La provincia de Segovia es tierra donde abundan los castillos y en un mismo día se pueden visitar dos de los más llamativos, situados respectivamente en las localidades de Coca y Turégano, aprovechando además para conocer sendas villas en las que merece la pena pasear un rato. Así que después de tenerlo en mente durante mucho tiempo, nos acercamos en la tercera semana de agosto, en el curso de una escapada de cuatro días por tierras segovianas, durante la cual no encontramos apenas inconvenientes en hostelería y visitas derivados de restricciones por la pandemia, excepto la obligación de llevar mascarilla y las medidas de distanciamiento social que se deben respetar, lógicamente.
Situación de la zona en el mapa peninsular según Google Maps.
Detalle de la ruta completa desde Madrid.
Detalle de la ruta completa desde Madrid.
COCA.
Como referencia, decir que Coca se encuentra a 54 kilómetros de Segovia capital, poco más de tres cuartos de hora en coche por la CL-605; a 146 kilómetros de Madrid y a 60 de Valladolid. Nada más llegar, atrajo nuestra atención lo que todo el mundo va buscando ver allí, es decir, su fantástico castillo.
Y es que ciertamente se trata de uno de los castillos más llamativos que se pueden ver en España, sobre todo en cuanto a su aspecto exterior. Además, cuenta con un amplio escenario en una instalación anexa donde se realizan espectáculos medievales, aunque supongo que actualmente están suspendidos por las restricciones que todos conocemos. Pero vamos por partes.
Debido a la pandemia existe limitación de aforo y (ignoro si antes era también así o no), en su página web, www.castillodecoca.com, se señala que hay que reservar las entradas previamente al menos con 48 horas de antelación llamado al teléfono 617573554 o a la dirección de correo electrónico visitascastillodecoca@hotmail.com. Las visitas son guiadas y hay varios turnos de mañana y de tarde (11:00, 12:00, 13:00, 16:30, 17:30, 18:30) que varían dependiendo de la época del año, por lo cual es preciso consultar antes de acudir allí. De hecho, llamamos dos días antes y ya no había sitio en el turno de las doce, de modo que tuvimos que apuntarnos al de la una. La entrada general cuesta 3 euros por persona.
Coca pertenece a la comarca segoviana de la Campiña, está situada a 785 metros de altitud sobre el nivel del mar y su población actual supera las 1.750 personas censadas. Por los restos encontrados, los asentamientos humanos en la zona se remontan a la Edad del Bronce y ya en el siglo V antes de Cristo existe documentación sobre la existencia en este lugar de una próspera ciudad llamada Cauca, que contaba con más de seis mil habitantes, que no dejaron de aumentar en los siglos siguientes, hasta los 20.000 que tenía cuando fue conquistada por los romanos en el 151 a.C. después de un cruel engaño según los relatos de la época. Su prosperidad posterior se refleja en que fue residencia de varias familias romanas influyentes, siendo una de las cuales la del Emperador Teodosio el Grande, nacido en el año 347, y cuya cuna se disputan Cauca e Itálica. Perdió importancia con los visigodos, cayó en poder de Almanzor y fue reconquistada por Alfonso VI en 1086, fecha en la se fundó la villa de Coca, que pronto contó con una extensa muralla. En el siglo XV, Iñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, la cedió por intercambio al que fue Arzobispo de Sevilla, Alfonso de Fonseca y Ulloa, importante personaje en la Corte de Enrique IV de Castilla, y que ordenó la construcción del castillo.
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Sin ningún problema, dejamos el coche en un amplio aparcamiento que hay junto al castillo. Todavía faltaba una hora larga para el pase de nuestro turno, así que fuimos a dar una vuelta por el pueblo, cuyos puntos de interés turístico pudimos ver en el siguiente panel informativo municipal, situado en la Plaza Mayor, junto a la Iglesia Parroquial.
Al casco histórico de Coca se puede acceder por varios sitios, pero lo mejor es hacerlo a pie por el Arco de la Villa, la única puerta que queda en pie de las murallas medievales que de ladrillo y mampostería que protegían la población y de las cuales quedan unos doscientos metros. En la parte exterior se encuentran dos verracos prerromanos y una cruz, llamada de Setién.
En su parte interior, el Arco conserva un calvario pintado sobre una tabla y una escalera que permitía el acceso a una dependencia superior que se utilizó como cárcel. Frente a la puerta hay un busto dedicado al emperador Teodosio, cuya cuna se disputa Coca con Itálica.
