Lo bueno de las floraciones es que presentan preciosos paisajes que, además, son únicos e irrepetibles durante el periodo de tiempo durante el que se prolongan. Lo malo es que precisamente esa temporalidad dificulta su visita, puesto que hay que atenerse al momento en que se producen, lo cual no siempre cuadra bien con las disponibilidades de cada cual. Hacía un par de años que llevábamos pensando en pasarnos por Brihuega para ver la de la lavanda (una variedad de nuestro espliego de toda la vida), teniendo en cuenta que lo tenemos solamente a poco más de cien kilómetros de nuestro domicilio, pero al tener lugar la floración de estas plantaciones en el mes de julio, las altas temperaturas nos habían estropeado el plan en un par de ocasiones, ya que se trata de una zona que puede llegar a ser muy calurosa. Al fin, decidimos que sería este año, incluso antes de vernos inmersos en la pandemia que nos ha alterado la vida y chafado casi todos los planes viajeros. Por fortuna, éste lo pudimos mantener y aprovechamos una muy buena oferta de alojamiento en el Parador de Sigüenza a poco de terminar el obligado confinamiento.
Valle del Tajuña desde Brihuega.
Aunque son varias las poblaciones donde se pueden contemplar las plantaciones de lavanda en flor, es Brihuega la que, digamos, centraliza el fenómeno, organizando eventos especiales, festejos, concursos de fotografía, visitas guiadas y otros similares, la mayor parte de los cuales quedaron suspendidos este verano para evitar las aglomeraciones y los rebrotes del virus, aunque no por eso la villa renunció a recibir visitantes ni los visitantes renunciaron a ir -como fue nuestro caso-, adoptando las correspondientes precauciones. Bien es cierto que en esa época las cosas estaban bastante más controladas en todo el país que ahora, a principios de septiembre .
Como referencia, señalar que Brihuega se encuentra a unos de cien kilómetros de Madrid, y se llega muy cómodamente en una horita por la A-II hasta Torija, donde se toma la CM-2011 que nos llevará a Brihuega tras recorrer otros 15 kilómetros en apenas quince minutos.
Situación de Brihuega en el mapa peninsular e itinerario desde Madrid según Google Maps.
Siguiendo las indicaciones del foro, preparé un itinerario circular de algo más de 60 kilómetros, aunque repartido en dos jornadas por imperativos del viaje completo que teníamos entre manos, pero que se puede hacer perfectamente en un día y cuyo mapa pongo más abajo, en el apartado correspondiente a la floración. De momento, un anticipo:
BRIHUEGA.
Aunque los campos en torno a Brihuega no sean los más llamativos en cuanto a la floración de la lavanda, aunque sí los más concurridos, esta localidad es el referente de información y servicios a nivel turístico de la zona. Además, se trata de un pueblo muy bonito, que merece la pena visitar, tal como pudimos comprobar enseguida. No me lo esperaba así, la verdad.
Llegamos sobre la una de la tarde y, siguiendo los indicadores que conducían al centro del pueblo, aparcamos en la Calle Mayor, junto a unos soportales, procurando resguardar el coche del sol que ya comenzaba a mostrarse inclemente. Pese a estar a primeros de julio, hacía mucho calor. Apenas una semana después de acabarse el estado de alarma y su consiguiente confinamiento, nos encontramos con muy pocos visitantes. La Oficina de Turismo se encuentra en el edificio de la que fue Real Cárcel de Carlos III, en la Plaza del Coso, donde una amable empleada nos facilitó todo tipo de información, incluidos folletos y mapas, tanto del pueblo como de los campos de lavanda; éste último nos resultó especialmente útil para localizarlos. Me advirtió que todavía faltaban unos días para que la floración adquiriese su pleno esplendor, lo que, de todas formas, no sucede en todas las plantaciones al tiempo, ya que, entre otros motivos, hay variedades diferentes entre las plantas. Pese a ello, nos aseguró que nos encontraríamos con un paisaje muy atractivo, que nos iba a gustar .
