. Nos hubiera gustado tomar un café, pero el pueblo estaba desierto y el único bar que vimos (en la posada) estaba cerrado. Así que nos contentamos con dar una vuelta y verlo. Es muy pequeño y se termina enseguida. Muy bonito el emplazamiento.