Caminando por una de las calles se llega a la Plaza Mayor, donde, además de la Casa de la Villa y Tierra de Coca y de un quiosco de música, se encuentra la Iglesia de Santa María la Mayor, la única que se conserva completa de las nueve con que llegó a contar la villa. Fue construida a finales del siglo XV sobre una románica anterior.
Merece la pena ver su interior, sobre todo el Altar Mayor, que cuenta con grandes columnas. Concebido como capilla funeraria de los Fonseca, el templo conserva cuatro sepulcros de mármol de Carrara y estilo italiano, donde yacen el Arzobispo y su madre a un lado, y su sobrino y su esposa, al otro. También conserva una valiosa talla románica del siglo XIII del Santo Cristo de San Nicolás.
Otro punto interesante es la Torre de San Nicolás, único resto de una iglesia románica desaparecida, ejemplo de estilo románico segoviano, y también se utilizaba como atalaya defensiva para controlar los accesos por el norte de la villa. Se puede acceder al interior (la entrada es gratuita) y llegar hasta la terraza superior por una escalera metálica con más de ciento cincuenta escalones (hay un dispensador de gel desinfectante en la entrada). La subida no me resultó demasiado incómoda ni fatigosa, ya que existen descansillos. Si no se tiene vértigo, resulta muy recomendable llegar a lo alto para contemplar las extraordinarias vistas que ofrece la terraza de las tierras adyacentes en 360 grados.
Nos acercamos también hasta la Domus Romana, de la que, bajo una carpa protectora, se conservan los restos de lo que posiblemente fue la casa de un magistrado de la antigua ciudad de romana de Cauca. En los muros, pudimos contemplar algunos frescos con colores y diferentes disposiciones. Se puede llegar en coche y el acceso es libre y gratuito.
Restos de la Domus y su entorno.
Castillo de Coca.
Y, por fin, llegó el momento de visitar el castillo, considerado una de las obras cumbre de la arquitectura militar mudéjar y gótica castellana, que se nos presenta como una imponente mole de ladrillo roja y blanca, resguardada por un foso de más de 20 metros de profundidad (no tiene agua). Impresionante, realmente, pese a que no está situado en un cerro, como suele ser habitual, sino que aprovechó los escarpes del terreno para la configuración de su defensa.
Es posible rodearlo a pie en su totalidad, recorriendo un camino que se interna en un bosquecillo a través de escaleras. Merece la pena dar esa pequeña vuelta para verlo en todas sus perspectivas, ya que es un edificio sumamente fotogénico por sus colores y dibujos, inequívocamente mudéjares.
Su construcción se inició a finales del siglo XV para residencia de la familia Fonseca, aunque no se terminó hasta principios del siglo XVI. Después pasó a la Casa de Alba y en 1928 fue declarado Monumento Histórico Nacional. En 1954 pasó al Ministerio de Agricultura con un alquiler simbólico a cambio de su restauración, que se llevó a cabo poco después, instalándose en parte de sus dependencias una Escuela de Capacitación Forestal que sigue funcionando en la actualidad. Su forma irregular se debe a que se aprovechó parte de la muralla de la villa. Aunque actualmente hay limitación de aforo, éramos unas quince personas y el cupo estaba completo.
Obligatorios la mascarilla y el gel de manos, así como mantener una distancia prudencial entre los diferentes grupos de visitantes, lo cual no siempre resulta posible. En cualquier caso, la visita me pareció segura y la guía nos hizo el recorrido ameno con sus explicaciones. El recorrido duró casi hora, durante la cual accedimos a las dos torres, la más alta de las cuales se alcanza a través de una empinada escalera de caracol de casi cien peldaños. Muy entretenido.
Una vez traspasada la puerta sobre el foso, donde te reciben, comprueban la reserva y te cobran la entrada (al tener que hacer la reserva por teléfono, no se paga con tarjeta), dimos la vuelta al recinto interior, tras la primera defensa, y empezamos la visita en la puerta que deja muy clara la vocación mudéjar de la construcción.
Se visita la capilla, la sala de armas (con decoración geométrica de paredes y techos, con bóveda decorada con nervios góticos y una muestra de azulejos que se utilizaron en el castillo), la sala museo (con pilastras de mármol y un escudo) y la Galería de la Torre Norte con armas y armaduras y una muestra de fotografías del estado del castillo antes y después de su restauración entre los años 1956 y 1958.