Como se aproximaba la hora del almuerzo, decidimos quedarnos a comer en Brihuega, donde hay varios restaurantes que ofrecen menú y carta, si bien nos encontramos con que uno de los más conocidos solamente estaba abierto por la noche, aprovechando su terraza de vistas privilegiadas pero que, al parecer, resulta demasiado calurosa de día, en esta época. Así que nos quedamos en el Hostal Restaurante Villa de Brihuega, junto a la Puerta de la Cadena, donde tomamos un menú correcto por 15 euros, sobre todo para nosotros que no somos de comer demasiada cantidad, sobre todo con el calor que hacía; todo estaba muy bueno, aunque quizás se quede algo escaso para otras personas. Por lo demás, en el comedor se estaba muy fresquito y guardaba todas las medidas de distancia y seguridad tan necesarias en los tiempos que corren.
En Brihuega resulta fácil hacer una visita turística auto-guiada tanto por la proximidad entre sí de los lugares más interesantes que hay para visitar como porque en todos ellos se han instalado paneles informativos, algunos de los cuales he utilizado para escribir esta narración; claro que tampoco faltan unas cuestas importantes para subir desde la zona sur a la norte. Esta villa forma parte de la comarca de la Alcarria y fue declarada Conjunto Monumental Histórico Artístico en 1973. Su término municipal está atravesado por el río Tajuña, se encuentra a 920 metros de altitud sobre el nivel del mar y cuenta con un censo de casi 2.500 habitantes. Según algunas fuentes, tiene su origen en el poblado celtibérico de Brioca, aunque no tomó relevancia hasta la Edad Media, al convertirse en lugar estratégico para la reconquista de Toledo por los cristianos, lo cual acaeció en 1085, cuando el rey Alfonso VI conquistó todo el Valle de Tajuña, que cedió al arzobispo Raimundo de Toledo, el cual construyó una fortaleza de cara al río. La villa adquirió su máximo esplendor a mediados del siglo XIII, época en la que se concluyeron las murallas que la rodeaban por completo. Posteriormente, sufrió despoblación por las migraciones a América, si bien fue escenario de varias batallas importantes durante la Guerra de Sucesión, la Guerra de la Independencia contra los franceses y la Guerra Civil española.
Sin embargo, uno de los mayores atractivos turísticos de Brihuega en los últimos tiempos y, quizás, el que atrae más gente es el de la floración de la lavanda que se tiene lugar en julio. Con ese motivo, de modo similar a lo que vimos en el mes de marzo del año pasado en Cieza con la floración rosa de los frutales, todo en Brihuega adquiere el tono malva, representado por los paraguas que se cuelgan en sus calles a modo de parasoles, algo que ya vimos también en Malpartida de Cáceres, si bien allí son multicolores. Durante nuestra visita, pese a las restricciones por la pandemia, ya estaban terminando de instalarlos y lucían así de luminosos sobre nuestras cabezas.
A continuación, fuimos a ver los lugares más interesantes en Brihuega, que son los siguientes, tomando el camino más cómodo, es decir, de bajada de norte a sur.
- Las murallas medievales del siglo XII conservan parte de sus paños y algunos de sus antiguos accesos, entre ellos los dos principales, la Puerta de la Cadena, en la parte norte de la villa, y el Arco de Cozagón, al sur, que fue la más importante antaño, puesto que enlazaba con la ruta hacia Toledo.
- Frente a la Puerta de la Cadena, además del bonito y fresco Parque de María Cristina, se encuentra la Picota de piedra del siglo XIV.
Picota y Puerta de la Cadena.
- A la izquierda del Parque de María Cristina, encontramos la Iglesia de San Felipe, construida en el siglo XIII, en estilo de transición del románico al gótico. Se aprovechó un torreón de la muralla para instalar el campanario, por eso lo tiene separado del edificio que alberga el templo.
- De regreso a a la Puerta de la Cadena, la cruzamos y, bajando la misma calle, llegamos hasta la Fuente y el Lavadero de los Doce Caños, construcción monumental del siglo pasado a la que también se la conoce como Blanquina. Muy cerca se encuentra la Casona de los Gómez, de estilo renacentista.
- La Plaza del Coso constituye el centro geográfico de la villa histórica, llamada así desde el siglo XVI, su nombre puede deberse bien a una derivación de “zoco” o mercado, o a las corridas de toros que allí se celebraban. Cuenta con dos bonitas fuentes barrocas. También se sitúa allí la Oficina de Turismo Municipal, instalada en el edificio de finales del siglo XVIII que fue Real Cárcel de Carlos III y que luego se utilizó como escuela de música y biblioteca. Muy cerca se encuentran también las Cuevas Árabes, un laberinto de galerías que no se sabe muy bien cuándo fueron construidas. Se pueden visitar.
- También nos llamaron la atención unas empinadas escaleras que desde la misma plaza ascienden hacia la muralla este y al Barrio de San Juan, el más antiguo de la villa, donde se erigía la Iglesia de San Juan, del siglo XII, de la que solo queda la planta, pues se derrumbó la torre y gran parte del templo en 1965.
- Bajando varias cuestas y alguna que otra escalera más, tras atravesar el Arco de la Guía, que se erigió en el siglo XX aprovechando la abertura que se produjo en la muralla durante la Guerra de la Independencia para poder tomar el castillo, llegamos al bucólico y relajante jardín del Prado de Santa María, donde pudimos ver un conjunto medieval realmente bonito, formado por el Castillo de la Peña Bermeja, la Iglesia de Santa María de la Peña, templo del siglo XIII, ejemplo de la arquitectura cisterciense de transición del románico al gótico, y el Convento de San José, fundado a principios del siglo XVII y que actualmente alberga el Museo de Miniaturas, la Sala de Exposiciones y el Museo de la Historia de Brihuega.
- Debido a los horarios, solamente pude entrar en el Castillo (al que se accede por una especie de claustro, casi pisando tumbas, pues se trata de un cementerio), una antigua alcazaba musulmana que fue reformada y ampliada tras la reconquista cristiana en el siglo XII, convirtiéndose en un principio en un palacio-fortaleza de estilo románico, aunque sufrió modificaciones posteriores.
Hace tres años concluyeron los trabajos de restauración, pues quedó en estado ruinoso después de la Guerra de la Independencia, y al fin se pueden contemplar en todo su esplendor las pinturas murales mudéjares de la Sala de los Concilios y los de una preciosa Capilla de estilo gótico-mudéjar.
Además, se puede acceder a la terraza (la antigua torre) a través de una corta aunque angosta escalera de caracol de madera, desde la que se contemplan unas fantásticas vistas de la villa, el valle del Tajuña y la adyacente Iglesia de Santa María. En mi opinión, merece la pena pagar los dos euros de la entrada.
- Al salir, me asomé a la Plaza de Toros, construida en 1960 en piedra y que con 8.000 localidades es la más grande de la provincia de Guadalajara.
- De regreso a la calle de la Guía, me dirigí hacia la zona oeste, por donde se adentra en el pueblo la carretera CM-2011, y pasé junto al Convento de las Jerónimas, del siglo XVI y la Iglesia de San Miguel.
Y, por fin, después de callejear un poco, llegué a la Real Fábrica de Paños y sus Jardines, cuya construcción comenzó durante el reinado de Fernando VI y se concluyó en el de Carlos III, convirtiéndose en un ejemplo de arquitectura industrial del siglo XVIII.
Actualmente se están realizando trabajos de restauración, pero el edificio se puede visitar sin problemas. Sin embargo, lo más bonito e interesante son los Jardines de mediados del siglo XIX, cuya terraza ofrece unas preciosas vistas de la villa y su entorno, que debe lucir mucho más bello en primavera. Creo recordar que la entrada me costó dos euros.
FLORACIÓN DE LA LAVANDA.