Tras un nuevo tramo por la angosta escalera de caracol, llegamos al Mirador de la Torre del Homenaje, con unas vistas magníficas de todo el territorio circundante, tanto de Coca como de poblaciones y campos colindantes, a una altura de 40 metros sobre el foso y 25 metros sobre el patio de armas. Aquí insisten en tener mucho cuidado con los niños más pequeños, ya que puede resultar peligroso que se asomen al borde de las almenas sin estar cogidos de la mano.
Continuamos por la Galería Norte, donde vimos reproducciones de varios documentos relacionados con la historia del castillo, incluyendo la Facultad concedida por el Rey Juan II de Castilla en 1453 a Alonso de Fonseca, Arzobispo de Sevilla, para que pudiera construir una fortaleza en Coca.
Vistas desde la Torre con la zona restaurada, donde se encuentra la Escuela de Capacitación Forestal.
El descenso lo hicimos por la segunda torre, a través de unas escaleras más cómodas que de la Torre del Homenaje, deteniéndonos en varias salas y garitas, una de las cuales destaca por su decoración de jarros y motivos vegetales, en las que aún se distinguen los colores originales que destacan mucho en la arquitectura típicamente mudéjar. Aquí fuimos entrando por turnos, ya que la situación actual no aconseja la aglomeración de personas no convivientes.
Y también pudimos ver la sala de acceso a las mazmorras, con bóveda pintada con motivos que simulan el ladrillo, y la mazmorra misma. Muy entretenida la visita del interior. Nos gustó, pues conserva muy bien la esencia de su bella arquitectura, si bien no cuenta con salas amuebladas al estilo francés. En cualquier caso, merece mucho la pena verlo, aunque sea solo por fuera.
Después fuimos a comer al Bar/Restaurante La Muralla que se encuentra frente a la misma, en su parte exterior. Tomamos un menú muy correcto por 11 euros. Cuando terminamos, emprendimos viaje hacia Turégano, donde queríamos visitar otro castillo muy especial.
Ruta desde Coca a Turégano en Google Maps.
TURÉGANO.
Como Coca, Turégano pertenece a la comarca de la Campiña segoviana, se encuentra en el valle de los ríos Pirón y Cega a 935 metros de altitud sobre el nivel del mar y su censo actual no alcanza los 1.000 habitantes. Pese a que se por aquí pasaron romanos y musulmanes, las primeras referencias escritas de este lugar se remontan a un documento del siglo XII con el nombre de Torodano, que evolucionaría después al actual Turégano. Lo cierto es que la reina Doña Urraca de Castilla donó la villa y su señorío a Pedro de Agén, de origen francés y primer obispo de Segovia, cuyos sucesores mantendrían su control durante ochocientos años. La villa fue escenario de diversos acontecimientos históricos destacados, como el primer sínodo diocesano en 1440. También aquí se produjo la reconciliación en 1428 de Juan II de Castilla con su condestable Álvaro de Luna, al que, sin embargo, terminaría ajusticiando, siendo ocupado su puesto por el propio Arzobispo de Segovia y Señor de Turégano. Además, en la villa se alojó varias veces Fernando el Católico y en 1585 en el castillo fue encarcelado Antonio Pérez, secretario de Felipe II, tras perder el favor del rey.
Panel informativo municipal de los lugares turísticos en Turégano.
Aparcamos sin problemas en la Plaza Mayor, un espacio bastante grande, sede de festejos y celebraciones de todo tipo desde tiempos muy antiguos, rodeado de casas con soportales, que le dan un aspecto muy atractivo, aunque la gran cantidad de coches aparcados le resten algo de encanto. Sin embargo, la visión, al fondo, del castillo redime esa falta porque sus altos muros de color rosa con la espadaña de una iglesia en medio atraen la mirada sin remedio.
Castillo de Turégano.
Cuando consulté por internet los datos de la visita al castillo, vi que los horarios son de miércoles a domingos de 11:00 a 14:00 horas y por las tardes de 17:00 a 20 horas en julio y agosto, lo que era el caso (el resto de meses, la franja horaria vespertina es de 16:30 a 19:30). Respecto a las visitas guiadas, sólo ponía que no se realizarían los miércoles. No vi nada sobre que había que reservar por anticipado, aunque luego me dijeron que hay que hacerlo por teléfono (643460215) al menos con un día de antelación. Lo cierto fue que cuando llegué allí, poco antes de las cinco, ya había dos parejas esperando a la guía. Aproveché la espera para dar una vuelta alrededor del pintoresco edificio y hacer unas cuantas fotos.