Según he podido leer, la historia de la lavanda en Brihuega se remonta a los años sesenta del pasado siglo, cuando un maestro de la villa que veraneaba en Francia trajo unos esquejes de lavandin, un híbrido entre espliego y lavanda, que puso mucho empeño en plantar en una zona muy apropiada para su cultivo y donde abundaba ya el espliego. Y con el apoyo en un principio del director técnico de Loewe, la demanda para perfumes, cremas, geles, jabones y demás creció hasta llegar al millar de hectáreas plantadas en la actualidad, lo cual se traduce en una décima parte de la producción mundial, solo superada por la Provenza, China y Bulgaria. Además, últimamente Brihuega y la propia comarca de La Alcarria se han beneficiado del turismo que acude atraída por el espectáculo malva de unos campos floridos, no sé si tan amplios y espectaculares, pero sí mucho más próximos que los afamados de nuestros vecinos franceses.
Este fue nuestro recorrido completo en Google Maps.
Como he comentado, resulta recomendable, aunque no imprescindible, conseguir el plano de situación de los diferentes campos, que entregan en la Oficina de Turismo y que también se puede descargar por internet en su página web. Como nosotros veníamos desde Cuenca, antes de llegar a Brihuega ya pudimos contemplar varias plantaciones que se encuentran en la carretera CM-2005, pasado Archilla, a unos cuatro o cinco kilómetros antes de llegar al desvió que conduce a Brihuega, y que presentaban un sugerente aspecto, el mejor aperitivo antes de pasar a los platos fuertes. Por suerte pudimos detenernos en una pequeña entrada al borde de la carretera y hacer fotos sin problemas y sin estorbar. Naturalmente, ayudó que por allí no hubiera nadie más por allí.
Tras hacer la visita a Brihuega que ya he relatado, salimos de la villa por la mencionada carretera CM-2005 que conduce a Almadrones y en cuyo recorrido de 22 kilómetros aproximadamente pudimos contemplar a ambos lados de la carretera numerosos campos en flor, algunos más y otros menos espectaculares, pero todos realmente bonitos de ver, pese a las malas hierbas que interferían a veces la belleza del conjunto. También decir que los colores de las flores no son exactamente iguales de unos campos a otros (malva, morada o azul oscuro, como tampoco lo es su tamaño, lo cual, según me han comentado, obedece a que se trata de variedades diferentes. No sé, pero seguramente también influye en la tonalidad la incidencia de la luz.
A poco de salir de la villa, nos encontramos con el Monumento a la Batalla de Brihuega que tuvo lugar durante la Guerra Civil española. No tiene que ver con el tema de la floración, pero merece la pena detenerse para enterarse un poco del asunto, observar el lugar donde se desarrolló y, de paso, parar el coche un momento y hacer unas cuantas fotos a los campos en flor que estaban al lado.
Fueron varios los sitios que nos parecieron interesantes y fotogénicos, aunque, tal como nos dijo la empleada de la Oficina de Turismo, a algunos les faltaban unos días para alcanzar su pleno esplendor.
Desde la carretera.
No hubiera sido fácil parar el vehículo en algunos de esos campos en una situación normal, con muchos visitantes, porque no siempre hay un lugar apropiado para hacerlo, ya que nos encontrábamos en plena carretera, y los sitios habilitados sin duda hubiesen estado completos.
También hay que tener en cuenta que las plantaciones son propiedad particular que se deben respetar, eso por no hablar de los maravillosos insectos que pululan por todas partes y que están dispuestos a picarte al menor descuido. Y más de una picadura de los moscones negros me llevé de recuerdo. Por lo tanto, muy aconsejable utilizar repelente y tener cuidado de donde se mete cada cual.
También hay que tener en cuenta que las plantaciones son propiedad particular que se deben respetar, eso por no hablar de los maravillosos insectos que pululan por todas partes y que están dispuestos a picarte al menor descuido. Y más de una picadura de los moscones negros me llevé de recuerdo. Por lo tanto, muy aconsejable utilizar repelente y tener cuidado de donde se mete cada cual.
En este tramo, los campos que me parecieron más bonitos son los que están a mano derecha, ya cerca de Almadrones, donde se aprecian muy bien las ondulaciones del terreno que proporcionan un mayor atractivo a la foto, con la imagen semejando un sinfín de olas moradas bajo un cielo inmensamente azul y con el contrapunto amarillo del trigo segado, la paja seca y algún árbol aislado señalando el horizonte.
Seguramente el mejor momento para la observación es el atardecer, pero no nos cuadraba quedarnos hasta esa hora, ya que hacía mucho calor y teníamos ganas de resguardarnos en el Parador de Sigüenza, nuestro alojamiento de la jornada.
Al día siguiente, no repetimos el itinerario del día anterior en sentido inverso sino que fuimos por la N-204, pasamos por Cogollor, donde también vimos nuevos campos floridos, y a la altura de Masegoso de Tajuña nos desviamos a la derecha para tomar la CM-2011, una carretera que nos deparó unos paisajes estupendos. En especial, imprescindible parar unos minutos en Cívica, aunque eso lo cuento al final.
De nuevo cerca de Brihuega, nos desviamos hacia la izquierda para tomar la carretera CM-2005 y luego la GU-925, en dirección a Malacuera, cuyo asfalto tuvimos que surcar con paciencia unos cuantos kilómetros hasta plantarnos junto a algunos de los campos más bonitos y extensos que contemplamos durante nuestra excursión.
Nos fijamos en una zona con pinta de ser donde hacen un alto los grupos guiados (había cuatro o cinco coches parados con gente sacando fotos, aunque parecían ir por su cuenta ya que no vimos ningún guía). Seguimos un poco más adelante y nos detuvimos en un claro junto a los campos que nos habían llamado más la atención, donde estuvimos solos… a excepción de un numeroso surtido de moscones, moscas, mosquitos, abejas, avispas y demás bichos voladores y picadores, que reivindicaban el dominio de un territorio que era suyo y no nuestro . Sin embargo, mereció la pena correr el riesgo y adentrarnos un poquito entre las matas para hacer algunas fotos. A ser posible, poneos pantalones largos y un buen repelente de insectos.
Como resumen de lo que nos pareció el viaje decir que nos gustó y no creo que sea la última vez que nos pasemos a ver la floración de la lavanda en tierras alcarreñas. La única pega, el calor; algo nada fácil de evitar en el mes de julio
. CíVICA.
Confieso que si no hubiese sido por el foro, no me hubiera enterado de la existencia de este sitio y, seguramente, se me habría pasado por alto durante nuestra visita a Brihuega. Una vez visto, merece la pena parar unos minutos, tampoco es necesario más, para contemplar este curioso lugar, una aldea abandonada y excavada en la roca con el aderezo de unas cuevas, una vegetación sorprendentemente lujuriosa y unas chorreras que conforman una preciosa cascada.
Situación de Cívica utilizando Google Maps.
Circulando desde Masegoso en dirección a Brihuega por la carretera CM-2011, que serpentea siguiendo el curso del río Tajuña, a nos encontramos a la derecha el indicador de Civica, que nos recibió con unos restos de construcciones embebidas en una pared kárstica a modo de… ¿monasterio? antiguo y semiderruido, comido por la vegetación.
Hay un camino casi enterrado que lleva hasta la parte frontal, desde la cual se contemplan grutas, puertas de estilo gótico tapiadas, escaleras, balaustradas, ventanas y corredores, cuyo aspecto desvencijado no invitan demasiado a su exploración: parece que todo fuera a derrumbarse de un momento a otro. Realmente no sabes qué pensar de todo eso, si bien se intuye que la construcción no es muy antigua (al parecer, fue encargada en 1960 por un sacerdote de la vecina localidad de Valderebollo), aunque quizás sí lo sea la ocupación de las cuevas, en las que pudieron habitar eremitas y fugitivos de cualquier época.
Unos metros más adelante, encontramos las fuentes naturales que manan de la roca formando una cascada en un lugar increíble por su vegetación, con gran cantidad de agua deslizándose sobre el musgo adherido a una toba incluso a principios del verano y que era mucho más bonita de lo que logré captar con mi cámara. También hay una cueva que se puede explorar si se desea. Lo malo es que estaba ocupada ya cuando fuimos por varias personas y no nos decidimos a entrar nosotros también para hacer más bulto, pues no conviene aglomerarse en sitos cerrados en estos tiempos de pandemia.
Un lugar muy curioso y sugerente, digno de dedicarle unos minutos.