Como no se había completado el cupo, no tuve ningún problema para que me admitieran en la visita guiada de las cinco, que empezó tras el pago de los dos euros de la entrada y la consiguiente limpieza de manos con gel. Por cierto que la guía llevaba en sus espaldas un equipo desinfectante para pomos, barandillas, puertas y todo tipo de cosas que pudiéramos tocar. Todo ello, añadido a la mascarilla y la distancia entre los pocos visitantes convirtió la visita en muy segura. La visita dura una hora, durante la cual quedan cerradas las puertas exteriores.
Hay quien asegura que los orígenes del castillo son celtíberos y que las enigmáticas torres que existen a su alrededor son las de un antiguo castro, aunque lo único probado es que los restos más antiguos de que se conservan datan del siglo XII. Aparte de lo llamativo de su aspecto, lo que hace especial a este castillo es la existencia de una iglesia en su interior, si bien no está claro si se construyó primero la iglesia y luego el castillo a su alrededor, o si se dotó al castillo de una iglesia posteriormente. Lo que sí se conoce es que la espadaña que se puede ver actualmente data de 1703. En cualquier caso, la construcción medieval sufrió muchas modificaciones, siendo la más importante la llevada a cabo en el siglo XV por el obispo Arias Dávila
. Salvo durante el reinado de Carlos III, en que pasó a depender de la Corona, la titularidad del castillo siempre ha estado en manos del Arzobispado de Segovia, si bien en la actualidad se encuentra cedida al ayuntamiento de Turégano por 50 años a cambio de su restauración, que se está llevando a cabo poco a poco. Fue declarado Monumento Histórico Artístico en 1931 y está incluido en la Ruta de los Castillos de Castilla y León.
Empezamos en la Iglesia de San Miguel, cuyo origen se remonta al siglo XII, de cuya época primitiva solo quedan las naves laterales y la torre elevada sobre el crucero, que quedó embutida dentro de la torre del homenaje del castillo, lo que también pudimos contemplar. La nave central con bóveda de cañón y la decoración interior con capiteles historiados y decoraciones vegetales corresponden a una fase posterior.
Después visitamos el castillo en sí, ascendiendo por unas empinadas escaleras, que nos condujeron a diversas dependencias, entre otras las de la habitación donde estuvo recluido Antonio Pérez antes de que fuera llevado a la mazmorra tras un intento de huida.
La guinda final es el ascenso a lo alto de la Torre del Homenaje por una retorcida escalera de caracol de una treintena de angostos peldaños. Las magníficas vistas que se tienen del pueblo y de todo el entorno recompensan el pequeño esfuerzo, que, sin embargo, solo realizamos dos de los cinco visitantes. Pero, vamos, que no tiene mayor problema salvo que se tengan dificultades de movilidad, en cuyo caso tampoco representa ningún inconveniente porque el recorrido para salir es el mismo que para entrar y esas personas podrían aguardar en la sala anterior, como fue el caso.
Para quien tenga intención de visitar el castillo, decir que el interior no está decorado y que tiene algunos accesos algo laberínticos e intrincados, con peldaños altos y desgastados. Sin embargo, ése fue uno de los atractivos que yo le encontré. En cualquier caso, simplemente por ver el exterior ya merece la pena el desplazamiento.
Cuando terminé, tras dar una vuelta por el pueblo, me dirigí al segundo punto más interesante de Turégano, la Iglesia Parroquial de Santiago, con ábside y retablo románico del siglo XII. Además, conserva en su interior un gran tesoro escultórico y de orfebrería al haber reunido para su custodia y protección muchas piezas únicas procedentes de otras iglesias más pequeñas de la zona, siendo una de las piezas más destacadas la propia pila bautismal de la Iglesia de San Miguel, la del castillo.
Otros lugares destacados son el Pilón de la Plaza de Santiago, la Casa Palacio de Miñano, el Palacio Episcopal, la Antigua Sinagoga y la Ermita de Nuestra Señora de los Remedios. También hay que mencionar los parajes naturales próximos, con los valles de los ríos Pirón y Cega, rutas que se quedan para otra ocasión.